miércoles, 27 de febrero de 2013

AUDIENCIA GENERAL (27 DE FEBRERO DE 2013)


BENEDICTO XVI

AUDIENCIA GENERAL

Plaza de San Pedro

Miércoles 27 de febrero de 2013


Venerados hermanos en el episcopado y en el presbiterado,

distinguidas autoridades,

queridos hermanos y hermanas:

Os doy las gracias por haber venido, y tan numerosos, a ésta que es mi última audiencia general.

Gracias de corazón. Estoy verdaderamente conmovido y veo que la Iglesia está viva. Y pienso que debemos también dar gracias al Creador por el buen tiempo que nos regala ahora, todavía en invierno.

Como el apóstol Pablo en el texto bíblico que hemos escuchado, también yo siento en mi corazón que debo dar gracias sobre todo a Dios, que guía y hace crecer a la Iglesia, que siembra su Palabra y alimenta así la fe en su Pueblo. En este momento, mi alma se ensancha y abraza a toda la Iglesia esparcida por el mundo; y doy gracias a Dios por las “noticias” que en estos años de ministerio petrino he recibido sobre la fe en el Señor Jesucristo, y sobre la caridad que circula realmente en el Cuerpo de la Iglesia, y que lo hace vivir en el amor, y sobre la esperanza que nos abre y nos orienta hacia la vida en plenitud, hacia la patria celestial.

Siento que llevo a todos en la oración, en un presente que es el de Dios, donde recojo cada encuentro, cada viaje, cada visita pastoral. Recojo todo y a todos en la oración para encomendarlos al Señor, para que tengamos pleno conocimiento de su voluntad, con toda sabiduría e inteligencia espiritual, y para que podamos comportarnos de manera digna de Él, de su amor, fructificando en toda obra buena (cf. Col 1, 9-10).

En este momento, tengo una gran confianza, porque sé, sabemos todos, que la Palabra de verdad del Evangelio es la fuerza de la Iglesia, es su vida. El Evangelio purifica y renueva, da fruto, dondequiera que la comunidad de los creyentes lo escucha y acoge la gracia de Dios en la verdad y en la caridad. Ésta es mi confianza, ésta es mi alegría.

Cuando el 19 de abril de hace casi ocho años acepté asumir el ministerio petrino, tuve esta firme certeza que siempre me ha acompañado: la certeza de la vida de la Iglesia por la Palabra de Dios. En aquel momento, como ya he expresado varias veces, las palabras que resonaron en mi corazón fueron: Señor, ¿por qué me pides esto y qué me pides? Es un peso grande el que pones en mis hombros, pero si Tú me lo pides, por tu palabra echaré las redes, seguro de que Tú me guiarás, también con todas mis debilidades. Y ocho años después puedo decir que el Señor realmente me ha guiado, ha estado cerca de mí, he podido percibir cotidianamente su presencia. Ha sido un trecho del camino de la Iglesia, que ha tenido momentos de alegría y de luz, pero también momentos no fáciles; me he sentido como San Pedro con los apóstoles en la barca en el lago de Galilea: el Señor nos ha dado muchos días de sol y de brisa suave, días en los que la pesca ha sido abundante; ha habido también momentos en los que las aguas se agitaban y el viento era contrario, como en toda la historia de la Iglesia, y el Señor parecía dormir. Pero siempre supe que en esa barca estaba el Señor y siempre he sabido que la barca de la Iglesia no es mía, no es nuestra, sino que es suya. Y el Señor no deja que se hunda; es Él quien la conduce, ciertamente también a través de los hombres que ha elegido, pues así lo ha querido. Ésta ha sido y es una certeza que nada puede empañar. Y por eso hoy mi corazón está lleno de gratitud a Dios, porque jamás ha dejado que falte a toda la Iglesia y tampoco a mí su consuelo, su luz, su amor.

Estamos en el Año de la fe, que he proclamado para fortalecer precisamente nuestra fe en Dios en un contexto que parece rebajarlo cada vez más a un segundo plano. Desearía invitaros a todos a renovar la firme confianza en el Señor, a confiarnos como niños en los brazos de Dios, seguros de que esos brazos nos sostienen siempre y son los que nos permiten caminar cada día, también en la dificultad. Me gustaría que cada uno se sintiera amado por ese Dios que ha dado a su Hijo por nosotros y que nos ha mostrado su amor sin límites. Quisiera que cada uno de vosotros sintiera la alegría de ser cristiano. En una bella oración para recitar a diario por la mañana se dice: “Te adoro, Dios mío, y te amo con todo el corazón. Te doy gracias porque me has creado, hecho cristiano...”. Sí, alegrémonos por el don de la fe; es el bien más precioso, que nadie nos puede arrebatar. Por ello demos gracias al Señor cada día, con la oración y con una vida cristiana coherente. Dios nos ama, pero espera que también nosotros lo amemos.

Pero no es sólo a Dios a quien quiero dar las gracias en este momento. Un Papa no guía él solo la barca de Pedro, aunque sea ésta su principal responsabilidad. Yo nunca me he sentido solo al llevar la alegría y el peso del ministerio petrino; el Señor me ha puesto cerca a muchas personas que, con generosidad y amor a Dios y a la Iglesia, me han ayudado y han estado cerca de mí. Ante todo vosotros, queridos hermanos cardenales: vuestra sabiduría y vuestros consejos, vuestra amistad han sido valiosos para mí; mis colaboradores, empezando por mi Secretario de Estado que me ha acompañado fielmente en estos años; la Secretaría de Estado y toda la Curia Romana, así como todos aquellos que, en distintos ámbitos, prestan su servicio a la Santa Sede. Se trata de muchos rostros que no aparecen, permanecen en la sombra, pero precisamente en el silencio, en la entrega cotidiana, con espíritu de fe y humildad, han sido para mí un apoyo seguro y fiable. Un recuerdo especial a la Iglesia de Roma, mi diócesis. No puedo olvidar a los hermanos en el episcopado y en el presbiterado, a las personas consagradas y a todo el Pueblo de Dios: en las visitas pastorales, en los encuentros, en las audiencias, en los viajes, siempre he percibido gran interés y profundo afecto. Pero también yo os he querido a todos y cada uno, sin distinciones, con esa caridad pastoral que es el corazón de todo Pastor, sobre todo del Obispo de Roma, del Sucesor del Apóstol Pedro. Cada día he llevado a cada uno de vosotros en la oración, con el corazón de padre.

Desearía que mi saludo y mi agradecimiento llegara además a todos: el corazón de un Papa se extiende al mundo entero. Y querría expresar mi gratitud al Cuerpo diplomático ante la Santa Sede, que hace presente a la gran familia de las Naciones. Aquí pienso también en cuantos trabajan por una buena comunicación, y a quienes agradezco su importante servicio.

En este momento, desearía dar las gracias de todo corazón a las numerosas personas de todo el mundo que en las últimas semanas me han enviado signos conmovedores de delicadeza, amistad y oración. Sí, el Papa nunca está solo; ahora lo experimento una vez más de un modo tan grande que toca el corazón. El Papa pertenece a todos y muchísimas personas se sienten muy cerca de él. Es verdad que recibo cartas de los grandes del mundo –de los Jefes de Estado, de los líderes religiosos, de los representantes del mundo de la cultura, etcétera. Pero recibo también muchísimas cartas de personas humildes que me escriben con sencillez desde lo más profundo de su corazón y me hacen sentir su cariño, que nace de estar juntos con Cristo Jesús, en la Iglesia. Estas personas no me escriben como se escribe, por ejemplo, a un príncipe o a un personaje a quien no se conoce. Me escriben como hermanos y hermanas o como hijos e hijas, sintiendo un vínculo familiar muy afectuoso. Aquí se puede tocar con la mano qué es la Iglesia –no una organización, una asociación con fines religiosos o humanitarios, sino un cuerpo vivo, una comunión de hermanos y hermanas en el Cuerpo de Jesucristo, que nos une a todos. Experimentar la Iglesia de este modo, y poder casi llegar a tocar con la mano la fuerza de su verdad y de su amor, es motivo de alegría, en un tiempo en que tantos hablan de su declive. Pero vemos cómo la Iglesia hoy está viva.

En estos últimos meses, he notado que mis fuerzas han disminuido, y he pedido a Dios con insistencia, en la oración, que me iluminara con su luz para tomar la decisión más adecuada no para mi propio bien, sino para el bien de la Iglesia. He dado este paso con plena conciencia de su importancia y también de su novedad, pero con una profunda serenidad de ánimo. Amar a la Iglesia significa también tener el valor de tomar decisiones difíciles, sufridas, teniendo siempre delante el bien de la Iglesia y no el de uno mismo.

