Por Chris Jackson
Hubo un tiempo, no hace mucho en la vida de la Iglesia, en que un millón de jóvenes católicos se reunieron para ver al Papa y escucharon un llamado a la santidad. No al bienestar, la autoexpresión, las “relaciones genuinas” ni las “decisiones radicales”. Sino a la santidad.
Juan Pablo II convocó a los jóvenes del mundo a ser santos. Benedicto XVI los invitó al silencio, a la adoración, a la Eucaristía. León XIV les ofrece… actores, algoritmos y una teología lista para Instagram.
El 2 de agosto de 2025, tres acontecimientos definieron el “Jubileo de los Jóvenes”:
(1) Una reunión con los artistas contratados para “animar” Tor VergataEn conjunto, estos momentos encapsulan la síntesis surrealista de sentimentalismo, cultura terapéutica y antropología posconciliar que ahora se disfraza de “catolicismo”.
(2) Un discurso discreto dirigido a los peregrinos que lloran la muerte repentina de un adolescente egipcio
(3) Y la muy publicitada “Vigilia Jubilar”.
El acto de calentamiento “papal”: “Animadores” de lo Sagrado
León XIV comenzó el día agradeciendo a la compañía de actores, músicos y bailarines que entretendrían a la multitud en Tor Vergata antes de su llegada. Sí, entretener. No evangelizar ni catequizar. Animar.
“Quería tener esta pequeña reunión, digamos, familiar… conociendo la belleza, el arte, la música, los talentos que ofrecen a este gran público que tenemos en Roma”.
Esta es la “eclesiología” actual del Vaticano: un “gran público”, no el Cuerpo Místico. Espectáculo, no penitencia. El mensaje para los artistas es claro. Sus talentos son “sacramentales”. Su música es “liturgia”. Su danza es “teología”. No se preocupen por el pecado ni por la salvación. Simplemente mantengan a los niños entusiasmados hasta que llegue el “papa”.
En la década de 1950, Pío XII advirtió sobre los peligros del arte sacro separado de la verdad doctrinal. En 2025, León XIV le ofrece el escenario.
Escritura, foco y sacrilegio: Danza del Jubileo ante el altar
Como para dramatizar el apocalipsis postconciliar en tiempo real, los organizadores del Vaticano organizaron un espectáculo de danza, sí, una danza, frente al altar para los peregrinos españoles durante el “Jubileo de la Juventud”.
Los bailarines, vestidos de blanco impecable, interpretaron una coreografía interpretativa al ritmo de las lecturas bíblicas. Porque nada expresa más reverencia por la Palabra de Dios que las flexiones dramáticas y gestos sugerentes con las manos frente a la Basílica de San Pedro.
Reflexionemos sobre esto:
● El altar se utilizó como telón de fondo para la representación.
● Las Sagradas Escrituras se convirtieron en el audio del escenario.
● Y se esperaba que los fieles católicos lo trataran como algo normal.
En el rito antiguo, ni siquiera te acercabas al altar sin birreta, una genuflexión y silencio litúrgico.
¿En el nuevo rito? Danza interpretativa y teatro ambiental, justo antes del Sacrificio Eucarístico.
Muerte, sentimiento y el evangelio moderno
Más tarde esa mañana, León se dirigió a un grupo de peregrinos egipcios que lloraban la muerte de su amigo de 18 años, Pascale Rafic. Sus palabras fueron tiernas y respetuosas. Pero incluso allí, las prioridades del “nuevo papado” salieron a la luz.
Desapareció cualquier mención al Juicio, al Purgatorio y a los últimos días. En cambio, el “santo padre” ofreció un relato monótono de Lázaro y enfatizó que “no tenemos control sobre nuestras vidas”. Es cierto, pero Cristo sí lo tiene. Esa parte no fue mencionada.
“También nosotros hemos visto a Jesucristo morir en la cruz y resucitar de entre los muertos… y esa es la fuente última de nuestra esperanza”.
Es una “esperanza” extrañamente pasiva. Una esperanza sin doctrina, advertencia ni urgencia.
En un mundo donde los jóvenes mueren repentinamente y sin previo aviso, la Iglesia solía clamar: “Arrepiéntanse, porque el reino de Dios está cerca”. Ahora dice: “Es comprensible estar triste. Dios los ama. Renovemos nuestra fe”.
