lunes, 31 de octubre de 2022

Y AHORA... EL “CURA FISICOCULTURISTA”

El “padre” Giuseppe Fusari nació en 1966, se ordenó en 1991 y desde 2019 es presbítero colaborador en la parroquia de Volta Bresciana, diócesis de Brescia (Italia)


Fusari también enseña Historia del Arte Italiano en la Universidad Católica del Sagrado Corazón de Brescia y es director del Museo Diocesano.

También está presente en Instagram bajo el nombre de @FiT.priest. El sitio web MessaInLatino descubrió que es campeón de fisicoculturismo con dos medallas de oro en el Campeonato Nacional 2021.

“Un sacerdote que alimenta la mente con el estudio y la historia del arte y forja el cuerpo con la gimnasia y el culturismo, buscando un equilibrio tal vez posible”, escribe Fusari.

Si hubiera celebrado la Santa Misa y defendido la doctrina católica, habría sido destituido hace tiempo.






LOS SACRAMENTOS A RECIBIR PARA PREPARARSE PARA LA MUERTE

De los Escritos del Padre François Xavier Schouppe (1823-1904).


Como un buen medio de satisfacción en este mundo, notamos el uso de los sacramentos, y sobre todo la santa recepción de ellos al acercarse la muerte. El divino Maestro nos advierte en el Evangelio que nos preparemos bien para la muerte, para que sea preciosa a sus ojos y coronación digna de la vida cristiana. Él desea que partamos de este mundo completamente purificados, y que al presentarnos ante Dios seamos hallados dignos de ser admitidos inmediatamente entre los elegidos. Por eso, de manera ordinaria, nos concede los sufrimientos de una enfermedad antes de morir, y por eso instituyó los sacramentos, para ayudarnos a santificar estos sufrimientos y prepararnos perfectamente para comparecer ante su presencia.

Hay tres sacramentos que se deben recibir en tiempo de enfermedad: la confesión, que se puede hacer cuando se quiera; el santo Viático, y la Extremaunción, que se puede recibir cuando hay peligro de muerte. Esta circunstancia de peligro de muerte debe extenderse ampliamente y con apreciación moral. No es necesario que exista un peligro inminente de muerte o que se pierda toda esperanza de recuperación: basta que sea probable y prudentemente asumida, aun cuando no exista otra enfermedad que la vejez.

Los efectos de los sacramentos bien recibidos corresponden a todas las necesidades, a todos los deseos legítimos de los enfermos. Estos divinos remedios purifican el alma de sus pecados y aumentan su tesoro de gracia santificante; fortalecen al enfermo y lo ayudan a soportar los males con paciencia, a vencer los ataques del demonio en el último momento y a sacrificar generosamente su propia vida. Además de los efectos que producen en el alma, los Sacramentos ejercen la influencia más saludable en el cuerpo. La extremaunción [...] alivia al enfermo y suaviza sus dolores, más aún, lo sana, si Dios lo juzga conveniente para su salud.

Por eso los Sacramentos son una ayuda inmensa para los fieles, un beneficio inestimable. El demonio busca, pues, que no sean recibidos, o que sean recibidos demasiado tarde o mal. ¡Cuántas almas por no haber recibido prontamente los Sacramentos caen al infierno, o por lo menos en medio de los abismos más profundos del Purgatorio!

Para evitar tanta desgracia, la primera cura del cristiano, en caso de enfermedad, debe ser pensar en los sacramentos y recibirlos lo antes posible, estando todavía en posesión de sus facultades. Invitamos a esto por las siguientes razones: 

1° al recibir prontamente los Sacramentos, teniendo el enfermo todavía fuerzas para prepararlos bien, recoger todo el fruto; 

2 ° necesita ser equipado cuanto antes con estas ayudas divinas para soportar los dolores, vencer las tentaciones y santificar el tiempo precioso de la enfermedad; 

3° es sólo recibiendo temprano el santo óleo, que uno puede recibir sus efectos para la curación corporal.

Porque aquí es necesario señalar un punto capital: el remedio sacramental del santo óleo produce su efecto sobre la enfermedad, a la manera de los remedios materiales. Parecido a una excelente medicina, favorece a la naturaleza, en la que todavía supone un cierto vigor, de modo que el óleo santo no puede ejercer su virtud medicinal cuando la naturaleza está demasiado débil y la vida casi extinguida. Por eso mueren muchos enfermos, porque difieren en extremo el recibir este sacramento, mientras que no es raro ver sanados a los que se apresuran a pedirlo.

Alfonso habla de un enfermo que no recibió la extremaunción hasta muy tarde, e inmediatamente después murió. Ahora bien, Dios, dice el Santo Doctor, por revelación le hizo saber que si hubiera recibido antes aquel sacramento, habría recobrado la salud.

Sin embargo, el efecto más precioso de los últimos Sacramentos es que obran sobre el alma, purificándola de las reliquias del pecado y quitando o al menos reduciendo sus deudas de pena temporal, fortaleciéndola para llevar santamente los sufrimientos, llenándola con confianza en Dios y ayudándole a aceptar la muerte de manos divinas en unión con la de Jesucristo.


[Extracto de “Il dogma del Purgatorio”, del Padre Francesco Saverio Schouppe, traducción de Don Antonio Buzzetti, Tipografía y librería artesanal San Giuseppe degli, Imprimatur: Taurini, die 7 Aprilis, 1932, Can. Franciscus Paleari, Provic. general].


Cordialiter

BERGOGLIO ESCRIBE UNA CARTA A UN TRANSEXUAL VALIDANDO EL SEXO ELEGIDO

El transexual italiano Alessia Nobile, que ha visitado en varias ocasiones a Bergoglio, mostró a la prensa una carta de puño y letra que le envió Francisco llamándole “querida hermana”.

Por Carlos Esteban


“Querida hermana, muchas gracias por tu correo electrónico”, escribe Francisco al transexual Alessia Nobile, en una carta mostrada a la prensa por el propio sujeto. 
“Me conmovió. Estoy de acuerdo contigo en el problema de los prejuicios. ¡Duele tanto! A los ojos de Dios todos somos sus hijos, ¡y eso es lo que cuenta! Tenemos un Padre que nos ama, que está cerca con compasión y ternura. A todos, nadie excluido. Este es precisamente el estilo de Dios: cercanía, compasión, ternura. Rezo por ti, hazlo por mí. Que el Señor os bendiga y la Virgen os guarde. Fraternalmente, Francisco”.
Alessia Nobile, activista transexual italiano y autor de ‘El niño invisible’, junto con otros cinco transexuales, se reunió el pasado junio con el papa en audiencia privada a petición del propio Bergoglio, y ha contado el encuentro al portal italiano de noticias Fanpage.

Fue Sor Genevie, una monja que vive en un parque de atracciones cerca de Roma, quien propuso la reunión a Bergoglio. “Tráelos a todos”, fue la respuesta de Francisco.

“Nos reunimos en el Vaticano junto con la monja y un sacerdote, que forma parte del grupo cristiano lgbt + Nazionale TRANSizioni. El papa nos recibió individualmente y yo fui ‘la primera’. Llevarle mi libro fue un sueño hecho realidad”, confiesa Nobile.

“No quiso que me arrodillara, me dio la mano y cuando me presenté como ‘una chica transgénero’ me respondió que no le importaba quién era yo , que tenemos un único Padre, como si quieres decirme que eres una hermana”.

Alessia le entregó su libro a Bergoglio, quien “lo tomó y me dijo, tenías razón, tenías razón al escribir tu historia. Entonces me recomendó ser siempre ‘yo misma’, pero no envolverme en prejuicios contra la Iglesia”.

El reconocimiento por parte de Bergoglio de que el género que corresponde a Nobile no es el que Dios le dio, sino el que ha elegido, lo que hace en el propio saludo inicial, nos lleva a preguntarnos si también tendremos que revisar el Génesis y adaptar las palabras: “Hombre y mujer Dios los creó”.

Es difícil luchar en la guerra cultural contra este feroz enemigo que es la ideología de género cuando el propio “Vicario de Cristo” cede a sus demandas.


