Por Monseñor de Segur (1868)
18. HE COMETIDO PECADOS DEMASIADO GRAVES Y QUE NO SE PUEDEN DECIR
Tarde o temprano será fuerza decirlos. Así pues hazlo y cuanto más pronto mejor.
Por graves que sean tus faltas te aseguro, sin conocerte, que el confesor las habrá oído mayores.
¡Extraño amor propio el figurarse siempre que uno es el único en su clase, y el primero hasta en el crimen!
Es la astucia ordinaria del diablo; cuando nos quiere incitar a cometer un pecado, nos dice: “Eso no es nada; una bagatela; quedarás libre con arrepentirte y confesarte”, pero en cuanto se ha cometido el mal, el tentador cambia de tono: “¡qué abominación!” exclama, “¡qué infamia! ¡Qué vergüenza! ¿Y te atreverías jamás a decirlo? Nadie ha cometido semejante iniquidad”.
¡Mentiroso, doblemente mentiroso, pues falta a la verdad antes y después! Antes ocultándonos la gravedad del mal; después exagerándola sin medida. Antes, haciendo que olvidemos la santa justicia de Dios; después, haciendo que desconfiemos de su infinita bondad, de su ternura y de su misericordia. Antes y después somos víctimas de sus engaños.
“El lobo -dice san Agustín- aprieta el gaznate a la oveja que arrebata, por temor de que sus balidos llamen la atención del pastor”.
“El lobo -dice san Agustín- aprieta el gaznate a la oveja que arrebata, por temor de que sus balidos llamen la atención del pastor”.
De la misma manera el demonio cierra la boca a una multitud de pecadores por temor de que llamen en su auxilio a los pastores de las almas. ¡Pobre oveja, bala, grita, y serás salvada!
Continúa...
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