Permitidme aquí volver de nuevo al 19 de abril de 2005. La seriedad de la decisión reside precisamente también en el hecho de que a partir de aquel momento me comprometía siempre y para siempre con el Señor. Siempre –quien asume el ministerio petrino ya no tiene ninguna privacidad. Pertenece siempre y totalmente a todos, a toda la Iglesia. Su vida, por así decirlo, viene despojada de la dimensión privada. He podido experimentar, y lo experimento precisamente ahora, que uno recibe la vida justamente cuando la da. Antes he dicho que muchas personas que aman al Señor aman también al Sucesor de San Pedro y le tienen un gran cariño; que el Papa tiene verdaderamente hermanos y hermanas, hijos e hijas en todo el mundo, y que se siente seguro en el abrazo de vuestra comunión; porque ya no se pertenece a sí mismo, pertenece a todos y todos le pertenecen.

El “siempre” es también un “para siempre” –ya no existe una vuelta a lo privado. Mi decisión de renunciar al ejercicio activo del ministerio no revoca esto. No vuelvo a la vida privada, a una vida de viajes, encuentros, recepciones, conferencias, etcétera. No abandono la cruz, sino que permanezco de manera nueva junto al Señor Crucificado. Ya no tengo la potestad del oficio para el gobierno de la Iglesia, pero en el servicio de la oración permanezco, por así decirlo, en el recinto de San Pedro. San Benito, cuyo nombre llevo como Papa, me será de gran ejemplo en esto. Él nos mostró el camino hacia una vida que, activa o pasiva, pertenece totalmente a la obra de Dios.

Doy las gracias a todos y cada uno también por el respeto y la comprensión con la que habéis acogido esta decisión tan importante. Continuaré acompañando el camino de la Iglesia con la oración y la reflexión, con la entrega al Señor y a su Esposa, que he tratado de vivir hasta ahora cada día y quisiera vivir siempre. Os pido que me recordéis ante Dios, y sobre todo que recéis por los Cardenales, llamados a una tarea tan relevante, y por el nuevo Sucesor del Apóstol Pedro: que el Señor le acompañe con la luz y la fuerza de su Espíritu.

Invoquemos la intercesión maternal de la Virgen María, Madre de Dios y de la Iglesia, para que nos acompañe a cada uno de nosotros y a toda la comunidad eclesial; a Ella nos encomendamos, con profunda confianza.

Queridos amigos, Dios guía a su Iglesia, la sostiene siempre, también y sobre todo en los momentos difíciles. No perdamos nunca esta visión de fe, que es la única visión verdadera del camino de la Iglesia y del mundo. Que en nuestro corazón, en el corazón de cada uno de vosotros, esté siempre la gozosa certeza de que el Señor está a nuestro lado, no nos abandona, está cerca de nosotros y nos cubre con su amor. Gracias.

Saludos


Saludo cordialmente a los peregrinos de lengua española, en particular a los grupos provenientes de España y de los países latinoamericanos, que hoy han querido acompañarme. Os suplico que os acordéis de mí en vuestra oración y que sigáis pidiendo por los Señores Cardenales, llamados a la delicada tarea de elegir a un nuevo Sucesor en la Cátedra del apóstol Pedro. Imploremos todos la amorosa protección de la Santísima Virgen María, Madre de la Iglesia. Muchas gracias. Que Dios os bendiga.



viernes, 22 de febrero de 2013

NORMAS NONNULLAS (22 DE FEBRERO DE 2013)


CARTA APOSTÓLICA

EMITIDA MOTU PROPRIO

NORMAS NONNULLAS

DEL SUMO PONTÍFICE BENEDICTO XVI

DE CIERTAS MODIFICACIONES A LAS NORMAS

QUE RIGEN LA ELECCIÓN DEL ROMANO PONTÍFICE

Con la Carta Apostólica De Aliquibus Mutationibus in Normis de Electione Romani Pontificis, emitida como Motu Proprio en Roma el 11 de junio de 2007, año tercero de mi Pontificado, establecí ciertas normas que, derogando las establecidas en el n. 75 de la Constitución Apostólica Universi Dominici Gregis, promulgada el 22 de febrero de 1996 por mi predecesor, el Beato Juan Pablo II, restableció la norma tradicional según la cual siempre es necesario un voto mayoritario de dos tercios de los Cardenales electores presentes para la elección válida de un Romano Pontífice.

Considerada la importancia de asegurar el mejor desarrollo de cuanto se refiere, si bien con diversa relevancia, a la elección del Romano Pontífice, y particularmente una interpretación y actuación más cierta de algunas disposiciones, establezco y prescribo que algunas normas de la Constitución apostólica Universi Dominici Gregis así como lo que yo mismo dispuse en la Carta apostólica citada más arriba, se sustituyan con las normas siguientes:

n. 35. “Ningún Cardenal elector podrá ser excluido de la elección, activa o pasiva, por ningún motivo o pretexto, quedando en pie lo establecido en los números 40 y 75 de esta Constitución”.

n. 37. “Establezco, además, que desde el momento en que la Sede Apostólica esté legítimamente vacante, se espere durante quince días completos a los ausentes antes de iniciar el Cónclave, aunque dejo al Colegio de los Cardenales la facultad de anticipar el comienzo del Cónclave si consta la presencia de todos los cardenales electores, así como la de retrasarlo algunos días si hubiera motivos graves. Pero pasados al máximo veinte días desde el inicio de la Sede vacante, todos los Cardenales electores presentes están obligados a proceder a la elección”.

n. 43. “Desde el momento en que se ha dispuesto el comienzo del proceso de la elección hasta el anuncio público de que se ha realizado la elección del Sumo Pontífice o, de todos modos, hasta cuando así lo ordene el nuevo Pontífice, los locales de la Domus Sanctae Marthae, como también y de modo especial la Capilla Sixtina y las zonas destinadas a las celebraciones litúrgicas, deben estar cerrados a las personas no autorizadas, bajo la autoridad del Cardenal Camarlengo y con la colaboración externa del Vicecamarlengo y del Sustituto de la Secretaría de Estado, según lo establecido en los números siguientes.

Todo el territorio de la Ciudad del Vaticano y también la actividad ordinaria de las Oficinas que tienen su sede dentro de su ámbito deben regularse, en dicho período, de modo que se asegure la reserva y el libre desarrollo de todas las actividades en relación con la elección del Sumo Pontífice. De modo particular se deberá cuidar, también con la ayuda de los Prelados Clérigos de Cámara, que nadie se acerque a los Cardenales electores durante el traslado desde la Domus Sanctae Marthae al Palacio Apostólico Vaticano”.

n. 46, párrafo 1. “Para satisfacer las necesidades personales y de oficio relacionadas con el desarrollo de la elección, deberán estar disponibles y, por lo tanto, alojados convenientemente dentro de los límites a los que se refiere el n. 43 de la presente Constitución, el Secretario del Colegio Cardenalicio, que actúa de Secretario de la asamblea electiva; el Maestro de las Celebraciones Litúrgicas Pontificias con ocho Ceremonieros y dos religiosos adscritos a la Sacristía Pontificia; un eclesiástico elegido por el Cardenal Decano, o por el Cardenal que haga sus veces, para que lo asista en su cargo”.

n. 47. “Todas las personas señaladas en el n. 46 y en el n. 55, párrafo 2 de la presente Constitución apostólica, que por cualquier motivo o en cualquier momento fueran informadas por quien sea sobre algo directa o indirectamente relativo a los actos propios de la elección y, de modo particular, de lo referente a los escrutinios realizados en la elección misma, están obligadas a estricto secreto con cualquier persona ajena al Colegio de los Cardenales electores; por ello, antes del comienzo del proceso de la elección, deberán prestar juramento según las modalidades y la fórmula indicada en el número siguiente”.

n. 48. “Las personas señaladas en el n. 46 y en el n. 55, párrafo 2 de la presente Constitución, debidamente advertidas sobre el significado y sobre el alcance del juramento que han de prestar antes del comienzo del proceso de la elección, deberán pronunciar y subscribir a su debido tiempo, ante el Cardenal Camarlengo u otro Cardenal delegado por éste, en presencia de dos Protonotarios apostólicos de Número Participantes, el juramento según la fórmula siguiente:

Yo N. N. prometo y juro observar el secreto absoluto con quien no forme parte del Colegio de los Cardenales electores, y esto perpetuamente, a menos que reciba especiales facultades dadas expresamente por el nuevo Pontífice elegido o por sus Sucesores, acerca de todo lo que atañe directa o indirectamente a las votaciones y a los escrutinios para la elección del Sumo Pontífice.

