lunes, 2 de octubre de 2023

LA RESPUESTA DE BERGOGLIO A LAS DUBIA DE LOS CINCO CARDENALES NO ACLARÓ NADA

Cinco cardenales de cinco continentes plantearon cinco preguntas a Bergoglio que esperaban estuviesen resueltas antes del comienzo del sínodo por la relevancia que tenían tanto en su desarrollo como en sus conclusiones.


Después de la publicación el 2 de octubre de 2023 de la nueva redacción de las “dubia” de los Cardenales Brandmüller, Burke, Zen, Sandoval y Sarah, el Prefecto de Dicasterio para la Doctrina de la Fe hace pública la primera versión de la que dijeron “no han resuelto las dudas que planteamos, sino que, si acaso, las han profundizado”


La publicación de las dubia presentadas por cinco cardenales dos días antes de que comience el Sínodo han avivado el interés sobre una reunión que el propio Francisco calificó “de poco interés para el público en general

Cinco cardenales de cinco continentes plantearon cinco preguntas a Bergoglio que esperaban estuviesen resueltas antes del comienzo del sínodo por la relevancia que tenían tanto en su desarrollo como en sus conclusiones.

El 11 de julio los Cardenales Brandmüller, Burke, Zen, Sandoval y Sarah solicitaron a Bergoglio, en un formato secular en la Iglesia la respuesta a una serie de cuestiones (“dubia” en latín) que se deben responder con un “si” o un “no”, y en principio sin argumentación teológica porque no es el objetivo, aunque a veces dicha argumentación acompañe a la respuesta.

Según informaron los cardenales, Bergoglio respondió al día siguiente con una carta de siete páginas en español. Pero los cardenales consideraron que no respondía a sus preguntas y filialmente volvieron a dirigirse al él reformulando las preguntas para facilitarle la respuesta concreta el 21 de agosto. Ante la falta de respuesta a la nueva tanda de preguntas, hicieron pública la nueva redacción ya que las primeras respuestas “no han resuelto las dudas que planteamos, sino que, si acaso, las han profundizado” según manifestaron al NCRegister.

Como afirma Sandro Magister, “aunque firmada por Francisco, la carta mostraba el estilo de escritura de su teólogo de confianza, el argentino Víctor Manuel Fernández, quien pronto asumiría el nuevo papel de prefecto del dicasterio para la doctrina de la fe”

Este hecho parece confirmarse dada la desabrida respuesta hoy a ABC del Prefecto, mons. Víctor Manuel Fernández (Tucho):
“El Papa ya les respondió, y ahora publican nuevas preguntas como si el Papa fuera esclavo para los mandados”
Una respuesta que ha sido calificada por varios analistas como “una pataleta”. No deja de causar sorpresa que él teniendo todo el texto haya querido publicar solo una parte.

Horas después el Dicasterio para la Doctrina de la Fe, que gobierna Tucho, ha publicado, sorpresivamente las primeras respuestas a los Cardenales y que estos consideraban que no respondían a lo que se preguntaba. De hecho en la nueva propuesta detallan filialmente por qué vuelven a plantearla. También manifestaron al Register que no hacían pública la primera respuesta por respeto y porque era una respuesta personal. Visto el contenido de la respuesta es de destacar la postura de los Cardenales de no publicar esa primera respuesta.

También ha sorprendido la manipulación del Vaticano presentando este documento como la respuesta a las segundas preguntas, ocultando la fecha de respuesta de Bergoglio y sustituyéndola por la de la petición de Tucho a Bergoglio para poder publicarla. Otro hecho que viene a agrandar las sombras de duda que hay sobre la información que se va a ofrecer por la Santa Sede sobre el desarrollo del sínodo.

Las primeras “dubia” fueron escritas en italiano y respondidas en español. La redacción y “grado de teología” parecen avalar la hipótesis de Magister y su lectura apoya que los cardenales estimasen una aclaración, como mínimo, en la forma planteada.

La respuesta comienza con un (sic):
Queridos hermanos,

si bien no siempre me parece prudente responder las preguntas dirigidas directamente a mi persona, y sería imposible responderlas a todas, en este caso me pareció adecuado hacerlo debido a la cercanía del Sínodo.
Las respuestas:

Pregunta 1

Pregunta original
I. Dubium sobre la afirmación de que la Revelación Divina debe reinterpretarse en función de los cambios culturales y antropológicos en boga.

A raíz de las declaraciones de algunos obispos, que no han sido corregidas ni retractadas, se plantea la cuestión de si la Revelación Divina en la Iglesia debe ser reinterpretada según los cambios culturales de nuestro tiempo y según la nueva visión antropológica que estos cambios promueven; o si la Revelación Divina es vinculante para siempre, inmutable y por tanto no puede ser contradicha, según el dictado del Concilio Vaticano II, de que a Dios que revela se le debe “la obediencia de la fe” (Dei Verbum 5); que lo revelado para la salvación de todos debe permanecer “para siempre íntegro” y vivo, y ser “transmitido a todas las generaciones” (7) y que el progreso de la comprensión no implica ningún cambio en la verdad de las cosas y de las palabras, porque la fe ha sido “transmitida de una vez para siempre” (8), y el Magisterio no es superior a la Palabra de Dios, sino que enseña sólo lo que ha sido transmitido (10).
Respuesta original
a) La respuesta depende del significado que ustedes den a la palabra “reinterpretar”. Si se entiende como “interpretar mejor” la expresión es válida. En este sentido el Concilio Vaticano ll afirmó que es necesario que con la tarea de los exégetas --yo agrego de los teólogos-- “vaya madurando el juicio de la Iglesia” (Conc. Ecum. Vat. ll, Const. dogm. Dei Verbum, 12).

b) Por lo tanto, si bien es cierto que la divina Revelación es inmutable y siempre vinculante, la Iglesia debe ser humilde y reconocer que ella nunca agota su insondable riqueza y necesita crecer en su comprensión.

c) Por consiguiente madura también en la comprensión de lo que ella misma ha afirmado en su Magisterio.

d) Los cambios culturales y los nuevos desafíos de la historia no modifican la Revelación, pero sí pueden estimularnos a explicitar mejor algunos aspectos de su desbordante riqueza que siempre ofrece más.

e) Es inevitable que esto pueda llevar a una mejor expresión de algunas afirmaciones pasadas del Magisterio, y de hecho ha sucedido así a lo largo de la historia.

f) Por otra parte, es cierto que el Magisterio no es superior a la Palabra de Dios, pero también es verdad que tanto los textos de las Escrituras como los testimonios de la Tradición necesitan una interpretación que permita distinguir su substancia perenne de los condicionamientos culturales. Es evidente, por ejemplo, en los textos bíblicos (como Éx 21, 20-21 ) y en algunas intervenciones magisteriales que toleraban la esclavitud (Cf. Nicolás V, Bula Dum Diversas, 1452). No es un tema menor dada su íntima conexión con la verdad perenne de la dignidad inalienable de la persona humana. Esos textos necesitan una interpretación. Lo mismo vale para algunas consideraciones del Nuevo Testamento sobre las mujeres (I Cor II, 3-10; I Tim 2, 11-14) y para otros textos de las Escrituras y testimonios de la Tradición que hoy no pueden ser repetidos materialmente.

g) Es importante destacar que lo que no puede cambiar es lo que ha sido revelado “para la salvación de todos” (Conc. Ecum. Vat. ll, Const. dogm. Dei Verbum, 7). Por ello la Iglesia debe discernir constantemente entre aquello que es esencial para la salvación y aquello que es secundario o está conectado menos directamente con este objetivo. Al respecto me interesa recordar lo que Santo Tomás de Aquino afirmaba: “cuanto más se desciende a lo particular, tanto más aumenta la indeterminación” (Summa Theologiae 1-11, q. 94, art. 4).

h) Finalmente, una sola formulación de una verdad nunca podrá entenderse de un modo adecuado si se la presenta solitaria, aislada del rico y armonioso contexto de toda la Revelación. La “jerarquía de verdades” implica también situar cada una de ellas en adecuada conexión con las verdades más centrales y con la totalidad de la enseñanza de la Iglesia. Esto finalmente puede dar lugar a distintos modos de exponer la misma doctrina, aunque “a quienes sueñan con una doctrina monolítica defendida por todos sin matices, esto puede parecerles una imperfecta dispersión. Pero la realidad es que esa variedad ayuda a que se manifiesten y desarrollen mejor los diversos aspectos de la inagotable riqueza del Evangelio” (Evangelii gaudium, 49). Cada línea teológica tiene sus riesgos pero también sus oportunidades.
A esta respuesta volvieron a escribir los cinco cardenales:
1. Su Santidad insiste en que la Iglesia puede profundizar su comprensión del depósito de la fe. Esto es, en efecto, lo que enseña Dei Verbum 8 y pertenece a la doctrina católica. Su respuesta, sin embargo, no coge nuestra preocupación. Muchos cristianos, incluidos pastores y teólogos, sostienen hoy que los cambios culturales y antropológicos de nuestro tiempo deberían impulsar la Iglesia a enseñar lo contrario de lo que siempre ha enseñado. Ello afecta a cuestiones esenciales, no secundarias, para nuestra salvación, como la confesión de fe, las condiciones subjetivas para acceder a los sacramentos y la observancia de la ley moral. Por tanto, queremos reformular nuestra “dubium”: ¿es posible que la Iglesia enseñe hoy doctrinas contrarias a las que ha enseñado anteriormente en materia de fe y de moral, ya sea por el Papa “ex cathedra”, ya sea en las definiciones de un Concilio Ecuménico, ya sea en el magisterio universal ordinario de los Obispos dispersos por el mundo (cf. Lumen Gentium 25)?
Pregunta 2

Pregunta original
II. Dubium sobre la afirmación de que la práctica generalizada de bendecir las uniones entre personas del mismo sexo está de acuerdo con la Revelación y el Magisterio (CIC 2357).

Según la Divina Revelación, atestiguada en la Sagrada Escritura, que la Iglesia “por mandato divino y con la asistencia del Espíritu Santo escucha piadosamente, conserva santamente y expone fielmente” (Dei Verbum 10): “En el principio” Dios creó al hombre a su imagen, varón y hembra los creó y los bendijo para que fuesen fecundos (cf. Gn 1, 27-28), por lo que el Apóstol Pablo enseña que negar la diferencia sexual es consecuencia de negar al Creador (Rm 1, 24-32). Surge la pregunta: ¿puede la Iglesia derogar este “principio”, considerándolo, en contra de lo que enseña Veritatis splendor 103, como un mero ideal, y aceptando como “bien posible” situaciones objetivamente pecaminosas, como las uniones entre personas del mismo sexo, sin faltar a la doctrina revelada?
Respuesta original
a) La Iglesia tiene una concepción muy clara sobre el matrimonio: una unión exclusiva, estable e indisoluble entre un varón y una mujer, naturalmente abierta a engendrar hijos. Sólo a esa unión llama “matrimonio”. Otras formas de unión sólo lo realizan “de modo parcial y análogo” (Amoris laetitia 292), por lo cual no pueden llamarse estrictamente “matrimonio”.

b) No es una mera cuestión de nombres, sino que la realidad que denominamos matrimonio tiene una constitución esencial única que exige un nombre exclusivo, no aplicable a otras realidades. Sin duda es mucho más que un mero “ideal”.

c) Por esta razón la Iglesia evita todo tipo de rito o de sacramental que pueda contradecir esta convicción y dar a entender que se reconoce como matrimonio algo que no lo es.

d) No obstante, en el trato con las personas no hay que perder la caridad pastoral, que debe atravesar todas nuestras decisiones y actitudes. La defensa de la verdad objetiva no es la única expresión de esa caridad, que también está hecha de amabilidad, de paciencia, de compresión, de ternura, de aliento. Por consiguiente, no podemos constituirnos en jueces que sólo niegan, rechazan, excluyen.

e) Por ello la prudencia pastoral debe discernir adecuadamente si hay formas de bendición, solicitadas por una o por varias personas, que no transmitan una concepción equivocada del matrimonio. Porque cuando se pide una bendición se está expresando un pedido de auxilio a Dios, un ruego para poder vivir mejor, una confianza en un Padre que puede ayudarnos a vivir mejor.

f) Por otra parte, si bien hay situaciones que desde el punto de vista objetivo no son moralmente aceptables, la misma caridad pastoral nos exige no tratar sin más de “pecadores” a otras personas cuya culpabilidad o responsabilidad pueden estar atenuadas por diversos factores que influyen en la imputabilidad subjetiva (Cf. san Juan Pablo ll, Reconciliatio et Paenitentia, 17).

g) Las decisiones que, en determinadas circunstancias, pueden formar parte de la prudencia pastoral, no necesariamente deben convertirse en una norma. Es decir, no es conveniente que una Diócesis, una Conferencia Episcopal o cualquier otra estructura eclesial habiliten constantemente y de modo oficial procedimientos o ritos para todo tipo de asuntos, ya que todo “aquello que forma parte de un discernimiento práctico ante una situación particular no puede ser elevado a la categoría de una norma”, porque esto “daría lugar a una casuística insoportable” (Amoris laetitia 304). El Derecho Canónico no debe ni puede abarcarlo todo, y tampoco deben pretenderlo las Conferencias Episcopales con sus documentos y protocolos variados, porque la vida de la Iglesia corre por muchos cauces además de los normativos.
A esta respuesta volvieron a preguntar los cardenales:
2. Su Santidad ha insistido en que no puede haber confusión entre el matrimonio y otro tipo de uniones de naturaleza sexual y que, por lo tanto, debe evitarse cualquier rito o bendición sacramental de parejas del mismo sexo que pueda dar lugar a tal confusión. Nuestra preocupación, sin embargo, es otra: nos preocupa que la bendición de parejas del mismo sexo pueda crear confusión en cualquier caso, no sólo en el sentido de que pueda hacerlas parecer análogas al matrimonio, sino también en el sentido de que los actos homosexuales se presentarían prácticamente como un bien, o al menos como el posible bien que Dios pide a las personas en su camino hacia Él. Reformulemos, pues, nuestro “dubium”: ¿Es posible que en algunas circunstancias un pastor pueda bendecir uniones entre personas homosexuales, sugiriendo así que el comportamiento homosexual como tal no sería contrario a la ley de Dios y al camino de la persona hacia Dios? Vinculada a esta “dubia” es necesario plantear otra: ¿sigue siendo válida la enseñanza sostenida por el magisterio ordinario universal, según la cual todo acto sexual fuera del matrimonio, y en particular los actos homosexuales, constituyen un pecado objetivamente grave contra la ley de Dios, independientemente de las circunstancias en las que tenga lugar y de la intención con la que se realice?
Pregunta 3

Pregunta original
III. Dubium sobre la afirmación de que la sinodalidad es una “dimensión constitutiva de la Iglesia” (Const. Ap. Episcopalis Communio 6), de modo que la Iglesia sería sinodal por naturaleza.

