lunes, 25 de diciembre de 2023

OBJECIONES CONTRA LA RELIGIÓN (22)

Un hombre de bien no debe cambiar nunca de Religión, sino que cada cual debe vivir y morir en la que ha nacido.

Por Monseñor de Segur (1820-1881)


¿Aunque la religión en que se haya nacido sea falsa, y aunque conozca uno lo que es? Tú no puedes querer decir semejante desatino.

Lo que querrás decir es que cuando se ha tenido la dicha de nacer en la Religión verdadera, es decir, en la Católica, no solamente no debe un hombre de bien dejarla por otra, sino que comete el mayor crimen si la deja, que es la apostasía. Pero, cuando se ha tenido la desgracia de nacer en una religión falsa, y hay la dicha de conocerlo se está obligado a dejarla inmediatamente por la verdadera, y al dejarla, no solamente no se falta a ningún deber, sino que se practica el acto más racional y más meritorio: el más racional, porque todo hombre juicioso y honrado debe dejar el error por la verdad y el mal por el bien; el más meritorio, porque, así como no hay crimen más grande que la apostasía, no hay virtud mayor que convertirse a Dios para creer en su palabra y cumplir su santa voluntad. Esto es claro como el sol.

El que ha nacido en una religión falsa y se convierte a la verdadera, no solamente obra conforme a razón, y como debe un hombre honrado, sino que además ejecuta, por lo común, un acto de valor heroico, pues muy raro será el que, hallándose en este caso, no tenga que prepararse a sufrir disgustos y pérdidas de importancia. Pero, aunque le amenazasen todos los tormentos del mundo, y aunque debiese perder hasta la vida por causa de su conversión, no por eso estaría dispensado de abjurar de sus errores en cuanto los conozca y de abrazar la verdad. Deben acordarse de las divinas palabras del Salvador: “YO NO HE VENIDO A TRAER LA PAZ, SINO LA GUERRA. He venido a separar al hijo de su padre, y a la hija de su madre... Porque muchas veces los mayores enemigos del hombre son sus parientes. El que ama a su padre y a su madre más que a Mí, no es digno de Mí; y el que no toma su cruz y me sigue, no es digno de Mí. SERÉIS ABORRECIDOS DE TODO EL MUNDO POR MI CAUSA, EL QUE PERSEVERE HASTA EL FIN, SERÁ SALVO”.

Disputaba cierta señora protestante con uno de su secta que se había convertido al Catolicismo, y queriendo echarle en cara su conversión, le dijo esta pulla: 

- Yo, caballero, quiero vivir y morir en la religión de mis padres. 

- Pues yo, señora, quiero vivir y morir en la de mis abuelos -le respondió el caballero con mucho acierto, pues quiso decirla que el protestantismo era una cosa nueva, mientras que el Catolicismo era tan antiguo como el nombre de cristiano. 

Lo mismo quiso dar a entender aquel Obispo que, hallándose desterrado en Inglaterra, oyó a un protestante que le decía: 

- Comprendo la pena que tendrá usted, si muere en Inglaterra, al pensar que sus huesos quedarán sepultados entre protestantes. 

- No, señor -le respondió el obispo- no será así, porque encargaré en mi testamento que me hagan una sepultura bien honda. 

Por último, aquí es ocasión de contarte la razón que tuvo para convertirse al Catolicismo el rey de Francia Enrique IV, que era protestante. Llamó a su corte una junta de doctores católicos y de ministros protestantes para consultarles. Cada cual de ellos tenía el interés que es natural en que el rey se decidiera a favor de su religión, y disputaban largamente, sin que el ánimo del monarca se hubiera todavía decidido, hasta que tomando éste, en fin, una resolución, preguntó a los protestantes si podría salvarse haciéndose católico. Le respondieron que sí, pero que se salvaría más fácilmente si continuaba siendo protestante. Preguntó enseguida a los católicos, y estos le respondieron que, habiendo una vez conocido ya, como conocía, la Iglesia Católica, estaba obligado a entrar en ella, y que de no hacerlo así, y de continuar siendo protestante, se condenaría sin remedio.

El rey, que era un hombre de buen sentido, pensó entonces: 

- Los protestantes dicen que puedo salvarme con los católicos, los católicos, en cambio, dicen que si me quedo con los protestantes me condeno; pues me atengo a lo más seguro, y me voy con los católicos. 

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