Prometo igualmente y juro que me abstendré de hacer uso de cualquier instrumento de grabación, audición o visión de cuanto, durante el período de la elección, se desarrolla dentro del ámbito de la Ciudad del Vaticano, y particularmente de lo que directa o indirectamente de algún modo tiene que ver con las operaciones relacionadas con la elección misma.

Declaro emitir este juramento consciente de que una infracción del mismo comportaría para mí la pena de excomunión latae sententiae reservada a la Sede Apostólica.

Así Dios me ayude y estos Santos Evangelios que toco con mi mano”.

n. 49. “Celebradas las exequias del difunto Pontífice, según los ritos prescritos, y preparado lo necesario para el desarrollo regular de la elección, el día establecido para el inicio del Cónclave, según lo previsto en el n. 37 de la presente Constitución, todos los Cardenales se reunirán en la Basílica de San Pedro en el Vaticano, o donde la oportunidad y las necesidades de tiempo y de lugar aconsejen, para participar en una solemne celebración eucarística con la Misa votiva Pro eligendo Papa. Esto deberá realizarse a ser posible en una hora adecuada de la mañana, de modo que en la tarde pueda tener lugar lo prescrito en los números siguientes de la presente Constitución”.

n. 50. “Desde la Capilla Paulina del Palacio Apostólico, donde se habrán reunido en una hora conveniente de la tarde, los Cardenales electores, en hábito coral, irán en solemne procesión, invocando con el canto del Veni Creator la asistencia del Espíritu Santo, a la Capilla Sixtina del Palacio Apostólico, lugar y sede del desarrollo de la elección. Participan en la procesión el Vicecamarlengo, el Auditor General de la Cámara Apostólica y dos miembros de cada uno de los Colegios de Protonotarios Apostólicos de Número Participantes, de los Prelados Auditores de la Rota Romana y de los Prelados Clérigos de Cámara”.

n. 51, párrafo 2. “Por lo tanto, el Colegio Cardenalicio, que actúa bajo la autoridad y la responsabilidad del Camarlengo ayudado por la Congregación particular de la que se habla en el n. 7 de la presente Constitución, cuidará de que, dentro de dicha Capilla y de los locales adyacentes, todo esté previamente dispuesto, incluso con la ayuda desde el exterior del Vicecamarlengo y del Sustituto de la Secretaría de Estado, de modo que se preserve la normal elección y el carácter reservado de la misma”.

n. 55, párrafo 3. “Si se cometiese y descubriese una infracción a esta norma, sepan los autores que estarán sujetos a la pena de excomunión latae sententiae reservada a la Sede Apostólica”.

n. 62. “Abolidos los modos de elección llamados per acclamationem seu inspirationem y per compromissum, la forma de elección del Romano Pontífice será de ahora en adelante únicamente per scrutinium.

Establezco, por lo tanto, que para la elección válida del Romano Pontífice se requieren al menos los dos tercios de los votos, calculados sobre la totalidad de los electores presentes y votantes”.

n. 64. “El procedimiento del escrutinio se desarrolla en tres fases, la primera de las cuales, que se puede llamar pre-escrutinio, comprende: 1) la preparación y distribución de las papeletas por parte de los Ceremonieros —llamados al Aula junto con el Secretario del Colegio de los Cardenales y con el Maestro de las Celebraciones Litúrgicas Pontificias— quienes entregan por lo menos dos o tres a cada Cardenal elector; 2) la extracción por sorteo, entre todos los Cardenales electores, de tres Escrutadores, de tres encargados de recoger los votos de los enfermos, llamados por brevedad Infirmarii, y de tres Revisores; este sorteo es realizado públicamente por el último Cardenal Diácono, el cual extrae seguidamente los nueve nombres de quienes deberán desarrollar tales funciones; 3) si en la extracción de los Escrutadores, de los Infirmarii y de los Revisores, salieran los nombres de Cardenales electores que, por enfermedad u otro motivo, están impedidos de llevar a cabo estas funciones, en su lugar se extraerán los nombres de otros no impedidos. Los tres primeros extraídos actuarán de Escrutadores, los tres segundos de Infirmarii y los otros tres de Revisores”.

n. 70, párrafo 2. “Los Escrutadores hacen la suma de todos los votos que cada uno ha obtenido, y si ninguno ha alcanzado al menos los dos tercios de los votos en aquella votación, el Papa no ha sido elegido; en cambio, si resulta que alguno ha obtenido al menos los dos tercios, se tiene por canónicamente válida la elección del Romano Pontífice”.

n. 75. “Si las votaciones a las que se refieren los números 72, 73 y 74 de la mencionada Constitución no tuvieran resultado positivo, dedíquese un día a la oración, a la reflexión y al diálogo; en las sucesivas votaciones, observado el orden establecido en el número 74 de dicha Constitución, tendrán voz pasiva solamente los dos nombres que en el precedente escrutinio hayan obtenido el mayor número de votos, sin apartarse de la norma de que también en estas votaciones se requiere para la validez de la elección la mayoría cualificada de al menos dos tercios de los sufragios de los Cardenales presentes y votantes. En estas votaciones los dos nombres que tienen voz pasiva carecen de voz activa”.

n. 87. “Realizada la elección canónicamente, el último de los Cardenales Diáconos llama al aula de la elección al Secretario del Colegio de los Cardenales, al Maestro de las Celebraciones Litúrgicas Pontificias y a dos Ceremonieros; después, el Cardenal Decano, o el primero de los Cardenales por orden y antigüedad, en nombre de todo el Colegio de los electores, pide el consentimiento del elegido con las siguientes palabras: ¿Aceptas tu elección canónica para Sumo Pontífice? Y, una vez recibido el consentimiento, le pregunta: ¿Cómo quieres ser llamado? Entonces el Maestro de las Celebraciones Litúrgicas Pontificias, actuando como notario y teniendo como testigos a dos Ceremonieros, levanta acta de la aceptación del nuevo Pontífice y del nombre que ha tomado”.

Esto decido y establezco, no obstante cualquier disposición contraria.

Este documento entrará en vigor inmediatamente después de su publicación en L'Osservatore Romano.

Dado en Roma, junto a San Pedro, el 22 de febrero del año 2013, octavo de mi pontificado.

BENEDICTUS PP. XVI


miércoles, 20 de febrero de 2013

EL CARDENAL SCHÖNBORN CELEBRA LA MISA DE LA JUVENTUD


Este es un clip de una de las tristemente célebres "Misas" juveniles de "Encontrar-Luchar-Seguir" en la "Archidiócesis" de Viena, Austria. 


Por la gracia de Dios, esta abominable profanación de las iglesias de Austria terminó después de ocho años, en 2011, al parecer debido a la falta de fondos. 

Durante este tiempo, en estas "misas juveniles" aprobadas oficialmente ha habido de todo: desde un "cardenal" que enviaba mensajes de texto durante la "misa" hasta vestimentas psicodélicas, juegos de rol, saltos al escenario, "bebés muñecos" supersticiosos, lanzamiento de aviones de papel, exhibición de pornografía durante un sermón, música rock, luces de discoteca, humo artificial, lanzallamas, globos y títulos temáticos de eventos excepcionalmente provocativos, ambiguos y blasfemos (como "En topless", "El espíritu es sexy" y "Quítatelo todo").



lunes, 11 de febrero de 2013

LA FERIA DE LAS TINIEBLAS: ABDICA EL PAPA BENEDICTO XVI


¿Cómo podría uno mantener la cordura ante talp noticia y ofrecer una declaración provechosa de un evento que marcará una época como lo es la abdicación de un Romano Pontífice?


Por Christopher A. Ferrara


He tenido el privilegio de escribir para este venerable periódico, The Remnant, tratando algunos de los acontecimientos recientes más importantes en la historia de la Iglesia, incluyendo la elección del papa Benedicto XVI, a la cual Matt [editor] y yo fuimos afortunados de atestiguar en Roma, bajo el mismo balcón de la Basílica de San Pedro. Pero, ¿cómo podría uno mantener la cordura ante tal momentánea noticia y ofrecer una declaración provechosa de un evento que marcará una época como lo es la abdicación de un Romano Pontífice, y en particular este pontífice, cuyos dramáticos gestos han alterado el paisaje de nuestra devastada comunidad eclesial de forma que sólo hubiéramos esperado en el largo y cada vez más ruinoso pontificado de Juan Pablo “el Grande”?