Dado que el Sínodo de los Obispos no representa al Colegio Episcopal, sino que es un mero órgano consultivo del Papa, ya que los obispos, como testigos de la fe, no pueden delegar su confesión de la verdad, se plantea la cuestión de si la sinodalidad puede ser el criterio normativo supremo para el gobierno permanente de la Iglesia sin desvirtuar su disposición constitutiva, tal como deseaba su Fundador, según el cual la autoridad suprema y plena de la Iglesia es ejercida tanto por el Papa en virtud de su oficio como por el colegio episcopal junto con su cabeza el Romano Pontífice (Lumen Gentium 22).
Respuesta original
a) Si bien ustedes reconocen que la suprema y plena autoridad de la Iglesia es ejercitada, sea por el Papa debido a su oficio, sea por el colegio de los obispos junto con su cabeza el Romano Pontífice (Cf. Conc. Ecum. Vat. ll, Const. dogm. Lumen Gentium, 22), sin embargo con estas dubia ustedes mismos manifiestan su necesidad de participar, de opinar libremente y de colaborar, y así están reclamando alguna forma de “sinodalidad” en el ejercicio de mi ministerio.

b) La Iglesia es “misterio de comunión misionera”, pero esta comunión no es sólo afectiva o etérea, sino que necesariamente implica participación real: que no sólo la jerarquía sino todo el Pueblo de Dios de distintas maneras y en diversos niveles pueda hacer oír su voz y sentirse parte en el camino de la Iglesia. En este sentido sí podemos decir que la sinodalidad, como estilo y dinamismo, es una dimensión esencial de la vida de la Iglesia. Sobre este punto ha dicho cosas muy bellas san Juan Pablo ll en Novo millennio ineunte.

c) Otra cosa es sacralizar o imponer una determinada metodología sinodal que agrada a un grupo, convertirla en norma y cauce obligatorio para todos, porque esto sólo llevaría a “congelar” el camino sinodal ignorando las diversas características de las distintas Iglesias particulares y la variada riqueza de la Iglesia universal.
La pregunta 3 volvió a ser formulada de esta manera:
3. Usted ha insistido en que existe una dimensión sinodal de la Iglesia, en el sentido de que todos, incluidos los fieles laicos, están llamados a participar y a hacer oír su voz. Nuestra dificultad, sin embargo, es otra: hoy se presenta el futuro sínodo de la “sinodalidad” como si, en comunión con el Papa, representara la Suprema Autoridad de la Iglesia. Sin embargo, el Sínodo de los Obispos es un órgano consultivo del Papa; no representa al Colegio Episcopal y no puede resolver las cuestiones tratadas en él ni emitir decretos sobre las mismas, a no ser que, en determinados casos, el Romano Pontífice, a quien corresponde ratificar las decisiones del Sínodo, le haya concedido expresamente poder deliberativo (cf. c. 343 C.I.C.). Se trata de un punto decisivo, en la medida en que no implicar al Colegio episcopal en cuestiones como las que el próximo Sínodo pretende plantear, que tocan a la constitución misma de la Iglesia, iría precisamente contra la raíz de esa sinodalidad, que dice querer promover. Reformulemos, pues, nuestro “dubium”: el Sínodo de los Obispos que se celebrará en Roma, y que incluye sólo una escogida representación de pastores y fieles, ¿ejercerá, en las cuestiones doctrinales o pastorales sobre las que deberá expresarse, la Suprema Autoridad de la Iglesia, que pertenece exclusivamente al Romano Pontífice y, “una cum capite suo”, al Colegio de los Obispos (cf. c. 336 C.I.C.)?
Pregunta 4

Pregunta original
IV. Dubium sobre el apoyo de pastores y teólogos a la teoría de que “la teología de la Iglesia ha cambiado” y, por lo tanto, la ordenación sacerdotal puede conferirse a las mujeres.

Tras las declaraciones de algunos prelados, que no han sido corregidas ni retractadas, según las cuales con el Vaticano II habría cambiado la teología de la Iglesia y el sentido de la Misa, se plantea la cuestión de si sigue siendo válido el dictado del Concilio Vaticano II que “el sacerdocio común de los fieles y el sacerdocio ministerial difieren esencialmente y no sólo en grado” (Lumen Gentium 10) y que los presbíteros, en virtud de la “sagrada potestad del orden de ofrecer sacrificios y perdonar pecados” (Presbyterorum Ordinis 2), actúan en nombre y persona de Cristo Mediador, por quien se perfecciona el sacrificio espiritual de los fieles? También se plantea la cuestión de si sigue siendo válida la enseñanza de la carta apostólica Ordinatio Sacerdotalis de Juan Pablo II, que enseña como una verdad que hay que sostener definitivamente que es imposible conferir la ordenación sacerdotal a las mujeres, de modo que esta enseñanza ya no está sujeta a cambios ni a la libre discusión de pastores o teólogos.
Respuesta original
a) “El sacerdocio común de los fieles y el sacerdocio ministerial difieren esencialmente” (Conc. Ecum. Vat. ll, Const. dogm. Lumen Gentium, 10). No es conveniente sostener una diferencia de grado que implique considerar al sacerdocio común de los fieles como algo de “segunda categoría” o de menor valor (“un grado más bajo”). Ambas formas de sacerdocio se iluminan y se sostienen mutuamente.

b) Cuando Juan Pablo II enseñó que hay que afirmar “de modo definitivo” la imposibilidad de conferir la ordenación sacerdotal a las mujeres, de ningún modo estaba menospreciando a las mujeres y otorgando un poder supremo a los varones. Juan Pablo II también afirmó otras cosas. Por ejemplo, que cuando hablamos de la potestad sacerdotal “nos encontramos en el ámbito de la función, no de la dignidad ni de la santidad” (Juan Pablo ll, Christifideles laici, 51). Son palabras que no hemos acogido suficientemente. También sostuvo claramente que si bien sólo el sacerdote preside la Eucaristía, las tareas “no dan lugar a la superioridad de los unos sobre los otros” (Juan Pablo II, Christifideles laici, nota 190; Cf. Congregación para la Doctrina de la Fe, Declaración Inter Insigniores, VI). Igualmente afirmó que si la función sacerdotal es “jerárquica”, no debe entenderse como una forma de dominio, sino que “está totalmente ordenada a la santidad de los miembros de Cristo” (Juan Pablo ll, Mulieris dignitatem, 27). Si esto no se comprende y no se sacan las consecuencias prácticas de estas distinciones, será difícil aceptar que el sacerdocio esté reservado sólo a los varones y no podremos reconocer los derechos de las mujeres o la necesidad de que participen, de diversas maneras, en la conducción de la Iglesia.

c) Por otra parte, para ser rigurosos, reconozcamos que aún no se ha desarrollado exhaustivamente una doctrina clara y autoritativa acerca de la naturaleza exacta de una “declaración definitiva”. No es una definición dogmática, y sin embargo debe ser acatada por todos. Nadie puede contradecirla públicamente y sin embargo puede ser objeto de estudio, como es el caso de la validez de las ordenaciones en la Comunión anglicana.
La cuarta pregunta motivó dudas adicionales y una nueva redacción:
4. En su respuesta, Su Santidad dejó claro que la decisión de Juan Pablo II en Ordinatio Sacerdotalis debe mantenerse definitivamente, y añadió acertadamente que es necesario entender el sacerdocio, no en términos de poder, sino en términos de servicio, para comprender correctamente la decisión de Nuestro Señor de reservar las Órdenes Sagradas sólo a los hombres. Por otra parte, en el último punto de su respuesta ha añadido que la cuestión aún puede profundizarse. Nos preocupa que algunos puedan interpretar esta afirmación en el sentido de que la cuestión aún no ha sido decidida de manera definitiva. De hecho, Juan Pablo II afirma en Ordinatio Sacerdotalis que esta doctrina ha sido enseñada infaliblemente por el magisterio ordinario y universal, y por lo tanto, que pertenece al depósito de la fe. Esta fue la respuesta de la Congregación para la Doctrina de la Fe a un “dubium” planteado sobre la carta apostólica, y esta respuesta fue aprobada por el propio Juan Pablo II. Por lo tanto, debemos reformular nuestro “dubium”: ¿podría la Iglesia en el futuro tener la facultad de conferir la ordenación sacerdotal a las mujeres, contradiciendo así que la reserva exclusiva de este sacramento a los varones bautizados pertenece a la sustancia misma del sacramento del Orden, que la Iglesia no puede cambiar?
Pregunta 5:

Pregunta original
V. Dubium sobre la afirmación “el perdón es un derecho humano” y la insistencia del Santo Padre en el deber de absolver a todos y siempre, de modo que el arrepentimiento no sería una condición necesaria para la absolución sacramental.

Se plantea la cuestión de si sigue vigente la enseñanza del Concilio de Trento, según la cual, para que sea válida la confesión sacramental, es necesaria la contrición del penitente, que consiste en detestar el pecado cometido con la intención de no pecar más (Sesión XIV, Capítulo IV: DH 1676), de modo que el sacerdote debe posponer la absolución cuando es evidente que no se cumple esta condición.
Respuesta original
a) El arrepentimiento es necesario para la validez de la absolución sacramental, e implica el propósito de no pecar. Pero aquí no hay matemáticas y una vez más debo recordar que el confesionario no es una aduana. No somos dueños, sino humildes administradores de los Sacramentos que alimentan a los fieles, porque estos regalos del Señor, más que reliquias a custodiar, son ayudas del Espíritu Santo para la vida de las personas.

b) Hay muchas maneras de expresar el arrepentimiento. Frecuentemente, en las personas que tienen una autoestima muy herida, declararse culpables es una tortura cruel, pero el sólo hecho de acercarse a la confesión es una expresión simbólica de arrepentimiento y de búsqueda de la ayuda divina.

c) Quiero recordar también que “a veces nos cuesta mucho dar lugar en la pastoral al amor incondicional de Dios” (Amoris laetitia 311), pero hay que aprenderlo. Siguiendo a Juan Pablo ll, sostengo que no debemos exigir a los fieles propósitos de enmienda demasiado precisos y seguros, que en el fondo terminan siendo abstractos o incluso ególatras, sino que aun la previsibilidad de una nueva caída “no prejuzga la autenticidad del propósito” (Juan Pablo II, Carta al Card. William W. Baum y a los participantes del curso anual de la Penitenciaría Apostólica, 22 marzo 1996, 5).

d) Por último, debe quedar claro que todas las condiciones que habitualmente se ponen en la confesión, generalmente no son aplicables cuando la persona se encuentra en una situación de agonía, o con sus capacidades mentales y psíquicas muy limitadas.
Y la quinta se ha vuelto a plantear así:
5. Finalmente, Su Santidad confirmó la enseñanza del Concilio de Trento según la cual la validez de la absolución sacramental requiere el arrepentimiento del pecador, que incluye la resolución de no volver a pecar. Y nos invitó a no dudar de la infinita misericordia de Dios. Queremos reiterar que nuestra pregunta no surge de dudar de la grandeza de la misericordia de Dios, sino que, por el contrario, surge de nuestra conciencia de que esta misericordia es tan grande que somos capaces de convertirnos a Él, de confesar nuestra culpa y de vivir como Él nos ha enseñado. En cambio, algunos podrían interpretar su respuesta en el sentido de que el mero acercamiento a la confesión es condición suficiente para recibir la absolución, en la medida en que podría incluir implícitamente la confesión de los pecados y el arrepentimiento. Por tanto, quisiéramos reformular nuestro “dubium”: ¿Puede recibir válidamente la absolución sacramental un penitente que, aun admitiendo un pecado, se niega a manifestar, de cualquier modo, la intención de no volver a cometerlo?

Intento de confusión con las fechas, ¿intencionado?

El sitio VaticanNews titulaba “El Papa responde los Dubia de cinco cardenales”, pero como puede comprobarse por las fechas no es la respuesta a los “dubia” de agosto, es la respuesta a los primeros “dubia” de julio.

Como señala Ricardo Cassoli, las preguntas y respuestas publicadas por Mons. Tucho, forman parte de un documento único fechado el 25 de septiembre. En realidad esta fecha se refiere a la petición que el propio Fernández hace a Bergoglio de publicar las partes más destacadas de su respuesta que data del 11 de julio. Esto da la impresión de que el 25 de septiembre es efectivamente la fecha de respuesta, pero no es así. Aún más, el 25 de septiembre tanto Bergoglio como Tucho conocían las matizaciones de los cardenales.

Cassoli va más allá y dice que esta confusión
estaba claramente intencionada, hasta el punto de que la fecha del 11 de julio no aparece al final de la respuesta del Papa. Además, Mons. Fernández ignora totalmente la segunda petición de aclaración de los cinco cardenales, fechada el 21 de agosto y en la que se dijo expresamente que la carta del Papa del 11 de julio en realidad no responde en absoluto a sus preguntas.

Además, la carta publicada por el Dicasterio para la Doctrina de la Fe no es la completa que recibió sólo de los cardenales Burke y Brandmüller, que también tiene una introducción y una conclusión no recogidas en el documento propuesto por el cardenal Fernández. En la parte que falta, además del evidente fastidio que se percibe por la iniciativa de los Cinco cardenales, el Papa los regaña afirmando que “no es bueno tener miedo” de las “preguntas” y “cuestiones” recogidas en el proceso de preparación del Sínodo.

InfoCatólica


¿ES PECADO LA OPOSICIÓN A LA INMIGRACIÓN ILEGAL?

Las naciones no sólo tienen el derecho de promulgar leyes que limiten la inmigración, sino que también tienen como obligación principal asegurar primero el bienestar común de sus propios ciudadanos.

