lunes, 2 de diciembre de 2024

EL BAUTISMO EXPLICADO A UN “PAPA” ESTÚPIDO

“¿Bautismo? ¿Qué es eso?”


El “papa Francisco” acaba de recomendar a una abuela que “no insista” a su hija para que bautice a sus hijos.

La mente se aturde.

Digamos primero una cosa: es probable que el bautismo no se produzca. Los padres viven en pecado, así que el bautismo se está volviendo problemático sólo por eso, ya que habría que encontrar padrinos que respondan por la educación religiosa de los niños, educación religiosa que los padres ateos no van a permitir en primer lugar. Creo que muchos sacerdotes simplemente rechazarían el bautismo a padres que viven en pecado y punto, y no les estoy culpando. Además, estos son los italianos ateos del XXI, y te digo que son mucho más militantes que los italianos ateos de antaño. Culpo de esto al Vaticano II y al clero cobarde.

Aún así, hay muchas cosas que están mal aquí.

La abuela está preocupada porque “sé lo importante que es tener al Señor al lado” de su nieta, etc. Que tierno. No menciona que, si la niña muere pronto, no habrá Paraíso.

Se pregunta “¿Qué pensará Jesús de todo esto?”. No hay nada que preguntarse, Signora. Jesús ha dejado reglas precisas exactamente para que no tengamos que pensar, sino actuar.

Los dos padres viven claramente en pecado, dirigiéndose de nuevo con gran celo y notable energía hacia el infierno. De eso tampoco se dice nada. Han perdido la fe, pero tienen el corazón en el lugar correcto? ¿Seguro? ¿Seguro? La abuela no parece preocupada por ellos. Todo parece un desacuerdo como si la nieta se hubiera quedado sin cachorro de labrador porque a sus padres les gustan los gatos.

Los pecados de los padres recaerán sobre los hijos. Una de las sanciones de vivir en pecado es el mayor riesgo de que la descendencia pague el precio. No lo digo yo, la Iglesia lo ha creído siempre. Si la niña muere, no fantasees con que estará con angelitos en el cielo. Hay destinos peores que el Limbo, pero no hay derecho al Paraíso.

La anciana tiene muy poco que preguntarse, y yo -gratis et amore dei- le estableceré las reglas de una manera que Francisco nunca lo hará.

Si los padres de la nieta mueren sin arrepentirse, irán a un lugar llamado Infierno. Allí, sufrirán para siempre. Eso es un tiempo terriblemente largo, “para siempre”.

Si la nieta muere con pecados mortales no arrepentidos en su conciencia (no tardarán en empezar a acumularse) irá, también, el infierno. Sí, no hay descuentos por ser ateos papá y mamá, o nos lo habrían enseñado.

Si la nieta muere pronto, la Iglesia enseña que su destino es el Limbo, y esta idea novedosa de que la niña debe ser canonizada no es cristianismo. Sí, Dios puede hacerlo si quiere. Sí, Dios enseña lo del Limbo para que no te engañes. Los que optan por engañarse lo hacen en contra de la enseñanza constante de la Iglesia, sin explicar nunca por qué las normas, en su caso, no se aplicarían.

“¡Pero... pero... ella era una aannngggeeellll!” Lo siento, señora. En realidad no lo era.

Entonces, ¿qué debe hacer la abuela? Tiene que actuar con prudencia, pero con fortaleza. Tiene que decirles a los jóvenes padres pecadores el riesgo que corren tanto sus propias almas como la de su hija. Así que, por supuesto, debe insistir y ofrecerse como madrina si es posible, pero tiene que ser inteligente al respecto. También tiene que transmitir a la niña todo el cristianismo posible -el adecuado- para que desee sinceramente ser bautizada. Entonces, o se bautizará cuando sea adulta, o morirá con el bautismo del deseo. Es simple, no es ingeniería espacial. Yo entendía estas cosas cuando tenía cinco años. Estoy seguro de que hasta Francisco lo entendería, si decidiera aproximarse al catolicismo.

La abuela debe ser prudente, no sea que los padres excluyan a la niña de su influencia. Pero tiene que ser franca y poner las reglas sobre la mesa. Reglas que Francisco no puede enseñar a la mujer, porque en primer lugar no cree en ellas.

No he leído toda la carta. Aún así, es difícil escapar a la impresión de que la seriedad en este asunto no es entendida por ninguna de las partes, o al menos esta es la impresión que saco de lo que el Vaticano ha publicado.

No se trata de cachorros de labrador.


Mundabor


LA ESPADA DE SANTA JUANA DE ARCO

Quizás pocos saben que Santa Juana de Arco recibió su espada de manera milagrosa...

Por Hugh O'Brien


La pista que me llevó al descubrimiento de la espada de Santa Juana de Arco me la dio Dom Gueranger, quien señala en su Liturgical Year (Año Litúrgico) que la Doncella de Orleans recibió su espada de forma milagrosa en Sainte-Catherine-de-Fierbois, una iglesia dedicada a Santa Catalina de Alejandría en un pueblo del mismo nombre.

Aún hoy, el pueblo de Sainte-Catherine-de-Fierbois sigue siendo pequeño (unos 750 habitantes) y es famoso sobre todo por el altar bajo el que Santa Juana encontró su espada del Cielo. Santa Catalina de Alejandría fue una de las santas que ayudaron y aconsejaron a la doncella de Orleans, por lo que no es de extrañar que se sepa el papel que desempeñó en la obtención de la espada por parte de la doncella.

Tras su encuentro con el Delfín en Chinon en 1429, Carlos dispuso que se le hiciera una armadura. Pero la Doncella rechazó su oferta de una espada porque sus “Voces” le dijeron dónde encontraría la que el Cielo había elegido para ella. Sabemos esto porque ella habló de la espada durante el proceso de su Juicio de Condena en 1431 (en inglés aquí).

Se llamaba “Espada de Santa Catalina” y tenía cinco cruces en la hoja. Sus inquisidores le preguntaron por esta espada con el fin de inducirla a admitir que tenía poderes “mágicos”. Ella no quiso hacerlo, pero les explicó con palabras sencillas la verdad de su maravilloso origen.

Cuando estaba en Chinon, sus “Voces” le habían dicho que encontraría su espada en la iglesia de Santa Catalina de Fierbois, detrás del altar. Envió una carta al párroco y pidió que la buscaran y le enviaran la espada. La encontraron exactamente donde ella había indicado, enterrada en un lugar detrás del altar, toda cubierta de óxido.

Un comerciante de armas de Tours fue enviado a recuperarla para la Pucelle, y los prelados de Tours y Santa Catalina mandaron hacer preciosas fundas para ella, una de terciopelo rojo y otra de tela de oro, pero ella prefirió usar la de cuero fuerte que había mandado hacer.

Preguntada cómo supo que esta espada estaba allí, respondió,
“Esta espada estaba en la tierra, toda oxidada, y había sobre ella cinco cruces, y yo la conocí por mis voces, y nunca había visto al hombre que fue a buscar esta espada.

Escribí a los prelados del lugar que, si les parecía bien, me diesen la espada, y me la enviaron. No estaba muy profunda bajo tierra, detrás del altar, según me parece, pero no sé exactamente dónde estaba: delante o detrás del altar.

Una vez encontrada esta espada, los prelados del lugar la hicieron frotar, y enseguida se le cayó el óxido sin dificultad. Hubo un mercader de armas de Tours que fue a buscarla, y los Prelados de aquel lugar me dieron una vaina y los de Tours también, con ellos, mandaron hacer dos vainas para mí: una de terciopelo rojo y otra de paño de oro. Y yo misma me hice otra de cuero bien fuerte.

Pero cuando fui capturada, no era esa espada la que tenía. Siempre llevé esa espada hasta que me retiré de Saint-Denis después del asalto a París” (1).
La espada fue encontrada donde San Miguel había indicado a Juana, pero entonces, un segundo milagro: la gruesa capa de óxido del hierro enterrado se desprendió sin esfuerzo con un paño.

Ella explica que había llevado la espada de Fierbois al menos hasta que se retiró de Saint-Denis tras el asalto a París en septiembre de 1429, donde comenzó su revés de fortuna. Durante el ataque, Juana fue herida por un virote de ballesta en el muslo, sacada contra su voluntad del campo de batalla y, sin su presencia para animar a las tropas, Carlos VII ordenó la retirada cuatro horas más tarde.

Es decir, la llevó al menos hasta llegar a Lagny el 29 de marzo de 1430. Fue capturada en Compeigne dos meses más tarde. (2). ¿Fue el conocimiento de la traición que se avecinaba lo que impulsó a La Pucelle a esconder su Espada de Santa Catalina? Una vez había comentado que “sólo temía la traición”. Y, al final, fue por traición por lo que fue capturada y entregada a los ingleses, que la quemaron en Rouen.