La carta que Bergoglio envió en respuesta a Alessia Nobile


InfoVaticana


domingo, 30 de octubre de 2022

AUMENTA EL ODIO ANTICATÓLICO EN CANADÁ

Un informe de la agencia canadiense de estadísticas revela el aumento de actos anticatólicos en el año 2021. Los actos incluyen incendios provocados, depravaciones de iglesias y amenazas a los católicos.


Un informe de la agencia de estadísticas del gobierno canadiense reveló cifras alarmantes sobre el aumento de los actos de odio contra los católicos en el país.

El informe muestra que los actos contra la religión católica han aumentado un 260% en un año. El estudio comparó el año 2020 con el año 2021.

En 2020 se registraron 43 actos contra la religión católica. En 2021 se contabilizaron 155. Entre los actos considerados anticatólicos se encuentran: la quema parcial o total de iglesias, capillas y oratorios; vandalismo y profanación; amenazas contra clérigos y fieles.

La intensificación de los actos contra la Iglesia aumentó tras la polémica suscitada por las supuestas tumbas encontradas en las pensiones regentadas por la Iglesia Católica en Canadá.


Silencio sobre el número de ataques

El informe se realizó en agosto pasado. Sin embargo, las comunidades cristianas denuncian una omisión por parte de los medios de comunicación y del propio gobierno respecto al importante número de ataques.

Madeleine Enzlbelger, directora del Observatorio de Intolerancia y Discriminación hacia los cristianos en Europa, considera los datos canadienses como la tendencia de un fenómeno global.


GaudiumPress


EL “MATRIMONIO” HOMOSEXUAL YA ES LEGAL EN TODO MÉXICO

El “matrimonio” homosexual ya es legal en todo México después de que Tamaulipas se convirtiera en el último estado en aprobar esta medida en el país.


Los legisladores de estado fronterizo participaron en una votación que contó con los cantos y gritos de los grupos a favor y en contra de esta reforma del Código Constitucional.

La aprobación del “matrimonio” entre homosexuales comenzó en el país en 2010, siendo Ciudad de México el primer estado que acepto esta ley. Este año, siete estados aprobaron esta medida, tres de ellos en las últimas dos semanas. Denisse Mercado Palacio, activista de los derechos lgbt, admite que aunque Tamaulipas sea el último en aprobar esta normativa, “sigue siendo una buena noticia”.

Denisse Mercado Palacio

“Por fin estamos celebrando el amor, nuestros derechos, por fin estamos en el lado correcto de la historia, dijo Denisse Mercado Palacio, activista pro-sodomitas en Tamaulipas.

El dictamen del Congreso local declaró fue avalado con 23 votos a favor, 12 en contra y una abstención. Con esto, México pasa a la lista de países de Latinoamérica que aprueba el “matrimonio” homosexual como: Argentina, Brasil, Colombia, Costa Rica, Ecuador, Cuba y Uruguay;



MARÍA BERENICE DUQUE, FUNDADORA DE 3 CONGREGACIONES, ES BEATIFICADA

El sábado 29 de octubre fue beatificada la madre María Berenice Duque Hencker, durante una ceremonia presidida por el Cardenal Marcello Semeraro, Prefecto del Dicasterio para la Causa de los Santos.


La madre María Berenice Duque Hencker fue una religiosa colombiana que fundó distintas congregaciones religiosas, por lo que es sumamente querida y apreciada. Una de sus fundaciones fue la Congregación de las Hermanas de la Anunciación.

El día 29 de octubre, fue beatificada durante una ceremonia presidida por el cardenal Marcello Semeraro, Prefecto del Dicasterio para la Causa de los Santos y concelebrada por el arzobispo de Medellín, monseñor Ricardo Tobón Restrepo.

Durante la celebración se encontraron presentes “miles de personas”, pues fue realmente un “hecho histórico que se vivió por primera vez en el país”.

El cardenal Semeraro habló sobre la vida de la madre María Berenice durante su homilía, destacando la “humildad” como su principal virtud.

“En esto, la Madre María Berenice, hoy beatificada, siempre tuvo como modelo a la Virgen María de la Anunciación, a quien dedicó la primera de las tres fundaciones religiosas: las Hermanas de la Anunciación. Ella misma vivía su vida cotidiana en la esencialidad, considerándose un ‘gusanito’, ‘basura’, ‘nada’ ”, dijo Semeraro.

La fundadora trabajó “día tras día, con dificultad, con sufrimiento, superando muchas pruebas”, en busca de responder a Dios, a pesar de atravesar diferentes contrastes y malentendidos. Sin embargo, afirma el cardenal, siempre la motivó el “buen ejemplo” de la Virgen María.

Otra de sus principales virtudes fue la caridad, pues dedicó gran parte de su vida ayudando a todo tipo de personas necesitadas y, con el fin de que puedan ser evangelizadas fundó una familia religiosa.

El cardenal Semeraro comentó que la madre María Berenice “tenía, en particular, amor por los niños más pobres, a los que consideraba los favoritos del Señor”.

También fue leída la carta apostólica en la que el papa Francisco declara su beatificación y fueron veneradas sus reliquias en el altar.


La beata M. María Berenice Duque

Nació en Salamina (Caldas) el 14 de agosto de 1898. Sintiéndose llamada a la vida religiosa ingresó a la Congregación de las Hermanas Dominicas de la Presentación, el 20 de diciembre de 1917, donde permaneció por 33 años.

Su trabajo y solicitud por las personas más pobres y marginadas de la sociedad y su decisión de entregarse totalmente a Dios la condujeron a fundar el 14 de mayo de 1943, la Congregación de las Hermanitas de la Anunciación, esto con el apoyo de Mons. Joaquín García Benítez, entonces Arzobispo de Medellín. Más adelante, en 1957, fundó las Misioneras de Jesús y María y, en 1965, emprendió el proyecto de los Misioneros de la Anunciación.

Su constante preocupación fue la de ayudar a los excluidos de la sociedad y de anunciar a todos el Evangelio. A través de su vida se esforzó en identificarse con Cristo, haciendo siempre en medio de muchas pruebas la voluntad de Dios.

La madre Berenice Duque Hencker hizo toda su obra pastoral en la Arquidiócesis de Medellín, y en vida, tuvo la oportunidad de conversar y escribir algunas cartas a santa Laura Montoya.

Promovió el amor al Corazón Eucarístico de Jesús y María en el Misterio de la Anunciación. Fomentó la evangelización y la promoción social de niños y jóvenes, a partir de la familia, lo que ha llevado a su congregación a fundar guarderías, preescolares, escuelas, colegios, misiones y movimientos laicales en pequeñas ciudades, barrios marginales y sectores rurales.

En una época en que las diferencias de clase y raza eran socialmente muy pronunciadas, ella insistía en servir a todos sin distinción de razas, ni condición social y en acoger vocaciones llegadas de muy distintos ambientes, como ha señalado la hermana Enith María, actual superiora de la comunidad de las Hermanitas de La Anunciación: “la madre defendió heroicamente la evangelización con la población que era mirada de reojo en la Medellín de la época, es decir, con hijos de hogares disfuncionales, trabajadoras de la clase textil, personas de raza negra y familias en extrema condición de pobreza”.

La madre Berenice, quien es conocida como la “Madre de la Caridad y la Alegría” recibirá esta beatificación, entre otras, gracias al milagro comprobado sobre el joven Sebastián Vásquez, recientemente fallecido, quien desde muy niño sufrió una enfermedad neurológica rara de la cual, gracias a la oración a la madre Berenice y por su intercesión, se curó milagrosamente en abril de 2004, dejando a un lado la silla de ruedas y la alimentación a través de una sonda que le había acompañado gran parte de su infancia.

Tras padecer una penosa enfermedad durante 13 años, la madre Berenice Duque falleció con 95 años el 25 de julio de 1993. El proceso de Canonización se inició el 23 de mayo de 2002 en la Curia Arquidiocesana de Medellín.


