domingo, 6 de julio de 2025

CLODOVIS BOFF: LOS OBISPOS DEL CELAM ESCONDEN LA FE CATÓLICA

El padre Clodovis M. Boff, OSM, converso a la fe católica desde la marxista teología de la liberación, ha escrito una carta abierta a los Obispos del Consejo Episcopal Latinoamericano y Caribeño (CELAM).


Carta abierta a los obispos del Consejo Episcopal Latinoamericano y Caribeño (CELAM)

Queridos hermanos obispos:

He leído el mensaje que publicaron al final de la 40ª Asamblea celebrada en Río a finales de mayo. ¿Qué buena noticia he encontrado en el mensaje? Disculpen mi franqueza: Ninguna. Ustedes, los obispos del CELAM, repiten la misma cantinela de siempre: social, social, social. Llevan más de cincuenta años haciéndolo. Queridos hermanos mayores, ¿es que no ven que esa música ya cansa? ¿Cuándo nos darán las buenas noticias sobre Dios Padre, Cristo y su Espíritu? ¿Sobre la gracia y la salvación? ¿Sobre la conversión del corazón y la meditación de la Palabra? ¿Sobre la oración y la adoración, la devoción a la Madre del Señor y otros temas similares? Finalmente, ¿cuándo nos anunciarán un mensaje verdaderamente religioso y espiritual?

Eso es precisamente lo que más necesitamos hoy y lo que llevamos esperando mucho tiempo. Me vienen a la mente las palabras de Cristo: los hijos piden pan y les dais una piedra (Mt 7,9). Incluso el mundo secular está harto de la secularización y busca la espiritualidad. Pero no, ustedes siguen ofreciéndoles lo social y siempre lo social; de lo espiritual, apenas unas migajas. Y pensar que son ustedes los guardianes de la riqueza más importante, la que más necesita el mundo y la que ustedes, en cierto modo, le niegan. Las almas piden lo sobrenatural, y ustedes insisten en darles lo natural. Esta paradoja es evidente incluso en las parroquias: mientras los laicos se complacen en mostrar signos de su identidad católica (cruces, medallas, velos y blusas con estampados religiosos), los sacerdotes y las monjas van a contracorriente y aparecen sin ningún signo distintivo.

No obstante, ustedes se atreven a decir, muy convencidos, que escuchan los “gritos” del pueblo y que son “conscientes de los desafíos” de hoy. ¿Acaso escuchan de verdad o se quedan en la superficie? Leo su lista de gritos desafíos de hoy y veo que no es más que lo que dicen los periodistas y sociólogos ordinarios. ¿Es que no escuchan cómo, desde las profundidades del mundo, se alza hoy un clamor formidable a Dios? ¿Un clamor que ya oyen incluso muchos analistas no católicos? ¿Es que el motivo de la existencia de la Iglesia y sus ministros no es precisamente escuchar este clamor y darle una respuesta, una respuesta verdadera y completa? Los gobiernos y las ONG están ahí para atender los clamores sociales. La Iglesia, sin duda, no puede quedarse al margen, pero no es la protagonista en este campo. Su ámbito de acción es otro más elevado: responder precisamente al clamor que busca a Dios.

Sé que ustedes, como obispos, sufren día y noche el acoso de la opinión pública para que se definan como “progresistas” o “tradicionalistas”, “de derecha” o “de izquierda”. Pero ¿son estas las categorías adecuadas para los obispos? ¿No son, más bien, las de “hombres de Dios” y “ministros de Cristo”? En esto, San Pablo es categórico: “que los hombres nos tengan como ministros de Cristo y administradores de los misterios de Dios” (1Co 4,1). No es ocioso recordar aquí que la Iglesia es, ante todo, un “sacramento de salvación” y no una simple institución social, progresista o no. Existe para proclamar a Cristo y su gracia. Ese es fin principal, su compromiso mayor y permanente. Todo lo demás es secundario. Perdónenme, queridos obispos, si les recuerdo lo que ya saben. Pero, si lo saben, ¿por qué, entonces, no aparece todo esto en su mensaje y en los escritos del CELAM en general? Al leerlos, uno casi inevitablemente llega a la conclusión de que, hoy, la gran preocupación de la Iglesia en nuestro continente no es la causa de Cristo y su salvación, sino causas sociales, como la justicia, la paz y la ecología, que ustedes mencionan en su mensaje a modo de cantinela.

La misma carta que el papa León envió al CELAM, a través de su Presidente, habla inequívocamente de la “urgente necesidad de recordar que es el Resucitado, presente en medio de nosotros, quien protege y guía a la Iglesia, reavivándola en la esperanza”, etc. El santo padre también les recuerda que la misión propia de la Iglesia es, en sus propias palabras, “salir al encuentro de tantos hermanos y hermanas, para anunciarles el mensaje de salvación de Cristo Jesús”. Sin embargo, ¿cuál fue la respuesta que dieron al papa? En la carta que le escribieron, no se hicieron ningún eco de estas advertencias papales. Más bien, en lugar de pedirle que les ayudara a mantener viva en la Iglesia la memoria del Resucitado y a sus hermanos la salvación en Cristo, le pidieron que los apoyara en su lucha por “incentivar la justicia y la paz” y en “la denuncia de toda forma de injusticia”. En resumen, lo que le dijeron al papa fue la vieja cantinela de siempre: “social, social…”, como si él, que trabajó durante décadas entre nosotros, nunca la hubiese oído. Dirán ustedes: “todas esas verdades se dan por supuestas, no hace falta repetirlas todo el tiempo”. No es cierto, queridos obispos. Necesitamos repetirlas con renovado fervor cada día; de lo contrario, se perderán. Si no fuera necesario repetirlas una y otra vez, ¿por qué las recordó el papa León? Sabemos lo que sucede cuando un hombre da por supuesto el amor de su esposa y no se preocupa por alimentarlo. Esto se aplica infinitamente más en relación con la fe y el amor a Cristo.

Ciertamente, en su mensaje no falta el vocabulario de la fe. Leo en él: “Dios”, “Cristo”, “evangelización”, “resurrección”, “Reino”, “misión” y “esperanza”. Sin embargo, son palabras colocadas en el documento de forma genérica. No se ve en ellas un claro contenido espiritual. Más bien, hacen pensar en la cantinela habitual “social, social y social”. Tomemos, por ejemplo, las dos primeras palabras, que son fundamentales y más que básicas para nuestra fe: “Dios” y “Cristo”. En cuanto a “Dios”, solo lo mencionan en las expresiones estereotipadas “Hijo de Dios” y “Pueblo de Dios”. Hermanos, ¿es que esto no es pasmoso? En cuanto a “Cristo”, solo aparece dos veces, y en ambas ocasiones de pasada. Una de ellas es cuando, recordando los 1.700 años de Nicea, hablan de “nuestra fe en Cristo Salvador”, algo importantísimo en sí mismo, pero que carece de relevancia alguna en su mensaje. Me pregunto por qué no aprovechamos esta inmensa verdad dogmática para renovar, con todo fervor, la primacía de Cristo-Dios, que tiene hoy una presencia tan escasa en la predicación y la vida de nuestra Iglesia.

Sus Excelencias declaran, y con razón, que desean una Iglesia que sea “hogar y escuela de comunión” y, además, “misericordiosa, sinodal y en salida”. ¿Y quién no desea eso? Pero ¿dónde está Cristo en esta imagen ideal de la Iglesia? Una Iglesia que no tiene a Cristo como razón de ser y de hablar no es, en palabras del papa Francisco, más que una “ONG piadosa”. ¿No es precisamente a eso a lo que se dirige nuestra Iglesia? En el mejor de los casos, en lugar de hacerse agnósticos, a veces los fieles se hacen evangélicos. En cualquier caso, nuestra Iglesia pierde a sus ovejas. Vemos a nuestro alrededor iglesias, seminarios y conventos vacíos. En nuestra América, siete u ocho países ya no tienen una mayoría católica. El propio Brasil va camino de convertirse en “el mayor país ex católico del mundo”, en palabras de un conocido escritor brasileño [Nelson Rodrigues]. Sin embargo, este continuo declive no parece preocuparles mucho a ustedes. Me viene a la mente la denuncia del profeta Amós a los dirigentes del pueblo: “no os afligís por la ruina de José” (Am 6,6). Es extraño que, ante un declive tan evidente, ustedes no digan ni pío en su mensaje. Aún más terrible es que el mundo no católico hable más de este fenómeno que los obispos, quienes prefieren callar. ¿Cómo no recordar aquí la acusación de “perros mudos” que hizo San Gregorio Magno y que hace unos días repitió San Bonifacio [en el oficio de lecturas]?