Por el padre John Perricone


Para responder rápidamente a la pregunta que plantea el título de este artículo: Por supuesto que no.  

Pero escuchando a la mayoría de los dirigentes de la Iglesia actual, un católico pensaría que es uno de esos pecados que “claman venganza al Cielo” (perdón por esa referencia terriblemente antediluviana).

De hecho, oponerse a ella es un mandato tanto de la virtud de la Justicia como de la santa Caridad. Antes de argumentar esa afirmación aparentemente contraintuitiva (considerada así sólo contra el ruido de los nostrums actuales), es necesario un poco de contexto.

Antes, nada era pecado. Hoy, casi todo lo es. El nuevo catálogo de pecados no ha descendido del monte Sinaí, sino del monte Woke. Las censuras del Sinaí se referían a cosas como el robo, la mentira, la adoración de ídolos, el sexo extramarital y el asesinato. Hoy están pasadas de moda. Para los debidamente “iluminados”, la nueva lista del Monte Woke son: el privilegio blanco, la heteronormatividad, el trato discriminatorio hacia personas consideradas poco atractivas, el especismo, la interseccionalidad, la insensibilidad a los pronombres y (¿me atrevo a mencionarlo en esta respetada revista?) la indiferencia verde.

Si las nuevas proscripciones te parecen demasiado eruditas para comprenderlas, no te preocupes. Su carácter distintivo depende de la ofuscación. Parte del libro de jugadas gnóstico es la entrada a un “conocimiento privilegiado” que sólo poseen “unos pocos elegidos”. El resto son, cómo decirlo... “restauracionistas”.

Perdónenme por una omisión atroz relacionada con nuestro propósito. Uno de los pecados de los Woke son las Naciones Fronterizas. Su vástago venenoso, el temido “regalo”, son los inmigrantes ilegales. En el Nuevo Mundo Woke “no hay naciones”. Sólo un mundo. Ya no hay americanos, samoanos, franceses o rumanos. Tal hegemonía cultural es “un mal básico”. Ahora todos son “Ciudadanos del Mundo”.

Los hombres de mente sana reconocen instantáneamente la locura de cambiar el Monte Sinaí por el Monte Woke. Érase una vez, que el mayor enemigo de esta locura gnóstica fue la Iglesia Católica Romana. Se erguía como un poderoso centinela contra todo lo que ofendiera a la Razón Correcta (Ley Natural) o a la Religión Verdadera (Revelación Divina). En palabras de Chesterton, “El catolicismo es la cordura predicada a un planeta de lunáticos”. 

Siempre se podía contar con la Iglesia para desenredar lo enmarañado; para mostrar luz donde había oscuridad; para enderezar lo que no estaba enderezado. Ella gritaría por encima del estruendo de inanidades engañosas la dulce voz de la realidad. Mientras el mundo caído se descontrolaba, ella mantenía el control. Y una raza humana agradecida se inclinaba agradecida ante su aplomada razón y su deslumbrante Depositum

Ya no.

No pocos de sus pastores imitan ahora a los peores sectores de la izquierda “despierta”. Se han convertido en “los lunáticos”. En su mayoría, los pocos benditos que no lo son se esconden bajo el amparo seguro del silencio. Invocan la prudencia como defensa, incluso cuando oyen los chillidos de los pequeños privados de su pan. Sus cortesías gentiles recuerdan las alegres juergas aristocráticas de París 1789 mientras los campesinos eran humillados.  

Tienen ante sí una Iglesia desgarrada, como la que quedó tras los estragos de la Revolución protestante y la criminal inacción episcopal/papal de la Iglesia medieval. Tan ruinoso era el estado de la Iglesia renacentista que llevó al Papa Clemente VII, en 1537, a escribir una carta al emperador del Sacro Imperio Romano Germánico Carlos V: “Queridísimo hijo, miramos hoy a la Iglesia y vemos un cadáver hecho jirones... San Pedro es un establo”.

¿Un déjà vu?

Al término del Concilio de Trento, una cierta sobriedad se instaló en el episcopado, antaño despreocupado. Llevó al Cardenal de Lorena a tronar contra sus compañeros Padres del Concilio:
¿A quién acusaremos, mis colegas obispos? 
¿A quiénes declararemos autores de tan grande desgracia? 
A nosotros mismos. 
Debemos admitirlo con vergüenza y con arrepentimiento por nuestras vidas pasadas. 
Tormenta y tempestad se han levantado por nuestra causa, hermanos míos, y por ello arrojémonos al mar. 
Que el juicio comience por la Casa de Dios. 
Que aquellos que portan los sagrados instrumentos del Señor, sean purgados y reformados.
Esperamos con ansia escuchar hoy palabras de una claridad tan conmovedora.

Volviendo al tema que nos ocupa: ¿Qué hay de la oposición a la inmigración ilegal como mandato de justicia?

Comencemos con el Compendio de la Doctrina Social de la Iglesia Católica:
Una nación tiene el derecho fundamental a la existencia, a su propia lengua y cultura, a través de las cuales un pueblo expresa y promueve su soberanía espiritual fundamental, a modelar su vida según sus propias tradiciones y a construir su futuro proporcionando una educación adecuada a las nuevas generaciones.
Esta declaración de la justicia respecto a las naciones debe entenderse en conjunción con el Catecismo de la Iglesia Católica:
Las autoridades políticas, en aras del bien común del que son responsables, pueden someter el ejercicio del derecho de inmigración a diversas condiciones jurídicas, especialmente en lo que se refiere a los deberes de los inmigrantes para con su país de adopción. Los inmigrantes están obligados a respetar con gratitud el patrimonio material y espiritual del país que los acoge, a obedecer sus leyes y a ayudar a soportar las cargas cívicas. (#2241)
El 2 de febrero de 2001, Juan Pablo II pronunció un discurso con ocasión de la 87ª Jornada Mundial de las Migraciones, en el que hizo aún más explícitos los imperativos de justicia en materia de inmigración:
Los países altamente desarrollados no siempre son capaces de asimilar a todos los que emigran y que, si bien la Iglesia afirma firmemente el derecho a emigrar ciertamente, el ejercicio de tal derecho debe ser regulado, porque practicarlo indiscriminadamente puede hacer daño y ser perjudicial para el bien común de la comunidad que acoge al emigrante
Estas declaraciones autorizadas subrayan no sólo el derecho de las naciones a promulgar leyes que limiten la inmigración, sino también que las naciones tienen como obligación principal asegurar el bienestar común primero de sus propios ciudadanos. Las aulas atestadas y las salas de urgencias abarrotadas no son ejemplos de justicia normativa para una ciudadanía.

Sin duda, la justicia exige claramente que las naciones acojan a los inmigrantes en sus costas, pero la acogida debe guiarse estrictamente por las leyes de las naciones. Los inmigrantes legales son recibidos con los brazos abiertos. No a los ilegales. Por otra parte, es una flagrante injusticia para quienes asumen los minuciosos requisitos del proceso legal de la inmigración justa.

Pero, ¿qué pasa con los inmigrantes que sufren a manos de una patria insensible? Aunque nos compadecemos de ellos, no podemos acogerlos cuando su entrada es ilegal. Los clérigos que lo hacen están haciendo proselitismo de la violación de la ley. ¿Dónde acaba esta carta blanca? ¿Reconocen estos clérigos pioneros que su borbotón teológico abre una espiral de anarquía

Santo Tomás lo aclara:
Agustín dice... “ya que uno no puede hacer el bien a todos, debemos considerar principalmente a aquellos que por razón de lugar, tiempo o cualquier otra circunstancia, por una especie de casualidad están más estrechamente unidos a nosotros”... 

Ahora bien, el orden de la naturaleza es tal que todo agente natural derrama su actividad en primer lugar y sobre todo en las cosas que le son más próximas... Pero la concesión de beneficios es un acto de caridad hacia los demás. Por lo tanto, debemos ser más benéficos con aquellos que están más estrechamente relacionados con nosotros. 

Ahora bien, la conexión de un hombre con otro puede medirse en referencia a los diversos asuntos en los que los hombres están comprometidos juntos; (así, la relación de parentesco es en asuntos naturales, la de conciudadanos es en asuntos cívicos, la de fieles es en asuntos espirituales, etc.) y deben conferirse diversos beneficios de diversas maneras según estas diversas conexiones, porque debemos preferentemente conceder a cada uno aquellos beneficios que pertenecen al asunto en el que, hablando simplemente, está más estrechamente conectado con nosotros....

Porque debe entenderse que, en igualdad de condiciones, uno debe socorrer más bien a aquellos que están más estrechamente relacionados con nosotros.

(S.T. II-II.31.3)
¿Y la santa caridad? Para los católicos, la enseñanza de Santo Tomás arroja luz sobre el tema. Aunque todos los hombres merecen nuestra caridad, es imposible dar a todos nuestra caridad. La caridad posee su propio orden. El Aquinate lo deja eminentemente claro. ¿Cumpliría el padre de familia con la caridad si permitiera entrar en su casa a dos docenas de inmigrantes ilegales mientras sus hijos están desatendidos? No. Porque estaría faltando a la caridad con aquellos por los que está obligado en primer lugar: su familia. Bajo el techo de esta falsa caridad se esconde un grave pecado.

Cuando el sentimentalismo sustituye a la caridad, sobreviene el caos. La caridad florece dentro de los límites de una justicia ordenada. Hay que recordar que la columna vertebral de la caridad es la verdad (la justicia), y el rostro de la caridad es la oblación.

La situación actual de los inmigrantes ilegales es una violación flagrante de la caridad. Se les permite la entrada en un país y luego deben sufrir la indignidad de ser abandonados a condiciones de vida inferiores a la norma mientras una élite que hace gala de “virtudes” tranquiliza su conciencia izquierdista. Esto no es justicia, sino la absolución de la culpa liberal blanca.

Los clérigos están cometiendo una gran injusticia contra la justicia al tratar la inmigración ilegal como si fuera un artículo de Fe. Estos mismos clérigos están predicando faltas a la caridad en nombre de la caridad. Al rendir la verdadera caridad a los entusiasmos del día, hacen de la caridad una parodia.  

Un destacado pastor reprendió recientemente a los católicos que protestaban contra los inmigrantes ilegales. En tono de autoridad magistral, bramó: “¡Son buena gente, yo he bautizado a sus bebés!”. Qué conmovedor. Pero no se trata de eso. Esto es disimular en el peor de los casos. Más bien, es como un hombre que pide la aprobación de su fornicación porque está trayendo hermosos niños al mundo.

Una nación que se ve obligada a dar menos a sus ciudadanos porque elige dar prioridad a una política de inmigración promiscua está violando tanto la justicia como la caridad. Estas virtudes son demasiado grandiosas para ser arrastradas por el fango de las (en la acertada frase de George Orwell) “malolientes pequeñas ortodoxias” del secularismo.

Dad al mundo y a los fieles católicos la enseñanza completa y robusta de la Iglesia Católica. Esas enseñanzas construyeron la civilización occidental y volverán a hacerlo.

En sus “Ensayos de un católico”, Hilaire Belloc nos enseñó bien:
Una cosa en este mundo es diferente de todas las demás. Tiene una personalidad y una fuerza. Se la reconoce, y (cuando se la reconoce) se la ama o se la odia con la mayor violencia. 

Es la Iglesia Católica. 

Dentro de ese hogar, el espíritu humano tiene techo y hogar. 

Fuera de ella, es la noche.

Crisis Magazine


PAPAS Y ANTIPAPAS FRENTE A LUTERO

Publicamos breves citas de tres falsos papas postconciliares y dos Papas auténticos expresándose sobre el hereje Lutero.


Antipapa Juan Pablo II: “Hoy vengo a vosotros, a la herencia espiritual de Martín Lutero, vengo como peregrino” 
Discurso al Consejo de la Iglesia Evangélica
Maguncia, 17 de noviembre de 1980


Antipapa Benedicto XVI: “El pensamiento de Lutero, toda su espiritualidad, estaba totalmente centrada en el cristianismo”
Discurso al concilio de la Iglesia Evangélica de Alemania. 
23 de septiembre de 2011


Antipapa Francisco: “Creo que las intenciones de Martín Lutero no eran equivocadas”.
Rueda de prensa durante el vuelo de regreso de Armenia
26 de junio de 2016


Encontrarás en los libros de texto católicos que la herejía no sólo se expresa verbalmente, sino también en actos y omisiones. Pues bien, aunque Bergoglio participara en tal celebración sin decir nada, eso constituiría en sí mismo un acto público no sólo de herejía sino de apostasía

ES IMPOSIBLE QUE UN CATÓLICO CONMEMORE ESA OBRA DE SATÁN QUE FUE LA REFORMA PROTESTANTE, un duro golpe contra la Iglesia que llevó a multitudes a separarse del Cuerpo de Cristo.


Ahora veamos que dijeron sobre Lutero los Papas León X y el Papa Pío XII:

Papa León X: Prohibimos a todos y cada uno de los fieles de ambos sexos, en nombre de la Santa Obediencia y bajo las penas anteriores en que incurrirán automáticamente (excomunión automática), leer, apoyar, predicar, alabar, imprimir, publicar o defender los errores de Lutero.
Bula Exsurge Domine
15 de junio de 1520


Papa Pío XI: Las herejías generadas por la Reforma Protestante. En estas herejías se descubre el comienzo de esta apostasía de la humanidad de la Iglesia, cuyos tristes y desastrosos efectos deplora hasta hoy toda mente justa.
Encíclica Rerum omnium pertabationem
26 de enero de 1923



domingo, 1 de octubre de 2023

LA ÚNICA IGLESIA VERDADERA

Publicamos un sermón del padre Arnold Damen, SJ (1815 - 1890), predicado cuando los católicos aún creían que “Fuera de la Iglesia no hay salvación”.


Acerca de este documento y su autor

El Padre Arnold Damen nació en la provincia de Brabante Septentrional, Holanda, el 20 de marzo de 1815. Fue admitido en la Compañía de Jesús el 21 de noviembre de 1837, y formó parte del grupo de jóvenes novicios traídos a este país por el Padre Pierre-Jean De Smet, renombrado misionero jesuita entre los indios americanos.

