11 de Agosto: San Tiburcio, mártir
(✞ 286)
Entre los nobles caballeros romanos que el glorioso mártir San Sebastián convirtió a la fe de Jesucristo, nuestro Redentor, uno fue San Cromacio, prefecto de la ciudad de Roma, de sangre ilustrísima, de riquezas y familia poderosa; el cual habiendo sabido que Tranquilino, padre de los santos Mártires Marcos y Marceliano, había abrazado la fe, siguiendo tan buen ejemplo, y renunciando a toda la grandeza y regalo de que había gozado, se sujetó al suave yugo del Señor y se hizo cristiano él y sus criados y esclavos, varones y mujeres, que eran en número de mil cuatrocientas personas.
Repartió entre ellos parte de sus riquezas y dio a sus esclavos libertad, diciendo que pues eran ya hijos de Dios inmortal, no habían de ser siervos de hombre mortal.
Tenía este santo caballero un hijo llamado Tiburcio, mozo de grandes esperanzas, de alto y delicado ingenio, bien enseñado en todas las letras, de lindo aspecto y suave condición; el cual siguió a su padre en abrazar la fe de Cristo, y siguióle con tanto fervor, que se destacó mucho entre los otros cristianos, y por él obró Dios muchos prodigios.
Pasando un día por una calle, vio a un mozo que había caído de un lugar alto, y por la caída había quedado tan quebrantado que sus padres pensaban más en sepultarlo que en curarle.
Llegóse hasta ellos Tiburcio y díjoles:
- Dadme lugar que le hable una palabra, que podrá ser que cobre salud.
Y el santo dijo sobre el mozo la oración del Padre nuestro y el Credo, y con esto el herido sanó repentinamente.
Pero había entre los cristianos uno que era hipócrita, llamado Torcuato, el cual no vivía con las costumbres de los cristianos ni de los siervos de Dios, sino con las del siglo y de los gentiles.
San Tiburcio lo reprendía a menudo por sus vicios, con deseo de que los enmendase, y aunque Torcuato, por ser San Tiburcio persona tan ilustre, en la apariencia disimulaba, y le daba muestras de que le agradaba que así lo amonestase y corrigiese, pero en su corazón concibió tan grande rencor y aborrecimiento contra el santo, que para vengarse, lo acusó de que era cristiano; y para que no se supiese que él había sido el acusador, habló con el prefecto Fabiano para que le hiciese prender con otros fieles de Cristo.
Mandó pues el juez prender al santo, luego hizo sembrar una pieza con carbones encendidos, y le dijo que echase incienso sobre ellos en honra de los dioses o con los pies descalzos pasease por las brasas.
Tiburcio se hizo la señal de la cruz y con los pies descalzos paseóse sobre las ascuas como si pisara rosas.
Atribuyendo esto el tirano a artes mágicas se embraveció blasfemando contra Jesucristo.
Tiburcio le dijo:
- Enmudece y calla y no te oiga yo con tan rabiosa y maldita lengua decir tales injurias contra tan santo nombre.
El tirano, irritado sobremanera con estas palabras de reprensión, mandó cortarle la cabeza y se ejecutó esta sentencia a tres millas de Roma en la vía Lavicana, donde fue sepultado.
Reflexión:
Hemos visto como un cristiano falso e hipócrita, fue quien procuró la muerte de San Tiburcio, pagándole las saludables amonestaciones que el santo le hacía, delatándole delante del impío juez. ¡Qué execrable villanía! Pero, ¿Crees tú que son menos villanos muchos que en nuestros días se llaman católicos y hacen pactos con los enemigos de la Iglesia de Cristo, para oprimirla, para despojarla, para cargarla de cadenas y para matarla si fuese posible?
Oración:
Te rogamos, oh Dios omnipotente, por la intercesión de tu martir Tiburcio, nos veamos libres de todas las enfermedades del cuerpo y de todos los malos pensamientos del alma. Por Jesucristo, nuestro Señor. Amén.
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