Ciertamente, la Iglesia en nuestra América no solo está en un proceso de decadencia, sino también de ascenso. Ustedes mismos afirman en su mensaje que nuestra Iglesia “sigue latiendo con fuerza” y que de ella brotan “semillas de resurrección y esperanza”. Pero ¿dónde están estas “semillas”, queridos obispos? No parecen estar en el ámbito social, como podrían imaginar, sino en el religioso. Se encuentran especialmente en las parroquias renovadas, así como en los nuevos movimientos y comunidades, fecundados por lo que el papa Francisco llamó la “corriente de gracia carismática”, de la cual la Renovación Carismática Católica es la forma más conocida. Aunque estas expresiones de espiritualidad y evangelización constituyen la parte eclesial que más llena nuestras iglesias (y los corazones de los fieles), no han merecido ni un solo saludo en el mensaje episcopal. Sin embargo, allí, en ese semillero espiritual, es donde se encuentra el futuro de nuestra Iglesia. Un signo elocuente de este futuro es que, mientras que en el ámbito social actualmente casi solo vemos “cabezas canosas”, en el ámbito espiritual podemos observar una afluencia masiva de los jóvenes de hoy.

Queridos obispos, ya me parece oír su reacción reprimida y quizás indignada: “pero entonces, con ese discurso supuestamente “espiritual”, ¿debería la Iglesia dejar de lado ahora a los pobres, la violencia social, la destrucción ecológica y tantos otros dramas sociales? ¿No sería eso un signo de ceguera e incluso de cinismo?”. De acuerdo, hermanos. Que la Iglesia tiene que involucrarse en dramas como esos es indiscutible. La verdadera pregunta, sin embargo, es esta: Cuándo la Iglesia se involucra en esos dramas, ¿lo hace en nombre de Cristo? ¿Su intervención social y la de sus activistas están verdaderamente transformadas por la fe y, específicamente, aunque sea redundante, por la fe cristiana? De hecho, si la Iglesia entra en la lucha social sin estar informada y animada por su fe, la fe cristológica, no hará más que cualquier ONG. Por lo tanto, hará “más de lo mismo” y, con el tiempo, irá a peor: su acción social será incoherente, porque, sin la levadura de una fe viva, la propia lucha social termina pervirtiéndose: de liberadora se vuelve ideológica y, finalmente, opresiva. Esta es la lúcida y seria advertencia que dio san Pablo VI (Evangelii nuntiandi 35) sobre la entonces emergente “teología de la liberación” (una advertencia que, por lo que hemos visto, esta teología no aprovechó en absoluto).

Queridos hermanos mayores, permítanme preguntarles: ¿adónde quieren llevar a nuestra Iglesia? Hablan mucho del “Reino”, pero ¿cuál es el contenido concreto de ese “Reino”? Dado que hablan tanto de construir una “sociedad justa y fraterna” (otra de sus cantinelas), se podría pensar que dicha sociedad es el contenido central del “Reino” que evocan. No ignoro la parte de verdad que hay en ello. Sin embargo, ustedes no dicen nada sobre el contenido principal del “Reino”, es decir, el Reino presente tanto en nuestros corazones, hoy, como en su consumación, mañana. No hay escatología en su discurso. Es cierto: hablan dos veces de “esperanza”, pero de una manera tan vaga que, dado el sesgo social de su mensaje, nadie, al oír esa palabra de sus bocas, alzaría la vista al cielo. No niego, queridos hermanos, que el cielo sea también su “gran esperanza”, pero entonces, ¿por qué esta vergüenza de hablar alto y claro, como tantos obispos del pasado, sobre el “Reino de los Cielos”, y también sobre el “infierno”, sobre la “resurrección de los muertos”, sobre la “vida eterna” y sobre otras verdades escatológicas que ofrecen tanta luz y fortaleza para las luchas del presente, además del sentido último de todo? No es que el ideal terrenal de una “sociedad justa y fraterna” no sea hermoso y grandioso. Pero nada se puede comparar con la Ciudad Celeste (Flp 3,20; Hb 11,10.16), de la que, afortunadamente, por nuestra fe, somos ciudadanos y trabajadores, y ustedes, por su ministerio episcopal, son los grandes artífices. Sí, también contribuirán a la Ciudad terrena, pero esa no es su especialidad, sino la de los políticos y activistas sociales.

Quisiera creer que la experiencia pastoral de muchos de ustedes, como obispos, es más rica e incluso más diversa que la que se desprende de su mensaje. Esto se debe a que los obispos, al no estar sujetos al CELAM (que es simplemente un órgano a su servicio), sino únicamente a la Santa Sede (y, por supuesto, a Dios), tienen la libertad de imponer a sus respectivas iglesias la línea pastoral que consideren mejor. Esto a veces resulta en una legítima disonancia con la línea propuesta por el CELAM. Cabe añadir otra disonancia: la que se encuentra entre los ricos documentos de las Conferencias Generales del CELAM y la línea más restringida del propio CELAM. Añadiría, con su permiso, una tercera disonancia, más cercana a ustedes: la que puede ocurrir, y ocurre a menudo, entre el magisterio episcopal y los órganos de asesoramiento teológico, es decir, entre los obispos y los redactores de sus documentos. Sin embargo, aun con todas estas discrepancias, que nos dan una visión muy diferente de la situación de nuestra Iglesia, su Mensaje para el 70º aniversario del CELAM parece ser un fiel reflejo de la situación general de nuestra Iglesia: una Iglesia que otorga prioridad a lo social sobre lo religioso. Y ustedes, obispos del CELAM, quisieron aprovechar su 40ª Asamblea General para renovar el compromiso” de continuar en esta línea, es decir, dando prioridad a lo social. Y decidieron retomar esta opción con toda determinación y de forma explícita, como lo demuestra el triple uso que hicieron de las palabras “renovar” y “compromiso”.

Entiendo, queridos obispos, sin querer justificar nada, que al insistir, no sin razón, en lo social y sus dolorosos dramas, hayan terminado dejando en la sombra lo religioso, sin, por supuesto, negar su primacía. Este, de hecho, fue un proceso que, casi sin darnos cuenta y no sin gran peligro, comenzó en Medellín [en la Segunda Conferencia General del Episcopado Latinoamericano en 1968] y ha llegado hasta nosotros. Sin embargo, ustedes saben por experiencia que, sin sacar la cuestión religiosa de esa sombra lo antes posible y exponerla a la luz con discursos y hechos, su primacía termina perdiéndose. Esto es lo que ocurrió con la figura central de Cristo: terminó relegada a un segundo plano. Si se le sigue confesando como Señor y Cabeza de la Iglesia y del mundo, es de manera superficial, o casi. La prueba de este lento deterioro está ante nuestros ojos: la decadencia de nuestra Iglesia. Si continuamos por el mismo camino, decaeremos cada vez más. Todo porque, antes de declinar en número, lamentablemente decayó el fervor de la fe, de la fe en Cristo, el centro dinámico de la Iglesia. Como pueden ver, hermanos, son las cifras las que nos desafían a todos, pero especialmente a los señores obispos del CELAM, a rectificar la línea general de nuestra Iglesia, para que, retomando con fervor nuestra opción por Cristo, esta vuelva a crecer en calidad y cantidad.

Por lo tanto, es hora, y más que hora, de sacar a Cristo de las sombras y llevarlo a la plena luz. Es hora de restituirle la primacía absoluta, tanto en la Iglesia ad intra (en la conciencia individual, en la espiritualidad y en la teología), como en la Iglesia ad extra (en la evangelización, en la ética y en la política). La Iglesia de nuestro continente necesita urgentemente volver a su verdadero centro, a su “primer amor” (Ap 2,4). Un predecesor suyo, el obispo san Cipriano, lo instó con estas lapidarias palabras: “no anteponer nada a Cristo” (Christo nihil omnino praeponere). Al decir esto, queridos obispos, ¿les pido algo nuevo? En absoluto. Simplemente les recuerdo la exigencia más evidente de la fe, de la fe “antigua y siempre nueva”: la opción absoluta por Cristo el Señor, el amor incondicional por Él, que se les exige particularmente, como Él lo hizo con Pedro (Jn 21,15-17). Por lo tanto, es urgente adoptar y practicar con claridad y decisión un cristocentrismo fuerte y sistemático; un cristocentrismo verdaderamente “abrumador”, como lo expresó san Juan Pablo II. No se trata en absoluto de caer en un cristomonismo alienante (nótese la palabra “cristomonismo”). Se trata de vivir un cristocentrismo abierto, que fermenta y transforma todo: las personas, la Iglesia y la sociedad.