Infocatolica

sábado, 29 de octubre de 2022

MADRES DE HOMBRES

Ayudar a nuestros hijos a descubrir la naturaleza del sexo que les ha sido dado por Dios debe comenzar bastante pronto, especialmente en un mundo que usurpará nuestras funciones parentales y doblegará las identidades de nuestros hijos hasta el punto de romperlas

Por Mary Cuff


Hay una historia sobre el más grande de todos los héroes, Aquiles. Su madre, Tetis, aterrorizada de que su hijo encontrara una muerte temprana en Troya, le obligó a esconderse, disfrazado de mujer entre la multitud de hijas del rey Licomedes de Skyros. El astuto Odiseo, encargado de reunir héroes para la guerra, trajo un baúl de regalos para las princesas, con una espada escondida en el montón de vestidos y joyas. Mientras las verdaderas princesas se deleitaban con el contenido del baúl, la falsa princesa se quedó a medias hasta que el brillo del frío acero llamó su atención. Saltando hacia delante, Aquiles agarró la espada y rugió: "¡Y esto, esto es para mí!".

* * * *

El otro día me acordé de este oscuro cuento mientras veía a mi hijo de dos años rebuscar entre los montones de ropa rosa de sus hermanas esparcidos por el suelo del cuarto de juegos. Buscaba su pistola de gorras. A los dos años, su masculinidad apenas empieza a despuntar. Durante un breve momento, todos los bebés son básicamente iguales: pequeñas bolas sonrientes de grasa y saliva que miran con asombro el mundo que les rodea. A los dos años, sin embargo, la mayoría de las niñas desean vestidos de princesa, mientras que la mayoría de los niños buscan sus espadas.

Reconozco que estoy un poco verde en esto de ser madre: Todavía no he navegado por las agitadas aguas de la pubertad y la búsqueda adolescente de la propia identidad. Pero ayudar a nuestros hijos a descubrir la naturaleza del sexo que les ha sido dado por Dios debe comenzar bastante pronto, especialmente en un mundo que usurpará nuestras funciones parentales y doblegará las identidades de nuestros hijos hasta el punto de romperlas. Sin embargo, no basta con inculcar la verdad de que los niños son niños y las niñas son niñas. La era moderna ha confundido por completo la forma en que se educa a los niños y a las niñas, e incluso los conservadores debemos reevaluar nuestras suposiciones si queremos crear adultos que no sólo caigan en las tormentas, sino que prosperen.

Uno de los puntos clave en los que la modernidad se equivocó fue en su creencia de que la educación es una actividad neutral en cuanto al sexo. Toda la educación debe dirigirse a un fin: y los niños y las niñas no florecen realmente cuando se tragan la idea de que, como adultos, pueden llevar vidas satisfactorias en busca de los mismos fines sociales y financieros exactos. Atrás quedaron los días en los que las chicas tenían cursos de economía doméstica mientras los chicos asistían a clases de taller. De hecho, a medida que la educación se ha vuelto más "inclusiva" y "equitativa", se ha vuelto menos útil. El resultado ha sido que los millennials (nombre que se usa para categorizar a los nacidos entre 1981 y 1996) y los zoomers  (personas nacidas a fines de la década de 1990 o principios de la de 2000) a menudo tienen dificultades para "hacerse adultos", junto con su incapacidad para sentirse cómodos con la propia naturaleza de su sexo.

Así, la educación moderna preparó a los niños para el superficial juego de "elige tu propia identidad" de hoy: las feministas envidiosas de los hombres de los siglos XIX y XX contribuyeron a embotar nuestra comprensión de la naturaleza de los sexos. Sólo una vez que nos adormecemos ante la división fundamental entre lo masculino y lo femenino comenzamos a abrazar la idea de que "los que tienen pene" y "las personas que menstrúan", pueden ser hombres o mujeres en función de su elección de ropa y de la longitud del pelo, o simplemente de una selección de pronombres en el perfil de Twitter.

El objetivo de la educación moderna es producir lo que la escuela primaria cercana a la casa de mi infancia llamaba con orgullo "futuros productores", básicamente engranajes de una sociedad mecanizada en la que es beneficioso reducir la naturaleza humana del sexo a una mera moda. Cuando se educa a los productores, se quiere que todos tengan esencialmente la misma forma y el mismo tamaño, para que puedan encajar fácilmente, como clavijas, en ranuras prefabricadas. El sexo, en este escenario, es sólo la pintura gratuita de cada clavija. Y este es el éxito de la modernidad: deshacernos de nuestra masculinidad y nuestra feminidad al servicio de un Estado inhumano que -como han demostrado sobradamente los dos últimos años- no se preocupa por nosotros.

Pero yo no quiero que mi pequeño Aquiles encaje. No quiero esconderlo de las guerras, porque eso sería negarle su destino divino de convertirse en hombre. Sin embargo, para las madres, a veces es difícil afrontar la realidad de que nuestros hijos pequeños descubran la masculinidad. Las niñas pequeñas, al descubrir que son mujercitas, se inclinan a abrazar una identidad compartida con sus madres; los niños pequeños se resisten, buscando una diferencia que sienten instintivamente.

No me malinterpreten: esto no significa que las niñas se lleven bien con sus madres por necesidad y los niños no. Pero lo que sí significa es que madres e hijas se encuentran en un camino común: al ayudar a mis dos pequeñas princesas a florecer como mujeres, puedo tanto confiar en mi propia experiencia como mujer como contemplar las áreas en las que yo también debo crecer para abrazar plenamente el diseño divino de mi identidad femenina.

Por el contrario, para ayudar a mis hijos a convertirse en hombres -y no en simples pantomimas de hombres modernos y socialmente castrados- tengo que luchar contra la tentación de ceder a mis miedos del modo en que Tetis cedió a los suyos. Tengo que endurecerme para ser más como la madre espartana que famosamente envió a su joven hijo a la guerra con el escudo de su padre y la advertencia de que volviera "con este escudo o sobre él". La diferencia entre esas dos madres es que una de ellas no respetaba realmente la naturaleza masculina de su hijo, mientras que la otra la respetaba tanto que podía vencer su deseo de control.

Por supuesto, mi marido, como hombre, es el principal maestro de mis hijos en cuanto a lo que significa ser un hombre. Pero las madres tienen dos tareas importantes en la crianza de los hombres. En primer lugar, debemos evitar el impulso de asfixiar, de controlar una naturaleza tremendamente diferente a la nuestra. En segundo lugar, debemos mantener a nuestros hijos, de forma coherente y cariñosa, en una norma masculina que es ajena a nuestra propia norma femenina. (Para que conste, masculino no significa mejor, ni tampoco femenino. Tampoco tiene mucho que ver con sus habilidades matemáticas).

Muchos hombres jóvenes expresan su frustración por el hecho de que la sociedad se ha feminizado y que los sanos impulsos masculinos han sido coartados. Una vez más, gran parte de esto encuentra su origen en la educación moderna, que prácticamente ha eliminado todos los aspectos de la virtud masculina tradicional (y el espacio masculino) en pos de la conformidad y la igualdad. No en vano, los educadores modernos (normalmente mujeres), hartos de la incapacidad de los niños para permanecer sentados durante horas, les han diagnosticado un "trastorno por déficit de atención" que duplica al de las niñas.

Los hombres y los niños pueden ser organizados y pueden concentrarse absolutamente. Después de todo, ellos inventaron los ejercicios militares. Pero esto se logró reconociendo y apelando a la naturaleza masculina, en lugar de exigir que se dejara de lado en busca de un sistema neutro de sexos, de talla única. Por lo tanto, al educar a los niños, debemos buscar aquello que armonice y refuerce su sentido de la masculinidad en lugar de amortiguarlo.

Lo mismo ocurre con las niñas. Si enseñamos a las niñas a deleitarse en su impulso temprano hacia la belleza y la deseabilidad, a cultivar el incipiente deseo de crear y criar, moldearemos niñas que estén orgullosas de ser mujeres, ni envidiosas de los hombres ni neutrales perdidas que intenten cubrir su desnudez sin sexo con las últimas rarezas.

Esto no quiere decir que debamos criar a los niños y a las niñas con una fórmula repetida, lo cual es tan destructivo como criarlos como grises y neutrales en cuanto al sexo. El hombre premoderno tenía un sentido más sano de lo que era masculino y femenino y no llamaba marimacho a la cazadora ni mariquita al sastre. Las mujeres pioneras cortaban troncos y azadaban los campos de sus casas con sus bebés cargados en la espalda. Los hombres viriles han compuesto música que hace llorar al escucharla. El progresismo moderno nos quiere hacer creer que esto se debe a que el sentido del sexo en el pasado era "más fluido". En realidad, se debe a que la concepción del sexo de nuestros antepasados era más sólida que la nuestra.

