Solo Pedro tiene el poder supremo
León XIV afirma que toma su nombre e inspiración del Papa León XIII. Esto no se ajusta a la agenda del nuevo “papa” de continuar imponiendo una “iglesia sinodal”. De hecho, el Papa León XIII, en su encíclica Satis cognitum sobre la unidad de la Iglesia Católica, enseña precisamente lo contrario.
Tenemos previsto llamar la atención de nuestros lectores durante cuatro sábados consecutivos sobre algunos textos decisivos de esa Encíclica en los que la contradicción con la agenda de la “iglesia sinodal” es flagrante.
En el extracto que figura a continuación, el Papa León XIII enseña la doctrina perenne de la Iglesia sobre la supremacía de la autoridad del Papa sobre toda la Iglesia Católica.
El Papa León XIII
Soberanía de Cristo: San León el Grande dice con razón: “Del seno del mundo entero, Pedro sólo ha sido elegido para ser puesto a la cabeza de todas las naciones llamadas, de todos los apóstoles, de todos los Padres de la Iglesia; de tal suerte que, aunque haya en el pueblo de Dios muchos pastores, Pedro, sin embargo, rige propiamente a todos los que son principalmente regidos por Cristo” (Sermo iv., cap. 2).
Sobre el mismo asunto escribe San Gregorio el Grande al emperador Mauricio Augusto: “Para todos los que conocen el Evangelio, es evidente que, por la palabra del Señor, el cuidado de toda la Iglesia ha sido confiado al santo apóstol Pedro, jefe de todos los apóstoles... Ha recibido las llaves del reino de los cielos, el poder de atar y desatar le ha sido concedido, y el cuidado y el gobierno de toda la Iglesia le ha sido confiado” (Epist. lib. v., Epist. xx).
Los sucesores de Pedro: Y pues esta autoridad, al formar parte de la constitución y de la organización de la Iglesia como su elemento principal, es el principio de la unidad, el fundamento de la seguridad y de la duración perpetua, se sigue que de ninguna manera puede desaparecer con el bienaventurado Pedro, sino que debía necesariamente pasar a sus sucesores y ser transmitida de uno a otro. “La disposición de la verdad permanece, pues el bienaventurado Pedro, perseverando en la firmeza de la piedra, cuya virtud ha recibido, no puede dejar el timón de la Iglesia, puesto en su mano” (S. León M., sermo iii., cap. 3).
Por esto los Pontífices, que suceden a Pedro en el episcopado romano, poseen de derecho divino el poder supremo de la Iglesia. “Nos definimos que la Santa Sede Apostólica y el Pontífice Romano poseen la primacía sobre el mundo entero, y que el Pontífice Romano es el sucesor del bienaventurado Pedro, Príncipe de los Apóstoles, y que es el verdadero Vicario de Jesucristo, el Jefe de toda la Iglesia, el Padre y el Doctor de todos los cristianos, y que a él, en la persona del bienaventurado Pedro, ha sido dado por nuestro Señor Jesucristo el pleno poder de apacentar, regir y gobernar la Iglesia universal; así como está contenido tanto en las actas de los concilios ecuménicos como en los sagrados cánones” (Conc. Florentinum).
El cuarto concilio de Letrán dice también: “La Iglesia romana..., por la disposición del Señor, posee el principado del poder ordinario sobre las demás Iglesias, en su cualidad de madre y maestra de todos los fieles de Cristo”. Tal había sido antes el sentimiento unánime de la antigüedad, que sin la menor duda ha mirado y venerado a los Obispos de Roma como a los sucesores legítimos del bienaventurado Pedro.
Tradition in Action
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