En su ilustre carrera, que abarcó unos cincuenta años de trabajo apostólico antes de su muerte el 1 de enero de 1890, el padre Damen y sus compañeros dirigieron misiones en casi todas las ciudades principales de los Estados Unidos. Se dice que fue más conocido en este país y que en algún momento ejerció personalmente una mayor influencia que cualquier obispo o sacerdote de la Iglesia Católica. No es de extrañar, ya que gracias a su majestuosa presencia y fuerza de elocuencia, el Padre Damen como misionero alcanzó un éxito que sobrepasó cualquier cosa jamás conocida antes, o desde entonces, en Estados Unidos.

El ardiente celo apostólico de este amado y piadoso sacerdote apenas puede medirse por las doce mil conversiones al Catolicismo de las que fue responsable, recibiendo a menudo hasta sesenta o setenta almas en la Iglesia en un día. Porque hay que señalar también que, en medio de toda esta notable labor, también logró fundar y organizar las grandes instituciones jesuitas de Chicago.

¿Qué explica el inspirador logro del padre Damen? Como lo expresó un escritor: “No le importaban ni los aplausos ni las críticas. Estaba trabajando para salvar almas”. En otras palabras, sus nobles logros fueron frutos de una inmensa caridad. Es decir, caridad en el sentido más verdadero: amaba tanto a Dios y a su prójimo que no escatimaba energía ni esfuerzo necesarios para arrancar un alma del error espiritual y la oscuridad que provocarían su pérdida eterna. Y para este santo jesuita, tal era el destino seguro siempre y en todas partes presente fuera de la única Iglesia verdadera.

El Padre Damen predicó en una época bastante reciente a la nuestra, cuando los católicos no sólo todavía creían universalmente sino que vivían según el dogma de la fe infaliblemente declarado e inmutable: “Fuera de la Iglesia no hay salvación”.

Nos complace reimprimir el convincente sermón del Padre Damen, “La única Iglesia verdadera”, sin editar, exactamente como se publicó por primera vez poco después de su muerte en 1890. Al hacerlo, tenemos dos propósitos: uno es recordar a nuestros compañeros católicos de sea ​​cual sea su rango o dignidad dentro de la Iglesia, que la creencia inequívoca en la Doctrina sobre la Salvación no sólo es esencial para la recuperación de la Fe de los graves errores que ahora la corrompen, sino que es la marca inseparable de la verdadera Iglesia Militante. El segundo y más importante propósito, por supuesto, es alentar a los católicos a poner este mensaje imperativo en manos de los no católicos. Al hacerlo, todos los que colaboran en tales labores apostólicas continuarán la bendita obra del venerable sacerdote Arnold Damen.


I.

MIS AMADOS CRISTIANOS: --- Por estas palabras de nuestro Divino Salvador, ya os ha sido probado, que la fe es necesaria para la salvación, y sin fe no hay salvación; sin fe hay condenación eterna. Lea su propia Biblia protestante, versículo 16 de San Marcos, y la encontrará más fuerte que en la Biblia Católica.

Ahora bien, ¿qué clase de fe debe tener un hombre para ser salvo? ¿Cualquier fe servirá? Bueno, si alguna fe sirve, el diablo mismo será salvo, porque la Biblia dice que los demonios creen y tiemblan.

Por lo tanto, no es indiferente la religión que profesa un hombre; debe profesar la Religión correcta y verdadera, y sin ella no hay esperanza de salvación, porque es lógico, queridos míos, que si Dios revela algo o enseña algo, quiere que se le crea. No creer es insultar a Dios. Dudar de Su palabra, o creer incluso con dudas y vacilaciones, es un insulto a Dios, porque es dudar de Su Sagrada Palabra. Por lo tanto, debemos creer sin dudar, sin vacilar.

He dicho que fuera de la Iglesia Católica no hay fe divina; no puede haber fe divina fuera de esta Iglesia. Algunos de los amigos protestantes se sorprenderán al oírme decir que fuera de la Iglesia Católica no hay fe divina, y que sin fe no hay salvación, sino condenación. Probaré todo lo que he dicho.

He dicho que fuera de la Iglesia Católica no puede haber fe divina. ¿Qué es la fe divina? Cuando creemos una cosa bajo la autoridad de Dios, y la creemos sin duda, sin dudar. Ahora, todos nuestros hermanos separados fuera de la Iglesia Católica toman la interpretación privada de la Biblia como guía; pero la interpretación privada de la Biblia nunca podrá darles fe divina.

Permítanme, por ejemplo, suponer por un momento que aquí hay un presbiteriano; lee su Biblia; de la lectura de su Biblia llega a la conclusión de que Jesucristo es Dios. Ahora, usted sabe que esta es la más esencial de todas las doctrinas cristianas: el fundamento de todo el cristianismo. De la lectura de su Biblia llega a la conclusión de que Jesucristo es Dios; y es un hombre sensato e inteligente, y no un hombre presuntuoso. Y dice: “Aquí está mi vecino unitario, que es tan razonable e inteligente como yo, tan honesto, tan instruido y tan devoto como yo, y, de la lectura de la Biblia, llega a la conclusión de que Cristo no es Dios en absoluto”. “Ahora”, dice, “según mi mejor opinión y juicio, yo tengo razón y mi vecino unitario está equivocado; pero, después de todo”, dice, “¡puede que me equivoque! Quizás no entiendo el significado correcto del texto, y si me equivoco, quizás él tenga razón, después de todo; pero, a mi leal saber y entender, yo tengo razón y él está equivocado”.

¿En qué cree? ¿Con qué autoridad? Por su propia opinión y criterio. ¿Y qué es eso? Una opinión humana, un testimonio humano y, por lo tanto, una fe humana. No puede decir positivamente: “Estoy seguro, positivamente seguro, tan seguro como hay un Dios en el cielo, de que éste es el significado del texto”. Por lo tanto, no tiene otra autoridad que su propia opinión y juicio, y lo que le dice su predicador. Pero el predicador es un hombre inteligente. También hay muchos predicadores unitarios inteligentes, pero eso no prueba nada; es sólo autoridad humana, y nada más, y por lo tanto, sólo fe humana. ¿Qué es la fe humana? Creer una cosa basándose en el testimonio de un hombre. La fe divina es creer algo sobre el testimonio de Dios.


II.

El católico tiene fe divina, ¿y por qué? Porque el católico dice: “Creo en tal o cual cosa”. ¿Por qué? “Porque la Iglesia así me lo enseña”. ¿Y por qué crees en la Iglesia? “Porque Dios me ha mandado creer en la enseñanza de la Iglesia; y Dios me ha amenazado con la condenación si no creo en la Iglesia, y San Pedro, en su epístola, nos enseña que no hay profecía o interpretación privada de las Escrituras, porque los ignorantes e inestables tuercen las mismas Escrituras, para su propia condenación”.

Ese es un lenguaje fuerte, querido pueblo, pero ese es el lenguaje de San Pedro, cabeza de los Apóstoles. ¡Los ignorantes e inestables arrebatan la Biblia para su propia condenación! Y, sin embargo, después de todo, la Biblia es el libro de Dios, el lenguaje de inspiración; al menos, cuando tenemos una Biblia verdadera, como la tenemos nosotros, los católicos, y ustedes, los protestantes, no.

Pero, mis queridos amigos protestantes, no se ofendan conmigo por decir eso. Sus más eruditos predicadores y obispos les dicen eso, y algunos han escrito volúmenes enteros para demostrar que la traducción al inglés que ustedes tienen es una traducción muy defectuosa y falsa.

Ahora, por lo tanto, digo que la verdadera Biblia es como la tienen los católicos, la Vulgata Latina; y los más eruditos entre los propios protestantes han estado de acuerdo en que la Biblia Vulgata Latina, de la que siempre hace uso la Iglesia Católica, es la mejor que existe; y, por lo tanto, es, como habrás percibido, que cuando predico doy el texto en latín, porque el texto latino de la Vulgata es el mejor que existe.


III.

Ahora bien, pueden decir que los católicos reconocen la Palabra de Dios; que es el lenguaje de la inspiración; y que, por lo tanto, estamos seguros de que tenemos la Palabra de Dios; pero, queridos míos, se puede abusar de lo mejor; y, por eso, nuestro Divino Salvador nos ha dado un maestro vivo, es decir, para darnos el verdadero significado de la Biblia.

Y ha provisto un maestro con infalibilidad; y esto era absolutamente necesario, porque sin esto, sin infalibilidad, nunca podríamos estar seguros de nuestra fe. Debe haber una infalibilidad; y vemos que en cada gobierno bien ordenado, en Inglaterra, en los Estados Unidos y en cada país, imperio y república, hay una Constitución y una ley suprema.

Pero no estás en libertad de explicar esa Constitución y la ley suprema como creas apropiado, porque entonces no habría más ley si a cada hombre se le permitiera explicar la ley y la Constitución como mejor le pareciera.

Por lo tanto, en todos los gobiernos hay un juez supremo y un tribunal supremo, y al juez supremo se remiten todas las diferentes interpretaciones de la ley y la Constitución. Por las decisiones del juez supremo todos tienen que acatar, y si no acataran esa decisión pues, mi querido pueblo, ya no habría ley, sino anarquía, desorden y confusión.

Nuevamente, supongamos por un momento que el Bendito Salvador haya sido menos sabio que los gobiernos humanos y que no haya proporcionado la comprensión de Su Constitución y de Su Ley de la Iglesia de Dios. Si no lo hubiera hecho, queridos míos, nunca habría sido como ha sido durante los últimos mil ochocientos cincuenta y cuatro años. Luego estableció una Corte Suprema, un Juez Supremo en la Iglesia del Dios Viviente.


IV.

Se admite por todas partes, tanto por protestantes como por católicos, que Cristo ha establecido una Iglesia; y, por extraño que parezca, todos nuestros amigos protestantes reconocen también que Él ha establecido una sola Iglesia, porque siempre que Cristo habla de Su Iglesia, siempre lo hace en singular. Lectores de la Biblia, recuerden eso; Mis amigos protestantes, presten atención. Él dice: “Escuchen a la Iglesia”, --- no dice escuchen a las iglesias --- “He edificado Mi Iglesia sobre una roca” --- no dice Mis iglesias.

Siempre que habla, ya sea en figuras o parábolas de Su Iglesia, siempre transmite a la mente una unidad, una unión.

Habla de Su Iglesia como de un redil de ovejas, en el que hay un solo pastor, que es la cabeza de todos, y las ovejas están hechas para seguir su voz; “Tengo otras ovejas que no son de este redil”. Un pliegue, ya ves. Habla de Su Iglesia como de un reino en el que hay un solo rey para gobernarlo todo; habla de Su Iglesia como una familia en la que hay un solo padre a la cabeza; habla de Su Iglesia como un árbol, y todas las ramas de ese árbol están conectadas con el tronco, y el tronco con las raíces; y Cristo es la raíz, y el tronco es Pedro y los Papas, y las ramas grandes son los obispos, y las ramas más pequeñas los sacerdotes, y el fruto de ese árbol son los fieles en todo el mundo; y la rama, dice Él, que sea cortada de ese árbol se secará, y no dará fruto, y sólo es apta para ser arrojada al fuego, es decir, a la condenación.

Esto es claro, queridos míos; es inútil ocultar la verdad. Quiero decirles la verdad como la predicaron los Apóstoles en su tiempo: no hay salvación fuera de la Iglesia de nuestro Señor y Salvador Jesucristo.


V.

Ahora, ¿cuál es esa Iglesia? Actualmente existen trescientas cincuenta iglesias protestantes diferentes, y casi cada año se añaden una o dos más; y además de este número está la Iglesia Católica.

Ahora bien, ¿cuál de todas estas variadas iglesias es la única Iglesia de nuestro Señor y Salvador Jesucristo? Todas afirman ser la Iglesia de Jesús.

Pero, mi querido pueblo amado, es evidente que ninguna iglesia puede ser la Iglesia de Jesús excepto la que fue establecida por Jesús. ¿Y cuándo estableció Jesús Su Iglesia? Cuando estuvo aquí en la tierra. ¿Y hace cuánto tiempo estuvo Cristo en la tierra? Sabes que nuestra era cristiana data de Él. Nació hace muchos siglos. Éste es un hecho histórico admitido por todos. Vivió en la tierra treinta y tres años. Eso fue unos diecinueve siglos antes de nuestra época. Ese es el momento en que Cristo estableció Su Iglesia en la tierra. Cualquier Iglesia, entonces, que no haya existido durante tanto tiempo, no es la Iglesia de Jesucristo, sino que es institución o invención de algún hombre; no de Dios, no de Cristo, sino del hombre.

Ahora bien, ¿dónde está la Iglesia, y cuál es la Iglesia que existe desde hace tanto tiempo? Toda la historia nos informa que es la Iglesia Católica; ella, y sólo ella entre todas las denominaciones cristianas sobre la faz de la tierra, ha existido durante tanto tiempo. Toda la historia, digo, da testimonio de esto; no sólo la historia católica, sino también la historia pagana, la historia judía y la historia protestante, indirectamente.

La historia, pues, de todas las naciones, de todos los pueblos, da testimonio de que la Iglesia Católica es la más antigua, la primera; es la establecida por nuestro Señor y Salvador Jesucristo.

No sólo toda la historia, sino todos los monumentos de la antigüedad dan testimonio de ello, y todas las naciones de la tierra lo proclaman. Llama a uno de tus predicadores y pregúntale cuál fue la primera iglesia, la primera iglesia cristiana. ¿Fue la presbiteriana, la episcopal, la Iglesia de Inglaterra, la metodista, la universalista o la unitaria? Y te responderán que fue la Iglesia Católica.

Pero, mi querido amigo, si admites que la Iglesia Católica es la primera y la más antigua, la Iglesia establecida por Cristo, ¿por qué no eres católico? A esto responden que la Iglesia Católica se ha corrompido; ha caído en error, y que, por lo tanto, era necesario establecer una nueva iglesia, una nueva religión.

Y a esto respondemos: que si la Iglesia Católica alguna vez fue la Verdadera Iglesia, entonces es verdadera todavía, y será la Verdadera Iglesia de Dios hasta el fin de los tiempos, o Jesucristo nos ha engañado.

¡Escúchame, Jesús, escucha lo que digo! Yo digo que si la Iglesia Católica ahora, en el siglo XIX, no es la verdadera Iglesia de Dios como lo era hace 1854 años, entonces digo: ¡Jesús, nos has engañado y eres un impostor! Y si no digo la verdad, Jesús, mátame en el púlpito, ¡déjame caer muerto en el púlpito, porque no quiero ser un predicador de una religión falsa!