Dos preguntas surgen inmediatamente en este momento: ¿Puede renunciar un Papa, es decir, abdicar?, y, ¿por qué lo hizo el papa Benedicto? La primera es fácil de responder, al menos, técnicamente. Como dice la Enciclopedia Católica: “Como cualquier otra dignidad eclesiástica, puede renunciarse al trono papal”. En efecto, “entre las razones que harían legítima la abdicación de un obispo a su sede pueden ser la necesidad o utilidad de su iglesia particular, o la salvación de su propia alma, aplicado de una manera más profunda en aquel quien gobierna a la Iglesia universal”. Y mientras que no existe autoridad más alta sobre la tierra ante la cual el papa pueda ofrecer su renuncia, “él mismo, por el mismo poder papal puede disolver la unión espiritual entre él mismo y la Iglesia”. Podemos obviar por anticipado cualquier otro argumento teológico contrario, del tipo que podemos esperar de los canonistas aficionados que pululan en internet. El papa Bonifacio VIII, en una muestra de supremacía pontificia, decretó la inherente capacidad de un papa para renunciar a su oficio, este decreto ha sido codificado en el Corpus Juris Canonici (Cap. quoniam I, de renun., in 6).

Así, al menos técnica y lógicamente, el papa tiene la capacidad de renunciar a su propio oficio de Vicario de Cristo. Y la abdicación de un papa, mientras que es algo muy raro, tiene su precedente. Existen varios ejemplos, incluyendo la bien conocida abdicación del papa Celestino V en 1294. Un caso en particular fue impactante: el del papa Benedicto IX (1033-44), quien “causó un gran escándalo en la Iglesia por su vida desordenada, renunció libremente al pontificado y tomó hábito de monje” al sucederlo Clemente II (Benedicto IX intentó reclamar el trono papal después de la muerte de Clemente, pero evidentemente falló en su propósito).

Sin embargo, la abdicación de Benedicto XVI parece ser muy sui generis, pues es debido a una decisión puramente discrecional de un pontífice, que ni está incapacitado ni está bajo ninguna situación apremiante, digamos un escándalo o alguna disputa por el trono que objetivamente esté llevando a la Iglesia al caos, como en la abdicación del papa Gregorio XII durante el Gran Cisma de Occidente. Muy por el contrario, todo parece estar en la normalidad, incluyendo el elegante texto de su propia declaración de renuncia, el papa parece contar con plena capacidad intelectual y no sufre ninguna condición médica que lo incapacite irremediablemente, como el Vaticano insiste.

¿Por qué entonces Benedicto XVI abdicó y tan repentinamente? La explicación ofrecida basada en su salud y fuerzas que se deterioran, lo cual ha afligido a innumerables pontífices quienes permanecieron en su oficio hasta que Dios los llamó, sugeriría un papa que simplemente ha fallado en la virtud de la perseverancia y ha hecho algo desdeñable. Dante por esta razón colocaba al papa Celestino en el infierno. Pero la caridad aconseja que debemos buscar otra explicación. Hilary White de Life Site News me ha recomendado la opinión del teólogo Brian Flanagan, quien dice que la “renuncia” del papa refleja un doble motivo: “los posibles beneficios prácticos de elegir a un hombre más joven… al timón, sobreponiéndose al alboroto administrativo y burocrático de los últimos años del papado de Juan Pablo II, y este movimiento simbólicamente le otorgaría al papado un redimensionamiento a su medida. El papado podría ser visto ahora como un oficio crucial de la Iglesia universal, pero uno en el cual el papa permanece como un simple ocupante del cargo, en lugar de ser una figura irremplazable y mágica”.

Creo que Flanagan podría tener parcialmente la razón: el papa ha abdicado debido a que él percibe que es incapaz de mitigar el caos eclesial que Juan Pablo II, “el Grande”, dejó después de que las grandes muchedumbres se dispersaron y sus estrepitosos gritos de “santo subito” se han desvanecido. Creo, o al menos quiero creer que Benedicto XVI ve que la única esperanza para la restauración de la Iglesia sea por medio de la elevación de alguien más joven y en mejor forma física al Trono de Pedro. Creo también que Benedicto ha concluido que si él fuese ha permanecer en el oficio por muchos años, algo desastroso podría suceder, y que si un sucesor más vigoroso fuese elegido ahora, sería capaz de evitar mucho de eso. Más adelante retomaremos esto.

Al expresar esta hipótesis debemos comenzar con la declaración de abdicación del papa, la primera de su tipo en la historia de la Iglesia, para ver qué podemos concluir. Dado la enorme importancia histórica del documento, lo citaré todo:
Queridísimos hermanos:

Os he convocado a este Consistorio, no sólo para las tres causas de canonización, sino también para comunicaros una decisión de gran importancia para la vida de la Iglesia. Después de haber examinado ante Dios reiteradamente mi conciencia, he llegado a la certeza de que, por la edad avanzada, ya no tengo fuerzas para ejercer adecuadamente el ministerio petrino. Soy muy consciente de que este ministerio, por su naturaleza espiritual, debe ser llevado a cabo no únicamente con obras y palabras, sino también y en no menor grado sufriendo y rezando. Sin embargo, en el mundo de hoy, sujeto a rápidas transformaciones y sacudido por cuestiones de gran relieve para la vida de la fe, para gobernar la barca de san Pedro y anunciar el Evangelio, es necesario también el vigor tanto del cuerpo como del espíritu, vigor que, en los últimos meses, ha disminuido en mí de tal forma que he de reconocer mi incapacidad para ejercer bien el ministerio que me fue encomendado. Por esto, siendo muy consciente de la seriedad de este acto, con plena libertad, declaro que renuncio al ministerio de Obispo de Roma, Sucesor de San Pedro, que me fue confiado por medio de los Cardenales el 19 de abril de 2005, de forma que, desde el 28 de febrero de 2013, a las 20.00 horas, la sede de Roma, la sede de San Pedro, quedará vacante y deberá ser convocado, por medio de quien tiene competencias, el cónclave para la elección del nuevo Sumo Pontífice.

Queridísimos hermanos, os doy las gracias de corazón por todo el amor y el trabajo con que habéis llevado junto a mí el peso de mi ministerio, y pido perdón por todos mis defectos. Ahora, confiamos la Iglesia al cuidado de su Sumo Pastor, Nuestro Señor Jesucristo, y suplicamos a María, su Santa Madre, que asista con su materna bondad a los Padres Cardenales al elegir el nuevo Sumo Pontífice. Por lo que a mi respecta, también en el futuro, quisiera servir de todo corazón a la Santa Iglesia de Dios con una vida dedicada a la plegaria.

Vaticano, 10 de febrero 2013.
La primera pista que ofrece el documento acerca de lo que realmente sucede es que fue emitido durante un Consistorio convocado para la canonización de santos anteriores a la época del Vaticano II: primero, los mártires Antonio Primaldo y 799 compañeros decapitados en Otranto, Italia, en 1480 durante la invasión de soldados turcos después de que se negaran a convertirse al Islam. Se dice que el cuerpo sin cabeza de Primaldo, un humilde sastre, permaneció erguido y no cayó hasta que el último de sus compañeros fue martirizado. Segundo, Laura di Santa Caterina da Siena Montoya y Upegui (1874-1949), célibe fundadora de la Congregación de Misioneras de María Inmaculada, quienes efectuaron una misión para convertir a los indígenas latinoamericanos. Tercero, María Guadalupe García Zavala (1878-1963), fundadora de las Siervas de Santa Margarita María y de los Pobres, víctima de la persecución de los gobiernos mexicanos contra la Iglesia Católica.

Es revelador que lo que parecían ser los actos finales del papa Benedicto, en estas tres canonizaciones, unanimemente reconocido por los teólogos como un acto infalible del Magisterio ya que establece un culto para toda la Iglesia universal, estén involucrados sólo candidatos clásicos a la santidad. Sus virtudes heroicas fueron patentes y estuvieron acompañadas de las más elevada fidelidad a sus deberes en la Iglesia. Esto es muy diferente a la beatificación no infalible de Juan Pablo II, donde sólo se estableció un culto local en las diócesis de Roma y Cracovia (aunque esta importante distinción fue rápidamente ignorada). Respecto a esta beatificación, el vocero del Vaticano ofreció una explicación sorprendentemente racional, diciendo que “el papa Juan Pablo II estaba siendo beatificado no por su impacto en la historia de la Iglesia Católica, sino debido a la forma en que vivió las virtudes cristianas, la fe, la esperanza y la caridad… Juan Pablo II estaba siendo beatificado por sus virtudes personales, no por su papado…” Un papa cuya beatificación no tenía nada que ver con su pontificado, y aún así es llamado “el Grande”, es otra de las innumerables rarezas que abundan en el panorama postconciliar de la Iglesia.