No dijo a nadie dónde había colocado la Espada de Santa Catalina, y tomó en su lugar una espada más pequeña y manejable que, según dijo a sus inquisidores, había tomado de un soldado borgoñón llamado Franquet d'Arras. Y añadió: 
“Me la quedé porque era una buena espada de guerra, buena para dar fuertes golpes”. 
Si propinaba golpes fuertes, solía ser a las prostitutas a las que echaba del campamento, ya que declaró bajo juramento que nunca había matado a nadie.

Cuando sus jueces la interrogaron sobre el paradero de la Espada de Fierbois, pues no querían que quedara ninguna “reliquia” que el pueblo pudiera honrar, se negó a dar una respuesta, alegando que no concernía al caso. La única información que daría es que se había perdido y que sus hermanos tenían el resto de sus bienes, sus caballos y espadas (3).

Como se sabía que había dejado una armadura y una espada en la iglesia de San Dionisio como acto de devoción, los jueces volvieron a preguntar por esa espada. Ella respondió que no había ofrecido la espada de Santa Catalina de Fierbois (4).

Muchos rumores circularon por Francia sobre el destino de esta espada. Incluso se ha llegado a publicar la historia de que la hoja de la espada se rompió cuando expulsaba a las prostitutas del campamento, lo que era habitual en ella. Juana de Arco negó esta historia durante el proceso con sus interrogadores.

La leyenda de sus orígenes

Una leyenda sobre los orígenes de la Espada del Cielo es que perteneció a Carlos Martel, abuelo de Carlomagno, que detuvo la invasión musulmana en Europa en la batalla de Tours (o Poitiers) en 732. Fue allí donde se ganó el apellido Martel (o Martillo) por su feroz azote al enemigo.

Se dice que, en acción de gracias, el comandante franco dejó su espada en el altar de Santa Catalina de Fierbois. Temiendo que se la robaran, decidió enterrarla en secreto detrás del altar.

La Doncella de Orleans murió sin revelar el paradero de la Espada del Cielo. Queda por saber si volverá a ser encontrada milagrosamente por un nuevo héroe de Francia que surgirá durante el Gran Castigo para salvar una vez más a la Primera Hija de la Iglesia.

Notas:

1) Regine Pernoud, Joan of Arc: By Herself and Her Witnesses, Lanham MD: Scarborough House, 1966, p. 61-62

2) Lance Bernard, The Sword from Heaven, Los Gatos, 2001.

3) Trial of Condemnation, February 27, 1431, Fourth Session

4) Ibid.




2 DE DICIEMBRE: SANTA BIBIANA, VIRGEN Y MÁRTIR


2 de Diciembre: Santa Bibiana, virgen y mártir

(✞ 235)

La heroica virgen y mártir santa Bibiana, fue hija de Flaviano, prefecto de Roma, el cual por su constancia en profesar la fe de Cristo fue degradado de la nobleza, privado de su empleo, despojado de todos sus bienes, reducido a la vil condición de esclavo y muerto de miseria en el destierro, como confesor y mártir de Jesucristo. 

El emperador Juliano el apóstata, que así trató a este santo, proveyó en sus honores a Aproniano, tan perverso y hostil a los fieles de Cristo como el emperador. 

Lo primero en que puso los ojos el perverso prefecto fue en perseguir la familia de su antecesor. 

Componíase ésta de Dafrosa, mujer de Flaviano, y de Bibiana y Demetria, sus hijas. 

A las tres tuvo encerradas como en cárcel en su propia casa. 

Luego se apoderó de sus bienes y desterró a la madre, a la cual después de haberla casi hecho morir de hambre, mandó cortar la cabeza. 

A las dos hermanas, jóvenes hermosas, y más que todo fervientes cristianas, las hizo comparecer en su presencia, y las intimó a renegar de Jesucristo. 

Ellas  resistieron valerosamente, por lo cual, irritado el prefecto, las encerró en una cárcel con orden que no se les diese ningún alimento hasta que abjurasen su fe: y como nada obtuvo con esto, determinó someterlas a los tormentos. 

Antes de ejecutarlo, llamó Dios a su gloria a Demetria, quedando sola Bibiana, única heredera de la fe de sus padres, dispuesta a entrar en batalla con los enemigos del nombre cristiano. 

Fue entregada a una perversa mujer para que con halagos y promesas tratase de rendir aquel tierno corazón, más firme que una roca combatida por bravas olas; y no pudo la malvada alcanzar lo que pretendía. 

Después de las caricias, echó mano de los malos tratos. La hacía azotar cada día con varas y látigos guarnecidos de puntas de acero con una crueldad que excede a todo encarecimiento, sin que pudiese arrancar de la santa virgen ni una sola queja ni un solo gemido, antes bien daba muestras de mayor alegría y contento, por la honra que tenía de padecer por su celestial Esposo, lo que él había padecido primero por ella. 

Embravecido y fuera de sí Aproniano al verse vencido por una débil doncella, con cuya defección pensaba granjear mayor confianza del emperador, mandó que atasen a la santa virgen a una columna y que fuese azotada hasta que muriese, con disciplinas armadas de plomo, ejecutándose esta su orden con una crueldad tan sin ejemplo, que los corazones más bárbaros e inhumanos se horrorizaban al contemplar tan cruel carnicería. 

Sola la santa estuvo inmóvil, con el rostro sonriendo y el corazón esforzado y tranquilo: hasta que destrozado su cuerpo virginal, dejó paso a aquella alma pura e inocente para volar a su divino Esposo con la palma del martirio y la corona de la virginidad. 

Reflexión

No hay palabras para afear y detestar la feroz crueldad de los enemigos del nombre de Cristo. ¿Qué mal les hizo esta santa doncella cristiana, para que la hubiesen de atormentar tan bárbaramente? Pero así como en la inquebrantable fortaleza que mostró en los suplicios se manifestó que estaba revestida del espíritu de Dios, así en la fiereza e inhumanidad de los perseguidores de la virtud cristiana, se muestra que están revestidos del furor de los espíritus infernales. 

Oración

Oh Dios, dispensador de todo bien, que en tu sierva santa Bibiana juntaste la palma del martirio con la flor de la virginidad; por su intercesión une a ti nuestras almas por medio de la caridad, para que libres de todo peligro, consigamos los premios eternos. Por Jesucristo, nuestro Señor. Amén.

domingo, 1 de diciembre de 2024

BERGOGLIO RECIBE OTRO HOMBRE DISFRAZADO DE MUJER

El falso papa siempre encuentra un lugar en su apretada agenda para recibir algún pervertido que desee reunirse con él...


El actor e ícono transgénero que se hace llamar “Nava Mau” reveló en su cuenta de Instagram que fue “seleccionada” no solo para conocer al “papa Francisco”, sino también para charlar personalmente con él sobre “los derechos y el activismo lgbtq+”.

El señor Mau  escribió en su Instagram:
Este año ha estado lleno de momentos que no parecían reales, que siguen sin parecerlo, y este es uno que definitivamente no estaba en mi cartón de bingo. Nunca en mi vida imaginé que estaría sentada junto al Papa en su residencia, y mucho menos que hablaría con él durante una hora junto a seis defensores del colectivo lgbtq de todo el mundo.

Le hablé de mi educación, de mi trabajo con supervivientes de la violencia y de cómo la comunidad ha sido mi fe. Le hablé de Baby Reindeer, y de lo que significaba para tantos millones de personas de todo el mundo conocer ahora a una mujer trans con poder, dueña de sí misma y amada. Le hablé de mi abuela, que era mi mejor amiga y que habría estado muy orgullosa de mí. Ella estaba allí con nosotros aquel día.

Lamentablemente perdí todas las demás fotos del viaje, pero estos dos días me reencontraron incuestionablemente con el espíritu de las comunidades que luchan por la supervivencia, la dignidad y la justicia. Sí, esos dos días fueron sagrados. Las palabras de despedida del Papa fueron que nos desea todo el amor y la felicidad que deseamos, y que sigamos luchando. Nunca olvidaré su bendición.

Conocí a activistas de Uganda y Ghana que representan a las comunidades lgbtq en la resistencia contra leyes que llegan a castigar nuestra existencia con la pena de muerte. Mientras asistimos a un aumento de los ataques políticos contra las personas queer y trans en Estados Unidos, me impresiona su inquebrantable valentía. Su determinación y su fe deberían guiarnos a todos, porque no seremos libres hasta que todo el mundo lo sea. Debemos luchar juntos.