VI.

Probaré lo que he dicho. Si la Iglesia Católica alguna vez fue la Verdadera Iglesia de Dios, como todos admiten, entonces ella es la Verdadera Iglesia todavía, y será la Verdadera Iglesia de Dios hasta el fin de los tiempos, porque Cristo ha prometido que las puertas del infierno. no prevalecerá contra la Iglesia. Dice que la ha edificado sobre una roca y que las puertas del infierno nunca prevalecerán contra ella.

Ahora bien, querido pueblo, si la Iglesia Católica ha caído en el error, entonces las puertas del infierno han prevalecido contra ella; y si las puertas del infierno han prevalecido contra ella, entonces Cristo no ha cumplido su promesa, entonces nos ha engañado, y si nos ha engañado, ¡entonces es un impostor! Si es un impostor, entonces no es Dios, y si no es Dios, entonces todo el cristianismo es un engaño y una imposición.

Nuevamente, en San Mateo, capítulo 28, versículos XIX y XX, nuestro Divino Salvador dice a Sus Apóstoles: “Id, pues, y enseñad a todas las naciones, bautizándolas en el nombre del Padre, y del Hijo, y de el Espíritu Santo, enseñándoles a guardar todo lo que os he mandado”. “He aquí”, dice Él, “yo, Jesús, el Hijo del Dios vivo, yo, la Sabiduría Infinita, la Verdad Eterna, estoy con vosotros todos los días, hasta el fin del mundo”.

Cristo, entonces, jura solemnemente que estará con su Iglesia todos los días hasta el fin de los tiempos, hasta la consumación del mundo. Pero Cristo no puede permanecer en una Iglesia que enseña el error, la falsedad o la corrupción. Por lo tanto, si la Iglesia Católica ha caído en error y corrupción, como dicen nuestros amigos protestantes, entonces Cristo debe haberla abandonado; si es así, ha roto su juramento; si ha roto su juramento, es un perjuro y no existe el cristianismo en absoluto. Nuevamente, nuestro Divino Salvador (San Juan, capítulo 14) ha prometido que enviaría a Su Iglesia el Espíritu de la Verdad, para que more en ella para siempre. Si, entonces, el Espíritu Santo, el Espíritu de Verdad, enseña a la Iglesia toda la verdad, y le enseña toda la verdad para siempre, entonces nunca ha habido ni podrá haber un solo error en la Iglesia de Dios.

Cristo ha prometido solemnemente que enviará a la Iglesia el Espíritu de la Verdad, quien enseñará toda la verdad para siempre; por lo tanto, nunca ha habido un solo error en la Iglesia de Dios, o Cristo ha fallado en Sus promesas si los ha habido.

Nuevamente, Cristo nos manda a escuchar y creer las enseñanzas de la Iglesia en todas las cosas; en todo momento y en todo lugar. No dice escuchar a la Iglesia por mil años o por mil quinientos años, sino escuchar a la Iglesia, sin limitación alguna, sin reserva alguna, ni restricción alguna de tiempo. Es decir, en todo momento; en todo hasta el fin de los tiempos, y el que no oye a la Iglesia, sea contigo, dice Cristo, como pagano y como publicano. Por lo tanto, Cristo dice que aquellos que se niegan a escuchar a la Iglesia deben ser considerados paganos; ¿Y qué es un pagano? Uno que no adora al Dios verdadero; y un publicano es un pecador público. Este es un lenguaje fuerte. ¿Podría Cristo ordenarme que crea en la Iglesia si la Iglesia hubiera podido desviarme, podría llevarme al error? Si las enseñanzas de la Iglesia son corruptas, ¿podría Él, el Dios de la verdad, ordenarme sin ninguna restricción o limitación escuchar y creer las enseñanzas de la Iglesia que Él ha establecido?

Nuevamente: Nuestro Divino Salvador me manda a escuchar y creer las enseñanzas de la Iglesia de la misma manera como si Él mismo nos hablara. “El que os oye”, dice Él, en su encargo a los Apóstoles, “a mí me oye, y el que a vosotros desprecia, a mí me desprecia”. Entonces, cuando creo lo que enseña la Iglesia, creo lo que enseña Dios. Si rechazo lo que enseña la Iglesia, rechazo lo que enseña Dios.

De modo que Cristo ha hecho de la Iglesia el órgano por el cual habla al hombre, y nos dice positivamente que debemos creer en la enseñanza de la Iglesia como si Él mismo fuera a hablarnos.

Por eso, dice San Pablo, en su Epístola a Timoteo, “la Iglesia es la base” --- es decir, el fundamento fuerte --- “y columna de la verdad”. Si se quita el suelo o los cimientos de este edificio, se derrumbará; lo mismo ocurre con estos pilares sobre los que descansa el techo; quítenlos y el techo se caerá; por eso dice San Pablo, “la Iglesia es la base y la columna de la verdad”, y en el momento en que se le quita la autoridad a la Iglesia de Dios, se induce a todo tipo de errores y doctrinas blasfemas. ¿No lo vemos?


VII.

En el siglo XVI el protestantismo eliminó la autoridad de la Iglesia y constituyó a cada hombre en su propio juez de la Biblia, ¿y cuál fue la consecuencia? Religión tras religión, iglesia tras iglesia, surgieron y nunca han dejado de surgir nuevas iglesias hasta el día de hoy. Cuando di mi misión en Flint, Michigan, invité, como lo he hecho aquí, a mis amigos protestantes a venir a verme. Un hombre bueno e inteligente vino a mí y me dijo:

- “Aprovecharé esta oportunidad para conversar con usted”.

- “¿A qué iglesia perteneces, amigo mío?”, le dije.

- “A la Iglesia de los Doce Apóstoles”, dijo.

- “¡Ja! ¡Ja!” -dije-, “yo también pertenezco a esa Iglesia. Pero dime, amigo mío, ¿dónde comenzó tu Iglesia?”

- “En Terre Haute, Indiana”, dijo.

- “¿Quién inició la Iglesia y quiénes fueron los Doce Apóstoles, amigo mío?” dije yo.

- “Eran doce agricultores”, dijo; “Todos pertenecíamos a la misma Iglesia --- la Presbiteriana --- pero nos peleamos con nuestro predicador, nos separamos de él y comenzamos una Iglesia propia”.

- “Y esos”, dije, “son los Doce Apóstoles a los que usted pertenecía: ¡doce granjeros de Indiana! Entonces la Iglesia nació hace unos treinta años”.

Hace unos años, cuando estaba en Terre Haute, pedí que me mostraran la Iglesia de los Doce Apóstoles. Me llevaron a una ventana y me la señalaron, “pero ya no existe”, dijo mi informante, “ahora se utiliza como taller de fabricación de carros”.

Nuevamente, San Pablo, en sus Epístolas a los Gálatas, dice: “Aunque nosotros, los Apóstoles, o incluso un ángel del cielo viniéramos a predicaros un evangelio diferente del que nosotros hemos predicado, sea anatema”. Ese es el lenguaje de San Pablo, porque, amado pueblo mío, la Religión debe venir de Dios, no del hombre. Ningún hombre tiene derecho a establecer una religión; ningún hombre tiene derecho a dictar a su prójimo lo que debe creer y lo que debe hacer para salvar su alma. La Religión debe venir de Dios, y cualquier religión que no esté establecida por Dios es una religión falsa, una institución humana y no una institución de Dios; y por eso dijo San Pablo en sus Epístolas a los Gálatas: “Aunque nosotros, los Apóstoles o incluso un ángel del cielo, viniéramos y os predicáramos un nuevo Evangelio, una nueva religión, sean anatema”.


VIII.

Verán, entonces, mi muy amado pueblo, del texto de la Escritura que he citado que, si la Iglesia Católica alguna vez fue la Iglesia Verdadera, entonces es todavía la Iglesia Verdadera.

También habéis visto por lo que he dicho que la Iglesia Católica es institución de Dios, y no del hombre, y esto es un hecho, un hecho de la historia, y ningún hecho de la historia tan bien sustentado, tan bien probado, como que la Iglesia Católica es la primera, la Iglesia establecida por Jesucristo.

Así, de la misma manera, es un hecho histórico que todas las iglesias protestantes son instituciones del hombre, cada una de ellas. Y os daré sus fechas, y los nombres de sus fundadores o instituyentes.

En el año 1520 --- hace 368 años --- vino al mundo el primer Protestante. Antes de aquel no había ningún protestante en el mundo, ni uno solo sobre la faz de toda la tierra; y ese, como nos cuenta toda la historia, fue Martín Lutero, que era un sacerdote católico, que se alejó de la Iglesia por orgullo y se casó con una monja. Fue excomulgado de la Iglesia, aislado, desterrado e hizo su propia religión.

Antes de Martín Lutero no había ningún protestante en el mundo; fue el primero en levantar el estandarte de rebelión y revuelta contra la Iglesia de Dios. Dijo a sus discípulos que debían tomar la Biblia como guía, y así lo hicieron. Pero pronto se pelearon con él; Zuinglius y varios otros, y cada uno de ellos comenzó una nueva religión propia.

Después de los discípulos de Martín Lutero vino Juan Calvino, quien en Ginebra estableció la religión presbiteriana y, por lo tanto, casi todas esas religiones llevan el nombre de su fundador.

Le pregunto al protestante: “¿Por qué eres luterano, amigo mío?”

“Bueno”, dice, “porque creo en la doctrina del buen Martín Lutero”.

Por lo tanto, no de Cristo, sino del hombre --- Martín Lutero. ¿Y qué clase de hombre era? Un hombre que había roto el juramento solemne que había hecho en el altar de Dios, en el momento de su ordenación, de llevar siempre una vida pura, soltera y virginal. Rompió ese solemne juramento y se casó con una hermana Catalina, que también había hecho el mismo juramento de castidad y virtud. Y este es el primer fundador del protestantismo en el mundo. El mismo nombre por el que se les conoce indica que provienen de Martín Lutero.

Así que a los presbiterianos a veces se les llama calvinistas porque provienen de Juan Calvino o profesan creer en él.


IX.

Después de ellos vino Enrique VIII. Era católico y defendía la religión católica; escribió un libro contra Martín Lutero en defensa de la Doctrina Católica. Ese libro lo vi yo mismo en la biblioteca del Vaticano en Roma hace unos años. Enrique VIII defendió la Religión y por ello el Papa lo tituló “Defensor de la fe”. Cayó con sus sucesores y la reina Victoria lo hereda hoy. Estuvo casado con Catalina de Aragón; pero había en su corte una dama de honor de la reina, llamada Ana Bolena, que era una mujer hermosa y de apariencia cautivadora. Enrique estaba decidido a tenerla. Pero él era un hombre casado. Presentó una petición al Papa para que se le permitiera casarse con ella, y fue una petición tonta, porque el Papa no tenía poder para conceder la petición. El Papa y todos los obispos del mundo no pueden ir contra la voluntad de Dios. Cristo dice: “Si alguno repudia a su mujer y se casa con otra, comete adulterio, y el que se casa con la repudiada, comete también adulterio”.

Como el Papa no accedió a la petición de Enrique, tomó a Ana Bolena de todos modos y fue excomulgado de la Iglesia.

Después de un tiempo hubo otra dama de honor, más bonita que la primera, más hermosa y encantadora a los ojos de Enrique, y él dijo que debía tenerla también. Tomó la tercera esposa, y le siguieron una cuarta, una quinta y una sexta. Éste es el fundador de la Iglesia Anglicana, la Iglesia de Inglaterra; y, por lo tanto, es que lleva el nombre de Iglesia de Inglaterra.

Nuestros amigos episcopales están haciendo grandes esfuerzos hoy en día para llamarse católicos, pero nunca lo lograrán. Reconocen que el nombre de católico es glorioso y les gustaría poseerlo. Los Apóstoles dijeron: “Creo en el Espíritu Santo, en la Santa Iglesia Católica” --- nunca dijeron, en la Iglesia Anglicana. Los anglicanos niegan su religión, porque dicen creer en el Espíritu Santo, en la Santa Iglesia Católica. Pregúnteles si son católicos y dirán: “Sí, pero no católicos romanos; somos católicos ingleses”. ¿Cuál es el significado de la palabra católico? Proviene de la palabra griega “Catholicus” --- universal --- extendido por toda la tierra, y en todas partes igual. Ahora bien, en primer lugar, la Iglesia Anglicana no está extendida por toda la tierra; sólo existe en unos pocos países, y principalmente sólo donde se habla el idioma inglés. En segundo lugar, no son las mismas en toda la tierra, porque ahora hay cuatro iglesias anglicanas diferentes: la Iglesia Baja, la Iglesia Alta, la Iglesia Ritualista y la Iglesia Puseyita. “Catholicus” significa más que esto, no sólo difundido por toda la tierra y en todas partes igual, sino que significa, además, siempre lo mismo, desde Cristo hasta el día de hoy. Ahora bien, nunca hubo una Iglesia Episcopal o una Iglesia Anglicana antes de Enrique VIII. La Iglesia Católica ya existía mil quinientos años antes de que viniera al mundo la Episcopal.

Después del episcopalismo surgieron otras iglesias diferentes. Luego vinieron los metodistas, hace unos ciento cincuenta años. Fue iniciada por John Wesley, quien al principio fue miembro de la Iglesia Episcopal; Posteriormente se unió a los Hermanos Moravos, pero como no le agradaban, hizo su propia religión: la Iglesia Metodista.

Después de Juan Wesley surgieron varios otros; y finalmente llegaron los campbellistas, hace unos sesenta años. Esta Iglesia fue establecida por Alexander Campbell, un escocés.


X.

Bien, ahora, mi amado pueblo, ustedes pueden pensar que el acto de los doce apóstoles de Indiana fue ridículo, pero ellos tenían tanto derecho a establecer una iglesia como lo tenían Enrique VIII, o Martín Lutero, o Juan Calvino. No tenían ningún derecho, y tampoco Enrique VIII o el resto de ellos tenían derecho alguno. 