Por ello, las madres y los padres premodernos centraban la educación de sus hijos en torno a su naturaleza del sexo y a menudo celebraban la consecución de la hombría o la feminidad de sus hijos e hijas con ritos de iniciación que prácticamente han desaparecido de la sociedad moderna, sustituidos por cursis ceremonias de graduación neutras y monótonas hasta la médula. Para resolver el problema, no podemos simplemente volver a la educación antigua: toda buena educación surge de las necesidades de su propio momento cultural. Pero deberíamos volver a hacer hincapié en las necesidades y la naturaleza del sexo de nuestros hijos al elaborar su educación. Al fin y al cabo, no nos interesan los productores. Buscamos héroes para la guerra.


TRADICIÓN: CÓMO NOS MANTIENE VIVOS Y BIEN

No cabe duda de que la humanidad se ha beneficiado de muchos avances que la modernidad ha traído al mundo. Sin embargo, junto con estos beneficios, la modernidad también ha causado sufrimiento, destrucción y pérdida de vidas.

Por Vincent Gorre


Estos factores negativos están alcanzando ahora proporciones de crisis y polarizando a las naciones en la búsqueda de soluciones.

Como resultado de esta crisis, hay una guerra en curso. Es una guerra de valores, y puede caracterizarse como una guerra entre tradicionalistas y modernistas.

Los tradicionalistas son personas que respetan profundamente los valores culturales y religiosos de larga data. Para ellos, estos valores son anclas que proporcionan orden y estabilidad a la sociedad. Los modernistas, en cambio, son los que abrazan las nuevas ideas, estilos y tendencias. Para ellos, los valores tradicionales son cadenas que restringen la libertad individual, la autonomía y la búsqueda de la felicidad.

Toda cultura se compone de códigos de conducta, vestimenta, lenguaje, rituales y normas de comportamiento. Éstas implican leyes, moralidad y creencias religiosas.

En estos ámbitos, la modernidad y la tradición ejercen cada una su influencia, a menudo combatiendo en el interior de las almas y alterando la forma de pensar, sentir y actuar de las personas.

La tradición y la religión son inseparables en esta lucha, ya que Dios está implicado en la historia. Así, podemos decir que la antitradición es también antireligión. Como cristianos, defendemos la tradición porque es uno de los pilares de la civilización cristiana, la más perfecta.

Frente a los problemas del mundo, debemos preguntarnos si el enfoque modernista funcionará para resolver los problemas que enfrentamos. Tenemos que ver el papel de la Tradición como refugio cuando la modernidad nos aleja de nuestros valores.

De hecho, las lecciones de la historia demuestran que abandonar la Tradición tiene consecuencias desastrosas. La Tradición desempeña un papel importante y decisivo en la mejora de la vida de las personas, porque el pasado tiene una poderosa influencia sobre el presente y actúa como guía para el futuro.

En este artículo veremos cómo la modernidad y la Tradición afectan a la vida de las personas. Veremos cómo funcionan en la práctica y los resultados que pueden obtener cuando la sociedad está influenciada por una u otra. Y veremos qué significa el verdadero progreso en contraposición a un progreso revolucionario y desequilibrado.


El origen de la modernidad

La modernidad (que comienza a finales del siglo XV y principios del XVI) introdujo la idea de que el objetivo de la sociedad es una visión utópica de la vida. Rechaza los principios religiosos y morales como guía y confía en la ciencia y la tecnología para todo. La modernidad introdujo la noción del individuo autónomo orientado a la autorrealización que es más importante que la familia y sustituye a ésta como célula básica de la sociedad.


Como resultado, el hombre moderno es autónomo en sus creencias y está desvinculado de las lecciones de la historia, los precedentes y la comunidad. Crea su propia identidad en lugar de ser definido por su familia o su tradición. Educado por los teóricos modernos, considera que el mundo “sólo está formado por objetos físicos en el tiempo y el espacio, que interactúan mecánicamente como causas y efectos según leyes que pueden formularse matemáticamente” (1).

En otras palabras, cree en un mundo sin Dios, formado por cosas sin causas finales, orden moral o significado. La influencia del individualismo puede verse hoy en día en nuestra cultura, política, religión, ciencia, arte y tecnología.

El historiador Jacques Barzun situó el inicio de la era moderna en la revuelta protestante de Martín Lutero en 1517. Barzun señaló que la era moderna está marcada por las cuatro grandes revoluciones - “la religiosa, la monárquica, la liberal y la social, separadas aproximadamente por cien años- cuyos objetivos y pasiones siguen gobernando nuestras mentes y comportamientos” (2).

El líder católico brasileño y fundador del movimiento Tradición, Familia y Propiedad (TFP), el profesor Plinio Corrêa de Oliveira, profundiza aún más en su análisis del mundo moderno. Escribe que “las múltiples crisis que sacuden el mundo actual -la del Estado, la de la familia, la de la economía, la de la cultura, etc.- no son más que múltiples aspectos de una única crisis fundamental cuyo campo de acción es el propio hombre. En otras palabras, estas crisis tienen su raíz en los problemas más profundos del alma, desde donde se extienden a toda la personalidad del hombre actual y a todas sus actividades” (3).


Los fallos de la modernidad

En el espíritu y en la práctica, los defectos de la modernidad son numerosos. Aunque muchos de sus logros han mejorado la vida de las personas, su impacto negativo en la sociedad ha aumentado con el paso de los años. Esto puede verse especialmente en la decadencia de la moral tradicional, el impacto social de la globalización, la implosión de las poblaciones y los excesos de la revolución sexual.


Según los datos federales sobre delincuencia, el número de delitos violentos ha aumentado casi un cincuenta por ciento en los últimos diez años (4). El suicidio es un importante problema de salud pública nacional. La tasa de suicidios aumenta cada día.

Trágicamente, la familia tradicional está en rápido declive. Según el Centro de Investigación Pew, la familia estadounidense (y esta tendencia se observa también en el resto del mundo), está cambiando de muchas maneras: la cohabitación está en aumento, más adultos están retrasando o renunciando al matrimonio, una proporción creciente de niños viven con un padre no casado, y el “matrimonio” del mismo sexo es legal en los cincuenta estados (5).

Estas estadísticas dibujan un panorama desolador de nuestro mundo moderno. No es de extrañar que a la gente le cueste adaptarse a la evolución de la tecnología, las normas y comportamientos sociales y los valores modernistas. No hay anclas que proporcionen estabilidad.


“Por sus frutos los conoceréis”

Las estadísticas demuestran que puede ser peligroso vivir en una ciudad moderna densamente poblada. Cuando la moralidad se quiebra en la sociedad, las ciudades se convierten en plataformas desde las que el mayor número de personas se expone a mayores oportunidades de cometer delitos. Hay más tiendas para robar y más lugares para atacar a una víctima desprevenida. Además, esta decadencia moral conduce a peores condiciones de vida y al deterioro de la salud, tanto física como emocional.

La ciudad tradicional favorece la proporción, la armonía y la moral. Existe una relación entre los habitantes y el campo. La gente nunca se aleja completamente de su acceso a los campos, valles, ríos y montañas, donde la tranquilidad y la forma normal y equilibrada de vivir en el campo siguen impregnando la vida de la pequeña ciudad. Esta condición da lugar a un modo de vida más agradable, tranquilo y estable.

Con el control de la población, la inmoralidad sexual y los “matrimonios” entre personas del mismo sexo ampliamente practicados hoy en día, muchos países están experimentando tasas de crecimiento negativas. Desde el punto de vista moral e incluso económico, esta tendencia supone un desastre para cualquier país. La disminución de la población puede provocar escasez de mano de obra, menores ingresos fiscales, mayor deuda per cápita y un menor crecimiento del PIB (6), así como, lógicamente, la eventual extinción.


Además, la estructura familiar y el bienestar económico también están estrechamente relacionados. Una familia tradicional, intacta y casada, supera a todas las demás estructuras de pareja sexual. En consecuencia, la economía prospera con las familias intactas y se tambalea con las familias rotas.