 

BERGOGLIO PIDE A LAS ABUELAS NO INSISTIR EN EL BAUTISMO DE SUS NIETOS

Una abuela italiana escribió al falso papa, preocupada por el bienestar espiritual de su nieta, y recibió como respuesta que “acompañara” a los padres de la niña sin “insistir” en que fuera bautizada.


Veamos primero, la carta de la abuela angustiada por el alma de su nieta, aun no bautizada; luego la respuesta del jesuita argentino; a continuación qué dice sobre el Bautismo el Catecismo de la Iglesia Católica y finalmente, la enseñanza sobre el Bautismo dictada por el Concilio de Trento.

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Santo Padre:

Soy abuela de tres nietos, su llegada fue un gran regalo que nos trajo mucha alegría a los abuelos y a nuestras dos hijas. La última nieta, que tiene 5 años y es muy cariñosa y vivaz, no fue bautizada porque sus padres, casados civilmente, se alejaron del Señor durante su adolescencia. Hasta el día de hoy, el deseo de buscarlo y hacerlo presente en sus vidas no está presente en ellos.

Esto me causa un gran sufrimiento porque sé lo importante que es tener al Señor a nuestro lado, rezarle, escucharle y acoger su amor.

Imagino a mi nieta sin este gran regalo, sin el Sacramento del Bautismo, ella tan curiosa por conocer la historia de Jesús con tantas preguntas propias.

¿Qué pensará Jesús de todo esto? Seguiré rezando para que ayude a abrir el corazón de sus padres, y para que pueda acompañar a mi nieta en las pruebas de la vida, ser su amigo y compañero de viaje.

Me dirijo a usted, Santo Padre, en busca de consuelo y consejo, confiando en que el Señor nos mostrará el camino correcto para ayudar a nuestra nieta.

Con fe, Oliva de Bérgamo

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Respuesta del “santo padre”

Querida Oliva:

Comprendo tu sufrimiento y estoy cerca de ti. El bautismo es un gran don que podemos hacer a los pequeños, porque es el primero de los sacramentos, es la puerta que permite a Cristo Señor y al Espíritu Santo habitar, instalarse, en nuestra persona. Yo mismo he bautizado a muchos niños a lo largo de los años en San Pedro, en hospitales, y siempre es una gran alegría.

Si los padres se han alejado de la fe, no hay que perder la fe. La oración puede hacer mucho. Hace milagros. Reza con más fe. Piensa en Santa Mónica y en sus incesantes oraciones por la conversión de su hijo Agustín, que más tarde llegó a ser un santo obispo. A través de la oración, ama con la esperanza de la resurrección. El amor auténtico y desinteresado crea vínculos fuertes, que pueden ser sorprendentes.

Algunos piensan: pero ¿por qué bautizar a un niño que no entiende? Cuando sea adulto, será él quien decida.

Tuve ocasión de responder a esta pregunta, pero la retomo con gusto. Me da la oportunidad de invitar a los padres a dar algo extraordinario a los niños, algo hermoso, algo bueno: que se sientan hijos de Dios, que es Padre y que nos acompañará siempre en la vida. No pienses demasiado en las fiestas mundanas, porque ésta es una de las razones que a veces aleja a tantos de la fe. Vivan esta espera juntos, en la parroquia, con los demás. Vívela con sencillez.

Bautizar a un niño significa confiar en el Señor, en el Espíritu Santo, porque cuando bautizamos a un niño, el Espíritu Santo entra en ese niño, y el Espíritu Santo hace crecer en ese niño las virtudes cristianas, que luego florecerán.

Sin embargo, el Bautismo no se puede imponer a los padres que no lo quieren para sus hijos. Ustedes, abuelos, sin embargo, con su ejemplo, pueden abrir muchos corazones que parecen cerrados. Lleva el diálogo siempre, te lo recomiendo siempre, con esperanza, con mansedumbre y con caridad. Acompaña a tus hijos, habla con ellos, pero sin insistir con la propuesta del Bautismo. El amor gratuito es más persuasivo que muchas palabras. El amor de Dios siembra el futuro, la amistad, la búsqueda de Él y los tiempos que no conocemos. La oración te ayudará sin duda. Ya verás.

Ánimo, sigan adelante juntos y no olvides rezar por mí.

Francisco
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Según el Catecismo de la Iglesia Católica, n. 1213:
El santo Bautismo es el fundamento de toda la vida cristiana, el pórtico de la vida en el espíritu (vitae spiritualis ianua) y la puerta que abre el acceso a los otros sacramentos. Por el Bautismo somos liberados del pecado y regenerados como hijos de Dios, llegamos a ser miembros de Cristo y somos incorporados a la Iglesia y hechos partícipes de su misión (cf Concilio de Florencia: DS 1314; CIC, can 204,1; 849; CCEO 675,1): Baptismus est sacramentum regenerationis per aquam in verbo (El bautismo es el sacramento del nuevo nacimiento por el agua y la palabra: Catecismo Romano 2,2,5).
☙❧ ☙❧ ☙❧

El Catecismo del Concilio de Trento insta a la máxima importancia de bautizar a los niños lo antes posible, en la sección titulada “El bautismo de los infantes no debe retrasarse”:
Se exhorta encarecidamente a los fieles a que cuiden de que sus hijos sean llevados a la Iglesia, tan pronto como sea posible hacerlo con seguridad, para recibir el solemne Bautismo. Puesto que los niños pequeños no tienen otro medio de salvación que el Bautismo, se comprende fácilmente cuán gravemente pecan quienes permiten que permanezcan sin la gracia del Sacramento más tiempo del que exige la necesidad, sobre todo a una edad tan tierna que está expuesta a innumerables peligros de muerte.

LA UNCIÓN DE LOS ENFERMOS

En el sacramento de la Unción de los enfermos, mediante el ministerio del sacerdote, es Jesús quien toca a los enfermos para curarlos del pecado y, a veces, incluso de sus dolencias físicas


Sus curaciones eran signos de la llegada del Reino de Dios. El mensaje central de su curación nos habla de su plan de vencer el pecado y la muerte mediante su muerte y resurrección.

El Rito de la Unción nos dice que no es necesario esperar a que una persona esté al borde de la muerte para recibir el Sacramento. Basta con un juicio cuidadoso sobre la gravedad de la enfermedad.

Cuando se administra el sacramento de la Unción de los enfermos, el efecto que se espera es que, si es la voluntad de Dios, la persona se cure físicamente de su enfermedad. Pero incluso si no hay curación física, el efecto primario del sacramento es una curación espiritual por la que la persona enferma recibe del Espíritu Santo el don de la paz y el coraje para afrontar las dificultades que acompañan a la enfermedad grave o a la fragilidad de la vejez.

~ Tomado del Catecismo Católico de los Estados Unidos para Adultos


Oraciones por la salud y dignidad de los enfermos

Oración por una fuerza renovada

Señor, Dios mío,
Por favor, dame la gracia de mantener mi esperanza en ti a través de todos los cambios de la vida y de gustar y ver tu bondad.
Te alabo por los dones que has derramado sobre mí durante tantos años.
Ayúdame a encontrar la alegría en una renovada fortaleza de espíritu. 
Bendíceme con buena salud e inspírame para ser un buen ejemplo para los demás.
Porque tú eres el Señor, por los siglos de los siglos. Amén.

Oración de bendición para los enfermos

Toda alabanza y toda gloria son tuyas, Señor Dios nuestro, porque nos has llamado a servirte en el amor.
Bendice a N., para que pueda soportar esta enfermedad en unión con el sufrimiento obediente de tu Hijo.
Devuélvele la salud y condúcele a la gloria.
Te lo pedimos por Cristo nuestro Señor. Amén.

Oración de bendición para un anciano enfermo 

Toda alabanza y toda gloria son tuyas, Señor Dios nuestro, porque nos has llamado a servirte en el amor.
Bendice a todos los que han envejecido en tu servicio, y da a N. fuerza y valor para continuar siguiendo a Jesús, tu Hijo.
Te lo pedimos por Cristo nuestro Señor. Amén.

Oración por los que van a morir

Señor Jesucristo,
así como estuviste junto al lecho del buen San José y lo condujiste suavemente al cielo, conduce a todas las almas que van a morir al paraíso de la paz perfecta.
Que las lágrimas que derramamos a su paso sean testimonio de nuestro amor por ellas y de la profundidad de nuestra acción de gracias por el don de sus vidas y la gracia de una buena muerte.
Porque Tú eres el Señor, por los siglos de los siglos. Amén. 