Cristo estableció Su Iglesia y dio Su solemne juramento de que Su Iglesia permanecería hasta el fin de los tiempos; prometió que la había edificado sobre roca, y que las puertas del infierno nunca prevalecerían contra ella --- por lo tanto, mi querida gente, todas esas diferentes denominaciones de “religión” son la invención del hombre; y yo les pregunto ¿puede el hombre salvar el alma de su prójimo por cualquier institución que él pueda hacer? ¿No debe venir la religión de Dios? 

Y, por lo tanto, mis queridos hermanos separados, piénsenlo seriamente. Tenéis un alma que salvar, y esa alma debe salvarse o condenarse; o una cosa o la otra, morará con Dios en el cielo o con el diablo en el infierno; por lo tanto, meditadlo seriamente.

Cuando di mi misión en Brooklyn varios protestantes se hicieron católicos. Entre ellos se encontraba un virginiano muy educado e inteligente. Era presbiteriano. Después de escuchar mi conferencia, fue a ver a su ministro y le pidió que tuviera la amabilidad de explicarle un texto de la Biblia. El ministro le dio el significado. “Bueno, ahora”, dijo el caballero, “¿está usted seguro de que ese es el significado del texto, ya que varios otros protestantes lo explican de manera diferente?” “Bueno, mi querido joven”, dijo el predicador, “nunca podemos estar seguros de nuestra fe”. “Bueno, entonces”, dijo el joven, “adiós, si no puedo estar seguro de mi fe en la Iglesia protestante, iré a donde pueda estar seguro”, y se hizo católico.

Estamos seguros de nuestra fe en la Iglesia Católica, y si nuestra fe no es verdadera, Cristo nos ha engañado. Por lo tanto, os ruego, hermanos míos separados, que os procuréis libros católicos. Habéis leído mucho contra la Iglesia Católica, ahora lee algo a favor de ella. Nunca se podrá dictar una sentencia imparcial si no se escuchan ambos lados de la cuestión.

¿Qué pensarías de un juez ante el cual un policía llevaría a un pobre hombre y que, bajo la acusación del policía, sin escuchar al prisionero, ordenaría que lo colgaran? “Dadme audiencia”, diría el pobre, “y demostraré mi inocencia. No soy culpable”. El policía dice que es culpable. “Bueno, cuélguelo de todos modos”, dice el juez. ¿Qué dirías de ese juez? ¡Juez penal! ¡Que es un hombre injusto! ¡es culpable de la sangre de inocentes! ¿No dirías eso? Por supuesto que lo harías.

Bueno, mis queridos amigos protestantes, eso es lo que habéis estado haciendo todo este tiempo; habéis estado escuchando un lado de la cuestión y condenándonos a los católicos como un grupo de personas supersticiosas, pobres personas ignorantes, personas idólatras, personas sin sentido, que van y le cuentan sus pecados al sacerdote; ¿Y qué es, después de todo, el sacerdote más que cualquier otro hombre? Queridos amigos, ¿han examinado el otro lado de la cuestión?

No, no crees que valga la pena. Así trataron los judíos a Nuestro Señor y Salvador Jesucristo; y así trataron los paganos y los judíos a los Apóstoles, los ministros de la Iglesia y los cristianos primitivos.

Permítanme decirles, amigos míos, que nos han estado tratando precisamente de la misma manera en que los judíos y los paganos trataron a Jesucristo y a sus Apóstoles. He dicho esta noche cosas duras, pero si San Pablo estuviera aquí esta noche, en este púlpito, habría dicho cosas aún más duras. Las he dicho, sin embargo, no con un espíritu de crueldad, sino con un espíritu de amor y de caridad, con la esperanza de abrir vuestros ojos para que vuestras almas se salven. Es el amor por vuestra salvación, mis queridos hermanos protestantes, por el que con gusto daría la sangre de mi corazón, mi amor por vuestra salvación lo que me ha hecho predicaros como lo he hecho.


XI.

“Bueno”, dicen mis amigos protestantes, “si un hombre piensa que tiene razón, ¿no tendría razón?”. Supongamos ahora a un hombre en Ottawa, que quiere ir a Chicago, pero toma un vagón para Nueva York; el revisor le pide su boleto; y de inmediato le dice: “Usted está en el vagón equivocado; su boleto es para Chicago, pero usted va a Nueva York”. “Bueno, ¿y qué?”, dice el pasajero. “Mi intención es buena”. “Su intención no le saldrá bien al final”, dice el revisor, “porque irá a Nueva York en lugar de ir a Chicago”. 

Vosotros decís que tenéis buenas intenciones, queridos amigos; pero vuestras intenciones no os llevarán al cielo; también vosotros debéis hacer el bien. “El que haga la voluntad de mi Padre”, dice Jesús, “sólo él se salvará”. Hay millones en el infierno que tenían buenas intenciones. 

Debes hacer bien, y estar seguro de que estás haciendo bien, para ser salvo. Agradezco a mis hermanos separados su amabilidad al venir a estas polémicas conferencias. Espero no haber dicho nada que los ofenda. Por supuesto, no tendría sentido que no predicara las Doctrinas Católicas.


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LA ORACIÓN DE ATHANASIUS SCHNEIDER PARA EL SÍNODO DE 2023: UN INCISIVO ANÁLISIS SEDEVACANTISTA

El obispo del novus ordo más significativo e insignificante del mundo vuelve a ser noticia: el Reverendísimo Athanasius Schneider, ha escrito una una “Oración para el sínodo sobre la sinodalidad” de 2023.


Ayer, 28 de septiembre, la periodista vaticana Diane Montagna publicó en su cuenta de Twitter (o 'X') una “Oración para el sínodo sobre la sinodalidad” de 2023” compuesta por el “obispo” Schneider. No está claro si el texto es la traducción de Montagna o si Schneider escribió la oración en inglés. Aunque se publicó un día antes, está fechado el 29 de septiembre, la fiesta de San Miguel Arcángel en el calendario romano tradicional.

A continuación proporcionaremos el texto completo de la oración, antes de analizarla y comentarla.

Oración por el “Sínodo sobre la sinodalidad” de 2023

Señor Jesucristo, Dios nuestro y Salvador, Tú eres la Cabeza de la Iglesia, Tu Esposa inmaculada y Tu Cuerpo Místico. Mira con misericordia la profunda angustia a la que ha sido sometida Nuestra Santa Madre Iglesia. La confusión doctrinal, la abominación moral y el abuso litúrgico han alcanzado en nuestros días un nivel sin precedentes. “Los paganos han entrado en tu herencia, profanando tu santo templo y dejando a Jerusalén en ruinas” (Sal 79:1). Los eclesiásticos que han perdido la verdadera Fe y se han convertido en promotores de una agenda globalista mundana, tienen la intención de cambiar Tus verdades y Mandamientos, la Constitución Divina de la Iglesia y la tradición apostólica.

Oh Señor, con espíritu humilde y corazón contrito te suplicamos, impide que los enemigos de la Iglesia se regocijen por una victoria sobre la auténtica Iglesia católica obtenida imponiendo una iglesia falsa bajo el pretexto de la “sinodalidad”. Agita Tu poder, oh Señor, y acude en ayuda de Tu Iglesia con Tu fuerza todopoderosa. Porque donde abunda el pecado y la apostasía en la Iglesia, más abundará la victoria de tu gracia.

Creemos firmemente que las puertas del Infierno no prevalecerán contra Tu Iglesia. En esta hora en que nuestra amada y santa Madre Iglesia sufre su Gólgota, prometemos permanecer con ella. Aceptar con gracia nuestros sufrimientos interiores y exteriores, que humildemente ofrecemos en unión con el Inmaculado Corazón de María, Madre de la Iglesia, como reparación por nuestros propios pecados y por los pecados de sacrilegio y apostasía dentro de la Iglesia.

Oh Señor, envía a tus Santos Ángeles bajo el mando de San Miguel Arcángel, para llevar tu luz celestial al Papa y a los participantes del sínodo, y para frustrar los planes de tus enemigos dentro de la asamblea sinodal. Oh Señor, mira misericordiosamente a los pequeños de la Iglesia, mira las almas escondidas que se sacrifican por la Iglesia, mira todas las lágrimas, suspiros y súplicas de los verdaderos hijos de la Iglesia, y por los méritos del Inmaculado Corazón de tu Santísima Madre, levántate, oh Señor, y por tu intervención concede a tu Iglesia pastores santos que, imitando tu ejemplo, den la vida por ti y por tus ovejas. Oh Señor, Te suplicamos: Por la Santísima Virgen María, concédenos un Papa santo, celoso en promover y defender la Fe Católica, Te imploramos, ¡concédelo! Por la Santísima Virgen María, ¡Concédenos obispos santos e intrépidos, te lo imploramos, concédelo! Por la Santísima Virgen María, concédenos sacerdotes santos, que sean hombres de Dios, te lo suplicamos, concédenoslo. En Ti, Señor, descansa nuestra esperanza: que nunca seamos avergonzados. A Ti, Señor Jesucristo, sea dado todo honor y toda gloria en tu Santa Iglesia. Tú vives y reinas con el Padre en la unidad del Espíritu Santo: Dios, por los siglos de los siglos. Amén.

29 de septiembre de 2023 [Fiesta de San Miguel Arcángel]

+ Atanasio Schneider

Una cosa en la que probablemente todos estén de acuerdo es que publicar esta oración antes del “sínodo sobre la sinodalidad” es un movimiento bastante “valiente” por parte de Schneider. Pero hablaremos de eso más adelante.

Analicemos ahora paso a paso el contenido de esta oración. Citaremos el texto nuevamente pero esta vez intercalando algunas observaciones críticas.
“Señor Jesucristo, Dios nuestro y Salvador, Tú eres la Cabeza de la Iglesia, Tu Esposa inmaculada y Tu Cuerpo Místico”.
Desde el principio, Schneider quiere dejar claro que la cabeza de la Iglesia Católica es Jesucristo, y que esta Iglesia es su Esposa y Cuerpo místico inmaculado. ¿Por qué? Es de suponer que desea rebajar un poco el estatus del “papa Francisco”. La afirmación de Schneider no es errónea, por supuesto, pero recuerda en cierto modo la reciente y problemática afirmación de Scott Hahn en una entrevista con Marcus Grodi en la que afirma que
el Papa NO es la Cabeza de la Iglesia, Cristo lo es. El Papa es el Vicario de Cristo” (en ingles aquí).

Es verdad que el Papa es sólo el Vicario de Cristo; sin embargo, es precisamente como Vicario de Cristo que el Papa es la cabeza visible de la Iglesia, mientras que nuestro Bendito Señor es la Cabeza invisible.

En 1769, el Papa Clemente XIV explicó:

El cuerpo de la Iglesia es uno; Jesucristo es su cabeza, y en Él formamos todos uno. Él ha querido que Nosotros, vicario de su poder, seamos elevados sobre los demás, y que Vosotros, unidos a Nosotros como cabeza visible de la Iglesia, seáis las partes principales de su cuerpo.

(Papa Clemente XIV, Encíclica Cum Summi Apostolatus, n. 2; subrayado añadido).

Su sucesor, el Papa Pío VI, publicó una bula completa explicando la naturaleza y autoridad del Pontificado Romano en respuesta a un tratado de Johann Eybel. En él enseñó que “el Romano Pontífice, cabeza visible de la Iglesia y vicario de Jesucristo, había sido constituido por Dios como sucesor del bienaventurado Pedro, Príncipe de los Apóstoles…” (Constitución Apostólica Super Soliditate; subrayado agregado).

El Papa Pío IX confirmó igualmente que “que el Sumo Pontífice Sucesor de Pedro tenga la primacía en todo el mundo, él es el verdadero Vicario de Cristo, Jefe de toda la Iglesia, Padre y Doctor de todos los cristianos” (Encíclica Nostis et Nobiscum, n.16).

¿Es esto una contradicción entonces? ¿Tiene la Iglesia dos cabezas, como un monstruo?

Lejos de ahí. En 1943, el Papa Pío XII explicó que tan estrecha e íntima es esta unión entre el Señor Jesús y Su Vicario que ambos juntos constituyen una sola Cabeza:

Ni en contra de esto se puede argumentar que la primacía de jurisdicción establecida en la Iglesia da a tal Cuerpo Místico dos cabezas. Porque Pedro, en virtud de su primado, es sólo Vicario de Cristo; de modo que hay una sola cabeza principal de este Cuerpo, a saber, Cristo, que nunca cesa de guiar a la Iglesia invisible, aunque al mismo tiempo la gobierna visiblemente, por medio de aquel que es su representante en la tierra. Después de su gloriosa Ascensión al cielo, esta Iglesia no se basó solo en Él, sino también en Pedro, su piedra fundamental visible. Que Cristo y su Vicario constituyen una sola Cabeza es la solemne enseñanza de Nuestro predecesor de inmortal memoria Bonifacio VIII en la Carta Apostólica Unam Sanctamy sus sucesores nunca han dejado de repetir lo mismo.

(Papa Pío XII, Encíclica Mystici Corporis, n. 40; subrayado añadido.)

En una alocución pronunciada el 2 de junio de 1944, el mismo Papa advertía:

Querer crear una oposición entre Cristo Cabeza de la Iglesia y su Vicario, querer ver en la afirmación de uno la negación del otro, equivale a corromper las páginas más claras y luminosas del Evangelio [es decir, Mateo 16:18-19; Jn 21, 15-17], cerrar los ojos a los más antiguos y venerables testigos de la tradición, y privar al cristianismo de esa preciosa herencia, cuyo justo conocimiento y debida estima, actualmente conocidos sólo por Dios y gracias a la luz de la gracia, que sólo Él puede impartir, puede suscitar en nuestros hermanos separados el anhelo de la casa del Padre y la voluntad eficaz de volver a ella.

(Papa Pío XII, Allocution to the Consistory; translation from Papal Teachings: The Church, n. 1129)

Es cierto que la Iglesia Católica Romana es en verdad la Esposa Inmaculada de Cristo, el Cuerpo Místico. Pero Schneider, por supuesto, se refiere a la iglesia novus ordo (iglesia del Vaticano II), a la que pertenece y de la que es miembro. Sin embargo, esa entidad es exactamente lo opuesto a impecable: es un pozo negro de herejía y otros errores doctrinales, ritos sacramentales impíos e inválidos, leyes disciplinarias dañinas, falsos santos, falsas anulaciones de matrimonios, etc., y estas cosas no son simplemente algunos incidentes aislados o “abusos”, sino que en documentos magisteriales oficiales, son tomados como una cuestión de creencia y práctica ampliamente aceptadas.