Las familias tradicionales intactas disfrutan, por término medio, de mayores ingresos, mayor patrimonio neto y mayor crecimiento del patrimonio neto de un año a otro. Una encuesta también reveló que el noventa y siete por ciento de los milenials que van “tras el éxito” -reciben al menos un título de secundaria, trabajan, se casan y tienen hijos- nunca experimentan la pobreza en sus años de jóvenes adultos (28-34 años). Las parejas casadas también crean el mejor entorno económico para los hijos. Sus hijos experimentan más movilidad económica y menos pobreza en la infancia y tienen más probabilidades de obtener mayores ingresos y trabajar más horas en la edad adulta que los criados en estructuras familiares alternativas.

El matrimonio también es esencial a nivel macroeconómico. Los ciudadanos casados gastan más dinero que los que conviven, los divorciados, los solteros y los que nunca se han casado (7). Según el análisis de Pew de los datos del IRS, las parejas casadas pagan aproximadamente tres cuartas partes de los impuestos sobre la renta de la nación, a pesar del descenso del matrimonio (8).

De hecho, la institución de la familia tradicional es crucial para la supervivencia y el éxito de la sociedad y del Estado, que vive de su vitalidad. La familia tradicional, compuesta por el marido, la mujer y los hijos, es la célula básica de la sociedad desde la que se inculcan, practican y transmiten de generación en generación los buenos valores cristianos tradicionales.

Los pueblos, las ciudades, las regiones y los estados nacen de familias numerosas, patriarcales y jerarquizadas. Su estabilidad, su progreso y su propia supervivencia dependen de una vida familiar robusta, guiada e infundida por sólidos principios religiosos que puedan afrontar con éxito los problemas de la vida. En palabras del Papa Pío XII, “de la vida exuberante de un verdadero pueblo, se difunde una vida rica y abundante en el Estado y en todos sus órganos, infundiéndoles un vigor siempre renovado, la conciencia de su propia responsabilidad y un verdadero sentido del bien común” (9).


El verdadero progreso

La idea de la Tradición es a menudo malinterpretada. Cuando los progresistas y los modernistas la califican de vieja, anticuada o anclada en el pasado, no entienden que el verdadero progreso necesita de la Tradición. El profesor Plinio Corrêa de Oliveira escribe que “la tradición y el progreso se complementan tan armoniosamente que, al igual que la tradición sin el progreso sería una contradicción en los términos, el progreso sin la tradición sería una propuesta temeraria, un salto a la oscuridad” (10). No es avanzando hacia lo desconocido, sino volviendo a la tradición como se encontrarán soluciones a los problemas de la humanidad y se podrá restablecer el equilibrio de la sociedad.


Además, el fundador de la TFP afirma que “la tradición es algo muy diferente a un simple apego a un pasado desaparecido; es todo lo contrario a una reacción desconfiada de todo progreso saludable. La propia palabra es etimológicamente sinónimo de avance y de movimiento hacia delante; sinónimo, pero no idéntico. Mientras que, de hecho, el progreso sólo significa una marcha hacia adelante, paso a paso, en busca de un futuro incierto, la tradición también significa una marcha hacia adelante, pero también una marcha continua, un movimiento igualmente rápido y tranquilo, de acuerdo con las leyes de la vida” (11).


El silenciamiento de la tradición

Así pues, la Tradición es fundamental para nuestra supervivencia. Sin embargo, en la actualidad la tradición no sólo se ignora, sino que se ataca. Para el modernista, los valores e ideas tradicionales no cuentan como principios válidos. El odio a la Tradición se refleja en los medios de comunicación liberales y, en consecuencia, en la población en general, que los sigue ciegamente. El sociólogo Emile Durkheim teoriza que la sociedad sigue lo que hace la mayoría dominante.

El poder de los medios de comunicación para influir en las creencias, actitudes y comportamientos de la gente tiene un doble efecto. Un estudio de la Universidad de Harvard descubrió que los medios de comunicación influyen en el individuo de forma directa (privada) o indirecta (social). En el efecto privado, la información en los medios sobre las nuevas normas puede persuadir a los individuos a aceptarlas. En el efecto social, la información crea un conocimiento común de una norma y aumenta la coordinación social, ya que los individuos aceptan más fácilmente la información si creen que otros también la han aceptado.


Otra forma de suprimir la tradición es a través de la “propaganda por omisión”. Normalmente, la propaganda se crea mediante palabras o imágenes tangibles. Sin embargo, también puede producirse a través de la ausencia de tales estímulos. Los medios de comunicación modernos suelen presentar sólo su versión de la historia.

Hoy en día, la gente dice a veces que “los tiempos han cambiado” o que “estos son tiempos diferentes”. La implicación es que la gente debe aceptar o adaptarse al cambio. El historiador Jacques Barzun escribió que “cuando la gente acepta la futilidad y el absurdo como algo normal, la cultura es decadente”. La falsa noción del cambio por el cambio fue influenciada por las teorías de la evolución física de Charles Darwin. El antropólogo Lewis Henry Morgan aplicó los principios evolutivos a los fenómenos sociales y los denominó evolución social. Los sociólogos modernos aceptan esta teoría como científicamente válida. Así, los evolucionistas sociales creen que la transición de la Edad Media a la Edad Moderna ha sido una mejora continua y que el cambio era inevitable.

La sociedad cambia según los corazones, las mentes y las voluntades de sus habitantes. Hay leyes históricas que obligan al cambio. Si Martín Lutero no hubiera iniciado una revuelta en el siglo XVI, no habría habido una revolución protestante que dividiera la cristiandad. Si Marx y Engels no hubieran nacido, no habría habido una revolución comunista que mató a millones de personas en todo el mundo. La teoría de la evolución social es, pues, absurda.

En su libro sobre la Tradición, Josef Pieper citó a su colega filósofo alemán Gerhard Kruger, quien escribió que “la única razón por la que seguimos vivos es nuestra inconsistencia al no haber silenciado realmente toda la tradición” (12).


"El arte de vivir con sabiduría” en un mundo moderno

A los que sufren la crisis actual se les ofrecen muchas opciones para huir de los problemas. Desde la llamada “Opción Benedictina” hasta la vida fuera de la red, sueñan con poseer tierras, cultivar sus propios alimentos, generar su propia electricidad, vivir sin ninguna ayuda gubernamental y adquirir un nuevo sentido de independencia. Anhelan la paz, la tranquilidad, la soledad y un estilo de vida totalmente alternativo, donde se pueda vivir realmente lejos del caos del mundo moderno.

No hay nada malo en buscar una alternativa a la decadencia de hoy. Sin embargo, retirarse de los campos de batalla de la guerra cultural es huir de la lucha entre el bien y el mal. Nuestro Señor Jesucristo nos dijo: “Si alguno quiere venir en pos de mí, niéguese a sí mismo, tome su cruz y sígame” (13). Como verdaderos seguidores de Cristo, abrazar nuestras cruces y seguir con confianza la voluntad de Dios a través de su Santísima Madre es la verdadera alternativa.


La militancia cristiana no sólo implica luchar contra los nuestros, sino también oponerse a los enemigos de Dios y de su Iglesia. Dos pecados provocan hoy la ira de Dios más que otros pecados. Tienden a destruir la sociedad y el orden de Dios en el mundo: el asesinato voluntario (incluyendo el aborto) y la sodomía (homosexualidad). Combatir estos dos males significa comprometerse con la cultura actual.

Los retos de vivir en un mundo insano y caótico son a veces abrumadores, pero conocer y abrazar la auténtica tradición católica hace que la vida merezca la pena. En palabras del profesor Plinio Corrêa de Oliveira, “cuando la vulgaridad triunfante de un mundo cada vez más igualitario, el ritmo ruidoso, frenético y apresurado de la vida cotidiana y la inestabilidad que amenaza a todas las instituciones, a todos los derechos y a todas las situaciones provocan neurosis, angustia y estrés en millones de nuestros contemporáneos, entonces la tradición se les presenta como un elevado descanso para el alma, el buen sentido, la buena educación, el buen orden y, en una palabra, el arte de vivir con sabiduría” (14).