Oración a San José

San José, en la piedad popular de la Iglesia, ha sido considerado el patrón de los moribundos ya que él mismo tuvo el privilegio de morir en brazos de María y Jesús. “Puesto que todos debemos morir, debemos abrigar una devoción especial a San José, para que nos obtenga una muerte feliz” (San Alfonso Ligorio)

Oh bienaventurado José, 
que diste tu último aliento en el abrazo amoroso de Jesús y María,
cuando el sello de la muerte cierre mi vida, ven con Jesús y María a socorrerme. 
Consígueme este consuelo para esa hora: morir rodeado por sus santos brazos. 
Jesús, María y José, encomiendo mi alma, viva y moribunda, a vuestros sagrados brazos. Amén.

Oración de recomendación de los moribundos

Señor Jesucristo, Salvador del mundo,
oramos por tu siervo N., y lo encomendamos a tu misericordia.
Por él has bajado del cielo;
recíbelo ahora en la alegría de tu Reino.
Porque, aunque ha pecado, no ha negado al Padre,
al Hijo y al Espíritu Santo, sino que ha creído en Dios y ha adorado a su Creador. Amén.


RITUAL DEL SACRAMENTO DE LA UNCIÓN DE LOS ENFERMOS

El sacerdote inicia el ritual diciendo:

- La paz del Señor a esta casa y a todos los aquí presentes.

Luego, si es oportuno, rocía con agua bendita al enfermo y a la habitación, diciendo esta fórmula:

- Que esta agua nos recuerde nuestro bautismo en Cristo, que nos redimió con su muerte y resurrección.

Seguidamente puede decir la siguiente oración:

Señor, Dios nuestro, que por medio de tu apóstol Santiago nos has dicho: “¿Está enfermo alguno de vosotros? Llame a los presbíteros de la Iglesia, y que recen sobre él, después de ungirlo con óleo, en nombre del Señor. Y la oración de fe salvará al enfermo, y el Señor lo curará y, si ha cometido pecado, lo perdonará”.
Escucha la oración de quienes nos hemos reunido en tu nombre y protege misericordiosamente a N., nuestro
hermano enfermo (y a todos los otros enfermos de esta casa). Por Jesucristo, nuestro Señor.

R. - Amén.

El sacerdote invita a los fieles a la penitencia:

- Hermanos: para participar con fruto en esta celebración, comencemos por reconocer nuestros pecados.

Se hace una breve pausa en silencio. Después, todos juntos, hacen la confesión:

- Yo confieso ante Dios todopoderoso y ante vosotros, hermanos, que he pecado mucho de pensamiento,
palabra, obra y omisión.

Dándose golpes de pecho, añaden:

Por mi culpa, por mi culpa, por mi gran culpa.

Y a continuación:

Por eso ruego a Santa María, siempre Virgen, a los ángeles, a los santos y a vosotros, hermanos, que intercedáis por mi ante Dios, nuestro Señor.

El sacerdote concluye:

V. - Dios todopoderoso tenga misericordia de nosotros,
perdone nuestros pecados y nos lleve a la vida eterna.

R. Amén.

V.- Escuchad ahora, hermanos, las palabras del santo Evangelio según San Mateo (15, 29-31).
En aquel tiempo, Jesús bordeando el lago de Galilea, subió al monte y se sentó en él. Acudió mucha gente llevando consigo tullidos, ciegos, lisiados, sordomudos y muchos otros; los echaban a sus pies, y él los curaba.
La gente se admiraba al ver hablar a los mudos, sanos a los lisiados, andar a los tullidos y con vista a los ciegos, y dieron gloria al Dios de Israel.
Palabra del Señor.

A continuación se recitan las letanías:

V. - Tú, que soportaste nuestros sufrimientos y aguantaste nuestros dolores, Señor, ten piedad.

R. - Señor, ten piedad.

V. - Tú, que te compadeciste de la gente y pasaste haciendo el bien, y curando a los enfermos, Cristo, ten piedad.

R. - Cristo, ten piedad.

V. - Tú que mandaste a los apóstoles imponer las manos sobre los enfermos, Señor, ten piedad.

R. - Señor, ten piedad.

Si el sacerdote ha de bendecir el óleo dentro del rito, procederá así:

- Señor Dios, Padre de todo consuelo, que has querido sanar las dolencias de los enfermos por medio de tu Hijo: escucha con amor la oración de nuestra fe y derrama desde el cielo tu Espíritu Santo Defensor sobre este óleo.

Tú que has hecho que el leño verde del olivo produzca aceite abundante para vigor de nuestro cuerpo, enriquece con tu bendición + este óleo, para que cuantos sean ungidos con él sientan en el cuerpo y en el alma tu divina protección y experimenten alivio en sus enfermedades y dolores.

Que por tu acción, Señor, este aceite sea para nosotros óleo santo, en nombre de Jesucristo, nuestro Señor.

Él, que vive y reina por los siglos de los siglos.

R. - Amén.

Si el óleo está ya bendecido, dice sobre él una oración de acción de gracias:

V. - Bendito seas Dios, Padre todopoderoso, que por nosotros y por nuestra salvación enviaste tu Hijo al mundo.

R. - Bendito seas por siempre, Señor.

V. - Bendito seas, Dios, Hijo unigénito, que te has rebajado haciéndote hombre como nosotros, para curar nuestras enfermedades.

R. - Bendito seas por siempre, Señor.

V. - Bendito seas Dios, Espíritu Santo Defensor, que con tu poder fortaleces la debilidad de nuestro cuerpo.

R. - Bendito seas por siempre, Señor.

V. - Mitiga, Señor, los dolores de este hijo tuyo, a quien ahora, llenos de fe, vamos a ungir con el óleo santo; haz que se sienta confortado en su enfermedad y aliviado en sus sufrimientos. Por Jesucristo, nuestro Señor.

R. - Amén.

El sacerdote toma el santo óleo y unge al enfermo en la frente y en las manos, diciendo una sola vez:

V. - Por esta Santa Unción y por su bondadosa misericordia te ayude el Señor con la gracia del Espíritu Santo.

R. - Amén.

V. - Para que, libre de tus pecados, te conceda la salvación y te conforte en la enfermedad.

R. - Amén.

Después dice esta oración:

- Oremos.
Te rogamos, Redentor nuestro, que por la gracia del Espíritu Santo, cures el dolor de este enfermo, sanes sus heridas, perdones sus pecados, ahuyentes todo sufrimiento de su cuerpo y de su alma y le devuelvas la salud espiritual y corporal, para que, restablecido por tu misericordia, se incorpore de nuevo a los quehaceres de su vida. Tú que vives y reinas por los siglos de los siglos.

R. - Amén.

V. - Y ahora, todos juntos, invoquemos a Dios con la oración que el mismo Cristo nos enseñó:

Todos: - Padre nuestro, que estás en el cielo...

V. - La bendición de Dios todopoderoso, Padre +, Hijo + y Espíritu Santo +, descienda sobre vosotros y os acompañe siempre.

R. - Amén.


Textos tomados del Ritual de la Unción y de la Pastoral de enfermos, Comisión Episcopal Española de Liturgia, Madrid, 2002.

1 DE DICIEMBRE: SAN ELOY, OBISPO Y CONFESOR


1 de Diciembre: San Eloy, obispo y confesor

(✞ 659)

El admirable confesor y santísimo obispo san Eloy nació en Catelat, aldea del Lemosín en Francia, de nobles y piadosos padres, que le criaron en toda virtud. 

Aprendió la letras que correspondían a su edad y nacimiento; y mostró mucho ingenio y capacidad para cuanto emprendía; por lo cual le envió su padre a Limoges y le puso bajo la enseñanza de un insigne platero y opífice de aquella ciudad, en cuyo arte dio tales muestras de habilidad y destreza, que no tardó en sobrepasar a la de su maestro mismo. 

Sería de unos treinta años de edad, cuando por consejo de éste pasó a París: y como su conversación era tan honesta y agradable a todos, y tan rara su pericia en el arte, no tardó en granjearse la amistad de muchos, entre ellos de Bobbón, tesorero del rey Clotario, segundo de este nombre, para quien hizo muchas obras de valor y mérito. 

Deseaba Clotario hacerse una silla o trono de una traza particular; y como ningún artífice alcanzase a hacérselo según su idea, su tesorero le presentó a Eloy, con la esperanza de que daría con el gusto del rey. 

Le entregó éste una buena cantidad de oro y piedras preciosas; y Eloy hizo con esto no un trono, sino dos. 

Presentó uno de ellos a Clotario: y éste lo halló tan ajustado a su idea, que no sabía cómo manifestar a Eloy su satisfacción. 