En su encíclica sobre la Iglesia como Cuerpo Místico de Cristo, el Papa Pío XII aclaró en qué sentido la Iglesia, estando formada por miembros pecadores, sin embargo, no tiene “mancha ni arruga ni cosa semejante” (Efesios 5:27):

 Y si a veces aparece en la Iglesia algo que indica la debilidad de nuestra naturaleza humana, no debe atribuirse a su constitución jurídica, sino a esa lamentable inclinación al mal que se encuentra en cada individuo, que su Divino Fundador permite incluso a veces en los miembros más exaltados de su Cuerpo Místico, con el fin de probar la virtud de los pastores no menos que de los rebaños, y que todos aumenten el mérito de su fe cristiana. Porque, como dijimos más arriba, Cristo no quiso excluir a los pecadores de su Iglesia; por lo tanto, si algunos de sus miembros están sufriendo de enfermedades espirituales, no es razón por la que debamos disminuir nuestro amor por la Iglesia, sino más bien por la cual debemos aumentar nuestra devoción a sus miembros. Ciertamente la Madre amorosa es inmaculada en los Sacramentos, con los cuales da a luz y alimenta a sus hijos en la fe que siempre ha conservado inviolada; en sus sagradas leyes impuestas a todos; en los consejos evangélicos que ella recomienda; en aquellos dones celestiales y gracias extraordinarias por las cuales, con inagotable fecundidad genera multitud de mártires, vírgenes y confesores. Pero no se le puede imputar si algunos miembros caen débiles o heridos. En su nombre ora diariamente a Dios: “Perdónanos nuestras ofensas”; y con el corazón valiente de una madre se aplica de inmediato al trabajo de cuidarlos hasta que recuperen la salud espiritual. Por lo tanto, cuando llamamos al Cuerpo de Jesucristo “místico”, el significado mismo de la palabra transmite una advertencia solemne. Es una advertencia que resuena en estas palabras de San León: “Reconoce, oh cristiano, tu dignidad, y haciéndote partícipe de la naturaleza divina, no vuelvas a tu antigua inutilidad por el camino de la conducta indecorosa. Ten presente de qué Cabeza y de qué Cuerpo eres miembro”  

(Papa Pío XII, Encíclica Mystici Corporis, n. 66; subrayado añadido.)

Por lo tanto, es imposible simplemente asignar las doctrinas infernales que emanan del Vaticano modernista al “elemento humano” de la Iglesia, como les gusta hacer a algunos apologistas semitradicionalistas. Si la ortodoxia de la Iglesia dependiera de que el Papa y los obispos fueran santos, nunca podríamos confiar en ella como el Arca de la Salvación.
“Mirad con misericordia la profunda angustia a la que ha sido sometida Nuestra Santa Madre Iglesia. La confusión doctrinal, la abominación moral y el abuso litúrgico han alcanzado en nuestros días un nivel sin precedentes. Los paganos han entrado en tu herencia, profanando tu santo templo y dejando a Jerusalén en ruinas (Sal 79:1). Los eclesiásticos que han perdido la verdadera Fe y se han convertido en promotores de una agenda globalista mundana, tienen la intención de cambiar Tus verdades y Mandamientos, la Constitución Divina de la Iglesia y la tradición apostólica”.
Aquí Schneider dice un trabalenguas, especialmente para aquellos que saben leer entre líneas. Está claro quién es el responsable en última instancia de la “confusión doctrinal, la abominación moral y el abuso litúrgico” que denuncia: el “papa Francisco” (Jorge Bergoglio), por supuesto. Él es quien lo preside y, aunque, por supuesto, no es personalmente responsable de cada mal cometido, en última instancia, la responsabilidad recae en él. Está en condiciones de poner fin rápidamente a todo y, sin embargo, no sólo no lo logra sino que, de hecho, lo alienta día tras día, como vemos cada día el caos constante de Bergoglio.

En cuanto al “abuso litúrgico”, debemos señalar que hay un tipo “primordial” de abuso litúrgico que el auxiliar kazajo no menciona aquí, y es la propia “nueva misa”. El novus ordo missae de Pablo VI es en sí mismo, per se, la primera abominación. Los “abusos” simplemente agravan el problema en grado, no en especie. Pero no nos detendremos aquí en esto.

Por último, la observación de Schneider de que “los eclesiásticos que han perdido la verdadera Fe y se han convertido en promotores de una agenda globalista mundana, están decididos a cambiar Tus verdades y Mandamientos, la Constitución Divina de la Iglesia y la tradición apostólica” está obviamente dirigida a Francisco y sus secuaces. Nadie ha mostrado más abierta y frecuentemente su alianza con la “agenda globalista mundial” que el “papa Francisco”, más recientemente con su participación en una conferencia de la Iniciativa Global Clinton y rompiendo el protocolo para honrar al fallecido ex presidente de Italia Giorgio Napolitano, que era ateo, comunista y masón.

Así que Schneider, de forma un tanto encubierta pero cándida, acusa a Francisco de haber perdido la verdadera Fe, de no ser católico. ¡Qué valiente! Pero, al mismo tiempo, acababa de dejar claro hace unos días que él cree que no se sigue nada de tener un “papa herético” - excepto, al parecer, que uno debe tamizar sus enseñanzas para eliminar las herejías y otros errores, para no ser contaminado por su falso magisterio. ¡Qué absurdo!

Contrariamente a la impresión que da Schneider en su declaración del 18 de septiembre “Francisco es el Papa”, no es en absoluto la “tradición católica más segura” que un Papa que se convierte en hereje siga siendo Papa, pase lo que pase.

A continuación, Schneider acusa al Equipo Bergoglio de tener 
“la intención de cambiar Tus verdades y Mandamientos, la Constitución Divina de la Iglesia y la tradición apostólica”. 
No hay duda de que esa es efectivamente su intención para el sínodo. Sin embargo, el obispo kazajo del novus ordo actúa como si se tratara de un nuevo desafío, como si lo hicieran por primera vez.

La verdad, más bien, es que Bergoglio cambió los Mandamientos hace mucho tiempo; basta pensar en Amoris Laetitia (2016), en el que esencialmente redujo los mandamientos a meros “ideales” y afirmó que es muy posible que Dios desee que uno rompa el Sexto Mandamiento “bajo determinadas circunstancias” (cf. n. 303); o piense en su cambio de 2018 al Catecismo sobre la pena de muerte.

Además, la constitución divina de la Iglesia fue esencialmente modificada en el llamado Concilio Vaticano II (1962-65), que hicieron los modernistas con el fin de abrir la puerta al ecumenismo. Así que esto tampoco es algo nuevo que esté simplemente a punto de suceder: ya sucedió hace mucho tiempo; pero luego, el propio Schneider se adhiere públicamente a las falsas doctrinas del Vaticano II. Después de todo, está “en plena comunión” con el “papa Francisco” y acepta el catecismo novus ordo de Juan Pablo II.
“Oh Señor, con espíritu humilde y corazón contrito te suplicamos, impide que los enemigos de la Iglesia se regocijen por una victoria sobre la auténtica Iglesia católica obtenida imponiendo una iglesia falsa bajo el pretexto de la 'sinodalidad'. Agita Tu poder, oh Señor, y acude en ayuda de Tu Iglesia con Tu fuerza todopoderosa. Porque donde abunda el pecado y la apostasía en la Iglesia, más abundará la victoria de tu gracia”.
Aquí Schneider intensifica un poco más la retórica y llama al equipo Bergoglio “los enemigos de la Iglesia”. Que realmente lo sean está fuera de toda duda, y aunque no lo diga explícitamente, está claro que Schneider se refiere a “su papa”, que ha estado tocando los tambores de este disparate de la sinodalidad
y sin el cual todo este circo sinodal no podría tener lugar.

Curiosamente, Schneider introduce ahora el concepto de “Iglesia falsa”, que contrasta con la “Iglesia católica auténtica”. Cabe preguntarse cuál de estas dos iglesias es la que está a punto de celebrar el sínodo y por qué aún no ha descubierto esta “iglesia falsa” en la iglesia novus ordo de la que es miembro. Después de todo, fue la iglesia novus ordo la que oficialmente “logró, durante el Concilio Vaticano II, redefinir su propia naturaleza”, como escribió el entonces “Cardenal” Karol Wojtyla, el futuro “papa” Juan Pablo II, en su libro Signo de Contradicción (Nueva York, NY: The Seabury Press, 1979), pág. 17.

En cualquier caso, ¿por qué Schneider habla de una “Iglesia falsa” sólo ahora, y no cuando Francisco liberó a Amoris Laetitia después de los dos sínodos sobre la familia? ¿O qué tal el sínodo amazónico de 2019 y la posterior exhortación “papal” Querida Amazonia? ¿Por qué el obispo novus ordo de Kazajstán no descubrió la falsa iglesia de Bergoglio en ese momento, ni en ningún otro momento en los últimos 10 años?

Dado que Schneider cree que Francisco, incluso como hereje o apóstata, es definitivamente “el Papa”, y nada de lo que él haga puede cambiar eso, surge la pregunta: si el sínodo sobre la sinodalidad realmente impone una iglesia falsa que enseña y legisla todo tipo de errores contrarios a “Tus verdades y Mandamientos, la Constitución Divina de la Iglesia y la Tradición Apostólica”, ¿de cuál de estas dos iglesias será entonces jefe Francisco? La Iglesia auténtica, en cuanto verdadero Papa; ¿O la iglesia falsa, en la medida en que enseña y legisla las herejías y blasfemias sinodales?

Aquí vemos una vez más lo absurdo de aceptar como un verdadero Papa a un hombre que públicamente enseña herejía y engaña a los fieles. No importa cuánto lo intente, Schneider simplemente no puede tener las dos cosas.
“Creemos firmemente que las puertas del Infierno no prevalecerán contra Tu Iglesia. En esta hora en que nuestra amada y santa Madre Iglesia sufre su Gólgota, prometemos permanecer con ella. Acepta con gracia nuestros sufrimientos interiores y exteriores, que ofrecemos humildemente en unión con el Inmaculado Corazón de María, Madre de la Iglesia, como reparación por nuestros propios pecados y por los pecados de sacrilegio y apostasía dentro de la Iglesia”.
Si Schneider realmente cree que las puertas del infierno no prevalecerán contra la Iglesia Católica, entonces seguramente no tendrá problemas en aplicar la siguiente enseñanza católica a su definitivamente válido “papa”:

 La santa Iglesia edificada sobre una roca, que es Cristo, y sobre Pedro o Cefas, el hijo de Juan que primero fue llamado Simón, porque por las puertas del infierno, es decir, por las disputas de los herejes que conducen a los vanos a la destrucción, nunca sería vencida; así lo promete la misma Verdad, por quien es verdadero todo lo que es verdadero: "Las puertas del infierno no prevalecerán contra ella" [Mt 16,18]. El mismo Hijo declara que obtuvo el efecto de esta promesa del Padre por medio de oraciones, al decir a Pedro: "Simón, ahí tienes a Satanás, etc.". [Lc 22,31]. Por lo tanto, ¿habrá alguien tan necio que se atreva a considerar vana Su oración, cuyo querer es poder? Por la Sede del jefe de los Apóstoles, es decir, por la Iglesia Romana, a través del mismo Pedro, así como a través de sus sucesores, ¿no han sido desaprobados, rechazados y vencidos los comentarios de todos los herejes, y fortalecidos los corazones de los hermanos en la fe de Pedro que hasta ahora ni ha fallado, ni hasta el fin fallará?

(Papa San León IX, Carta Apostólica  In Terra Pax;  Denz. 351)

Además, Schneider debería estar feliz de afirmar lo siguiente de Francisco y su “Santa Sede”, ya que está tan seguro de la validez del “pontificado” de Bergoglio:

De aquí aparece claramente cuán errados están los que, abusando de la razón y tomando como obra humana lo que Dios ha comunicado, se atreven a explicarlo según su arbitrio y a interpretarlo temerariamente, siendo así que Dios mismo ha constituido una autoridad viva para enseñar el verdadero y legítimo sentido de su celestial revelación, para establecerlo sólidamente, y para dirimir toda controversia en cosas de fe y costumbres con juicio infalible, para que los hombres no sean empujados hacia el error por cualquier viento de doctrina. Esta viva e infalible autoridad solamente existe en la Iglesia fundada por Cristo Nuestro Señor sobre Pedro, como cabeza de toda la Iglesia, Príncipe y Pastor; prometió que su fe nunca había de faltar, y que tiene y ha tenido siempre legítimos sucesores en los Pontífices, que traen su origen del mismo Pedro sin interrupción, sentados en su misma Cátedra, y herederos también de su doctrina, dignidad, honor y potestad. Y como donde está Pedro allí está la Iglesia, y Pedro habla por el Romano Pontífice, y vive siempre en sus sucesores, y ejerce su jurisdicción y da, a los que la buscan, la verdad de la fe. Por esto, las palabras divinas han de ser recibidas en aquel sentido en que las tuvo y tiene esta Cátedra de San Pedro, la cual, siendo madre y maestra de las Iglesias, siempre ha conservado la fe de Cristo Nuestro Señor, íntegra, intactaLa misma se la enseñó a los fieles mostrándoles a todos la senda de la salvación y la doctrina de la verdad incorruptible.

Y puesto que ésta es la principal Iglesia de la que nace la unidad sacerdotal, ésta la metrópoli de la piedad en la cual radica la solidez íntegra y perfecta, de la Religión cristiana, en la que siempre floreció el principado de la Cátedra apostólica, a la cual es necesario que por su eminente primacía acuda toda la Iglesia, es decir, los fieles que están diseminados por todo el mundo, con la cual el que no recoge, desparrama.  

(Papa Pío IX, Encíclica Qui Pluribus, n. 8; subrayado añadido.)