Si me he atrevido a dirigirme directamente a ustedes, queridos obispos, es porque desde hace tiempo veo, con consternación, repetidas señales de que nuestra amada Iglesia corre un grave riesgo: el de alejarse de su esencia espiritual, en detrimento propio y del mundo. Cuando la casa está ardiendo, cualquiera puede gritar. Como estamos entre hermanos, les hago una última confidencia. Tras leer su mensaje, me ocurrió algo que sentí hace casi 20 años, cuando, incapaz de soportar por más tiempo los repetidos errores de la teología de la liberación, surgió de lo más profundo de mi alma un impulso tal que di un golpe en la mesa y dije: “¡Basta! Tengo que hablar”. Es una moción interior similar lo que me hace escribir esta carta, con la esperanza de que el Espíritu Santo haya tenido algo que ver.

Pidiendo a la Madre de Dios que invoque la luz del mismo Espíritu sobre ustedes, queridos obispos, firmo como hermano y siervo:

P. Clodovis M. Boff, OSM

Rio Branco (Acre), 13 de junio de 2025, fiesta de San Antonio, Doctor de la Iglesia.

EL POEMA DEL HOMBRE-DIOS (APENDICE)

Continuamos con la publicación del libro escrito por la mística Maria Valtorta (1897-1961) en el cual afirmó haber tenido visiones sobre la vida de Jesús.


EL PECADO ORIGINAL

Para conocer el pensamiento de esta Obra, con respecto al Pecado Original, conviene tener presente el Génesis, y reunir ordenadamente varios elementos diseminados en estos y en otros escritos de la misma autora, y sobre todo en los capítulos 17 y 29.

1. Dios creó buenos a todos los ángeles. Uno de ellos se hizo malo y arrastró consigo una multitud de otros espíritus angélicos: “Lucifer era un ángel, el más hermoso de los ángeles. Espíritu perfecto. Sólo Dios era superior a él. Pues bien, con todo, en su ser luminoso nació un vapor de soberbia, y Lucifer no lo dispersó, sino que, por el contrario, lo condensó dándole vida en su interior. De esta incubación nació el Mal” (capítulo 
17). En otro escrito se dice que tal pecado de soberbia consistió en el deseo desordenado de ser semejante a Dios, de ser como Dios, esto es: creador. Los ángeles que, siguiendo el ejemplo divinamente mostrado con anticipación de la humildísima, obendientísima y castísima Madre (pro-creadora) de Dios, permanecieron humildes, obedientes y espiritualmente dueños de sí, obtuvieron en premio una mansión fija en el cielo de Dios; Lucifer por su parte y los otros espíritus, soberbios, desobedientes y espiritualmente fuera de sí, fueron castigados con ser arrojados para siempre del paraíso celestial.

2. Además de ellos Dios creó el universo que se ve, y en él, el mundo con minerales, plantas, animales: “…y todas las cosas fueron buenas” (Gén. 1, 1–25).

3. Finalmente, Dios creó, a su imagen y semejanza, al hombre y de este sacó a la mujer, los bendijo y les dijo que fuesen fecundos, que se multiplicasen, llenasen la tierra, y fuesen dueños de todos los animales. Adán intuyó y profetizó que por la mujer el hombre debería abandonar a su padre y madre, se uniría a su esposa, y los dos formarían una sola carne. Los dos vivían desnudos y no tenían vergüenza de sí. Dios los colocó en el paraíso terrestre para que lo cultivasen y lo guardasen y les dio por alimento hierbas y plantas (Gén. 1, 26; 2, 35), pero no los animales (sino hasta después del pecado y del diluvio: Gén. 9, 1–7).

4. Entre las plantas estaban el árbol de la vida y el árbol del conocimiento del bien y del mal (Gén. 2, 9). ¿Arboles verdaderos o solamente simbólicos? ¿Arboles verdaderos, y además símbolo y causa de la realidad o efectos reales? Parece que la Escritora se incline por lo primero, esto es, por árboles reales con frutos verdaderos, pero con alcance también simbólico. Por ejemplo cap. 
17, notas 94, 97, 100, 101y 102, en que se dice: “El árbol del bien y del mal, verdadero árbol por naturaleza y estructura era también un árbol simbólico”.

5. Dios que había permitido que el hombre comiese de cualquier árbol o planta, le prohibió por el contrario, bajo pena de muerte, comer del fruto del árbol del conocimiento del bien y del mal (Gén. 2, 16–17). El sentido profundo de tal prohibición, según la Escritora sería este: “…Dios había dicho al hombre y a la mujer: "Conoced todas las leyes y los misterios de la creación. Pero no pretendáis usurparme el derecho de ser el Creador del hombre. Para propagar la estirpe humana bastará el amor mío que circulará por vosotros, y, sin libídine sensual, sólo por latido de caridad, dará vida a los nuevos hombres como Adán de la estirpe. Todo os lo doy; sólo me reservo este misterio de la formación del hombre"… (
cap. 17). Según la Escritora, pues, este “conocimiento” se refería a la procreación, al misterio y al rito procreativo, algo así como en Gén. 4, 1 y luego a través de toda la Biblia. Y hasta que no tuvieron este “conocimiento” particular no se avergonzaron de su desnudez, como universalmente y aun hoy en día los pequeños no se sonrojan hasta que son capaces de discernir entre el bien y el mal moral o al menos de advertirlo.

6. Pero como en Lucifer nació espontáneamente un vapor de soberbia (deseando ser como Dios, esto es, creador), así por odio, envidia, y rabia de querer tener al hombre socio suyo en el pecado y de no estar en el paraíso, por instigación satánica nació en Eva un vapor de soberbia, deseando desordenadamente ser semejante a Dios, igual a Dios (pro) creadora… Para llegar a conocer este misterio, estas leyes de la vida, presumiendo de sí, no se alejó de la planta del conocimiento del bien y del mal, sino se acercó a ella: dispuesta a recibir la revelación del misterio, no de la enseñanza pura y del influjo divino, sino de la enseñanza impura e influjo satánico: “Eva va al árbol… Su presunción la pierde. La presunción es ya levadura de soberbia” (capítulo 
17).

7. En el árbol del conocimiento del bien y del mal, Eva encontró al Seductor que mentirosamente la indujo a la desobediencia, esto es, a traspasar la orden de Dios (Gén. 3, 1–5). Esto es, según la Escritora, a desear desordenamente ser semejante a Dios, creador de la procreación (soberbia), por lo tanto desobedecerlo (desobediencia) comiendo del fruto del árbol del conocimiento del bien y del mal: “En el árbol encuentra al Seductor, el cual canta la canción de la mentira: "¿Tú crees que aquí hay mal? No. Dios te lo ha dicho porque quiere teneros bajo la esclavitud de su poder. ¿Creéis que sois reyes? No tenéis ni siquiera la libertad de las fieras. Ellas tienen concedido el amarse con amor verdadero… ser creadoras como Dios… La verdadera vida está en conocer las leyes de la vida. Entonces seréis como dioses y podréis decirle a Dios: 'Somos tus iguales' " 
(capítulo 17).

8. Eva, con tal de alcanzar el fin de la prometida y decantada semejanza o igualdad con Dios creador, por medio de la procreación; engañada con tales palabras y cediendo a los halagos del Seductor, no rehúsa los medios: por lo tanto traspasa el divino mandamiento o la divina prohibición (Gén. 3, 6), se entrega al placer de la glotonería y de la carne. Por esto, además de soberbia, pecó de desobediencia, glotonería, lujuria: “…Dios había dicho al hombre y a la mujer: "Todo os lo doy; sólo me reservo este misterio de la formación del hombre". Satanás quiso quitarle al hombre esta virginidad intelectual y, con su lengua serpentina, hechizó y halagó miembros y ojos de Eva, suscitando en ellos reflejos y sutilezas que antes no tenían porque no estaban intoxicados de Malicia. Ella "vió", y, viendo, quiso probar. Había sido despertada la carne. ¡Ah, si hubiera llamado a Dios! … El Padre la habría… curado... Pero no, Eva no va al Padre, Eva vuelve donde la Serpiente. Esa sensación le es dulce. "Viendo que el fruto del árbol se podía comer y que era bonito y de aspecto agradable, lo cogió y comió de él". Y "comprendió". Ya la malicia había penetrado y le mordía las entrañas. Vio con ojos nuevos y oyó con oídos nuevos los usos y la voz de las bestias; y los deseó febrilmente. Inició sola el pecado. Lo consumó con su compañero…” 
(capítulo 17).

