jueves, 7 de enero de 2010

MENSAJE EN LA EPIFANÍA: LA HISTORIA DEL CUARTO REY MAGO

Con motivo de la fiesta de la Epifanía del Señor, el Papa Benedicto XVI nos muestra como maestros de humildad a los Magos que fueron a adorar a Jesús.
Por el Pbro. José Martínez Colín

1) Para saber
Recordó el Papa que esa visita ya había sido predicha por el profeta Isaías cuando afirmó, siglos antes, que vendrían los reyes de las naciones para inclinarse ante él, y desde todos los confines de la tierra para depositar a sus pies sus tesoros más preciosos. Con la visita del Magos se cumple la profecía.
Estos personajes procedentes de Oriente, dice el Papa, son los primeros de la gran procesión de aquellos que, a través de todas las épocas de la historia, saben reconocer el mensaje de la estrella, saben caminar por los caminos indicados por la Sagrada Escritura y saben encontrar, así, a Aquél que es aparentemente débil y frágil, pero que en cambio es capaz de dar la alegría más grande y más profunda al corazón del hombre.
2) Para pensar
Hay una leyenda, que sin parte de la Revelación, nos enseña lo que Dios espera de nosotros.
Se cuenta que había un cuarto Rey Mago, que también vio brillar la estrella sobre Belén, y decidió seguirla. Y como regalo pensó ofrecerle un cofre lleno de perlas preciosas. Sin embargo, en su camino se fue encontrando con diversas personas que iban solicitando de su ayuda. Este rey mago con gusto las atendía, e iba dejándoles una perla, pero eso fue retrasando su llegada y vaciando su cofre. Encontró muchos pobres, enfermos, encarcelados y miserables que no podía dejarlos desatendidos. Se quedaba con ellos el tiempo necesario para aliviarles sus penas.
Sucedió que cuando, por fin, llegó a Belén ya no estaban los otros magos y el Niño había huido con sus padres hacia Egipto, pues el Rey Herodes quería matarlo. El Rey Mago siguió buscándolo ya sin la estrella que antes lo guiaba. Y duró treinta años recorriendo la tierra y siguiendo ayudando a los necesitados que encontraba.
Hasta que un día llegó a Jerusalén y se enteró que ahí vivía Jesús. Pero era demasiado tarde, pues aquél niño, ya transformado en hombre, estaba siendo crucificado en ese momento.
Al rey mago, ya anciano, solo le quedaba una perla, pero ahora el Salvador había muerto. Pensaba que había fallado en su misión. Y se quedó en Jerusalén muy cansado y triste, disponiéndose a morir. Pero al tercer día se le aparece Jesús resucitado quien le dice: “Tú no fracasaste. Al contrario de lo que piensas, tú me encontraste durante toda tu vida. Yo estaba desnudo, y me vestiste. Yo tuve hambre, y me diste de comer. Tuve sed y me diste de beber; preso, y me visitaste. Pues yo estaba en todos los pobres de tu camino. ¡Muchas gracias por tantos regalos de amor! Ahora estarás conmigo para siempre, pues Yo te llevaré al Cielo en recompensa”.
3) Para vivir
Terminaba el Papa Benedicto XVI haciéndonos reflexionar sobre la realidad estupenda de que Dios nos conoce y está cerca de nosotros, de que su grandeza y poder no se expresan en la lógica del mundo, sino en la lógica de un niño inerme, cuya fuerza es sólo la del amor que se nos confía.
De la misma manera que los Magos, hay que saber seguir la luz de la estrella, a Cristo, pues la luz de Belén sigue resplandeciendo en todo el mundo. Que sepamos reconocerlo en el prójimo, tomando, como los Magos, un camino distinto por el que hemos venido hasta ahora, convirtiéndonos a Dios.