Defender la Tradición con la Virgen

La Madre de todas las madres, la Santísima Virgen María, nos conoce mejor que nuestras propias madres. Ella se preocupa y por eso advierte. Ella mostró a la humanidad el camino para afrontar la crisis actual. No podemos ignorar sus mensajes, especialmente el de Fátima. Lo que dijo allí en 1917 es tan relevante hoy como entonces, si no más.

La Tradición que defendemos proviene de su Divino Hijo, que nos dio personalmente unos principios que son eternos y que sirven de base para una sociedad cristiana orgánica. Él dijo: “El cielo y la tierra pasarán, pero mis palabras no pasarán” (15). Son principios que deben regir la vida de todos los cristianos, dondequiera y cuando quiera que vivan.

La modernidad está en quiebra espiritual, moral, intelectual y política. La fuerza de la Tradición es la clave para evitar la catástrofe. En sus principios y prácticas, la tradición nos mantendrá vivos y en buen estado en este mundo problemático.


Notas:

1) R.T. Allen, The Education of Autonomous Man.

2) Jacques Barzun, From Dawn to Decadence, 500 years of Western Cultural Life.

3) Plinio Corrêa de Oliveira, Revolution and Counter-Revolution.


9) Papa Pío XII, “Radio message of Christmas of 1944”

10) Plinio Corrêa de Oliveira, Commentaries on Devotion to Our Lady, p. 145.

11) Ibid., p.145.

12) Josef Pieper, Tradition: Concept and Claim.

13) Mat. 16:24.

LOS 60 AÑOS DEL CONCILIO VATICANO II: ¿HAY ALGÚN MOTIVO PARA CELEBRAR?

Cabe preguntarse si hay un verdadero motivo de celebración. Nuestro Señor dijo que un árbol se conoce por sus frutos: "Un árbol bueno no puede dar frutos malos, ni un árbol malo frutos buenos"

Por Luiz Sérgio Solimeo


Los medios de comunicación -y en particular los medios católicos- destacaron las conmemoraciones del 11 de octubre de la apertura del 60º aniversario del Concilio Vaticano II. Fotos ilustrativas muestran la masiva procesión de obispos entrando en la Basílica de San Pedro para el concilio ecuménico de la Iglesia Católica en 1962.

Sin embargo, cabe preguntarse si hay un verdadero motivo de celebración. Nuestro Señor dijo que un árbol se conoce por sus frutos: "Un árbol bueno no puede dar frutos malos, ni un árbol malo frutos buenos" (Mateo 7:18).

¿Cuáles son los frutos del Concilio?


Éxodo masivo de la Iglesia católica

La Iglesia ha sufrido un desgaste sin precedentes durante los sesenta años transcurridos desde el Vaticano II. Por ejemplo, en Brasil -que sigue siendo el mayor país católico del mundo- este fenómeno se tradujo en una pérdida de fervor y decadencia moral y, sobre todo, en una apostasía masiva de fieles. Estos abandonaron la Iglesia Católica, cayeron en el indiferentismo o se unieron a sectas "evangélicas" pentecostalistas.

El IBGE (Instituto Brasileño de Geografía y Estadística) informó que, según el censo de 2010, el número de católicos en Brasil descendió del 93,1% en 1960 (poco antes de que comenzara el Concilio) al 64,6% en 2010, cincuenta años después del evento.

En lugar de tener comunidades florecientes, durante la llamada "primavera de la Iglesia" -como se denominó al Concilio- la Iglesia en Brasil sufrió una caída del 28,5 %. Pérdidas similares de fieles ocurrieron prácticamente en todo el mundo.

Peor aún, no se ve ninguna tendencia a la recuperación de la Iglesia en Brasil. Mientras que el número de "evangélicos" ha aumentado una media del 0,8% anual desde 2010, el de los católicos ha disminuido un 1,2% anual en el mismo periodo (1).


Una crisis acentuada por el Concilio

La crisis de la Iglesia ya existía antes del Concilio y era motivo de preocupación para los católicos más celosos. Muchos esperaban que el Concilio tomara las medidas doctrinales y disciplinarias necesarias para frenar las causas de esta crisis. En cambio, prefirió abrazar las novedades y abandonar la Tradición.


Podemos ver la diferencia si comparamos el Concilio Vaticano II con el Concilio de Trento (1545-1563), que se convocó para hacer frente a la revuelta protestante. Trento reafirmó enérgicamente las verdades de la Fe y condenó los errores teológicos y los abusos del clero que favorecieron la revuelta de Lutero y otros pseudoreformistas. Esas medidas iniciaron el movimiento de la Contrarreforma, que reavivó el fervor católico en países como España, Italia y Francia. También recuperó regiones enteras de Europa que habían caído en la herejía. Este renacimiento permitió a los misioneros llevar la fe a América y Asia.


Tibieza y falta de vigilancia

¿Qué ha ocurrido, pues, para que nos encontremos donde estamos?

Brevemente, un clima de optimismo dominó Occidente después de la Segunda Guerra Mundial. Entre otros factores, el progreso de la industrialización y la tecnología contribuyeron a ello. El ambiente de "final feliz" difundido por las películas de Hollywood, junto con una moda cada vez más arriesgada, sobre todo para las mujeres, hizo que se perdiera la virtud del pudor.

Mientras tanto, las falsas filosofías y teologías no encontraron prácticamente ninguna resistencia para infiltrarse en seminarios y universidades.

Como consecuencia, el espíritu de penitencia y el celo por la fe, típicamente católicos, fueron desapareciendo y dieron paso al disfrute de la vida, a la pérdida del sentido del pecado y la conciencia del fin sobrenatural de la existencia humana.

En consecuencia, el fervor y el espíritu de vigilancia y militancia disminuyeron.

En 1943, Plinio Corrêa de Oliveira lanzó un libro titulado “En defensa de la acción católica” para denunciar el avance de las malas doctrinas y las tendencias peligrosas que proliferaban en el movimiento católico. Desgraciadamente, su llamada de atención no fue escuchada.


Aggiornamento: La "modernización" de la Iglesia Católica

Juan XIII convocó el Concilio y resumió su propósito en una palabra: aggiornamento, expresión italiana que se traduce como "actualización" o "modernización" de la Iglesia Católica.


Casiano Floristán y Juan José Tamayo escriben:

“Juan XXIII empleó el término aggiornamento para establecer el ‘carácter fundamentalmente pastoral’ del Vaticano II...

En los textos conciliares, la palabra aggiornamento se traduce con las palabras latinas accomodatio (acomodación), adaptatio (adaptación), renovatio (renovación), reformatio (reforma). Nunca se traduce como restauratio (restauración). Eso significa que el Concilio no es una vuelta al pasado. Actualizar es, por lo tanto, reformar e innovar siguiendo a Cristo”
(2).


El Concilio se abre bajo el signo del optimismo

El optimismo conduce rápidamente a una visión distorsionada de la realidad que evita considerar el mal y -desde un punto de vista religioso- los efectos del Pecado Original en nosotros, es decir, la tendencia al mal y al pecado (3).

Juan XXIII marcó el tono optimista del Concilio en el discurso de apertura de la gran asamblea, titulado Gaudete Mater Ecclesiae - “La Madre Iglesia se alegra” (11 de octubre de 1962).

Frente a los errores de los tiempos actuales, el papa Roncalli declaró en su discurso: “Siempre la Iglesia se opuso a estos errores. Frecuentemente los condenó con la mayor severidad. En nuestro tiempo, sin embargo, la Esposa de Cristo prefiere usar la medicina de la misericordia más que la de la severidad” (4).

En otras palabras, el Concilio no condenaría los errores de la época, sino que “dialogaría” con ellos, como veremos.

Hacemos bien en recordar que toda Europa del Este y parte de Asia y América (Cuba) estaban entonces bajo el yugo comunista. Sin embargo, el Concilio no hizo la más mínima mención a esta lacra de la humanidad.