9. Amaestrada y seducida por Satanás, por la Serpiente, Eva cayó en un pecado de cuatro ramas: soberbia, desobediencia, glotonería, lujuria. Y ya seducida y hecha discípula del demonio, se convierte para Adán en maestra y seductora: el pecado cuádruple que Eva había cometido por instigación diabólica, Adán lo cometió por instigación de la mujer: Fue la primera en pecar. Condujo a su compañero a igual cosa. Por esto sobre la mujer pesa una sentencia mayor. Por Eva el hombre se rebeló contra Dios y por ella conoció la lujuria y la muerte. Por ella no pudo más dominar sus tres estadios o reinos: el del espíritu, porque permitió que las pasiones se enseñoreasen de él; el de la carne, porque se envileció hasta seguir los instintos de los brutos. “La Serpiente me engañó” dijo Eva. “La mujer me presentó el fruto y comí de él” dijo Adán. Desde aquel momento la concupiscencia triple se apoderó de los tres estadios o reinos del hombre” (
capítulo 17). Y en otra parte: “… y el árbol prohibido se convierte en realidad para el género humano en algo mortal, porque de sus ramas pende el fruto del saber amargo que proviene de Satanás. Y la mujer se convierte en hembra, y con el fermento del conocimiento satánico en el corazón, va a corromper a Adán…” (capítulo 17).

10. A consecuencia de este cuádruple pecado (esto es, de soberbia, desobediencia, glotonería, lujuria) y particularmente por causa del cuarto (lujuria) remate de toda infeliz obra pecaminosa, como cosa que se puede conectar con la culpa de soberbia o desobediencia o glotonería, pero que se une mejor con la de lujuria, los ojos de Adán y Eva se abren y caen en la cuenta de estar desnudos, se hacen taparrabos con hojas de higuera y se los ponen (Gén. 3, 7).

11. Así pecando los dos mueren en el espíritu a la gracia, y en corrección del pecado Dios castiga a los primeros padres y descendientes con la pena de la muerte y la destrucción del cuerpo que se realiza a su tiempo: además castiga a la mujer en su condición de madre y esposa; al hombre en la de trabajar (Gén. 3, 16–19). Además de condenarlos los arroja del paraíso terrestre (imagen de la exclusión del paraíso celestial) y por lo tanto la pérdida de la amistad divina (Gén. 3, 22–24). “…llegada a este nivel la carne, corrompido lo moral, degradado lo espiritual, conocieron el dolor y la muerte del espíritu privado de la gracia, y de la carne privada de la inmortalidad. La herida de Eva engendró el sufrimiento, que no terminará sino hasta cuando muera la última pareja sobre la tierra” (
capítulo 17). Y en otro lugar: “El Padre Creador concedió la maternidad también a Eva, libre de todo cuanto ahora la envilece. Una maternidad dulce y pura sin el lastre de los sentidos… ¡De cuánta riqueza se despojó Eva! ¡Más que de la inmortalidad!... Pero la maternidad, que me dejó intocable, yo la nueva Eva, la conocí para que pudiese decir al mundo cuál hubiera sido la dulce suerte de la mujer al dar a luz sin ningún sufrimiento…” (capítulo 17).

12. El Génesis narra el pecado de los primeros padres y el castigo que Dios infligió, a ellos y a sus descendientes. Ha sido, sobre todo, S. Pablo (Rom. 5) quien puso en luz, la culpa que de los primeros padres se transmite a sus descendientes, esto es, a la humanidad, de generación en generación, y que es exactamente el pecado original. El apóstol, propone su doctrina estableciendo una especie de paralelismo o parangón entre Adán y Jesús, entre el primero y el Segundo Adán. Muy pronto los Santos Padres, por ejemplo S. Justino, S. Ireneo a fines del siglo II, extendieron este paralelismo y así, teniendo ante sus ojos la Anunciación, compararon a Eva y a María, esto es, a la primera y a la segunda Eva. Nuestra Escritora procede en modo análogo y pone en boca de María las siguientes expresiones: “Yo he recorrido al contrario, el camino de los dos pecadores… Obedecí en todas las formas…” “…semejante a Dios, creando la carne que tendrá Dios” …me aniquilé en mi humildad… Escala de Dios… Dije el “sí” que anuló el “no” de Eva al mandamiento de Dios… De mi seno nacerá el nuevo Árbol que producirá el Fruto que conocerá todo el mal por haberlo padecido en Sí y producirá todo el bien…” (
capítulo 17).

13. Este paralelismo o comparación entre María y Eva, retocado o completado en algún punto por razón de claridad, puede expresarse brevemente así:

a) a María se le aparece y le habla un ángel bueno, a Eva uno malo;

b) a María el ángel le habla de una Maternidad divina, a Eva de una procreación humana;

c) María, con su Maternidad divina, se haría semejante a Dios Engendrador de su Verbo y Creador de todos los seres; Eva, con la procreación humana, sería semejante al Dios Creador;

d) María, a tal propuesta, se humilla profundamente. Eva se ensoberbece mucho;

e) María obedece a Dios y resiste al Seductor; Eva desobedece a Dios (que se reserva la revelación del misterio de la formación del hombre) y obedece al Seductor;

f) En María no hay ninguna golosidad espiritual por el Fruto, en Eva sí una desenfrenada glotonería por el fruto ( físico y simbólico);

g) Dios hace que María sea fecunda y sublima su castidad. La Virgen permanece castísima tanto en su corazón como en su cuerpo; la Serpiente seductora fascina a Eva, y ella que era virgen cae de su estado, se hace lujuriosa tanto en el corazón como en su cuerpo;

h) María permanece siempre como Dios la pensó, como quiso y como la creó. Aun más, la Llena de gracia se convierte en Portadora de ella, y de la Vida en sí misma para darla a la humanidad; Eva, por el contrario, se vacía de la gracia, y se convierte en causa de la pérdida de la misma para Adán y mediante este, para la humanidad;

i) María permanece hija de Dios y no quiere tener ningún trato con el padre de la mentira; Eva se convierte en hija pródiga y rebelde y hace caso al padre de la mentira;

j) María, por enseñanza e intervención divinas, es elevada para ser la criatura más amada de Dios y Madre del Verbo Encarnado. Dios no abandona a Eva en la creación, antes bien continúa influyendo en todo matrimonio comunicando al esposo la energía humana fecundante, y presidiendo de una manera misteriosa la formación del cuerpo, creando e infundiendo el alma de cada hijo de Eva hasta el fin del mundo; y así puede decirse que es padre más que todo padre humano. Pero Eva y por lo tanto Adán y la raza humana que es heredera de los dos primeros padres por generación netamente humana, amaestrada y seducida por Satanás, traicionó y abandonó a Dios y se convirtió, como dicen los profetas, en esposa infiel, que comete adulterio con Satanás, que continúa inyectando siempre y sin cesar ese deseo de soberbia, de desobediencia, de glotonería y de lujuria de procrear no según la voluntad divina sino contra ella, contento que en el instante en que Dios crea –pura– el alma y la infunde en una carne que en la de los primeros padres se alió con Satanás, en ese mismo momento el alma misma contraiga también un oscurecimiento (por la privación de la belleza de la gracia) del parentesco filial con Dios. (Por lo cual la mujer, después del parto, en el Antiguo Testamento, siente la necesidad de sujetarse a la purificación y en el Nuevo Testamento, el deseo de hacerla).