Agradecido éste y humilde, fue a su casa y trajo el segundo trono, igual en todo al primero; con lo cual el rey quedó tan admirado de la destreza y de la fidelidad de Eloy que no pudo menos que abrazarle, y desde entonces le tuvo por su más íntimo privado y le puso cuarto en su palacio mismo. 

No menor confianza que Clotario, tuvo en san Eloy su hijo y sucesor Dagoberto: y de ella no se servía el santo sino para bien de sus prójimos, empleando toda su hacienda en socorrer a los pobres, rescatar cautivos y fundar piadosas instituciones, como fueron la célebre abadía de Soliñac, cerca de Limoges, y un monasterio de doncellas en París bajo la invocación de san Marcial, y la iglesia de San Pablo en la misma ciudad de París. 

En esos tiempos murió san Acario, obispo de Noyón y de Tournay, y el clero con el pueblo a una voz pidieron por obispo al religioso de la corte, nombre que daban a san Eloy. 

Resistió Clodoveo II, hijo de Dagoberto y sucesor en el trono, no queriendo privarse de tan santo amigo y consejero: repugnó el santo cuanto le fue posible; mas tantas instancias se hicieron, que les fue preciso ceder; y san Eloy recibió las sagradas órdenes y pasó a Rúan en donde fue consagrado obispo en 640. 

En su obispado conservó su espíritu de humildad, oración y penitencia; sus rentas las repartía entre los pobres; su único deseo era acrecentar la fe en Jesucristo por todas las regiones sumergidas aún en los errores de los paganos. 

Favorecido por Dios con la virtud de hacer milagros y con el don de profecía y lleno de méritos, murió la muerte de los santos a los setenta años de edad, y diez y nueve de su obispado. 

Reflexión

¿Quién había de imaginar que un platero como san Eloy pasase del taller a la corte y de la corte a la sede episcopal? Su virtud excelente obró estas maravillas; en el taller vivió como cristiano perfecto, en la corte como religioso, y en la silla episcopal como celosísimo pastor de las almas. También podemos nosotros santificarnos en nuestro estado y oficio cualquiera que sea y ejecutando siempre la voluntad divina, hacer nuestras obras más preciosas que el oro. 

Oración

Oíd, Señor, las súplicas que os dirigimos en la fiesta de vuestro confesor y pontífice san Eloy, y libradnos de nuestras culpas por intercesión de quien tan dignamente os sirvió. Por Jesucristo, nuestro Señor. Amén.

sábado, 30 de noviembre de 2024

CATECISMO DE TRENTO (1566) - DE LA TERCERA PETICION


CUARTA PARTE

DEL CATECISMO ROMANO

CAPITULO XII

DE LA TERCERA PETICION

Hágase tu voluntad

Habiendo dicho Cristo Señor nuestro: No todo el que me dice: Señor, Señor, entrará en el Reino de los Cielos; sino el que hiciere la voluntad de mi Padre que está en los Cielos, este entrará en el reino de los Cielos; todos los que desean llegar al Reino celestial, deben pedir a Dios que se haga su voluntad. Y por esto se puso aquí esta petición seguida inmediatamente a la petición del Reino de los Cielos.

Más para que entiendan los fieles lo muy necesario que es lo que pedimos aquí, y las grandes riquezas de saludables dones que conseguimos, si lo alcanzamos, declararán los Párrocos, a cuantas miserias y desdichas quedó sujeto el linaje de los hombres por el pecado del primer Padre.

Desde el principio imprimió Dios a todas las criaturas apetito de su propio bien; para que con esta natural inclinación buscasen y anhelasen a su fin. Y nunca se extravían del camino, si no se les pone algún impedimento de afuera. Tuvo también el hombre en su principio esta inclinación y apetito de anhelar a su fin que es Dios, Autor y Padre de su bienaventuranza, y tanto más noble y excelente, cuanto él era capaz de razón y consejo. Pero habiendo conservado las demás criaturas incapaces de razón este amor engendrado con ellas (porque como fueron criadas por naturaleza buenas, así se mantuvieron, y permanecen hoy en el mismo estado y condición) el miserable linaje humano no siguió su camino. Porque no solo perdió los bienes de la justicia original, con los que fue dotado y enriquecido por Dios sobre toda virtud de su naturaleza; sino que oscureció también aquel primer amor de la virtud injerto en su alma. Todos -dice el profeta- se torcieron, todos a una se hicieron inútiles; No hay quien obre bien, no hay siquiera uno. Porque los sentidos y pensamientos del corazón del hombre están inclinados al mal desde su mocedad. Para que de aquí pueda entenderse con facilidad, que ninguno puede gustar saludablemente de las cosas buenas; sino que todos están inclinados al mal, y que son innumerables las aficiones y apetitos estragados de los hombres; pues están prontos y con ardiente ímpetu se dejan arrebatar por la ira, por el odio, por la soberbia, por la ambición, y por casi todo género de males. 

Y aunque continuamente nos hallamos metidos entre tantos males, con todo eso, muchísimos de ellos en manera ninguna nos parecen males; que es la mayor miseria que podemos tener. Esto prueba una muy grande calamidad en los hombres; que obcecados con sus antojos y apetitos, no pueden ver que las cosas que juzgan saludables, son muchas veces pestíferas; antes se arrojan precipitados a esos mismos males perniciosos, como si fueran bienes muy apetecibles, y miran con horror y como contrarias las cosas que verdaderamente son honestas y buenas. Esta opinión y juicio corrompido, reprueba Dios con estas palabras: ¡Ay de los que decís lo bueno malo, y lo malo bueno, poniendo las tinieblas por luz y la luz por tinieblas, poniendo lo amargo por dulce y lo dulce por amargo

Para ponernos pues las Letras divinas estas miserias delante de los ojos, nos comparan a los que perdieron el verdadero sentido de gustar, por lo cual miran con gran hastío los manjares saludables, y apetecen los dañosos. También nos asemejan a los enfermos. Porque así como estos, mientras no mejoran, no pueden cumplir los oficios y cargos de los que están sanos y buenos, así no podemos ejercitar nosotros las obras que son agradables a Dios sin el auxilio de la divina gracia. 

Y si estando así indispuestos hacemos algunas cosas buenas, son levísimas y de poco o ningún momento para conseguir la eterna salud. Pero jamás podremos si no somos fortalecidos con el socorro de la divina gracia amar y adorar a Dios, como es debido. Porque esto es cosa mayor y más alta, de lo que nosotros, caídos en tierra, podemos alcanzar por fuerzas humanas. 

Aunque para significar la miserable condición del linaje humano, también es muy propia la comparación, de que somos como los niños, los que dejados a su libertad se mueven a todo sin consideración. Es así que somos niños e imprudentes, dados a parlerías y acciones vanas si nos desampara el socorro de Dios. Porque así nos reprende la Sabiduría: ¿Hasta cuándo, niños, amaréis la infancia, y apetecerán los necios las cosas que les son perjudiciales? Y el Apóstol exhorta de este modo: No seáis niños en vuestros sentimientos. Y aún en mayor vanidad y error andamos, que aquella edad pueril. Porque a esta solo falta la prudencia humana, la que con el tiempo puede alcanzar por sí; pero a la prudencia divina que es necesaria para la salvación, en manera ninguna podemos aspirar sin el favor y ayuda de Dios. Porque si su Majestad no nos socorre pronto con su gracia, desechamos los verdaderos bienes, y voluntariamente nos precipitamos en la perdición. 

Pero si alguno habiendo ahuyentado con la divina luz la oscuridad del alma, llega a ver estas miserias de los hombres, y libre de aquella insensatez, experimenta la ley de la carne, y reconoce los apetitos sensuales que repugnan al espíritu, y considera asimismo toda la inclinación de nuestra naturaleza a lo malo; ¿cómo podrá menos que buscar con ardientes deseos remedio oportuno para una enfermedad tan grave, como la que nos aflige por lo viciado de la naturaleza, y de pedir con instancia la regla saludable, con la cual debe ajustarse, y medirse la vida de un hombre cristiano? 

Pues esto es lo que pedimos cuando rogamos así a Dios: Hágase tu voluntad. Porque como caímos en estas miserias por haber negado la obediencia a Dios y menospreciado su voluntad, el remedio único que para tantos males nos dejó su providencia divina es, que últimamente vivamos según la voluntad de Dios, la que habíamos despreciado pecando, y que midamos por esta regla todos nuestros pensamientos y acciones. Y para que lo podamos conseguir, pedimos rendidamente a Dios: Hágase tu voluntad.