"Profetas de la fatalidad"

El papa rechazó los pensamientos de los “profetas de la fatalidad que siempre pronostican el desastre” (5). Se refería a los que se preocupaban por los males de nuestro tiempo.

cardenal Giacomo Biffi

El cardenal Giacomo Biffi (1928-2015), arzobispo de Bolonia, contradijo la crítica de Juan XXIII a los “profetas de la fatalidad” recordando que, en la Escritura, los verdaderos profetas anunciaban castigos y calamidades. Por el contrario, “los falsos profetas de la Biblia solían proclamar la inminencia de horas de calma y tranquilidad” (véase Eze. cap. 13: “Dios declara contra los falsos profetas y profetisas, que engañan al pueblo con mentiras”) (6).


Dialogando con el error

Este optimismo dominante llevó al Concilio a considerar el error y la herejía como cuestiones secundarias. Siguiendo los deseos de Juan XXIII (que Pablo VI no cambió), en lugar de combatirlos y proclamar la verdad, los documentos del Concilio Vaticano II predican el utópico “diálogo”. El objetivo del Concilio era lograr la unidad de todas las religiones (en lugar de la conversión) e insertar a la Iglesia en el mundo moderno.

Otra expresión del optimismo reinante era “abrir las ventanas de la Iglesia” para que entrara un aire de modernidad.

Los documentos de mayor impacto fueron los que establecían un “diálogo amistoso” con los protestantes y cismáticos (decreto Unitatis redintegratio); con las religiones no cristianas y paganas (declaración Nostra aetate); y con el mundo moderno (constitución pastoral Gaudium et Spes).

Nuestro Señor no nos enseñó a “dialogar” con el error y el mal, sino a permanecer fieles a la verdad que Él enseñó: “Si permanecéis en mi palabra, seréis verdaderamente mis discípulos. Y conoceréis la verdad, y la verdad os hará libres” (Juan 8:31-33).

El Divino Maestro tampoco predicó la “apertura” al mundo, sino que siempre advirtió a los discípulos que éste era su enemigo: “Si fuerais del mundo, el mundo los amaría; pero como no sois del mundo, sino que yo os he elegido del mundo, por eso el mundo os ha odiado” (Juan 15:19).


Libertad para el error

Por primera vez en la historia de la Iglesia y en contra de toda tradición, el Concilio abogó por la libertad pública para propagar la herejía y el error, al tiempo que subrayó que “hay que buscar la verdad”.

La declaración Dignitatis humanae afirma que la libertad religiosa procede de la dignidad humana y que “A estas comunidades, con tal que no se violen las justas exigencias del orden público, se les debe por derecho la inmunidad para regirse por sus propias normas, para honrar a la Divinidad con culto público” (7).

Si bien es cierto que nadie puede ser obligado a actuar en contra de su recta conciencia, no se deduce que alguien pueda propagar impunemente el error y la herejía, aunque los considere verdaderos. Como dice León XIII, “la libertad es un poder que perfecciona al hombre y, por lo tanto, debe tener por objeto la verdad y el bien... Si la mente asiente a opiniones falsas, y la voluntad elige y sigue lo que es malo, ninguna de ellas puede alcanzar su plenitud nativa, sino que ambas deben caer de su dignidad nativa en un abismo de corrupción. Por lo tanto, todo lo que se opone a la virtud y a la verdad no puede ser presentado tentadoramente ante los ojos del hombre, y mucho menos sancionado por el favor y la protección de la ley” (8).


¿Un Dios no trinitario? Negar el principio de no contradicción

La confusión en los documentos del Vaticano II llega al absurdo en asuntos de primera importancia, como la naturaleza de Dios.

Según la constitución dogmática Lumen Gentium“los musulmanes... junto con nosotros adoran al Dios único y misericordioso” (9).


Esta afirmación de que los cristianos y los musulmanes adoran al Dios único es otra manifestación del aspecto dialéctico de los documentos conciliares, que niega el principio de no contradicción. Pues, mientras los católicos creen y profesan la doctrina de la Santísima Trinidad y adoran al Dios Uno y Trino, los seguidores de Mahoma niegan esta verdad y la combaten, acusando a los cristianos de ser politeístas (10).


El Vaticano II: No es un acontecimiento, sino “un proceso”

Se podría examinar mucho más en los documentos del Vaticano II y confrontarlos con la enseñanza tradicional de la Iglesia. Sin embargo, eso no es posible en este breve espacio. En un artículo anterior, presenté otros aspectos del Vaticano II que muestran por qué no hay razón para conmemorar este acontecimiento (11).

En sentido estricto, el Vaticano II no fue un acontecimiento, sino el inicio de un proceso de reforma de la Iglesia de Cristo, la Ecclesia semper reformanda predicada por protestantes y modernistas. Su iteración más reciente es el Sínodo del papa Francisco sobre la Sinodalidad, que sacará las últimas consecuencias de lo que se presentó confusamente hace sesenta años. El cardenal Hollerich, ‘relator general del Sínodo’, afirma: “Toda la sinodalidad de Francisco viene del Concilio” (12).

El Concilio -a través de sus documentos y su aplicación- provocó un cambio de mentalidad casi total en muchos católicos. Les llevó a abandonar el espíritu de sacrificio, la piedad y el sentido de la sacralidad y a abrazar el mundo con su pompa y sus obras.

Así que volvemos a la pregunta inicial: ¿Hay alguna razón para celebrar?


Stat Crux dum Volvitur Orbis

Podemos aplicar a la Santa Madre Iglesia el lema cartujano: Stat crux dum volvitur orbis -"La Cruz está firme mientras el mundo gira".

A pesar de todas las crisis que atraviesa en su camino terrenal, la Iglesia permanece siempre estable y fiel a la Cruz de Cristo, a su doctrina inmutable y a su santidad sin fisuras.

No olvidemos la promesa de Nuestro Señor: “Yo estoy con vosotros todos los días, hasta la consumación del mundo” (Mt. 28,20).


Notas:

1) Ver Denise Menchen and Fabio Brisolla, “Católicos passam de 93,1% para 64,6% da população em 50 anos, aponta IBGE”, Folha de S. Paulo, June 29, 2012, //www1.folha.uol.com.br/poder/1112382-catolicos-passam-de-931-para-646-da-populacao-em-50-anos-aponta-ibge.shtml; Mariana Zylberkan, “Evangélicos devem ultrapassar católicos no Brasil a partir de 2032,” Veja, Feb. 4, 2020, //veja.abril.com.br/brasil/evangelicos-devem-ultrapassar-catolicos-no-brasil-a-partir-de-2032/.

2) Casiano Floristán, s.v. “Aggiornamento”, en Dizionario sintetico di pastorale de Casiano Floristán y Juan José Tamayo, //www.scrutatio.it/DizionarioTeologico/articolo/2985/aggiornamento 17/10/22./.

3)  “Pero este santo concilio percibe y confiesa que en el bautizado queda la concupiscencia o inclinación al pecado, la cual, puesto que se nos deja luchar contra ella, no puede perjudicar a los que no consienten, sino que resisten varonilmente por la gracia de Jesucristo; en efecto, el que se haya esforzado legítimamente será coronado (2 Timoteo 2:5)”. “Decreto sobre el pecado original y Decreto sobre la reforma” - Concilio de Trento.

4) Juan XXIII, “Discurso de Su Santidad en la Apertura Solemne del Concilio” Oct. 11, 1962, no. 2

5) Juan XXIII, “Discurso en la Apertura Solemne del Concilio”

6) Giacomo Biffi, Memorie e digressioni di un italano cardinale (Siena: Edizioni Cantagalli, 2007), 178.

7) Concilio Vaticano II, declaración Dignitatis Humanae (Dec. 7, 1965), no. 2.

8) León XIII, encíclica Immortale Dei (Nov. 1, 1885), no. 32.

9) Concilio Vaticano II, constitución dogmática Lumen Gentium, no. 16. 

10) Ver Luiz Sérgio Solimeo, Islam and the Suicide of the West (Spring Grove, Penn.: The American Society for the Defense of Tradition, Family, and Property, 2018).

11) Luiz Sérgio Solimeo, “La Nueva Teología del Concilio Vaticano II” 

12) Jean-Claude Hollerich, “Sin el Concilio Vaticano II la Iglesia sería hoy una pequeña secta” VidaNuevaDigital.com, Oct. 17, 2022, //www.vidanuevadigital.com/2022/10/17/jean-claude-hollerich-sin-el-concilio-vaticano-ii-la-iglesia-seria-hoy-una-pequena-secta/.

viernes, 28 de octubre de 2022

DESTRUYENDO LA CULTURA A TRAVÉS DE LA AMNESIA

Hoy, la única historia que se comparte con los niños es la que socava a los grandes hombres del pasado amplificando sus defectos y minimizando sus virtudesLos niños crecen sin ninguna conexión positiva con el pasado¿A qué precio?