14. a) Dios, pues, por medio de un ángel, trata con María de una generación o maternidad divina; Satanás, por medio de una serpiente, trató con Eva de una generación o maternidad humana.

b) María, pues, espera que Dios le revele el misterio de la Encarnación de Dios; Eva no espera que Dios lo haga, sino acepta le revele un ser usurpador, sin esperar al tiempo establecido por Dios, el misterio de la formación del hombre.

c) Dios, pues, penetra más profundamente en María, y se hace dueño de Ella, y así el parentesco de ésta con Él es grandísimo; pues no sólo es madre, sino también hija, y el ser más amado; Satanás profana a Eva, y esta cae bajo su poder: a los ojos de Dios se convierte en hija pródiga, en mujer, como dicen los profetas, adúltera, en un ser a quien Dios no puede amar, pues traba parentesco con el demonio que es el padre de la mentira y un seductor.

d) En este parentesco de María con Dios, se halla la raíz de toda su grandeza, de todas la bendiciones que recibimos; en el parentesco de Eva con Satanás, se halla la raíz de todas sus calamidades y de todas las maldiciones que recibimos.

e) Debido a las sublimes gracias del Espíritu Santo, esto es, en virtud de la eterna predestinación y de la Inmaculada Concepción, María fue preservada de cualquier parentesco con Satanás y por lo tanto del pecado original; en virtud de estos mismos privilegios y además de la Maternidad divina, de su íntima asociación con la vida y sacrificio de Jesús y de la Asunción en cuerpo y alma al cielo, el parentesco admirable de María con Dios, ha encontrado su origen y perfeccionamiento.

f) Debido a otros dones del Espíritu Santo, y por lo tanto en virtud de la buena voluntad (en cuanto es posible) y del acto y sacramento de la fe, se realiza una obra de muerte y de vida; de muerte, porque se destruye el parentesco con Satanás (aunque en esta tierra se queda el Seductor y la criatura conserva tendencia hacia él); en la Iglesia esposa de Cristo y madre y maestra con Cristo: obra de restablecimiento que otros sacramentos, sacramentales, toques de la divina gracia incesantemente nutrirán e intensificarán; y encontrará en el Purgatorio, en la resurrección de la carne y en su ingreso en el cielo, con la plenitud de la humana substancia, un coronamiento al cual jamás el hombre hubiera llegado, si a consecuencia del pecado, Cristo no lo hubiese regenerado.

15. Estas comparaciones, paralelismos y explicaciones no valdrían nada o sólo parte, si se demostrase como imposible, o si se rechazase que el ángel malo hubiera hablado a Eva de una generación humana (fruto), como después el Ángel bueno habló a María de una generación divino–humana (Fruto).

SAN JOSE

Para comprender bien, en esta Obra, la actitud interior y exterior de San José para con María, desde el momento en que cayó en la cuenta del estado de Ella hasta el momento en que el Ángel le reveló el misterio sobrenatural, es menester tener presentes los capítulos 1112
1314182526272831353643. Juntando alguno que otro elemento que hay aquí y allá, resulta lo siguiente:

1. Jesús, como el Hijo de Dios, hecho hombre, María Santísima como Inmaculada y Madre de Dios, Juan Bautista como santificado desde el seno materno, cooperando a las prerrogativas divinas que se les dieron, fueron siempre perfectos y estuvieron exentos de cualquier imperfección moral, aun la mínima. El único de quien se podría dudar, hablando con precisión, sería de Juan Bautista, pero no consta que haya cometido imperfección alguna. José, por el contrario, pese a la sublime misión a la que había sido destinado y para la que había sido preparado, pese a la gran santidad y justicia iniciales, no habiendo recibido privilegios como los que se concedieron a María y al Bautista, por lo menos en una única y terrible circunstancia, esto es en el momento de la prueba establecida por Dios, antes de que viviese con el Dios–Hombre y su Madre, tal vez no se vió exento de alguna imperfección moral.

2. José conocía perfectamente la santidad de María y su propósito de conservarse virgen para siempre, por esto, cuando cayó en la cuenta de que estaba encinta, no creyó que fuese una pecadora adúltera, ni la expuso a que fuera apedreada, según estaba prescrito (Lev. 20, 10; Deut. 22, 22–24). El que creía en la virtud de María, hubiera dejado de ser justo (Mt. 1, 19) si la hubiese hecho lapidar… “Hubiera sido menos santo, hubiera obrado humanamente, denunciándome como adúltera para que fuese lapidada y el hijo de mi pecado muriese conmigo. Hubiera sido menos santo, Dios no le habría concedido sus luces como guías en semejante prueba” (capítulo 25).

3. Pero José, antes de que el ángel se le apareciera en sueños (Mat. 1, 20–23), ignora la causa por la cual su esposa está encinta y no puede explicarse el hecho. Es en este momento en que tal vez incurre en una triple imperfección:

a) por no haber preguntado, como era su deber, a su esposa. Esto es, por no haberle pedido explicación de lo ocurrido (Gén. 3, 9);

b) por un “pensamiento” de sospecha que pudo haberle pasado por la cabeza y causado dolor, tal vez sin persistir en él voluntariamente y sin transformar el simple pensamiento de “juicio”: “…me desagradaba que pudiese, insistiendo en su acusación, faltar a la caridad” (capítulo 26);

c) por una decisión (Mat. 1, 19–20), efecto e indicio del sobredicho “pensamiento”, decisión tomada sin haber preguntado y que si no era físicamente grave como la lapidación, era penosa moralmente y humillante a lo más respecto de la Virgen, y en un punto, coincidía con la lapidación en lo que se refiere al efecto: el de no haber intentado realizar el rito de las nupcias, y así, prácticamente, quebrantar el vínculo de los esponsalicios.

4. Es Dios, quien por medio de un ángel, dice a José en sueño que no despida a su esposa, y lo exhorta a que la tome consigo, porque la maternidad que se verifica en Ella, debe atribuirse a Dios mismo.

5. La santidad de José, esto es, del justo que, si comete alguna imperfección, se levanta al punto (Prov. 24, 16), resplandece inmediatamente con una luz mucho más brillante:

a) porque al punto hizo caso al ángel (Mt. 1, 24);

b) porque sin dejar pasar el tiempo, con una humildad se acusó ante María, y no se excusó como nuestros primeros padres (Gén. 3, 12–13), sino que con toda claridad dijo: “Perdóname, María. Desconfié de tí. Ahora lo sé. No soy digno de tener un tesoro tan grande. Falté a la caridad. Te acusé en mi corazón. Te acusé injustamente porque no te pregunté la verdad. Falté a la Ley de Dios, porque no te amé, como me habría amado yo mismo… No quería que te defendieses, porque estaba para tomar mis decisiones sin preguntar cosa alguna. Falté al haber sospechado de ti. Aún una sola sospecha es ofensa, María. Quien sospecha, no conoce. No te conocí como debía haberlo sido…” 
(capítulo 26);

c) porque al punto tomó la decisión de cumplir la voluntad de Dios (Mt. 1, 24): “…cumpliremos con la ceremonia del matrimonio…”
(capítulo 26).

6. La santidad de María resplandece, de una manera indecible en esta terrible circunstancia:

a) porque obedeció a Dios, que se reservó el derecho de revelar a José el misterio. No dijo nada a él, aun cuando sufría dolorosamente por la angustia larga y penosísima de su esposo, y por el peligro “que faltase un justo, él, que nunca faltaba…”
(capítulo 26);

b) en que no permitió a José que le pidiese perdón, que lo excusó completamente, que aprovechó de la ocasión para manifestarle, como tal vez nunca había sucedido, su cariño de Virgen y su estima que por él tenía.

Verdaderamente María y José, también en esta dolorosa circunstancia y prueba, aparecen como dos santos, cuales el mundo no ha tenido (capítulo 38).
 
Continúa...
 





 





 

El Poema del Hombre-Dios (40)

El Poema del Hombre-Dios (41)


El Poema del Hombre-Dios (43)


¿PUEDEN LOS SEDEVACANTISTAS RECIBIR LOS SACRAMENTOS DE LA FSSPX?

La misa una cum ofrecida “con y por” la jerarquía conciliar crea una falsa apariencia de catolicidad que conduce a escándalo, confusión y pérdida de la integridad de la fe.

Por el padre Thomas J. Ojeka


“Retén la forma de las sanas palabras que de mí oíste, en la fe y en el amor que es en Cristo Jesús” (2 Timoteo 1:13)

Preámbulo

Alguien dejó una pregunta como comentario en Facebook en mi sermón transmitido en vivo para la octava del Sagrado Corazón (video en inglés aquí). Decía así:

- ¡Saludos desde Filipinas! Yo también soy sedevacantista. Tengo una pregunta: ¿Está bien que un sedevacantista como yo acuda a la FSSPX para recibir los sacramentos? Si no es así, ¿cuál es la razón y el motivo? Necesito seriamente los sacramentos.

Di una breve respuesta que amplío aquí en formato catequético. Espero que resulte útil para las almas que se encuentran en situaciones similares, ¡y deben de ser muchas en estos tiempos!

Catecismo: Preguntas y respuestas 

P: ¿Puede un católico sedevacantista recibir los sacramentos de un sacerdote de la FSSPX?

R: No, no sin poner en grave peligro la fe.

La Fraternidad San Pío X ofrece sacramentos válidos, pero los ofrece en unión visible con un papa falso y una iglesia falsa. Esto crea una contradicción que ningún católico fiel puede ignorar.

P: Pero la FSSPX celebra la misa. ¿No es eso suficiente?

R: El sacrificio de la misa no es solo un rito, sino una profesión de fe.