Con igual encarecimiento tienen que hacer esta petición aquellos en cuyas almas reina ya Dios, y que ilustrados ya con los rayos de la divina luz, cumplen por beneficio de la gracia la voluntad de Dios. Porque aunque se hallen en tan buen estado, con todo eso les hacen mucha guerra las propias pasiones por la inclinación al mal, entrañada en los sentidos de los hombres. Y así aunque seamos justos, tenemos en esta parte mucho por que temer de nosotros mismos; no sea que atraídos, y acariciados por las concupiscencias que guerrean en nuestros miembros, volvamos a salirnos del camino de la salud. Sobre este peligro nos avisó Cristo Señor nuestro por estas palabras: Velad, y orad, porque no entréis en tentación. El espíritu está pronto, más la carne débil

Porque no está en mano del hombre, aunque sea en la de aquel que está justificado por la gracia de Dios, tener tan domados los movimientos de la carne, que jamás vuelvan a recalcitrar. Porque la gracia de Dios sana el alma de los que están justificados; más no sana la carne. Acerca de esto dijo el Apóstol: Sé ciertamente, que no mora en mí, esto es, en mi carne, el bien. Porque una vez que perdió el primer hombre la justicia original, con la cual se regían las pasiones como con un freno, no pudo después la razón en manera ninguna traerlas tan a raya, que no apetezcan aún aquellas cosas que repugnan a la razón misma. Y así dice el Apóstol, que mora en aquella parte del hombre el pecado, esto es el fomite del pecado, para que tengamos entendido, que no está aposentado en nosotros por algunos días como un huésped; sino que mientras vivimos, está siempre de asiento en nuestros miembros como morador de nuestro cuerpo. Estando pues de continuo combatidos por enemigos caseros e interiores, dicho se está, que hemos de recurrir al auxilio de Dios, y pedirle que se haga su voluntad en nosotros. Pero ya es razón hacer saber a los fieles cuál sea el sentido de esta petición. 

Y omitiendo sobre este punto muchas cosas que útil y copiosamente se disputan por los Doctores Escolásticos acerca de la voluntad de Dios, decimos: que en este lugar se toma por aquella voluntad que suelen llamar Signo: Esto es, por aquello que Dios nos manda, o nos aconseja que hagamos, o que dejemos de hacer. Y así están aquí comprendidas por el nombre de voluntad todas aquellas cosas, que se nos proponen, para conseguir la bienaventuranza celestial, sean pertenecientes a la fe o a las costumbres: en suma, todo aquello que Cristo Señor nuestro por sí o por su Iglesia nos ha mandado o prohibido hacer. De esta voluntad escribe así el Apóstol: No seáis imprudentes, sino entendedores de cuál sea la voluntad de Dios

Cuando pedimos pues: Hágase tu voluntad, primeramente pedimos, que el Padre celestial nos dé fuerzas para guardar sus divinos mandamientos, y para servirle en santidad y justicia por toda nuestra vida; que hagamos todas las cosas según su ley y voluntad; que cumplamos todos aquellos oficios de que somos amonestados en las Sagradas Escrituras; que siendo nuestra guía y nuestro Autor, obremos como corresponde a los que son nacidos, no de la voluntad de la carne, sino de Dios, siguiendo el ejemplo de Cristo Señor nuestro, quien se hizo obediente hasta la muerte y muerte de cruz, y que estemos prontos para pasar antes por todos los tormentos, que apartarnos un ápice de su voluntad. 

Pero ninguno hace esta petición con más ardor, ni con mayores veras, que aquel a quien ha sido concedido entender la suma dignidad de los que obedecen a Dios. Porque este es el que sabe, con cuánta verdad se dice: Servir a Dios, y obedecerle es reinar. Cualquiera -dice el Señor- que hiciere la voluntad de mi Padre que está en los Cielos, ese es mi hermano, mi hermana y mi Madre Esto es, estoy con él muy estrechado con todos los lazos de amor y benevolencia. Apenas habrá uno de los Santos que no pidiese con gran ahínco a Dios el don particular de esta petición. Y todos se valieron de esta oración a la verdad excelente, aunque muchas veces variada. Pero entre todos vemos maravilloso y suavísimo a David, quien pide esto con gran variedad. Porque ahora dice: ¡Ojalá se dirijan mis caminos, para guardar tus justificaciones! Ahora: Llévame por la senda de tus mandamientos. Ya: Endereza mis pasos según tu palabra, porque no reine en mi maldad ninguna. Y a esto pertenecen también aquellas expresiones: Dame entendimiento, para que aprenda tus mandamientos, y enséñame tus juicios. Dame entendimiento, para que sepa tus testimonios. Muchas veces también trata y maneja la misma sentencia con otras palabras; Y estos lugares se han de notar con cuidado y explicarse a los fieles, para que entiendan todos, cuánta abundancia y riqueza de saludables bienes hay encerrada en la primera parte de esta petición. 

En segundo lugar cuando pedimos: Hágase tu voluntad: abominamos las obras de la carne, de las cuales escribe el Apóstol: Manifiestas son las obras de la carne; que son fornicación, inmundicia, impureza, lujuria, etc. Y: Si viviereis según la carne, moriréis. Y pedimos que no permita Dios que hagamos las cosas que nos persuaden nuestros sentidos, antojos y flaquezas, sino que en todo se gobierne nuestra voluntad por la suya. Muy lejos están de esta voluntad los hombres entregados a deleites, que están sumergidos en los cuidados y pensamientos de las cosas terrenas. Porque se dejan llevar arrebatados por sus apetitos, a gozar de lo que se les antoja, y poner la felicidad en el logro de sus desordenados deseos, de manera que, aún llaman dichosos a los que consiguen cuanto apetecen. Más nosotros por el contrario pedimos a Dios, como dice el Apóstol, que no hagamos caso de los antojos de la carne, sino que se haga la voluntad de Dios. 

Aunque no nos vencemos fácilmente a pedir a Dios, que no satisfaga a nuestros apetitos. Porque este vencimiento del ánimo trae consigo la dificultad, de que pidiendo esto parece que en alguna manera nos aborrecemos a nosotros mismos; y esto también lo tienen por locura, los que están del todo pegados al cuidado de su carne. Pero nosotros pasemos de buena gana por la nota de locos por amor a Cristo, cuya es aquella sentencia: Si alguno quiere venir en pos de mí, niéguese a sí mismo. Mayormente sabiendo, que es mucho mejor desear lo que es recto y justo, que conseguir lo que es ajeno de razón, de virtud y de las leyes de Dios. Y a la verdad en peor estado se halla el que alcanzó lo que deseaba temerariamente y a impulsos de su apetito, que el que dejó de lograr lo que deseaba muy concertadamente. 

Y no solo pedimos a Dios que no nos conceda, lo que nosotros mismos apetecemos por propia inclinación, cuando nuestro deseo es claramente malo; sino también que no nos dé lo que a veces pedimos como bueno a persuasión o impulso del demonio disfrazado de ángel de luz. Muy justo y muy lleno de piedad parecía el deseo del Príncipe de los Apóstoles, cuando intentaba retraer al Señor del propósito de ir a padecer muerte. Sin embargo le reprendió agriamente su Majestad: porque se gobernaba, no por razón divina, sino por afectos humanos. ¿Qué cosa al parecer de mayor amor hacia Cristo se pudo haber pedido, que lo que los discípulos Santiago y San Juan que airados contra los Samaritanos, que no quisieron hospedar a su divino Maestro, le pidieron mandase bajar fuego del Cielo, que consumiese aquellos duros e inhumanos? Más fueron reprendidos por Cristo Señor nuestro con estas palabras: No sabéis, de que espíritu sois hijos. No vino el hijo del hombre a perder las almas, sino a salvarlas

Pero no solo se ha de pedir a Dios que se haga su voluntad, cuando es malo lo que deseamos, o tiene apariencia de mal, sino también cuando en realidad no es cosa mala, como cuando sigue la voluntad la primer inclinación de la naturaleza, apeteciendo lo que la conserva y desechando lo que le parece contrario. Por esto, cuando llegue el caso de pedir cosas de esta calidad, digamos con todas veras: Hágase tu voluntad. Imitemos al mismo Señor, de quien hemos recibido la salud y la doctrina de la salud, quien siendo conmovido del temor natural de los tormentos y atrocísima muerte, con todo eso, en medio del horror del mayor de los dolores, resignó su voluntad en la del Padre eterno, diciendo: No se haga mi voluntad, sino la tuya

Pero está el linaje de los hombres tan extrañamente corrompido y dañado, que aún después de haber hecho fuerza a sus apetitos, y sujetado su voluntad a la divina, todavía no pueden evitar los pecados sin el auxilio de Dios, con el cual somos defendidos del mal y encaminados al bien. Debemos pues recurrir a esta petición, y suplicar a su Majestad, que perfeccione la obra comenzada, que refrene los movimientos concertados de la concupiscencia, que haga los apetitos obedientes a la razón, y en fin, que nos conforme en todo con su voluntad. Pedimos también, que toda la tierra reciba el conocimiento de la voluntad de Dios: para que aquel misterio escondido desde los siglos y generaciones se haga notorio y manifiesto a todos. 