Vigilia de las Pantallas: Esperanza Algorítmica y Amistad Curada
El evento principal del día, por supuesto, fue la “Vigilia Jubilar” en Tor Vergata. Tres jóvenes formularon preguntas: preseleccionadas, desinfectadas y empalagosas. El “papa” respondió con un lenguaje tomado de los puntos de debate “sinodal” y de los retiros jesuitas.
Pregunta uno: “¿Cómo encontramos la verdadera amistad?”
Respuesta de León: Cuidado con los algoritmos. Recuerda a San Agustín. Busca vínculos auténticos.
Podría haber sido peor. Pero podría haber sido católico.
En ningún momento les dijo a los jóvenes que la verdadera amistad exige virtud. Que la pornografía y la impureza distorsionan el alma. Que la amistad en Cristo requiere arrepentimiento, gracia sacramental y desapego del pecado mortal. En cambio, recibimos comentarios culturales y una estrategia de promoción sutil de la comunidad cristiana: “¡Ámense los unos a los otros en Cristo!”.
El subtexto: la amistad, no la conversión, es el objetivo.
Pregunta dos: “¿Dónde encontramos el coraje para elegir?”
Aquí, León ofrece su momento más “teológico”. Les dice a los jóvenes que la decisión humana más profunda es en quién convertirse, no qué hacer. Una buena reflexión, aunque copiada de lemas existencialistas con un ligero matiz trinitario.
Menciona el matrimonio, el sacerdocio, la vida consagrada, alabado sea, pero solo como una opción entre muchas. Las “opciones radicales” se celebran por su significado, no por su conformidad con la voluntad divina. El llamado no es a la santidad, sino a la sinceridad.
“Reconocemos la fidelidad de Dios en las palabras de quienes verdaderamente aman, porque han sido verdaderamente amados”.
En una Iglesia construida sobre los Sacramentos y la Gracia sobrenatural, todo esto es muy horizontal. Y, sin embargo, se nos dice: esta es “la nueva forma de hablar”. No dogmas ni juicios. Solo terapia y sentimientos, salpicados con santos.
Pregunta tres: “¿Cómo podemos encontrar al Señor Resucitado?”
Por último, una cuestión de fondo.
León responde con referencias a la formación de la conciencia, el servicio a los pobres y la importancia de la comunidad. Incluso invoca la adoración eucarística, aunque más como apoyo psicológico que como un acto de justicia ante Dios.
“Jesús es el amigo que nos acompaña siempre en la formación de nuestra conciencia”.
Esa es la frase que lo resume todo.
Cristo como compañero, no como Rey. La conciencia como diálogo, no como juicio. La Iglesia como grupo de apoyo, no como Arca de Salvación.
Epílogo: Dormid bien, artistas de Dios
Al final de la vigilia, León agradeció al coro y a los músicos, y despidió a la multitud con estas palabras:
Descansen un poco, por favor. Nos reuniremos aquí mañana por la mañana para la Santa Misa. Les deseo lo mejor a todos. ¡Buenas noches!
Sin llamada a la confesión. Sin exhortación a la oración. Solo un suave abrazo del “vicario” de Cristo.
Reflexiones finales
Esta no es la religión de los mártires. No es la fe que conquistó la Roma pagana. No es la Iglesia que aplastó la herejía, ungió emperadores y bautizó civilizaciones.
Esto es Broadway litúrgico. Modernismo sentimental. Un carrusel de Instagram bellamente iluminado con frases de estilo católico light.
Pero que nadie se engañe: los jóvenes no acuden en masa a esto porque sea cierto. Asisten porque es un espectáculo. Un evento social. Un viaje gratis a Roma. Y, sí, porque anhelan lo auténtico, pero no saben dónde encontrarlo.
La verdadera Iglesia no necesita animadores ni algoritmos. Necesita apóstoles. Santos. Sacerdotes que prediquen la muerte, el juicio, el cielo y el infierno. Papas que tiemblen ante el Evangelio que proclaman.
Hasta entonces, hemos coreografiado la teología y curado la esperanza.
Y no es suficiente.
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