La abdicación del papa Benedicto tendrá efecto a partir del 28 de febrero de 2013, precisamente a las 8 de la noche. Esto significa que Benedicto evitará la dudosa canonización de Juan Pablo II y la evidentemente absurda beatificación de Pablo VI. La aplanadora que nos está llevando hasta estos fastidiosos acontecimientos, y que pasa por encima de todas las objeciones razonables, repentinamente se ha detenido por falta de camino delante. Al menos en parte, ¿el papa habrá abdicado para demorar la maquinaria que desea canonizar a Juan Pablo II, la cual ha amenazado con canonizar al Concilio, el cual el mismo Benedicto XVI (en sus momentos más cándidos) ha hecho tan importante? Podríamos pensar que sí.

Considérese lo siguiente: Benedicto pudo haber hecho un esfuerzo para apropiarse del momento que elevaría a Juan Pablo II a los altares de la Iglesia universal y declararía beato a Pablo VI, de esta manera dejaría su imprimatur papal en aquello que él mismo, cuando era el Card. Ratzinger, describió como un “proceso de decaimiento” postconciliar, un proceso que sólo el papa Benedicto XVI ha tratado de echar para atrás, desde el Concilio. Aún así, Benedicto también ha recibido muchísima presión de las fuerzas “conciliaristas” para llevar a cabo estos actos con el fin de atajar la falta de credibilidad del aggiornamiento conciliar. En este preciso momento, el pequeño arroyo que representan las críticas tradicionalistas se ha convertido en un torrente de críticas de parte de respetables teólogos reconocidos, al tiempo en que el “espíritu” del Concilio está decayendo y sus desastrosos efectos se han vuelto demasiado obvios para seguirlos justificando. Véase, por ejemplo, el comentario revelado póstumamente de parte del eminente teólogo no-tradicionalista Fr. Divo Barsotti, en cuyo diario escribió lo siguiente: “me encuentro perplejo respecto al Concilio: por su abundancia de documentos, por la extensión de éstos, frecuentemente por su lenguaje, todo ello me atemoriza. Son documentos que dan testimonio solamente de una confirmación humana más que de una sencilla afirmación de la firmeza en la fe”.

Así, podemos suponer que Benedicto enfrenta un dilema: Si simplemente se niega a ejercitar su primacía papal para canonizar el Concilio, él se enfrentaría a una tormenta de cólera de los militantes conciliaristas. Pero si él cede a esa presión y procede con esos actos, él tendría que responder con su propia conciencia y en última instancia ante el Juez de todos nosotros. Temiendo que sea incapaz de resistir a la presión para realizar las ceremonias que le demandan y que ya están arregladas, esperando sólo su acto de aprobación, él podría haber concluido que lo mejor que podía hacer era evitar a esta aplanadora antes de que alcanzara su meta. Es razonable pensar que si Benedicto estuviese sinceramente comprometido con la idea de un “san Juan Pablo II, el Grande” y un “beato Pablo VI”, él habría permanecido en su oficio, al menos lo suficiente como para realizar los necesarios actos papales. Aún así, él ha dejado su oficio, de una manera puramente discrecional, así como tales actos fueron designados para que ocurrieran, irónicamente, durante el llamado “Año de la Fe” y durante el cual está manifestándose la “apostasía silenciosa” que heredamos de los dos pontificados previos.

O quizás, incluso si esta no hubiera sido la intención consciente del papa, el Espíritu Santo ha intervenido para que abdicara en lugar de infligir un daño mayor a la Iglesia colaborando en la canonización del Concilio por medio de imprudentes actos del Magisterio. Parecería ser un milagro que, hace sólo unos días, parecía inminente la canonización de Juan Pablo II y que ahora haya sido pospuesta hasta al menos el 2014. ¿Esta demora fue prevista por el papa Benedicto al contemplar su abdicación? ¿Actuó así bajo la influencia del Espíritu Santo? Estas son preguntas razonables en vista de la asombrosa decisión hecha por un romano pontífice reinante que renuncia a su oficio incluso cuando no está incapacitado ni física ni mentalmente.

En la declaración de Benedicto reconoce la disminución de sus capacidades físicas y mentales, pero éstas son sólo consecuencias normales del envejecimiento. Sin embargo, si esas palabras se leen cuidadosamente en contexto, proveerán las indicaciones claves de la razón por la cual el papa ha abdicado a su oficio en circunstancias tan peculiares. Mientras que se le ve física y mentalmente sano, él se siente muy débil mental y corporalmente para confrontar las “cuestiones de gran relieve para la vida de la fe, para gobernar la barca de san Pedro y anunciar el Evangelio…”

Aquí confrontamos lo que el papa debe saber pero nosotros no sabemos: que algo maligno se desencadenará. ¿El papa Benedicto ha sido expulsado de su oficio por los lobos a los que él temía al comienzo de su pontificado? Recordemos las palabras de aquel momento, en su sermón durante la misa, momento que los modernistas conciliares se niegan a llamarle su coronación y le llaman simplemente una “inauguración”, como si el papa fuera un mero oficial electo: “Recen por mi, para que no huya de los lobos por temor”. Entre los lobos están, como siempre, los numerosos enemigos externos de la Iglesia, muchos de los cuales demandaron precisamente su renuncia. 

Pero podemos tener la certeza de que estos lobos que ha visto el papa son los que están más cerca de él, y que lo rodean en los mismos confines de la burocracia vaticana que ha sometido a la monarquía papal bajo el peso de la masiva maquinaria de una democracia eclesiástica instalada durante la revolución postconciliar, con su “colegialidad” y su “reforma” de la Curia Romana. Recuerdo en este momento la revelación de Mons. Fellay, quien durante su audiencia con el papa Benedicto en Castel Gandolfo en agosto de 2005, le rogó para que realizara las acciones necesarias para restaurar completamente a la Iglesia: “Ud. es el papa”, le dijo Mons. Fellay cuando los dejaron solos por un momento, pero el papa, apuntando a la puerta de la habitación donde se llevaba a cabo la audiencia replicó con tristeza: “Mi autoridad acaba pasando esa puerta”.

Y, ¿qué hay más allá de esa puerta? Los lobos en la propia morada del papa. El papa mismo confirmó un derrocamiento verificable del papado hasta el extremo de lo humanamente posible. Bajo esta luz, la abdicación sin precedente y discrecional del papa toma un aspecto apocalíptico. Y fue Benedicto mismo quien dejó las pistas para relacionar su situación, precisamente con el apocalíptico Tercer Secreto de Fátima. Durante su peregrinación a Fátima hace dos años, Benedicto reveló que el Secreto tal y como fue originalmente redactado, es mucho más de lo que vemos en la versión publicada en el año 2000:
“Más allá de esta gran visión del sufrimiento del papa… están indicadas futuras realidades de la Iglesia, las cuales poco a poco se desarrollarán… Así, es verdad que más allá del momento indicado en la visión, se habla, se ve, la necesidad de una pasión de la Iglesia que naturalmente se refleja en la persona del papa; pero el papa está en la Iglesia, y por lo tanto, los sufrimientos de la Iglesia son los que se han anunciado…

“En cuanto a la novedad que podemos encontrar hoy en este mensaje, es que los ataques sobre el papa y la Iglesia no vienen de un sólo lado, sino que los sufrimientos de la Iglesia vienen precisamente desde dentro de la Iglesia, desde los pecados que existen en la Iglesia. Esto siempre se ha conocido, pero hoy podemos verlos de una forma realmente terrible: que la mayor persecución de la Iglesia no viene de sus enemigos externos, sino que surgen del pecado dentro de la Iglesia”.
A la luz de estas afirmaciones uno podría preguntar: ¿Qué es lo que el papa sabe y ha sido obligado a no decirnos? ¿Por qué habla de terribles “realidades futuras” que se desarrollarán “poco a poco” sin decirnos qué son? Sabe, por ejemplo, ¿por qué, como vemos en la visión, un papa futuro encuentra su fin en la cima de una colina en las afueras de una ciudad en ruinas rodeado de cadáveres y de la cuál escapará sólo para ser ejecutado por un grupo de soldados? ¿Ha leído las palabras de la Virgen que aclararían esta visión post apocalíptica? (Sólo un tonto pensaría que la Madre de Dios designaría al Card. Angelo Sodano, el Secretario del Vaticano quien encubrió el escándalo del padre Maciel, con la tarea de “interpretar” una visión que ella misma ha explicado claramente). ¿Están íntimamente relacionadas las palabras de la Virgen con la afirmación del papa que hablan de “más allá del momento indicado en la visión” y los detalles de un futuro terrible del cual “se habla”, y no solamente se ve? ¿Qué parte del Secreto está más allá del momento indicado en la visión, si no es que el texto habla cuando la visión calla?