“La fe se expresa en la ley de la oración” — Lex orandi, lex credendi

En el Canon de la Misa, el sacerdote dice:

“Una cum famulo tuo Papa nostro...”

(En unión con tu siervo, nuestro Papa...)

Esta frase une la ofrenda de la misa con un hereje público, destructor de la Tradición y líder de la iglesia conciliar, que los sedevacantistas reconocen como no católica.

P: ¿No enseña la Iglesia que los sacramentos pueden recibirse de herejes en caso de emergencia?

R: Sí, pero solo en casos de extrema necesidad y sin peligro de escándalo o compromiso.

“No está permitido recibir sacramentos de herejes o cismáticos, a menos que haya peligro de muerte y no haya ningún sacerdote católico disponible” — Manuales de Teología Moral (por ejemplo, Merkelbach, Prümmer)

La FSSPX afirma que un impostor papal modernista es el Papa y acepta su jurisdicción en materia de matrimonio y confesiones. La recepción regular de sus sacramentos escandaliza a las almas, socava la claridad y confunde a los fieles.

P: ¡Pero necesito confesarme! Estoy espiritualmente hambriento.

R: Sí, y Dios lo sabe. Él no exige lo imposible. Cuando no hay clérigos válidos y sanos disponibles, la Iglesia proporciona:

1. Contrición perfecta:

“Si alguien se arrepiente de sus pecados por amor a Dios... recibe el perdón antes de la absolución” — Catecismo de Trento

2. Comunión espiritual:

“Pídele a Jesús que entre espiritualmente en tu corazón, y Él vendrá con las mismas gracias que si lo recibieras sacramentalmente” — San Leonardo de Puerto Mauricio

3. Deseo de confesión:

“Si a un hombre se le impide recibir los sacramentos, Dios acepta su deseo y su intención” — San Alfonso María de Ligorio

4. Esperanza: 

Dios no abandonará al alma que permanece fiel a la verdadera fe, aunque eso signifique sufrir la privación sacramental durante un tiempo.

P: ¿No es esto demasiado rígido? ¿No asistían los primeros católicos a misa con clérigos heréticos?

R: No. La Iglesia primitiva enseñaba exactamente lo contrario.

“¿Qué unidad tiene la luz con las tinieblas? ¿O Cristo con Belial?” — 2 Cor. 6:14

“No se puede rezar con quienes están en comunión con la herejía” — San Atanasio

La Iglesia siempre ha prohibido el culto con herejes o cismáticos.

“Si alguien reza con herejes, que sea excomulgado” — Concilio de Laodicea, Canon 33

P: ¡Pero los sacerdotes son válidos! ¿No es eso lo que más importa?

R: No. La validez no es suficiente. Un sacramento válido fuera de la unidad de la verdadera Iglesia es una herida, no una curación.

“Recibir los sacramentos de alguien fuera de la unidad de la Iglesia es comer el pan de Dios con la mano del diablo” — San Cipriano de Cartago

Los sacramentos son expresiones de unidad en la doctrina y el culto. Recibir los sacramentos de sacerdotes que invocan el nombre de un papa falso es entrar en comunión litúrgica con sus herejías, independientemente de cuáles sean las intenciones personales de cada uno.

P: ¿Cuál es el verdadero problema con la FSSPX?

R: La FSSPX profesa:

● Comunión con un papa falso (León)

● Jurisdicción de una iglesia falsa (Roma conciliar, ecuménica, sinodal y panreligiosa)

● Una contradicción doctrinal: Condenar el concilio Vaticano II pero aceptar a sus líderes

● La misa una cum ofrecida “con y por” la jerarquía conciliar

Esto crea una falsa apariencia de catolicidad, lo que conduce a:

● Escándalo

● Confusión

● Pérdida de la integridad de la fe.

P: Entonces, ¿qué debo hacer si no hay ningún clérigo cerca de mí que rechace la misa una cum?

R: Esta es la cruz de los tiempos actuales. Pero Cristo está más cerca de sus fieles en tales pruebas.

He aquí un camino espiritual:

1. Santifica tu alma diariamente con la oración, la lectura espiritual y el Oficio Divino.

2. Haz comuniones espirituales y actos de contrición perfecta con frecuencia.

3. Ofrece el dolor del exilio sacramental en reparación por los pecados contra la Iglesia.

4. Reza por el triunfo de la Iglesia y el regreso de un verdadero Papa.

5. Educa a los demás con caridad y firmeza.

“Aunque todo el mundo se descarríe, mantente firme en el camino estrecho” — San Juan Fisher

“El que mantiene la fe nunca estará solo” — San Atanasio

P: En resumen, ¿cuál es el costo de permanecer fiel?

R: El costo es alto. Pero el compromiso cuesta más.

“No hay medias verdades en la religión. O se cree lo que cree la Iglesia, o no se cree nada” — P. Frederick Faber

Cristo derramó su preciosa sangre para comprar la verdad.

¿Derramaremos nuestra propia sangre, si es necesario, para conservarla?

Resumen: Ánimo final

No estás solo. El Cuerpo Místico sufre contigo. La Santísima Virgen camina a tu lado en este exilio. Los santos te animan.

“Manteneos firmes en las tradiciones que habéis recibido” — 2 Tes. 2:15

“La fe no fallará, aunque la Iglesia se eclipse” — Nuestra Señora de La Salette

Mantente firme. Dios proveerá.
 

FRANCMASONERÍA: EL JURAMENTO

¡Desdichados, que mezclan el nombre de Dios y del Evangelio con sus detestables juramentos, y se entregan atados de pies y manos a un poder oculto que no conocen ni conocerán jamás!


VIII

El juramento

A la prestación del juramento debe preceder otra ceremonia. El Neófito, vendados todavía los ojos, es “conducido al altar de los juramentos”, ante el cual se arrodilla mientras el H∴ Maestro de Ceremonias le apoya la punta de un compás sobre el pecho izquierdo. Sobre el altar hay una Biblia abierta, y sobre ésta una espada flamígera.

“Todos en pie y a la orden, Hermanos -exclama el Venerable- el neófito va a prestar el terrible juramento”. Terrible es, en efecto, y aquí cesa la broma para ceder el puesto a la verdadera Francmasonería. Todos se levantan, tiran de sus espadas, y el postulante presta el impío juramento que va a leerse:

“Juro, en nombre del Arquitecto supremo de todos los mundos, no revelar jamás a nadie los secretos, signos, palabras, doctrinas y usos de los francmasones, y guardar sobre todo ello eterno silencio. Prometo y juro a Dios no descubrir jamás cosa alguna, ni por la pluma, ni por señales, palabras o gestos; no hacer jamás escribir, litografiar, imprimir ni publicar cosa alguna de lo que me ha sido confiado hasta ahora, o pueda confiárseme en adelante. Me obligo y someto al castigo siguiente: Que me quemen los labios con un hierro candente; que me corten la mano y el cuello, y me arranquen la lengua; que mi cadáver sea colgado en una logia durante la admisión de un nuevo Hermano, para que sirva de borrón a mi infidelidad y de horror a los demás; que sea quemado desde luego, y las cenizas echadas al viento, para que no deje el menor vestigio la memoria de mi traición. Así Dios me ayude y su Santo Evangelio. Así sea”.

¡Desdichados, que mezclan el nombre de Dios y del Evangelio a sus detestables juramentos, y se entregan atados de pies y manos a un poder oculto que no conocen ni conocerán jamás, que les dirá: Matad, y tendrán por fuerza que matar; que les mandará violar las leyes divinas y humanas, y si no obedecen morirán! Decidme: ¿puede prestar este juramento un hombre honrado, no digo un cristiano, en la más vulgar acepción de la palabra? 

Después del juramento, conducen otra vez al aspirante a las dos columnas. Todos los Hermanos (¡qué Hermanos!) se colocan en círculo alrededor suyo, y dirigen contra él las espadas, “de modo que sea como un centro del cual salgan rayos”. El Maestro de Ceremonias, colocado a su espalda, se dispone a soltarle la venda de los ojos, mientras otro Hermano delante del infortunado neófito acerca a sus narices la lámpara y pólvora inflamable que ya sirvieron para las llamas purificadoras. Y sigue la comedia.

- “¿Juzgáis este aspirante digno de ser admitido?” -pregunta el Venerable al HPrimer Vigilante. 

- “Sí, Venerable” -contesta el otro. 

- “¿Qué pedís para él?”

- “La luz”

Y da tres fuertes golpes de maza. Al tercer golpe, cae la venda, la pólvora se inflama, y el neófito deslumbrado, no ve más que fuego. Luego, con gran satisfacción suya, ve todas las espadas desnudas dirigidas a su pecho, mientras sus excelentes Hermanos gritan a una: “¡Dios castigue a traidor!”