Así en la tierra, como en el Cielo 

Demás de esto pedimos la forma y el modo de cumplir esta voluntad: conviene a saber, que nos ajustemos con aquella regla, que guardan en el Cielo los Santos Ángeles, y observa todo el Coro de los Bienaventurados; para que así como ellos obedecen a la Majestad de Dios con toda voluntad y sumo placer, así obedezcamos nosotros de muy buena gana a la voluntad divina y en aquella manera señaladamente que quiere su Majestad. 

Más aún en las obras y servicios que hacemos a Dios, requiere de nosotros un amor sumo, y una caridad singularísima; de modo que, aunque nos hayamos enteramente sujetado a servir a Dios por la esperanza de los premios del Cielo, con todo esperemos esos premios, porque plugo a su divina Majestad, que tuviésemos esa esperanza. Por lo tanto toda nuestra esperanza ha de estar apoyada en el amor de Dios, quien quiso proponer por premio a nuestro amor la eterna bienaventuranza. Porque hombres hay que sirven a uno con lealtad y amor; pero ordenan este amor al interés por cuya causa le sirven. Otros hay también que únicamente sirven movidos de caridad y piedad, sin mirar otra cosa que aquel a quien sirven, que su bondad y virtud, y considerando y admirando esto, se tienen por dichosos en poderle hacer algún servicio. 

Pues este último modo de servir es el sentido de esas palabras que se añaden: Así en la tierra como en el Cielo; porque hemos de hacer todos los esfuerzos posibles por ser obedientes a Dios al modo que según dijimos, lo son aquellos bienaventurados espíritus, cuyas alabanzas por una tan perfecta obediencia celebra David, diciendo: Bendecid al Señor, todas sus virtudes y sus Ministros, que hacéis su voluntad. Pero si alguno siguiendo a San Cipriano explica esas palabras de manera, que diga: En el Cielo, en los buenos y justos, y en la tierra en los pecadores y malos, aprobamos también su sentimiento: como el que se entienda por el Cielo el espíritu, y por la tierra la carne; para que todos y todas las cosas estén obedientes a la voluntad de Dios en todo y por todo. 

Contiene además de esto esta petición acción de gracias. Porque veneramos la voluntad santísima de Dios, y llenos del mayor gozo celebramos con sumas alabanzas y plácemes todas sus obras, teniendo por muy cierto que todo lo hizo bien. Porque constando que Dios es todopoderoso, necesariamente se sigue que entendamos, haber sido hechas todas las cosas por su voluntad. Y cuando sobre esto decimos que Él mismo es el sumo bien, como es así, confesamos que nada hay en sus obras que no sea bueno: pues Él mismo comunicó a todas su bondad. Y aunque no alcanzamos en todas las cosas los designios de Dios, sin embargo en todas despreciando la duda, y desechando toda perplejidad, protestamos con el Apóstol: que sus caminos son inescrutables. Más por lo que principalmente veneramos también la voluntad de Dios, es por haberse dignado comunicarnos su divina luz; pues sacándonos del poder de las tinieblas nos trasladó al Reino del Hijo de su amor. 

Y para declarar últimamente lo que pertenece a la meditación de esta petición, se ha de volver a lo que tocamos al principio: que debe el pueblo fiel hacer esta petición con ánimo rendido y humilde, considerando atentamente aquella fuerza de las pasiones tan arraigada en la naturaleza y tan repugnante a la voluntad divina; y pensando que en este punto es vencido de todas las criaturas de las cuales está escrito: Todas las cosas te sirven, Señor, y que es en tal manera frágil, que no solamente no puede acabar obra alguna agradable a Dios, más ni empezarla siquiera, si no es socorrido con la ayuda de Dios. Y no habiendo cosa, como ya dijimos, ni más noble, ni más esclarecida que servir a Dios y guardar sus divinos mandamientos, ¿qué puede haber tan apetecible para el Cristiano como andar en los caminos del Señor, nada revolver en su ánimo, nada poner por obra, que sea contrario a la voluntad divina? Pues para que abrace este tenor de vida, y después de empezado persevere en él con todo desvelo, tome de los divinos libros los ejemplos de aquellos, a quienes todas las cosas sucedieron mal, por no haber arreglado sus consejos por la voluntad de Dios. 

Últimamente se enseñará a los fieles que descansen en la sencilla y absoluta voluntad de Dios. El que pensare que se halla en lugar inferior al que pide su dignidad, lleve su condición con igualdad de ánimo, no invierta su orden, sino persevere en aquella vocación para que fue llamado, y rinda su propio juicio a la voluntad de Dios, quien mira por nosotros aún mejor de lo que podemos desear. Si nos oprime la pobreza, si las enfermedades y persecuciones, si otras molestias y angustias, se ha de tener por cierto y por sentado, que nada de esto puede sobrevenirnos sin la voluntad de Dios, que es la razón suprema de todas las cosas; y así que no por eso nos hemos de alterar demasiado, sino sufrirlo con ánimo constante, trayendo siempre en la boca: Hágase la voluntad del Señor, y lo del santo Job: Como plugo el Señor, así se hizo. Sea bendito el nombre del Señor


EL SATANISMO EN EL DOMINIO DEL HOMBRE

Un comentario sobre figuras de terror en espadas y navajas ofrecidas en los principales catálogos

Por Marian T. Horvat, Ph.D.


La semana pasada hice un comentario sobre la infiltración del satanismo en los muebles de la casa y el jardín. Hoy tengo a mano algunos catálogos diferentes, algunos más orientados a los hombres, que presentan cuchillos, espadas y otros elementos decorativos para el estudio, la oficina o la biblioteca.

Estos catálogos no están dirigidos a los grupos ocultistas; se envían al amante de la naturaleza o al coleccionista medio de armas, cuchillos y artículos relacionados. Lo que es interesante observar es la cantidad de artículos de tipo “ocultista” que se ofrecen. Si esto hubiera sucedido hace unos diez o veinte años, estoy seguro de que se habrían producido quejas y tal vez incluso indignación general. Hoy en día casi nadie pestañea o piensa dos veces ante las piezas extrañas y diabólicas.

No haré comentarios largos porque aquí se aplican los mismos principios expuestos en el artículo anterior. En resumen, aprovechando el liberalismo, esta última moda está introduciendo el satanismo y lo macabro en la vida normal como algo novedoso pero inofensivo.


La placa con espadas es un elemento decorativo tradicional que da un ambiente masculino a un estudio, una oficina o una biblioteca. En esta Figura, en lugar del escudo habitual en el centro, se encuentra la cara de un monstruo muy similar al diablo.


En el mismo catálogo, encontramos una espada con hoja de acero llamada "La espada del poder" (arriba). En su pomo se puede distinguir claramente un diablo con cuernos curvados, orejas descomunales y una boca distorsionada; su hoja está inscrita con misteriosos símbolos que supuestamente imparten un poder mágico. ¿De dónde viene este poder? Claramente, es el diablo ofreciendo su oscura "protección".

"Tu espada merece este soporte de doble dragón", se le dice al entusiasta coleccionista de espadas, unas páginas más adelante en el catálogo. En la Figura superior, se observan dos demonios-serpientes con la boca abierta y silbando que están enroscados y listos para atacar. Puedes colocar tu espada de colección alemana o de caballería tradicional en ella. 


Pero quizá sea más adecuada para el artilugio anterior, la extraña "Espada de fantasía" (arriba), que se ofrece en la misma sección. Su guarda cruzada presenta un monstruo de tipo demoníaco con la figura de un espeluznante búho en cada ala. Una serpiente rodea la empuñadura y su cabeza aparece sobre el pomo, que es una calavera coronada.


La empuñadura de otra “espada de fantasía” (arriba) está cubierta de cuerpos de serpientes retorcidas acentuados por una cabeza de cabra demoníaca con ojos de joyas rojas que le dan un efecto más espeluznante. Lo que solía considerarse oculto y demoníaco ahora se denomina simplemente “fantasía”.


Una extraña navaja automática ha sido rebautizada como “Winged Skull Folder” (Carpeta de calavera alada). Su empuñadura es una criatura esquelética alada.