Lo que sea que haya visto el papa en lo venidero debe ser parte del motivo de su abdicación, a menos que deseemos concluir que él simplemente se deshizo de su oficio, abandonándolo en su flaqueza. No, debe haber más. Hago eco de los sentimientos del editor concluyendo que el papa Benedicto se ha sacrificado a los lobos, colocándose en frente de ellos para que huelan el cadáver de su pontificado en apuros, sorprendidos por lo fácil que ha sido conseguir su presa y distraídos momentáneamente de lo que ya ha sido puesto en marcha respecto al nuevo cónclave.

Benedicto, podemos suponer, ha puesto su esperanza en el Espíritu Santo y en la elección de un sucesor que pueda resistir lo que él no pudo, repeler lo que él no pudo repeler, restaurar por completo lo que nos han quitado, incluyendo, debemos decirlo, las acciones de los dos últimos desastrosos predecesores quienes han sido propuestos de forma demencial para exaltarlos entre los grandes papas. Esto parece decir el papa Benedicto cuando declaró, seguramente a la luz de Fátima: “confiamos la Iglesia al cuidado de su Sumo Pastor, Nuestro Señor Jesucristo, y suplicamos a María, su Santa Madre, que asista con su materna bondad a los Padres Cardenales al elegir el nuevo Sumo Pontífice.

Todo esto, por supuesto, es especulación. Pero especulación razonable a la vista de estos desarrollos asombrosos y atemorizantes. El papa quien, a pesar de sus fallas, terminó con la diabólica supresión del Rito Romano Tradicional, permitida por sus predecesores, y quien levantó las absurdas “excomuniones” de los obispos de la Fraternidad Sacerdotal San Pío X, repentinamente ha renunciado. Estamos en un estado de desconcierto, gratitud, temor por el futuro y esperanza por lo que el Espíritu Santo pueda traer a pesar de los minuciosos planes de los lobos quienes ahora se precipitan sobre nuestro papa caído, considerando su próxima movida. Nuestra Señora de Fátima, ¡confúndelos!


The Remnant


BENEDICTO XVI ABDICA AMENAZADO DE MUERTE, Y SURGEN ESPECULACIONES SOBRE SU SUCESOR

Corría el día 11 de febrero de 2012 cuando se difundía la noticia. La administración del Vaticano vivió en un clima de tensión con intrigas de fondo y presuntas luchas palaciegas, que incluyeron rumores, filtraciones y desmentidos sobre mala gestión, o “primicias” sobre un seudocomplot para asesinar a Benedicto XVI.


Lo que más ha conmocionado a los modernistas infiltrados en la Iglesia Católica, ha sido el Motu Proprio que Benedicto XVI ha dictado, señalando el inicio de un camino a la restauración litúrgica a la cual existe una frontal oposición intraeclesial. La Misa que han rezado los grandes santos como Don Bosco, San Ignacio, San Agustín o Santo Tomás de Aquino, compendiada por San Pío V, hoy prácticamente nadie sabe rezarla. De hecho, una señal de esta restauración litúrgica son las palabras que pronunció el papa anunciando su abdicación, en latín idioma desconocido hoy por muchos obispos y sacerdotes.

Esto es coincidente con los dichos del cardenal Romeo: "El cardenal Romeo criticó ásperamente al papa Benedicto XVI, por ocuparse esencialmente de la liturgia", afirma el Vatileak que fuera difundido. La realidad pasa por la lex orandi, lex credendi, por la restauración litúrgica y de la Fe tradicional de la Iglesia Católica, opuesta a los modernistas condenados ya por San Pío X en la Encíclica Pascendi. Todo lo que sea realizado en consonancia con tal Encíclica, recibe sistemáticamente la reprobación de los medios de comunicación y de los modernistas infiltrados en la Iglesia Católica.


"ASESINADO EN LOS PRÓXIMOS MESES"

El mismo portavoz del Vaticano, el padre Federico Lombardi, calificó de “delirante” un documento secreto en alemán según el cual el papa Benedicto XVI podría “ser asesinado en los próximos meses”, indicaba la noticia en un escrito revelado por el periódico Il Fatto Quotidiano.

Este documento, que retoma una declaración alarmante que habría hecho el arzobispo de Palermo, Paolo Romeo, en ocasión de un viaje a China en noviembre de 2011, existe. Pero no da absolutamente ninguna precisión sobre la naturaleza de los peligros y la identidad de los supuestos conspiradores.
El cardenal Romeo desmintió luego personalmente las afirmaciones que le atribuye el texto, declarándolo “carente de fundamento”.

El documento agrega un elemento perturbador, luego de evocar el complot de forma totalmente vaga, el despacho ultrasecreto se detiene en las luchas de poder en el Vaticano. Según este texto, Benedicto XVI tendría una relación “muy conflictiva” con el cardenal secretario de Estado (número dos) Tarcisio Bertone, y buscaría reemplazarlo.

El 11 de febrero de 2013 se difundía también la información denunciando que Benedicto XVI enfrenta una “rebelión de monseñores”. El diario del Vaticano L’Osservatore Romano denominó a una facción de la Curia romana, como “lobos” que acechan al pastor de la Iglesia Católica.

Los “Vatileaks” de ese momento abrieron especulaciones sobre “un paso al costado” del pontífice. Los archivos revelados daban cuenta de sospechas de corrupción en las licitaciones inmobiliarias del Vaticano, manejos financieros irregulares en el Banco Vaticano e incluso de un “supuesto y disparatado” complot para asesinar a Benedicto XVI.


BERTONIANOS

Hubo quienes señalaron que Tarcisio Bertone habría estado detrás de la fuga de documentos, de esas filtraciones que formaban parte de una “rebelión de monseñores” contra Benedicto XVI. De hecho, la filtración de que Bertone no sería de completa confianza para Benedicto XVI y su posible remoción, sólo beneficiaba al mismo Bertone, victimizándolo y describiendo a Benedicto XVI como “el malo de la película”.

Entre las especulaciones que se daban a comienzos del año 2012, se afirmaba que al asumir Ratzinger todos esperaban que tuviese un “papado de transición”. Sin embargo, Benedicto XVI debió hacer frente (aunque con ciertas ambigüedades) dictó el Motu Proprio que restauró la Liturgia de San Pío V en la Iglesia, algo que los modernistas habían considerado completamente “superado” y que no tendría vuelta atrás. De todos modos, el Motu Proprio ha pasado desapercibido para la absoluta mayoría de los feligreses, pero más desapercibido aún para los miembros de la Jerarquía eclesiástica. Este es un hecho fundamental que le ha granjeado a Benedicto XVI el repudio de muchos sectores intraeclesiales, incluso a pesar de haber cambiado la fórmula del Viernes Santo en que se aludía a los “pérfidos judíos” (que solo significa que los judíos no se han convertido, que no aceptan la Fe Católica).

El papa alemán se propuso sanear la imagen de la Iglesia, dialogando con concesiones a unos y otros (léase a ortodoxos y “heterodoxos”), buscando de ese modo una cierta unidad intraeclesial que ofrezca además la consistencia interna ante las situaciones del mundo extraeclesial. Sin embargo, han sido las “concesiones a la ortodoxia” las que han desatado los verdaderos problemas.

El inmanentista intraeclesial, modernista, hereje o heterodoxo, sólo es capaz de ver en la Iglesia Católica una “lucha de poder”, sin apreciar jamás la influencia y participación fundamental del Espíritu Santo. Así, humanamente hablando, los inmanentistas intraeclesiales (pelagianos y semipelagianos), señalan que existe una lucha de poder que se remonta al momento de la muerte de Juan Pablo II.

En el siglo XIII, el Papa Celestino V habilitó la renuncia papal en el derecho canónico.


EL COMPLOT

Para el día 11 de febrero de 2012, se difundía la noticia de un complot para asesinar a Benedicto XVI.

La indiscreción, que en aquél momento fuera definida como "demencial" por el Vaticano, era divulgada por el diario italiano Il Fatto Quotidiano, según el cual el plan para deshacerse del papa habría sido de alguna manera revelado por el arzobispo de Palermo, cardenal Paolo Romeo, en ocasión de un viaje a China en noviembre de 2011 y al respecto se publicaba una nota confidencial que sobre este argumento el cardenal Darío Castrillón Hoyos envió al papa.