“No temáis, Hermano” -prosigue el Venerable- “no temáis esas espadas vueltas a vuestro pecho; sólo amenazan a los perjuros. Si sois fiel a la francmasonería, como tenemos motivo de esperarlo, estas espadas estarán siempre prontas a defenderos. Si, al contrario, llegases a hacerle traición, ningún rincón de la tierra os dará refugio contra estas armas vengadoras”.

A indicación del Venerable, conducen otra vez al nuevo Hermano a altar, haciéndole poner de rodillas (¿ante quién? ¿ante qué?); y el Venerable, tomando del altar (¿altar de quién?) la flamígera espada, pone la punta sobre la cabeza del nuevo Hermano, y lo consagra Aprendiz-Masón, diciéndole: “En nombre del gran Arquitecto de universo, y en virtud de los poderes que se me han confiado, os constituyo Aprendiz-Masón y miembro de esta respetable logia”. Luego, levantando al nuevo adepto, le ciñe un mandil de cuero blanco, le entrega un par de guantes blancos, que el francmasón debe llevar puesto en la logia como emblema de su inocencia (!!!), y sea o no casado, otro par de guantes de mujer, que debe “entregar a la que más estime”. Pronto veremos que también hay francmasonas, y que el culto a las mujeres dista mucho de ser proscrito entre esos inocentes y puros hijos del “gran Arquitecto de todos los mundos”. En fin, el Venerable revela al nuevo Aprendiz las señas, contraseñas y secretos particulares de su nuevo grado, y le da un triple ósculo fraternal. No sé cuáles puedan ser esos secretos particulares; pues en el Ritual de la Logia Madre de los Tres-Globos (sic) se dice expresamente que “no se hagan al Aprendiz más que insinuaciones, sin darle nunca una explicación completa; porque no puede explicarse enteramente el más pequeño punto, sin hacer comprender todo el conjunto”.

Sea como fuere, la iniciación queda proclamada; toda la logia aplaude, y el nuevo francmasón, habiendo tomado de nuevo sus vestidos, es instalado en su sitio. El HOrador le dirige un discurso, y con esto concluye esta sacrílega fantasmagoría.

6 DE JULIO: SAN GOAR, PRESBITERO Y CONFESOR


6 de Julio: San Goar, presbítero y confesor

(✞ 575)


El ejemplarísimo presbítero San Goar fue francés de nación, de la provincia de Gascuña, su padre se llamaba Jorge y su madre Valeria, y eran personas de sangre ilustre.

Desde niño fue muy bien inclinado, de amable aspecto, humilde, honesto y dado a todas las obras de virtud. 

Habiéndose ordenado como presbítero, determinó abandonar todas las cosas de la tierra, y se fue a un lugar del obispado de Tréveris, que se llamaba Wochara, donde hizo una iglesia con licencia del obispo Félix y colocó en ella algunas reliquias de los santos. 

En ese lugar vivió muchos años, dándose a la oración, ayunos y penitencias, y a ejercitar la hospitalidad con los pobres y peregrinos. 

Había aún muchos gentiles en aquella tierra, los cuales con la vida tan ejemplar y con la predicación y milagros del santo presbítero, se convirtieron a la fe. 

Echaba los demonios de los cuerpos, daba vista a los ciegos, pies a los cojos, y sanaba a muchos dolientes de varias enfermedades. 

Dos criados del Obispo, le acusaron delante de su amo, diciéndole que era hipócrita y embustero, e interpretando muy mal las honestas acciones y obras de caridad que hacía albergando a los peregrinos. 

Más cuando el Obispo mandó venir al Santo delante de sí, y vio que un niño de pecho de solo tres días habló defendiendo la hombría del varón de Dios, quedó tan confundido y confuso por haber creído tan fácilmente lo que falsamente le habían dicho, se echó a los pies del santo y se encomendó con lágrimas en sus oraciones. 

Llegó la fama de su excelente virtud al rey Sigiberto, el cual tomó todos los medios que pudo para persuadir al venerable presbítero que aceptase el obispado de Tréveris, porque quería dar con ellos satisfacción a todo el pueblo que lo deseaba y se lo suplicaba. 

Más no pudo el rey convencer al santo de que recibiese aquella dignidad; y habiéndole dado 20 días de término para recogerse y hacer oración sobre ello, se encerró el siervo de Dios en su celda, y postrado en el suelo, rogó al Señor, llorando arroyos de lágrimas y suplicándole afectuosamente que no permitiese que el rey se saliese con su pretensión. 

El Señor lo oyó, enviándole una fiebre que le fatigó durante siete años gravemente y de manera que no pudo ya salir de su retiro, ni siquiera para ver al rey. 

Finalmente, labrada aquella bendita alma del siervo de Dios y purificada como el oro con tan larga y penosa dolencia, acabó el curso de su peregrinación y pasó a recibir el premio por sus heroicas virtudes en el eterno descanso. 

El Sagrado cuerpo fue sepultado en la misma Iglesia que había edificado el piadosísimo varón para honrar las reliquias de los santos. 

Reflexión

Si los santos honran con tan reverencia las reliquias de los santos, ¿no es razón para que nosotros, pobres pecadores, las honremos con la misma veneración y acatamiento? Son ellos grandes amigos de Dios, príncipes del cielo, cortesanos del palacio divino, abogados e intercesores nuestros, que tienen muchas gracias y cabida con la divina majestad; y esas sagradas reliquias de sus cuerpos son honradas por Dios con soberanos prodigios, y han de resucitar con todas las dotes de gloria y participar de la eterna felicidad de sus almas. Adorémoslas pues con mucha devoción, pidiendo a los santos que nos alcancen por sus méritos la gracia de gozar en cuerpo y alma de su gloriosa compañía. 

Oración

Oye, Señor, favorablemente las súplicas que te hacemos en la solemnidad de tu confesor el bienaventurado Goar, para que los que no confiamos en nuestra justicia, seamos favorecidos por los merecimientos de aquel santo que fue tan agradable a tus divinos ojos. Por Jesucristo Nuestro Señor. Amén. 



sábado, 5 de julio de 2025

LA DEVOCIÓN DE LOS CINCO PRIMEROS SÁBADOS: ¿POR QUÉ LOS CATÓLICOS LA IGNORAN?

Esta devoción es tan importante como la petición de consagrar Rusia al Inmaculado Corazón de María para obtener la paz mundial. ¿Por qué los católicos siguen ignorándola?

Por Rex Teodosio


Este 10 de diciembre se cumple el centenario de la devoción comúnmente conocida como los “Cinco Primeros Sábados”. Sin embargo, la mayoría de los católicos no han practicado esta devoción y muchos nunca han oído hablar de ella. Esta devoción es tan importante como la petición de consagrar Rusia al Inmaculado Corazón de María para obtener la paz mundial. ¿Por qué los católicos siguen ignorándola?

La historia de la devoción

Esta devoción se presagió en la aparición del 13 de junio de 1917, cuando Nuestra Señora de Fátima mostró a los tres videntes su Inmaculado Corazón. Así lo describió sor Lucía, una de las videntes: “Fue en ese momento, cuando dijo: “Mi Corazón Inmaculado será vuestro refugio y el camino que os llevará a Dios”, cuando abrió sus manos y nos comunicó por segunda vez el reflejo de una luz inmensa. (...) Sobre su palma derecha estaba el Corazón Inmaculado de María, traspasado por todas partes con espinas, herido por los pecados de la humanidad y pidiendo reparación.

La primera referencia a ella se encuentra en la aparición del 13 de julio, en la que Nuestra Señora de Fátima llamó a la devoción con un nombre diferente: la Comunión Reparadora. Así es como la describió sor Lucía.

Para salvar [las almas], Dios quiere establecer en el mundo la devoción a mi Inmaculado Corazón. Si el mundo hace lo que yo te pediré, se salvarán muchas almas y habrá paz. La guerra terminará. Pero si la humanidad no deja de ofender a Dios (...), comenzará una guerra peor. Cuando veáis una noche iluminada por una luz desconocida, sabed que es una gran señal que Dios os da para indicar que castigará al mundo por sus crímenes mediante la guerra, el hambre y las persecuciones de la Iglesia y del Santo Padre. Para evitarlo, vendré a pedir la consagración de Rusia a mi Corazón Inmaculado y la Comunión Reparadora los primeros sábados. Si escucháis mis peticiones, Rusia se convertirá y habrá paz. Si no, esparcirá sus errores por el mundo, provocando guerras y persecuciones a la Iglesia. Los buenos serán martirizados (1).

