lunes, 11 de agosto de 2025

DE LA VERDADERA MASONERÍA

¡Guerra a Dios, a su Cristo y a su Iglesia! ¡Guerra a los reyes y a todo poder humano que no esté con nosotros!

Por Monseñor de Segur (1878)


XV

DE LA VERDADERA MASONERÍA

La verdadera francmasonería no es ya la de las logias, ni aún la de los altos grados: es pura y simplemente la sociedad secreta. En ella los francmasones arrojan el antifaz; desprecian y rechazan el símbolo a la vez ridículo y perverso de sus primeras iniciaciones, y van derecho a su objeto: ¡Guerra a Dios, a su Cristo y a su Iglesia! ¡Guerra a los reyes y a todo poder humano que no esté con nosotros! Tal es su divisa; tal es su grito de unión. Ya no más Grandes-Orientes, ni Grandes-Maestros; sí solo una unidad espantosa, realizada por un gobierno oculto, sencilla y sabiamente organizado. “Acordaos -decía el pérfido Mazzini- acordaos de que una asociación de hombres libres e iguales (¡siempre a misma fórmula!) que quieran mudar la faz de un país (hubiera podido decir de todos los países) debe tener una organización sencilla, clara y popular (1).

A la cabeza de todo este ejército tenebroso hay un jefe único y desconocido, que permanece en la sombra y que tiene en su mano todos los Talleres y todas las logias; jefe misterioso y terrible, al cual están ligados, por un juramento de obediencia ciega, todos los francmasones de todo rito y graduación, que ni siquiera saben su nombre, y que en su mayor parte dudan que exista. Este hombre diabólico es más poderoso que cualquier rey de este mundo. En el siglo XVIII fue por muchos años un obscuro alemán llamado Weishaupt.

El patriarca de las asociaciones secretas solamente es conocido de cuatro o cinco adeptos escogidos, que le ponen en relación con una Sección o Venta o Logia (el nombre importa poco), cuyos miembros ignoran el papel que desempeña entre ellos el lugarteniente del gran jefe. Cada uno de los francmasones de la gran sección, le presentan a su vez en una Sección o Venta inferior, siempre ignorándolo los adeptos allí reunidos; y así hasta en las logias más insignificantes de la Francmasonería exterior, hasta en las asambleas masónicas más ajenas en apariencia a las tramas de las sociedades secretas.

En esta jerarquía submasónica, cada uno es llevado, sin saber por quién, y ejecuta órdenes cuyo origen y verdadero objeto ignora completamente. Esta es la verdadera sociedad secreta, aún para los que forman parte de ella. Hace unos cincuenta años, faltó poco para que la policía romana capturase al jefe mismo de la gran conspiración: el cardenal Bernetti, Secretario de Estado de León XII, logró apoderarse de una parte de la correspondencia, íntima de los jefes de la Venta suprema; es decir, de esa primera logia que dirige por si mismo el gran jefe. Uno de estos malvados estaba agregado a la persona del príncipe de Metternich, primer ministro del emperador de Austria, que había puesto en él toda su confianza. Su nombre de guerra era Nubius. Otro era un judío que había tomado el nombre de Pequeño-Tigre. La correspondencia de un tercero descubría a un rico hacendado de Italia, que en aquella época era el centro de la gran conspiración.

Para distinguir la Francmasonería oculta se la llamó Carbonarismo, que también es uno y universal, y forma “la parte militante de a Francmasonería”. Ignórase el número de sus adeptos.

El H∴ Luis Blanc admira la organización del Carbonarismo, calificándolo de “poderosa y maravillosa”. Convínose en que alrededor de una asociación-madre (¡qué madre, Dios mío!), llamada Alta-Venta, se formarían, con el nombre de Ventas centrales, otras asociaciones bajo las que obrarían las Ventas particulares (Venta quiere decir reunión). Se fijó en veinte el número de miembros de cada asociación, para escapar al Código penal. La Alta-Venta se nombraba ella misma.

“Para formar las Ventas centrales -dice el H∴ Luis Blanc- se adoptó el medio siguiente: Dos miembros de la Alta-Venta se agregaban a un tercero sin hacerle confidencia de la cualidad que revestían, y le nombraban Presidente de la Venta futura, tomando ellos mismos, uno el título de Diputado, y el otro el de Censor. Como el oficio de Diputado era relacionarse con la asociación superior, y el de Censor examinar la marcha de a asociación secundaria, la Alta-Venta venía a ser por este medio como el cerebro de cada una de las Ventas que creaba, quedando para con ellas dueño de su secreto y de sus actos... Había en esta combinación una admirable elasticidad (la de la serpiente). Pronto las Ventas se multiplicaron hasta lo infinito”.

El H∴ Luis Blanc añade con la ingenuidad de un niño endiablado: “Ya se había previsto la imposibilidad de burlar completamente las pesquisas de la policía (2); y para disminuir su importancia, se convino en que las Ventas obrarían en común, pero sin conocerse unas a otras, y de modo que la policía, penetrando en la Alta-Venta, no pudiese coger sino el conjunto de la organización. En consecuencia, se prohibió a todo carbonario de una Venta el pretender introducirse en otra. Esta prohibición era sancionada con la pena de muerte.

“Los deberes del carbonario eran: tener un fusil y cincuenta cartuchos (precaución eminentemente filantrópica); estar dispuesto a sacrificarse; a obedecer ciegamente las órdenes de los jefes desconocidos” (3). Esta formidable organización que nos descubre el H∴ Luis Blanc, había sido combinada en la Logia de los Amigos de la Verdad.

Vemos pues, detrás de la logia la traslogia; detrás del francmasón Aprendiz, Compañero, Maestro, y aún detrás de los francmasones de los altos grados, se esconde el francmasón carbonario, el hombre de la sociedad secreta y de las Ventas. Las logias que la francmasonería manifiesta, encubren a todas las miradas las traslogias; los grados encubren los grados secretos: la doctrina reconocida oculta la doctrina misteriosa; los ritos y ceremonias grotescas ocultan las tramas tenebrosas; los ridículos secretos se inventaron sólo para mejor encubrir el verdadero secreto; en una palabra, la Francmasonería pública encubre la Francmasonería secreta.

Existe una unión íntima, pero oculta, entre la Francmasonería y el Carbonarismo. Aquella es el cuerpo, éste el alma; la una es el ejército de soldados, el otro el de los jefes; la primera es llevada, el otro lleva, dirige, gobierna.

Tal es la inocente Francmasonería que se finge calumniada por la Iglesia.

Notas:

1) Manifiesto 1 de abril de 1834

2) Para mejor lograr su objeto, y para atraerse a los militares, la secta había añadido a la organización común de las Ventas una organización militar; o más bien denominaciones militares, como Legiones, Cohortes, Centurias, Manípulos; presentando ya la una, ya la otra, según las necesidades del momento.

3) Historia de diez años, tomo I
 

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