Por Sarah Cain


Hace poco hablé con una antigua profesora de la escuela pública que ahora enseña en línea a los alumnos que se educan en casa. Ella había experimentado las depredaciones esperadas en el ámbito anterior: la introducción de la divisiva teoría “antiracista”, el “revisionismo histórico” y la impregnación de la ideología “revolucionaria” en cada grieta del plan de estudios. Pero había algo más.

“No podemos contar ninguna historia”, relató. Todas las historias que se han compartido a lo largo de las generaciones pueden ser (y han sido) mancilladas por quienes proclaman que su “misión de justicia social/racial” depende de la erradicación de la cultura occidental. La visión utópica que prometen los defensores de esta ideología radical sólo puede fructificar en las cenizas de la cristiandad, según afirman; así, pretenden destruir los sólidos cimientos sobre los que se asentó lo mejor de Occidente.

Los cuentos y las fábulas de otras culturas tampoco pueden compartirse en las aulas, para que el profesor no sea acusado de “apropiación cultural” -lo que no parece distinguirse fácilmente del reconocimiento cultural para el observador sensato-. Así pues, los niños se crían sin cuentos, sin literatura. Common Core (1) empeoró este problema al insistir en que los planes de estudio incluyan más no ficción que nunca. Horrorosamente, llamamos a todo esto "educación".

Los cuentos populares que se han repetido a lo largo de los tiempos no sólo comparten mensajes morales. Nos permiten examinar de forma abstracta las batallas espirituales que tienen lugar en nuestro interior, cuando luchamos por elegir los caminos que debemos abrazar en los momentos difíciles de la vida, a menudo mientras nos atraen nuestros vicios. Las historias perduran en el tiempo porque comparten estas verdades que hablan a nuestras almas y a nuestras experiencias. Los compartimos con nuestros hijos para enseñarles mensajes que podrían aprender más fácilmente de un libro que de una dolorosa prueba y error. Eran tan relevantes hace un siglo como lo son hoy porque el hombre tiene los mismos impulsos innatos, necesidades, deseos y tentaciones a través de los tiempos. Lo que convoca al hombre de hoy es también lo que le llamaba en el pasado. Cada uno fue hecho por Dios y nació después de la Caída.

Así, las obras de ficción intemporales son casi erradicadas del plan de estudios; y entonces, la única historia que se comparte con esos niños es la que socava a los grandes hombres del pasado amplificando sus defectos y minimizando sus virtudes. Los niños crecen sin ninguna conexión positiva con el pasado. ¿A qué precio?

La relación con los hombres del pasado puede ayudarnos a recordar, en los momentos difíciles, el sufrimiento y las tragedias que salpican todas las vidas humanas, no sólo la nuestra. También puede ayudar a contextualizar los acontecimientos históricos, para que podamos ver a esos hombres con los mismos defectos que nosotros, pero con las mismas aspiraciones innatas de mantener a sus familias y proteger a sus seres queridos de forma eficaz de la oscuridad del mundo.

En cambio, los niños se ven inmersos en una doctrina diseñada para enseñar las maldades de los antepasados, para revestir cada ladrillo colocado en la historia de Occidente con la sangre de las desventuradas víctimas. No hay ningún intento de anunciar las virtudes de aquellos que indiscutiblemente llevaron vidas más duras que las nuestras y lograron más de lo que la mayoría de nosotros puede imaginar o aspirar, ni de reconocer su humanidad.

Cuando era preadolescente, mi héroe era el almirante Horatio Nelson (2), probablemente porque perdió a su madre a una edad temprana, como yo, y luego alcanzó un estatus legendario como almirante y estratega de guerra. Si bien ese pudo ser un héroe atípico, lo que no era atípico era tener un héroe. Esa es una de las cosas de las que estamos privando a los jóvenes, con un efecto trágico.

Les estamos formando para que crean que no se basan en otra cosa que en el sometimiento de los demás, y que su principal trabajo es vivir así en rechazo de sus antepasados; derribar lo que se construyó antes que ellos. Se les niegan las historias de los mártires que lucharon y se sacrificaron para que nosotros pudiéramos perdurar; los que lo dieron todo para proteger la cristiandad y las libertades de los que tuvieron la suerte de nacer en su territorio.

La ignorancia inculcada a nuestros jóvenes hace que no vean que los momentos dolorosos a lo largo de su propia vida no son catastróficos ni insuperables. Hay que enseñarles y advertirles de la certeza de tales acontecimientos -hecho histórico a través de la literatura- para que en los momentos de abatimiento crean que sus batallas no son únicas, que no existen aisladas, sino que comparten las cargas que otros tuvieron a lo largo del tiempo. El suicidio es la principal causa de muerte en los adolescentes y las cifras empeoran, pero esto no debería sorprendernos.

Al negarles su historia y las historias de antaño, les empujamos al aislamiento en el presente. Les negamos la verdad del parentesco, la comprensión de que sus luchas han sido experimentadas por otros y superadas. Insistimos en que vivan en un presente intemporal, sin vínculos ni afecto por las personas del pasado repudiado y sin deber nada a la posteridad. Si no debemos nada a nuestros antepasados, ¿qué debemos transmitir a la siguiente generación? Si nosotros mismos no ganamos nada de los que vinieron antes, ¿por qué la siguiente generación debería estar mejor?

Si la última generación y todas las anteriores se definen por sus peores acciones, impotentes para influir en nosotros por la mancha de sus pecados más graves, ¿por qué no habríamos de definirnos también nosotros por los nuestros? Cada hombre conoce la capacidad de su propia malevolencia y los sórdidos capítulos de su propia historia. Si los cuentos de antaño son arrojados al agujero del olvido por sus peores atributos, hay poca esperanza para cualquiera de nosotros. La vida queda despojada de sentido en la medida en que se despoja de la redención.

No es así como los cristianos deben definirse a sí mismos ni a sus hermanos. Nos definen nuestros bautismos; nuestros pecados pueden tener redención si la buscamos, una verdad que ofreció esperanza a quienes nos precedieron. Nuestros antepasados libraron las mismas batallas contra el vicio y la tentación, a menudo fracasando, como nosotros, pero siempre en el camino de vuelta a casa. No tenemos que creer en personas perfectas para ver el valor de las batallas luchadas y ganadas, para darnos cuenta de que tienen cosas que enseñarnos.

Por supuesto, el sistema escolar público es secular, y cuando niegas a Cristo, caes en el nihilismo de definir a las personas por la matriz inmoral del teatro político actual. No los ves como hijos e hijas de Dios, con valor y dignidad inherentes. El plan de estudios descrito es, pues, consecuencia de una educación sin fe. Negarse a ver lo bueno cada vez que también hay defectos es preparar a nuestros jóvenes para que se desmoronen ante la adversidad y sean incapaces de soportar su propio reflejo. Los prepara para la desesperación y los empapa de una ideología secular que, por definición, carece de esperanza y de sentido.

Algunos envían a sus hijos a las escuelas y trabajan incansablemente para estar al tanto de lo que se enseña, para protegerlos de las degeneraciones de nuestra época. Aunque hay que reconocer esos esfuerzos, el daño puede producirse por la ausencia de conocimiento, por lo que no se enseña. Debemos trabajar para corregir esta privación antes de que lo que queda de nuestra cultura se pierda porque las próximas generaciones no tengan ningún recuerdo de lo que una vez fue.


Notas:

(1) Common Core es el conjunto de estándares académicos en matemáticas y artes del lenguaje inglés que definen lo que un estudiante debe aprender al final de cada año escolar desde el jardín de infantes hasta el grado 12.

2) El vicealmirante Horatio Nelson fue un oficial de bandera británico en la Royal Navy. Su liderazgo inspirador, comprensión de la estrategia y tácticas poco convencionales dieron lugar a una serie de victorias navales británicas decisivas durante las guerras revolucionarias francesas y napoleónicas.