El mantener la comunión y la obediencia de los pueblos hacia el Romano Pontífice es la forma más corta y rápida de mantenerlos en la profesión de la verdad católica sin duda. De hecho, no puede suceder que alguien se rebele en parte contra la fe católica, sin negar al mismo tiempo la autoridad de la Iglesia romana en la que existe el magisterio inmutable de la misma fe fundada por el Divino Redentor, y en el que, por lo tanto, siempre se ha conservado tradición que proviene de los apóstoles. De ello se deduce que, no solo los antiguos herejes, sino también los protestantes más modernos (entre los cuales, además, la discordia sobre sus otros principios es grande) siempre tuvieron en común la contestación de la autoridad de la Sede Apostólica que, sin embargo, en ningún momento, sin trucos ni engaños, nunca llevó a tolerar ni siquiera uno de sus errores.

(Papa Pío IX, Encíclica  Nostis et Nobiscum, subrayado añadido.)

Si Schneider reemplazara la frase “Romano Pontífice” por “Papa Francisco” en las citas anteriores, ¿seguiría siendo cierto el texto? ¿Seguiría teniendo sentido? ¿Seguiría siendo un reflejo fiel de la realidad? Por supuesto que no.

A continuación, el auxiliar de Astaná plantea la propia Pasión mística de la Iglesia católica cuando habla de la Iglesia “que sufre su Gólgota”, es decir, su Calvario. Este motivo es cada vez más común entre los semi-tradicionalistas y es auténtico; sin embargo, es fundamental comprender la naturaleza de esta Pasión mística, es decir, en qué consiste esta agonía apocalíptica del Cuerpo Místico de Cristo.

Schneider quiere hacer creer a sus seguidores que la Pasión Mística consiste en que la Iglesia sea afligida por un verdadero Papa que es hereje o apóstata, y que intenta envenenar a toda la Iglesia con sus falsas enseñanzas y leyes malvadas y persigue a quienes se le resisten. La tarea de los fieles, entonces, según esta visión, es ser una “oposición leal”. Esto se logra resistiendo ferozmente al Papa y al mismo tiempo reconociéndolo verbalmente como el verdadero y legítimo Vicario de Cristo; y subcontratando la regla próxima de la Fe a autoridades menores que uno ha determinado en privado que son más aceptables en términos de ortodoxia. De aquí surgen nombres populares como el Arzobispo Marcel Lefebvre, el “cardenal” Raymond Burke, el “obispo” Athanasius Schneider, el “obispo” Joseph Strickland, el “padre” Entran Chad Ripperger, Peter Kwasniewski, Taylor Marshall y Michael Davies.

Armados así con la supuesta “verdadera ortodoxia”, los fieles deben examinar el magisterio papal y efectivamente juzgarlo, puesto que por sí solo ya no es digno de confianza ni vinculante. En tal escenario, el “verdadero católico” ya no se somete al Papa en absoluto, sino que se convierte en su maestro y rector, hasta el punto en que el Papa puede emitir un decreto formal de canonización y uno puede ignorarlo personalmente y anularlo efectivamente.

Pero, ¿es en semejante manicomio teológico en lo que podría consistir la Pasión de la Iglesia? No, por la sencilla razón de que es contraria a la Doctrina Católica sobre el papado y, por lo tanto, está absolutamente excluida de las promesas divinas. La pregunta, entonces, es: ¿Qué tipo de Pasión Mística permite la Doctrina Católica Tradicional?

La idea de que la Pasión Mística de la Iglesia consiste en que los pocos “súbditos leales” de la Iglesia sean perseguidos por su propio Papa y obispos, mientras que estos “verdaderamente fieles” deben desobedecer la enseñanza católica tradicional sobre la sumisión a la jerarquía para no ser conducidos al infierno por las falsas doctrinas de sus Papas válidos, oficialmente proclamadas pero inmensamente peligrosas, es un absurdo sobre pilotes.

Si deseamos establecer una analogía con la Pasión sufrida por nuestro Bendito Señor en su camino al Calvario, entonces debemos entender que el Papa en este escenario representa a Cristo, siendo Su Vicario. No representa a Judas Iscariote, como claramente lo hace Bergoglio. Tampoco representa a Simón Pedro, quien en el momento de la crucifixión de nuestro Señor aún no era Papa, ya que simplemente había recibido la designación para convertirse en Papa una vez que Cristo hubiera fundado Su Iglesia, una promesa que no se cumplió hasta que nuestro Señor le encargó “alimentar mis ovejas” (Jn 21,17): “Y sólo a Simón Pedro Jesús, después de su resurrección, confirió la jurisdicción de sumo pastor y rector sobre todo su rebaño, diciendo: 'Apacienta mis corderos', 'Apacienta mis ovejas' [Jn 21 :15-17]” (Vaticano I, Constitución Dogmática Pastor Aeternus, Cap. 1). Así, el Papa Pío XII habló de “la promesa en Cesarea de Filipo [ver Mt 16, 13-19] y su cumplimiento junto al mar de Tiberíades”
(Allocution to the Consistory, 2 de junio de 1944; cursiva agregada).

La Iglesia que sufre su Pasión Mística significa que es el Papa, más que nadie, quien es perseguido. Porque “la religión en sí misma nunca puede tambalearse y caer mientras esta silla permanezca intacta, la silla que descansa sobre la roca, que las puertas del infierno no pueden derribar y en la que existe solidez total y perfecta de la religión cristiana” (Papa Pío IX, Encíclica Inter Multiplices, n. 7).

Por lo tanto, será el Papado el que será atacado, ¿y no hemos visto precisamente esto desde la muerte del Papa Pío XII en 1958? ¡No tanto desde fuera como desde dentro!

Ahora el Papado está divinamente protegido de desertar. La Santa Sede es la única diócesis en el mundo que tiene garantizado nunca desertar de la verdadera Fe: “...ninguna parte particular de la Iglesia es indefectiblemente Apostólica, excepto la sede de Pedro, que es universalmente conocida a modo de eminencia como la Sede Apostólica” (Rev. E. Sylvester Berry, The Church of Christ: An Apologetic and Dogmatic Treatise [St. Louis, MO: B. Herder Book Co., 1927], p. 141). Esta promesa no la disfrutan la diócesis de Astana en Kazajstán, ni Tyler en Texas, ni ningún otro lugar del mundo.

Al no poder hacer que un verdadero Papa defectúe, los enemigos de Cristo y de Su Iglesia instalaron así falsos Papas (que no disfrutan de la asistencia divina, obviamente) para lograr el resultado deseado de engañar a los católicos de buena voluntad, un resultado que Dios tolera en Su inescrutable Providencia, precisamente como profetizó San Pablo en la Segunda Carta a los Tesalonicenses:

Nadie os engañe en ninguna manera, porque a menos que venga primero la rebelión y se manifieste el hombre de pecado, el hijo de perdición, que se opone y se ensalza sobre todo lo que se llama Dios o es objeto de culto, así que se sienta en el templo de Dios, presentándose como si fuera Dios. ¿No os acordáis que cuando aún estaba con vosotros os decía estas cosas? Y ahora sabéis lo que retiene, para que sea revelado a su tiempo. Porque el misterio de la iniquidad ya está obrando; sólo que el que ahora sostiene, retenga, hasta que sea quitado del camino. Y entonces se revelará aquel malvado a quien el Señor Jesús matará con el espíritu de su boca; y destruirá con el resplandor de su venida, a aquel cuya venida es según la obra de Satanás, con todo poder, señales y prodigios mentirosos, y en toda seducción de iniquidad a los que perecen; porque no reciben el amor de la verdad para ser salvos. Por o tanto, Dios les enviará la operación del error, de creer la mentira, para que sean juzgados todos los que no creyeron a la verdad, sino que consintieron en la iniquidad.

(2 Tesalonicenses 2:3-11)

En resumen: En la verdadera Pasión Mística de la Iglesia, el Cuerpo de Cristo y el Vicario de Cristo no son quienes persiguen; son ellos los que sufren la persecución de una forma u otra, juntos. Es la cabeza y el cuerpo contra los que luchan los enemigos de la Iglesia; no es el cuerpo de la Iglesia el que está siendo combatido por su cabeza visible.

Debido a su teología defectuosa sobre la Iglesia y el Papado, el “obispo” Schneider aconseja trágicamente a sus seguidores que permanezcan dentro de la secta modernista que preside Bergoglio. Así, su oración por el Sínodo incluye una “promesa de permanecer con ella”, es decir, con “la Iglesia”.

¿Pero de qué iglesia está hablando? ¿La indefinida y nebulosa “Iglesia auténtica” o la “Iglesia falsa” que surgirá en el sínodo si la asamblea no sale como quiere de Schneider? Si el sínodo resulta milagrosamente ortodoxo, como reza Schneider, ¿qué necesidad habría, desde su punto de vista, de “prometer permanecer con” la Iglesia? Y si el sínodo da lugar a la “falsificación de la Iglesia”, ¿por qué querría alguien en su sano juicio “permanecer con ella”?
“Oh Señor, envía a tus Santos Ángeles bajo el mando de San Miguel Arcángel, para llevar tu luz celestial al Papa y a los participantes del sínodo, y para frustrar los planes de tus enemigos dentro de la asamblea sinodal. Oh Señor, mira misericordiosamente a los pequeños de la Iglesia, mira las almas escondidas que se sacrifican por la Iglesia, mira todas las lágrimas, suspiros y súplicas de los verdaderos hijos de la Iglesia, y por los méritos del Inmaculado Corazón de tu Santísima Madre, levántate, oh Señor, y por tu intervención concede a tu Iglesia pastores santos que, imitando tu ejemplo, den la vida por ti y por tus ovejas”.
En sí mismas, son palabras nobles, por supuesto. Pero está claro que cuando Schneider habla de “el Papa y los participantes en el sínodo” y de “sus enemigos dentro de la asamblea sinodal”, se refiere en gran medida a las mismas personas, al menos a los liberales que sí están decididos a cambiar la doctrina, entre los que sin duda debe contar en primer lugar a Francisco.

Schneider también habla de “los verdaderos hijos de la Iglesia”, pero no da más detalles. Obviamente quiere decir que también hay hijos falsos, pero no dice cómo se puede saber quién es un verdadero hijo de la Iglesia y quién no. El hecho es, sin embargo, que si Francisco es Papa, cualquiera que esté en comunión con él es por lo tanto, un verdadero hijo de la Iglesia, independientemente de cómo Athanasius Schneider lo clasificaría. Ese es precisamente uno de los propósitos del papado: mantener la unidad visible en la Iglesia para que todos puedan saber quién es y quién no es católico. Así vemos una vez más que realmente importa mucho a quién reconocemos como Papa de la Iglesia Católica.
“Oh Señor, te suplicamos: por la Santísima Virgen María, concédenos un Papa santo, celoso en promover y defender la fe católica, te imploramos, ¡concédelo! Por la Santísima Virgen María, concédenos obispos santos e intrépidos, te imploramos, ¡concédelo! Por la Santísima Virgen María, concédenos sacerdotes santos, que somos hombres de Dios, te imploramos, ¡concédelo! En ti, oh Señor, descansa nuestra esperanza: nunca seamos avergonzados. A Ti, oh Señor Jesucristo, te sea dada toda honra y gloria en Tu Santa Iglesia. Vives y reinas con el Padre en la unidad del Espíritu Santo: Dios, por los siglos de los siglos. Amén”.
De nuevo, son palabras hermosas y santas. Para Bergoglio, sin embargo, deben ser enfurecedoras. Después de todo, estas líneas de la oración implican que él, el “papa” Francisco, no es santo ni celoso, y que los obispos que ha estado nombrando, especialmente para el sínodo, no son santos ni intrépidos -de ahí la necesidad de que Schneider y sus seguidores pidan a Dios que envíe algunos. De nuevo, se trata de un movimiento valiente por parte del prelado centroasiático.


Pensamientos finales

Considerándolo todo, hay que observar que la explosiva oración de Schneider toca la mayoría de los tropos y lemas populares entre los semitradicionalistas: el estatus de Bergoglio como cabeza de la Iglesia; el Cuerpo Místico inmaculado como perseguido y abusado; apostasía entre la jerarquía; el flagelo del globalismo; negar y cambiar la doctrina de la Iglesia; el surgimiento de una iglesia falsa; las puertas del infierno no prevalecen; la Iglesia sufriendo una Pasión mística o Calvario; negarse a abandonar la Iglesia novus ordo; etc. Lo único que faltaba era una 'desorientación diabólica' y una apelación a lo que supuestamente dijo algún demonio durante un exorcismo. Es evidente que el auxiliar kazajo sabe cómo presionar los botones de los semitradicionalistas.

En cuanto a su temática, es obvio que la oración de Schneider está dirigida contra el programa ideológico del “papa Francisco”, tanto su agenda para el sínodo como en general. Tanto el contenido de la oración como el estilo franco y agresivo en el que está escrita son claramente una provocación para Bergoglio, especialmente porque se publica justo antes de que comience el sínodo sobre la sinodalidad.

Teniendo en cuenta lo que el “obispo” Schneider ha hecho aquí, y lo que hace continuamente en términos de contradecir y desafiar a Francisco, o hacerlo quedar mal, es interesante notar que el “papa” nunca ha disciplinado a Schneider en lo más mínimo

El “obispo” Joseph Strickland, por otra parte, sólo ha sido levemente crítico con Francisco y su agenda, al menos en comparación con las críticas más sustanciales y bastante hostiles de Schneider. Sin embargo, es Strickland, no Schneider, quien está siendo acosado por el “Equipo Bergoglio”. ¿Por qué el doble rasero?

Por supuesto, Strickland es un ordinario a cargo activo de su propia diócesis, mientras que Schneider es simplemente un obispo auxiliar que asiste a su ordinario (“Arzobispo” Tomash Peta). Sin embargo, esta diferencia no importa mucho en el orden práctico, ya que su trabajo de influir en las almas para resistir la agenda de Bergoglio se realiza principalmente en línea y en conferencias fuera de sus diócesis, donde su función precisa no es tan relevante.

En Twitter, un usuario sugirió recientemente que Schneider podría ser una oposición controlada, mientras que Strickland no lo es. Si bien no podemos afirmar que esto sea así, ya que no tenemos certeza al respecto de una forma u otra, los hechos observables externamente sugieren que definitivamente es una idea que vale la pena reflexionar.

Pero ya sea que Schneider sea sincero en sus errores o sea parte de la camarilla anticatólica, es seguro que su Oración para el “sínodo sobre la sinodalidad” de 2023 sólo causará más daño a la verdadera religión católica romana.


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