viernes, 4 de julio de 2025

LEÓN XIV, LAUDATO SI' Y LA MISSA PRO CUSTODIA CREATIONIS

León XIV sitúa la “ecoteología” de Francisco en el corazón del Rito Romano, sustituyendo el sacrificio por la “sostenibilidad” y la tradición por la “ecología integral”.

Por Chris Jackson


En lo que solo puede describirse como el último injerto botánico en el árbol conciliar, León XIV ha promulgado oficialmente un nuevo formulario litúrgico: la Missa pro custodia creationis: la Misa “por el cuidado de la creación”. 

Vinculado a la X “Jornada Mundial de Oración por el Cuidado de la Creación” (1 de julio), el mensaje de León busca arraigar el movimiento ambiental directamente en la liturgia, nutrido por el abono ideológico de Laudato Si' y Laudate Deum. Es, en todos los sentidos, el florecimiento ecológico del Vaticano II. Pero para quienes observamos desde fuera del dosel conciliar, plantea serias inquietudes teológicas, antropológicas y eclesiológicas.

Una temporada de semillas, no de santos

El mensaje de León, titulado "Semillas de Paz y Esperanza", es una oda a las metáforas del “crecimiento”, la “ecoteología” y lo que solo puede llamarse la sacramentalización del “ambientalismo”. El párrafo inicial enmarca el evento como una continuación del “pontificado” de Francisco, “nuestro amado papa Francisco”, y vincula explícitamente la iniciativa con Laudato Si'. La misma encíclica, debemos recordar, que insiste en que el “cambio climático” es “una crisis espiritual”, la “biodiversidad” un “imperativo moral” y las “emisiones de carbono” una especie de “pecado moderno”.

Ya no se menciona la verdadera razón por la que tenemos temporadas litúrgicas o días festivos: el culto divino, la penitencia, la santificación. En cambio, se nos presentan “flores” al borde del camino que se abren paso entre el pavimento, la resiliencia de las semillas y la “caricia de Dios” de la naturaleza. Uno se pregunta si esto es un mensaje a la Iglesia Militante o una publicación de Instagram de un retiro de terapia forestal.

¿El Evangelio según Gaia?


León define el pecado no como la ruptura entre el hombre y Dios, sino como la “degradación ambiental”. En sus palabras: “Estas diversas heridas son el efecto del pecado”. ¿Y cuáles son estas heridas? Deforestación. Contaminación. Conflictos armados que afectan a los ecosistemas. Disputas por el agua. Naturaleza “trucada por ganancias económicas o políticas”. El peso de la denuncia profética no recae sobre la herejía, la apostasía o la inmoralidad sexual, sino sobre las minas terrestres en la Amazonia.

No es que el medio ambiente sea irrelevante. Pero en la tradición católica, no es central. Sin embargo, en el nuevo paradigma posconciliar, la creación se convierte casi en corredentora. León escribe: “El universo refleja el rostro de Jesucristo... el cuidado de la creación se convierte en una expresión de nuestra fe y humanidad”. Esta fusión de cosmología y soteriología es inquietantemente panteísta y coquetea con una nueva forma de “moralismo cósmico”: una religión donde Cristo salva no del pecado, sino del “cambio climático”.

Una “misa” para la Tierra, no para lo eterno

El decreto del cardenal Roche que lo acompaña es aún más revelador. La Iglesia ha añadido una “misa oficial” al Missale Romanum para “el cuidado de la creación”, con nuevas lecturas, antífonas, colectas y una oración postcomunión inspirada en Laudato Si'. Esto supone una integración plena del activismo ecológico en la vida litúrgica de la Iglesia.

Es difícil no ver esto como una parodia del antiguo rito romano. Mientras que la Liturgia Tradicional dirigía el alma hacia la eternidad, el sacrificio y el santo temor de Dios, este nuevo formato invita al adorador a “contemplar la creación”, “cuidar la tierra” y abrazar “una nueva relación con la naturaleza”. Las oraciones y lecturas están impregnadas de sentimientos horizontalistas. La tierra se ha convertido no solo en el escenario de la historia de la salvación, sino en su coprotagonista. La iglesia posconciliar ahora ofrece incienso a la biosfera.

Incluso la Eucaristía se replantea: ya no es simplemente la representación del Sacrificio del Calvario, sino que ahora se proyecta hacia la divinización del cosmos (Laudato Si', 236). Se ha ido el lenguaje de la propiciación. En su lugar: gratitud por las semillas, los ciclos y la sostenibilidad.

La herejía de la ecología integral

El motor teológico que impulsa todo esto es la “ecología integral”, un término que suena católico, pero que significa algo completamente diferente. En Laudato Si' y el mensaje de León, la “ecología integral” no es simplemente la administración de la creación como virtud que emana de la justicia y la templanza. Es todo un marco metafísico que vincula el ambientalismo con la salvación, reemplaza el fin sobrenatural del hombre por la armonía planetaria y suplanta la misión eclesial por una defensa al estilo de la ONU.

¿El nuevo Secretario del Dicasterio de Medio Ambiente de León?

Las palabras de León son reveladoras: “La justicia ambiental... es una cuestión de justicia: social, económica y humana”. Esta es la nueva triple función del Vaticano: no santificar, enseñar y gobernar almas para el cielo, sino gestionar recursos, ayudar a los pobres y redistribuir los bienes. Si antes la Iglesia salvaba a los pecadores del infierno, ahora salva a los árboles de las excavadoras.

La muerte de la Lex Orandi litúrgica

Este nuevo formulario señala el eclipse final de la lex orandi y la lex credendi en la iglesia post-Vaticano II. Cuando la misa se reescribe para celebrar el equilibrio ambiental en lugar del sacrificio redentor de Cristo, deja de ser un culto católico y se convierte en un ritual terapéutico grupal. La inclusión de esta “misa”, con salmos sobre la creación, lecturas del Evangelio sobre aves y flores, y una oración colecta que se lee como un panfleto de Greenpeace, marca una nueva etapa en la transformación de la liturgia en activismo.

Atrás quedaron las oraciones por la liberación del pecado, por la conversión de los herejes o por la salvación de las almas. En su lugar, aspiraciones a un “nuevo orden económico”, a la “justicia ecológica” y a la “coexistencia con la naturaleza”. Este es el fruto de cincuenta años de aggiornamento conciliar. La Misa ya no representa el Sacrificio de Cristo, sino que canaliza la energía espiritual de la comunidad hacia objetivos terrenales.

Conclusión: Una liturgia sin Cielo

Para el observador verdaderamente católico, esto no es meramente ofensivo o erróneo, sino revelador. Confirma lo que advirtió el arzobispo Lefebvre, lo que el clero tradicional ha proclamado desde hace tiempo y lo que muchos comienzan a ver: la iglesia del Vaticano II ha cambiado lo sobrenatural por lo natural, la gracia por la ecología y a Dios por Gaia.

En lugar del Rito Romano, ahora tenemos el Rito Romano de Regeneración. En lugar de mártires, tenemos plantadores de árboles. En lugar de catequesis, alfabetización climática. Esto es ruptura, codificada en rúbricas.

La nueva Missa pro custodia creationis será celebrada la próxima semana por León XIV en el Borgo Laudato Si'. La liturgia, como el jardín, será cuidada con esmero. Se sembrarán semillas. Y en algún lugar de la niebla gris de Castel Gandolfo, la voz de San Pablo resonará sin ser escuchada: “Predicamos a Cristo crucificado”.

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