Paolo Romeo, habló en noviembre de 2011 con algunos interlocutores chinos "con gran seguridad y firmeza como si lo supiese con precisión" de la concreta posibilidad de que Benedicto XVI muera en el plazo de un año, según difundieron los medios de comunicación.

Asimismo, por otra parte, el purpurado también habría precisado que el papa ya en aquél entonces pensaba en su sucesor, que sería el cardenal italiano Angelo Scola, ex patriarca de Venecia y desde hace pocos meses arzobispo de Milán.


CARDENAL ANGELO SCOLA

Es amigo de Benedicto XVI desde hace 40 años, representa el sector más conservador y próspero.

A mediados de 2011 fue nombrado por el papa como jefe de la Diócesis de Milán, la más importante, grande y rica de Europa. Tiene 1.107 parroquias, más de 5 millones de habitantes, 3.000 curas y 800 párrocos.

En Italia, la Diócesis de Milán ha sido también fundamental en el campo político, pues en esa zona la Iglesia ha sido activa en la oposición a Silvio Berlusconi, quien precisamente nació allí también.

Scola nació el 7 de noviembre de 1941, es hijo menor de un conductor de camiones llamado Carlos Scola y de una ama de casa llamada Regina Colombo. Tiene dos doctorados: uno en filosofía de la Universidad Católica del Sagrado Corazón (Milán) y uno en Teología de la Universidad de Friburgo (Suiza).

Conocedor de las lenguas italiana, alemana y francesa, Angelo Scola fue delegado cardenal en el Consistorio del 21 de octubre de 2003 e hizo parte del cónclave que en abril de 2005 eligió a Joseph Ratzinger como sucesor de Juan Pablo II. Es miembro de la Congregación para el Clero y de los Pontificios Consejos para la Familia y para los Laicos.

Scola fue ordenado como sacerdote en 1970. En ese entonces era conocido como un integrante del movimiento Comunión y Liberación (CL). Éste, el Opus Dei y los Legionarios de Cristo, según el diario El País de España, son los más prósperos y conservadores de Italia, y con el tiempo se han ido volviendo aún más ricos y aún más conservadores a través de la Compagnia delle Opere, que reúne unas 30.000 sociedades.
Según citado periódico español, hace 30 años Scola fue expulsado del seminario de la Diócesis de Milán. Sus defensores aseguran que fue por su relación con el fundador del movimiento CL, el sacerdote y teólogo Luigi Giussani. Otros afirman que fue porque el, entonces, joven seminarista sufría de depresión, informa Cadena3.


LA DENUNCIA

La denuncia afirmaba que el papa moriría asesinado en noviembre de 2012, víctima de un "complot de muerte", según había revelado el cardenal de Palermo, Paolo Romeo, durante una visita a China, haciéndose eco de un documento confidencial (que ofrecemos íntegro al final de esta información) que el cardenal Castrillón hizo llegar al papa a mediados de enero, durante el transcurso de una audiencia reservada.

Sin embargo, cabe señalar que en la nota (que es auténtica), se lee que el cardenal Romeo no habla específicamente de complot para asesinar al pontífice, limitándose a decir que el papa podría morir en 12 meses. Por lo tanto, se deduciría entonces que habrían sido sus interlocutores chinos los que pudieron haber interpretado las palabras del arzobispo de Palermo como la revelación de un complot contra el jefe de la Iglesia Católica. Esto sin quitar importancia a la previsión del cardenal Romeo (quien sabe basada en que cosa) de que a Benedicto XVI, que en abril de 2012 cumplía 85 años.


EL VATILEAK

Texto íntegro del documento publicado por "il Fatto Quotidiano" del 10 febrero 2012
Asunto: Viaje del cardenal Paolo Romeo (20 de febrero 1938 en Acireale, Provincia de Catania, Italia), arzobispo de Palermo, a Beijing en noviembre de 2011.

Durante sus conversaciones en China, el cardenal Romeo ha profetizado la muerte del papa Benedicto XVI en los próximos 12 meses. Las declaraciones del cardenal fueron expuestas, por la persona probablemente informada de una conspiración criminal seria, con tanta seguridad y firmeza, que sus interlocutores en China pensaron con horror que se está planeando un ataque contra el Santo Padre.


Viaje a Beijing

En noviembre de 2011 el cardenal Romeo se fue con visado de turista a Beijing, donde, de hecho, no se reunió con miembro alguno de la Iglesia Católica en China, pero sí con empresarios italianos, que viven o mejor trabajan en Beijing, y con diversos interlocutores chinos.

En Beijing, el cardenal Romeo dijo que fue enviado personalmente por el papa Benedicto XVI para proseguir y verificar las conversaciones iniciadas por el cardenal Darío Castrillón Hoyos, en marzo de 2010 en China.

También afirmó que él era la persona de contacto designada por el papa para atender en el futuro las cuestiones entre China y el Vaticano.

En una entrevista confidencial, el cardenal Romeo ha informado a sus socios en China que, por su actividad para el Servicio Diplomático de la Santa Sede en la representación del papa en Filipinas, estableció contactos con la Iglesia RKK1 clandestina y que, en virtud de esta experiencia, es la persona adecuada para tratar los problemas entre China y el Vaticano.
También afirma que fue, entre 1990 y 1999, Nuncio Apostólico en Colombia y, durante ese tiempo, trabajó con el cardenal Castrillón.

El cardenal Romeo sorprendió a sus interlocutores en Pekín, informando que él (Romeo) formaría una troika. Por lo tanto, para las cuestiones más importantes, el santo padre consultaría con él - Romeo - y con Scola.

Los chinos, por su parte, le comunicaron al cardenal Romeo lo siguiente: muchos cardenales se acercaron a China, pero que la visita más importante para las relaciones entre China y el Vaticano fue la del cardenal Darío Castrillón Hoyos, en marzo de 2010.


Secretario de Estado, cardenal Bertone

El cardenal Romeo criticó ásperamente al papa Benedicto XVI, por ocuparse esencialmente de la liturgia, sin tener en cuenta "los asuntos ordinarios", confiados por el papa al cardenal Tarcisio Bertone, Secretario de estado de la Iglesia católica romana.

La relación entre el papa Benedicto XVI y su Secretario de Estado Cardenal Tarcisio Bertone sería muy conflictiva. En un ambiente de confidencialidad, el cardenal Romeo informó que el papa Benedicto XVI odiaría literalmente a Tarcisio Bertone y estaría encantado de sustituirlo por otro cardenal. Romeo añadió que no habría otro candidato idóneo para ocupar su cargo y que, por eso, el Secretario de Estado, cardenal Tarcisio Bertone continuaba en su puesto.

La relación entre el Secretario de Estado y el cardenal Scola sería también tan difícil y tormentosa.


La sucesión del Papa Benedicto XVI:

En secreto, el santo padre se estaría ocupando de su sucesión y ya habría elegido al cardenal Scola como un candidato adecuado, por ser el que más cerca está de su propia personalidad. Poco a poco, pero inexorablemente lo estaría preparando y formando para que ocupe el cargo de papa.

Asegura Romeo que, por iniciativa del santo padre, el cardenal Scola fue trasladado de Venecia a Milán, con el fin desde allí se vaya preparando tranquilamente para el papado.

El cardenal Romeo continuó sorprendiendo a sus interlocutores en China, difundiendo una serie de rumores.
Seguro de sí mismo, como si lo supiese con precisión, el cardenal Romeo anunció que el santo padre tendría sólo 12 meses más de vida.

Durante sus conversaciones en China profetizó la muerte del papa Benedicto XVI en los próximos 12 meses.

Las declaraciones del cardenal estaban basadas en informaciones de personas bien informadas de una conspiración criminal grave, con tanta seguridad y firmeza, que sus interlocutores chinos pensaron, con horror, que se está planeando un ataque contra el santo padre.

El cardenal Romeo se sentía seguro y no podía imaginar que las declaraciones hechas en esta ronda de conversaciones secretas podrían ser transmitidas por un tercero al Vaticano.

Con la misma seguridad, Romeo profetizó que podía asegurar desde ahora mismo, aunque siguiese siendo secreto, que el sucesor de Benedicto XVI será, en cualquier caso de origen italiano.

Como se describió anteriormente, el cardenal Romeo subrayó, que después de la muerte del papa Benedicto XVI, el cardenal Scola sería elegido papa, aunque también cuente con enemigos importantes en el Vaticano.