Este mensaje identifica los pecados de la humanidad como la raíz del problema, que a su vez conduce a las guerras. Ella indica la solución como la consagración de Rusia y la Comunión Reparadora. Aunque las peticiones tanto de la consagración como de la reparación aún no se habían solicitado formalmente, Nuestra Señora ya había establecido claramente las condiciones para obtener la paz mundial.

Las peticiones formales

Las peticiones formales se hicieron en una serie de apariciones a sor Lucía. El Santuario de Fátima en Portugal se refiere a ellas como el ciclo cordimario de apariciones, en referencia al Inmaculado Corazón de María.

La primera aparición tuvo lugar el 10 de diciembre de 1925, en el convento de las Doroteas de Pontevedra, España. Así es como la describió sor Lucía.

“La Santísima Virgen se apareció con un niño de pie sobre una nube. Con una mano, mostraba un corazón cubierto de espinas. Con la otra mano tocaba el hombro del niño, que decía: 'Ten piedad del corazón de tu Santísima Madre, que los hombres ingratos traspasan sin cesar con espinas. Nadie las quita con actos de reparación'. La Santísima Virgen añadió: "Hija mía, mira mi corazón cubierto de espinas que los hombres ingratos traspasan sin cesar con blasfemias e ingratitud. (...) Di a la gente que prometo estar presente con ellos en el momento de su muerte con todas las gracias necesarias para salvar sus almas, a cualquiera que, los primeros sábados de cinco meses, se confiese, reciba la Sagrada Comunión, rece cinco decenas del Rosario, me haga compañía durante 15 minutos meditando los 15 misterios del Rosario y tenga la intención de reparar mis heridas (2).

La segunda aparición tuvo lugar solo unos meses después, el 15 de febrero de 1926, lo que demuestra la urgencia de la petición. Ocurrió en el mismo convento. Unos días antes, sor Lucía había acorralado y hablado con un niño del convento que no debería haber estado dentro del claustro. Le dijo que fuera a la iglesia cercana y rezara algunos Ave Marías. Días más tarde, se produjo esta escena.

“El 15 de febrero de 1926, al volver después de dejar el cubo de la basura en el patio trasero, me encontré con un niño que parecía ser el mismo con el que me había encontrado. Le pregunté: '¿Le has pedido al Niño Jesús de la Madre Celestial?'. El Niño se volvió hacia mí y me dijo: '¿Y tú has difundido por el mundo lo que la Madre Celestial te pidió?'. El Niño se volvió resplandeciente. Me di cuenta de que era Jesús y le dije: 'Mi Jesús, tú sabes bien lo que dijo mi confesor en la carta que te leí. Dijo que la visión tenía que ocurrir por segunda vez y que se necesitaban hechos para que se pudiera creer. Y mi Madre Superiora no puede difundir esta petición por sí sola'”.

El Niño Jesús respondió: 'Es cierto que, sola, tu Madre Superiora no puede hacer nada. Pero, con mi gracia, puede hacerlo todo. Basta con que tu confesor te dé permiso y que tu Superiora lo cuente a la gente para que se crea, aunque no sepan a quién se le reveló' [la petición] (3).

Con estas apariciones, debería quedar claro lo insistente que fue Dios en promover la devoción de reparación al Inmaculado Corazón de María. Sin embargo, la insistencia y el motivo se hicieron aún más evidentes en la aparición de 1929.

Esta aparición tuvo lugar en el convento de las Doroteas en Tuy, España. Una gran cruz de luz apareció en la capilla del convento. El Inmaculado Corazón de María sosteniendo su corazón estaba bajo la rama derecha. Nuestra Señora le dijo esto a sor Lucía.

“Ha llegado el momento en que Dios pide al Santo Padre, en unión con todos los obispos del mundo, que consagre Rusia a mi Inmaculado Corazón, prometiendo salvarla por este medio. Muchas almas están condenadas por la justicia de Dios por los pecados cometidos contra mí. He venido a pedir reparación (4).

¿Por qué es tan importante esta devoción?

Dios se siente ofendido por los pecados de la humanidad, en particular los cometidos contra el Inmaculado Corazón. El resultado son castigos en forma de guerras, persecución de la Iglesia, hambrunas, martirio de los buenos, etc. El peor castigo es el fuego eterno del infierno.

La Santa Madre Iglesia ha dado a sus hijos muchos medios de salvación. En su abundante riqueza, hay muchos caminos para obtener el perdón de los pecados y el cielo. Sin embargo, Dios no pidió oraciones genéricas, letanías y devociones para evitar su castigo. Para estos tiempos, solo pidió que se difundiera por todo el mundo la devoción de reparación al Inmaculado Corazón de María.

Por ello, la devoción de Fátima es única entre todas las devociones que promueve la Iglesia, especialmente para estos tiempos. Ninguna otra aparición contiene las promesas de conversión universal, paz mundial y el consiguiente triunfo del Inmaculado Corazón. Por lo tanto, esta devoción de reparación es la solución de Dios para los problemas “insolubles” del hombre.

¿Puede esta devoción ser el medio para la paz mundial?

Han pasado casi cien años desde que Nuestra Señora solicitó formalmente esta devoción. Los asuntos mundiales siguen debatiéndose en comités para lograr la paz y el orden. Las soluciones presentadas se basan en las mejores prácticas políticas, económicas, tecnológicas, científicas y de otro tipo disponibles. Nada parece funcionar, ya que el mundo se encuentra constantemente al borde de otra guerra mundial.

Los líderes proponen nuevas y mejores alianzas, tratados y acuerdos para mantener la paz. Todos ellos acaban fracasando. Sin embargo, los líderes mundiales insisten en volver a los mismos principios que han fracasado una y otra vez.

Mientras tanto, la solución de Dios permanece archivada e ignorada incluso por aquellos que deberían promoverla. Aunque el mundo secular ignora todas las soluciones sobrenaturales, los católicos deben ser los primeros en señalar esta devoción vital.

En la jerarquía de importancia, la solución de Dios debe situarse por encima de todas las demás. Sin embargo, esto no significa que deban descartarse todas las soluciones naturales. De hecho, las soluciones sobrenaturales pueden cooperar con los medios naturales.

Sin embargo, la solución de Dios al problema actual va mucho más allá de cuestiones como una economía estabilizada o una frontera segura. De hecho, Nuestra Señora en Fátima prometió mucho más cuando dijo: “Al final, mi Inmaculado Corazón triunfará”. Esta profecía proclama una esperanza y una paz universales y duraderas para una humanidad que sufre. Devolverá el orden al mundo entero. ¿Qué promesa puede ser mejor que el triunfo del Inmaculado Corazón?

Mientras el mundo ignore esta devoción, los católicos que apoyan a Nuestra Señora de Fátima deben seguir promoviéndola.

Por lo tanto, propóngase hacer o renovar la devoción de los Cinco Primeros Sábados. Sea más consciente de todos los pecados que ofenden al Inmaculado Corazón y ofrezca actos de reparación por estas ofensas.

Solo cuando la devoción al Inmaculado Corazón se extienda por todo el mundo, el mundo tendrá verdaderamente la paz.

Estos sentimientos están recogidos en un artículo escrito por uno de los mayores promotores de Fátima en el siglo XX, el profesor Plinio Corrêa de Oliveira. El artículo se titula “La devoción al Corazón de María salvará al mundo del comunismo”. Dice así:
Además, debo señalar que la Providencia parece ir más allá [de su promoción de la devoción al Sagrado Corazón] al redirigir el objeto de la piedad de los hombres hacia el Corazón de María. En cierta medida, es el refinamiento y la elevación más alta de la devoción al Sagrado Corazón de Jesús. Ella confió a la hermana Lucía la misión de permanecer en la tierra para atraer a los hombres al Inmaculado Corazón de María. Esta devoción se recomienda varias veces durante las visiones. Este Santísimo Corazón nos aparece incluso en la segunda aparición, coronado de espinas por nuestros pecados, pidiendo las oraciones de reparación de los hombres. Nos parece que este punto resume todos los tesoros de los mensajes de Fátima.

En conjunto, las apariciones de Fátima, por un lado, nos instruyen sobre la terrible gravedad de la situación mundial y las verdaderas causas de nuestros males. Por otro lado, nos enseñan los medios por los que debemos evitar los castigos terrenales y eternos que nos amenazan.

A los antiguos, Dios les envió profetas. En nuestros días, nos ha hablado a través de la Reina de los Profetas misma” (5).

Notas:

2) Ibid.

3) Ibid.

4) Ibid.