Las calaveras estilizadas y los monstruos diabólicos también son motivos comunes para las camisetas de manga larga (arriba). Se pueden conseguir camisetas de manga corta similares en Internet o en los centros comerciales. En esta imagen, puede ver cómo el diseño de la “calavera blanca llameante” de la camiseta de la parte superior izquierda se repite en la manga, dando la impresión de un alma perdida cayendo al infierno.


Otro catálogo dirigido a un público similar ofrece "a elegir" entre un monstruo de uno o dos cuernos (arriba) para su colección de puñales.


En la misma página hay más dagas (arriba) con mangos tallados como cabezas de demonios, algunas alineadas a modo de tótem macabro.


En la sección de amantes de la naturaleza de ese catálogo, se encuentra la figura de arriba: un macabro desollador de animales "para el cazador experimentado". Un diablo con alas de murciélago hace de guarda cruzada, la empuñadura es una serpiente y el pomo, una calavera sonriente. El soporte de esta "pieza artística" es otra calavera con aspecto menos amable…

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Estos son algunos de los elementos satánicos y ocultistas que aparecen con sorprendente regularidad en los catálogos estándar de cuchillos y artículos para actividades al aire libre.

¿Qué sentido tiene? Los liberales dirían que no tiene ningún sentido. "Le estás dando demasiada importancia a una nueva tendencia extraña pero inofensiva..."

No estoy de acuerdo. El objetivo final del Diablo es presentarse tan horrendo como es en realidad, y ser aceptado y adorado como tal. La adoración de Satán es la última fase de un proceso secular que se denomina Revolución. Este no es el lugar para profundizar en ese proceso (los lectores interesados encontrarán una sinopsis en Revolución y contrarrevolución: descripción general)

Baste decir que estas tendencias, en mi opinión, sirven claramente a un propósito. Actúan para hacer del Diablo una figura popular, y proporcionan una especie de reeducación psicológica del hombre para que pueda aceptar al Diablo, tal como es, sin ningún temor u horror.



¿LA IGLESIA CATÓLICA PROHÍBE QUE SE LEA LA BIBLIA? (30)

La Iglesia muestra cuanto caso hace de la palabra de Dios, y no como esos temerarios innovadores; los cuales bajo pretexto de poner aquella divina palabra al alcance de todos, la han arrojado al cieno y profanado indignamente.

Por Monseñor De Segur (1862)


La Iglesia, que ha recibido de las manos de Dios las Santas Escrituras, no tiene deseo más grande que el de ver a sus hijos nutriéndose de la divina palabra y meditando sus oráculos. Sin embargo, ella quiere que esta lectura excelente, vaya acompañada de ciertas precauciones, que la fe y la experiencia prescriben igualmente a su maternal prudencia. La Iglesia se acuerda de que Satanás se sirvió de la Sagrada Escritura, para tentar a Jesucristo en el desierto; como también de que los escribas y fariseos combatían al Divino Maestro y a sus Apóstoles, en nombre de la palabra de Dios. 

No olvida tampoco la Iglesia, que el príncipe de los Apóstoles San Pedro, el primer Papa, hablando de las Escrituras divinamente inspiradas, enseñaba: “Que hay en ellas pasajes difíciles de comprender, los cuales hacen servir para su propia ruina, depravándolos, algunos hombres sin doctrina y de voluble espíritu, y que lo mismo sucede con todas las Escrituras”

Más aún: la misma Sagrada Escritura es la que obliga a la Iglesia a dar con prudencia este divino alimento a sus hijos. La experiencia se une a la fe en esta materia tan grave; y el ejemplo de lo sucedido con todos los herejes, especialmente con los herejes modernos, la ha hecho ver que esa lectura de la Biblia pudiera ser muy peligrosa en ciertas condiciones, y especialmente en las traducciones hechas a la lengua vulgar. De todo esto ha sacado la Iglesia algunas reglas muy sencillas y muy sabias, las cuales han sido impuestas por ella, no para impedir la lectura de la Biblia, sino para evitar los peligros que la acompañan.

La primera de esas reglas es que debemos recibir de los legítimos pastores de la Iglesia, solamente de ellos, el texto y la interpretación de la Sagrada Escritura, no sea que, como añade el Apóstol San Pedro: “hechos juguete de los errores de falsos doctores, los cristianos pierdan aquella solidez de doctrina que les es propia”. “Ne insipientium errore traducti, excidatis a propia firmitate”.

Luego la Iglesia ordena que no se haga uso sino de ciertas traducciones de la Sagrada Escritura, cuidadosamente examinadas y aprobadas por la autoridad eclesiástica, para que así los fieles, cuando la lean, estén seguros de que leen la palabra de Dios y no la humana palabra de algún traductor ignorante o pérfido. 

Además, quiere la Iglesia que se consulte su autoridad, antes de leer la Escritura, para saber si el que pretende hacer esa lectura, está con las disposiciones convenientes de inteligencia y de corazón, para sacar provecho de semejante lectura. Basta referir estas reglas prácticas, para hacer comprender la profunda sabiduría que las ha dictado. Pero ellas son, no solamente sabias, sino también necesarias.

Con esto la Iglesia muestra cuanto más caso hace ella de la santa palabra de Dios, que no esos temerarios innovadores; los cuales bajo pretexto de poner aquella divina palabra al alcance de todos, la han arrojado al cieno y profanado indignamente. La Iglesia Católica sola respeta la Biblia, porque ella es la única que conoce su santidad y comprende su verdadero uso.

Pero añadiré aquí un hecho que muchos ignoran, a saber, que se lee mucho más la Sagrada Escritura en el seno de la Iglesia Católica, que entre los protestantes, a lo menos los de Francia. En la Misa se leen cada día pasajes del Antiguo Testamento, o de las Epístolas de los Apóstoles, como también los textos más notables e importantes del Evangelio. Muchos católicos, llevan consigo el Nuevo Testamento, o por lo menos los cuatro Evangelios, cuya práctica piadosa es de regla en los Seminarios. Pocos sacerdotes hay que no consagren cada día cierto tiempo, a la lectura y meditación de la Sagrada Escritura. Yo no sé si los pastores protestantes leen mucho la Biblia; pero me consta que no la leen sus ovejas. En muchas familias protestantes los padres prohíben, y por cierto, no sin razón, esa lectura a sus hijos, pues hay muchos pasajes que prudentemente no se pueden poner a la vista de los jóvenes de ambos sexos.

La Sagrada Escritura es ante todo un libro sacerdotal, el libro de los presbíteros; los cuales, como encargados de enseñar y santificar a los fieles, reciben este depósito, el más precioso después del de la Eucaristía. Ellos le explican al pueblo, alimentando a las almas con las divinas verdades, de que ellos se han nutrido previamente a sí mismos. Ellos son los que tienen la misión de hacer amar y respetar la Sagrada Escritura, distribuyendo su contenido a cada uno según sus necesidades, conservando así a la palabra de Dios su carácter esencial, que es el de ser luz y vida.

Los sacerdotes santos, y los verdaderos cristianos, tienen a la Sagrada Escritura un respeto y un amor inefables. 

El grande Arzobispo de Milán, San Carlos Borromeo, que fue el ilustre reformador del clero en Italia durante el siglo XVI, no leía la Biblia sino de rodillas y con la cabeza descubierta; habiéndosele visto alguna vez hasta cuatro horas seguidas, ocupado en este divino trabajo. 

San Felipe Neri regaba con sus lágrimas las sagradas páginas, que sabía de memoria. Lo mismo les sucedía a San Francisco de Sales y a San Vicente de Paul. 

El señor Olier, reformador de la disciplina eclesiástica en Francia, tenía a la Biblia en una veneración admirable. Había hecho empastar un ejemplar en plata maciza y jamás le ponía al lado de los otros libros. Antes de abrirle se vestía de sobrepelliz y leía de rodillas, como San Carlos, a pesar de sus enfermedades. 

La piadosa compañía de San Sulpicio, que dirige una gran parte de los Seminarios de Francia, inspira esos mismos sentimientos de religión a los jóvenes eclesiásticos, los cuales se apresuran a seguir esa dirección tan católica. Jesús es el Maná oculto de las Escrituras. ¡Bienaventurado el que le encuentra! ¡Dichosa el alma fiel que con la luz de la Santa Iglesia y de la verdadera Fe, estudia con espíritu de piedad, con amor y con deseo de santificarse, la adorable palabra de Dios, haciendo de ella después del Santísimo Sacramento del Altar, el sólido alimento de una virtud positiva y verdadera!

Continúa...

Tomado del libro “Conversaciones sobre el protestantismo actual”, impreso en 1862.