VATILEAKS Y EL SUCESOR

Justamente, el 10 de febrero de 2012 se difundía la noticia del complot. Un año después, sorpresivamente, inconsultamente, Benedicto XVI anuncia que abdicará.

La noticia del complot fue desmentida, pero varios elementos anunciados en la nota que denunciaba la conspiración se están cumpliendo.

Los medios de comunicación anuncian como próximo “Papable” al Cardenal Angelo Scola, afirman que después de dos papas no italianos, llega el turno de uno de esa nacionalidad.

Se abren así otras expectativas sobre el sucesor de Benedicto XVI, y además del cardenal italiano Angelo Scola, de 71 años, y del cardenal argentino Leonardo Sandri, se mencionan al cardenal canadiense Marc Ouellet, de 68 años, y el cardenal ghanés Peter Kodwo Appiah Turkson.

El analista Pedro García cree que la renuncia del papa podría tener relación con los recientes escándalos en el Vaticano. Sin embargo, dice, es solo un elemento que no puede explicar completamente la decisión, según informó Actualidad RT.

“Hay que buscar sentido en las propias palabras que ha hecho el papa en su comunicado y el tiempo dirá qué es lo que está pasando, pero sin duda están pasando cosas”, indicó Pedro Alberto García Bilbao, doctor de la Universidad Pontificia de Salamanca.

Según el analista, ha ocurrido algo que “ha extinguido la voluntad” del actual sumo pontífice para hacer frente a la situación y a los problemas, y recuerda que “un papa puede perfectamente administrarse, dosificar su esfuerzo, su presencia pública” para contrarrestar el cansancio de una persona de edad.


PERSECUCIÓN EXTREMA…

En el medio, hay muchas profecías sobre el fin de los tiempos y su vinculación con cada papa. Algunos hablan de que viene un papa que vivirá en persecución extrema.

Según Actualidad RT, está planeado que el cónclave se reúna a comienzos de marzo para elegir a un nuevo pontífice, labor que según el periodista Franco Olivo es “muy complicada, ya que nunca se sabe qué va a ocurrir cuando se reúna el colegio de cardenales. Los italianos, que solían ser la porción más fuerte ya no lo son, ya no hay una mayoría absoluta en el colegio de cardenales”, concluyó Olivo.

Finalmente, el analista García Bilbao cree que lo que más debe preocupar a la comunidad católica es averiguar lo que realmente le sucede al papa, antes que intentar adivinar el nombre de quién puede ser su sucesor, tema que debe “estar en segundo plano”. No obstante, García considera muy posible que un representante latinoamericano, como el cardenal argentino Leonardo Sandri, llegue al Vaticano.

El cardenal argentino Leonardo Sandri es uno de los candidatos a suceder al papa Benedicto XVI una vez que renuncie a su cargo, el 28 de febrero.

Según analizó Esteban Caselli, embajador argentino en Italia entre 1997 y 2000 y ante la Santa Sede durante el papado de Juan Pablo II, "hay grandes posibilidades de que el cardenal Sandri" asuma su lugar.

"Sandri fue asesor de asuntos generales en la Secretaría de Estado en el Vaticano y fue la voz de Juan Pablo II cuando ya estaba mal de salud", recordó Caselli en diálogo con "Hola Chiche" en Radio 10 de Argentina. Asimismo, Caselli indicó las humanas expectativas de que se buscará un "papa joven" para que pueda permanecer en el cargo al menos 15 años y, en ese sentido, Sandri tiene 68 años, lo que es considerado joven para atravesar esa situación.


PRÓXIMO CÓNCLAVE

En el cónclave para la elección del papa, que se celebrará a mediados de marzo, probablemente entre quince y veinte días después del 28 de febrero, fecha de la renuncia de Benedicto XVI, participarán 120 cardenales del Colegio Cardenalicio vaticano.

El cónclave se reúne habitualmente en la Capilla Sixtina dentro del complejo vaticano y empieza unos quince días después de producirse la vacante, aunque el Colegio Cardenalicio puede establecer otra fecha, que no debe exceder los veinte días.

Los prelados, en total aislamiento, se alojan en el edificio denominado "Domus Sanctae Marthae" o residencia Santa Marta, mandado construir por Juan Pablo II en el interior de la Ciudad del Vaticano. Para ellos rigen las estrictas normas del secreto: tienen prohibido mantener conversaciones telefónicas o correspondencia con el exterior, y los teléfonos celulares y la televisión están vetados en estos días.

En 2007 Benedicto XVI modificó las reglas para la elección de su sucesor. Ahora, para elegir al sucesor del papa será necesario obtener la mayoría de los dos tercios de los votos de los cardenales electores en todos los escrutinios.

El proceso de votación en el cónclave se divide en tres partes: 'pre-escrutinio' (donde se preparan las papeletas y se elige, entre otros puntos, quién será el encargado de leerlas), el 'escrutinio' propiamente dicho, así como 'post-escrutinio', donde se recuentan los votos y queman las papeletas. Con ello, en la tarde del primer día se realiza un escrutinio, que se repetirá hasta en los tres días siguientes, dos veces por la mañana y otras dos por la tarde, hasta que no se consiga la citada mayoría de dos tercios.

"Si al cabo de tres días no se ha conseguido el sucesor se convoca un día para el retiro y la oración de los cardenales", indica Izquierdo, pudiendo llegar hasta las 21 votaciones. 

Asimismo, la nueva normativa del papa Ratzinger establece que cuando llegue el turno de voto de los dos cardenales más votados, éstos no podrán participar en la votación.

En lo referente al nombre de los candidatos, debe figurar en la papeleta escrito con una caligrafía distinta a la particular de cada cardenal, y está prohibido a los electores desvelar a cualquier otra persona noticias sobre las votaciones, antes, durante y después de la designación del nuevo papa. Después de cada elección se queman las papeletas.

La tradición indica que los cardenales provoquen con paja seca o húmeda que el humo sea negro si no se ha elegido papa, o blanco si la votación ha dado como resultado la elección del nuevo Pontífice.

Una vez que el elegido "acepta su elección canónica" como sumo pontífice, el primero de los diáconos -cardenal Protodiácono- anuncia desde el balcón de la Basílica vaticana la elección del nuevo papa con la tradicional fórmula: "Nuntio vobis gaudium mágnum: Habemus Papam!" y este último imparte la bendición "Urbi et Orbi".


Diario Pregon

domingo, 10 de febrero de 2013

DECLARATIO (10 DE FEBRERO DE 2013)


DECLARATIO


Queridísimos hermanos,

Os he convocado a este Consistorio, no sólo para las tres causas de canonización, sino también para comunicaros una decisión de gran importancia para la vida de la Iglesia. Después de haber examinado ante Dios reiteradamente mi conciencia, he llegado a la certeza de que, por la edad avanzada, ya no tengo fuerzas para ejercer adecuadamente el ministerio petrino. Soy muy consciente de que este ministerio, por su naturaleza espiritual, debe ser llevado a cabo no únicamente con obras y palabras, sino también y en no menor grado sufriendo y rezando. Sin embargo, en el mundo de hoy, sujeto a rápidas transformaciones y sacudido por cuestiones de gran relieve para la vida de la fe, para gobernar la barca de san Pedro y anunciar el Evangelio, es necesario también el vigor tanto del cuerpo como del espíritu, vigor que, en los últimos meses, ha disminuido en mí de tal forma que he de reconocer mi incapacidad para ejercer bien el ministerio que me fue encomendado. Por esto, siendo muy consciente de la seriedad de este acto, con plena libertad, declaro que renuncio al ministerio de Obispo de Roma, Sucesor de San Pedro, que me fue confiado por medio de los Cardenales el 19 de abril de 2005, de forma que, desde el 28 de febrero de 2013, a las 20.00 horas, la sede de Roma, la sede de San Pedro, quedará vacante y deberá ser convocado, por medio de quien tiene competencias, el cónclave para la elección del nuevo Sumo Pontífice.

Queridísimos hermanos, os doy las gracias de corazón por todo el amor y el trabajo con que habéis llevado junto a mí el peso de mi ministerio, y pido perdón por todos mis defectos. Ahora, confiamos la Iglesia al cuidado de su Sumo Pastor, Nuestro Señor Jesucristo, y suplicamos a María, su Santa Madre, que asista con su materna bondad a los Padres Cardenales al elegir el nuevo Sumo Pontífice. Por lo que a mi respecta, también en el futuro, quisiera servir de todo corazón a la Santa Iglesia de Dios con una vida dedicada a la plegaria.

Vaticano, 10 de febrero 2013.

BENEDICTUS PP XVI