lunes, 30 de junio de 2025

¿POR QUÉ LOS CURAS NOS HABLAN SIEMPRE DE QUE NOS CONFESEMOS?

Déjate atrapar por la policía de Dios, ya que no te ha de llevar a la cárcel, sino al Paraíso

Por Monseñor de Segur (1868)


09. ¿POR QUÉ LOS CURAS NO NOS DEJAN EN PAZ, Y NOS HABLAN SIEMPRE DE QUE NOS CONFESEMOS?

Porque obedecen su consigna, y quieren hacernos mejores hasta a pesar nuestro. Un cura que deja a todo el mundo en paz, que no excita a los pecadores al arrepentimiento, es un cura infiel, un perezoso, un prevaricador. El celo de la gloria de Dios y de la salvación de las almas; tal es en resumen el ministerio sacerdotal.

Los sacerdotes son en la tierra como la policía espiritual de Dios; siguen la pista, persiguen, acosan y se apoderan de los pecadores, a la manera que nuestros agentes de policía y nuestros guardias civiles persiguen y atrapan a los bribones. La policía no siempre atrapa a los que se dan a sí mismos el dictado de hombres de bien; y los curas tampoco, lo cual es un gran mal.

Créeme, pobre hombre honrado; déjate atrapar por la policía de Dios, ya que no te ha de llevar a la cárcel, sino al Paraíso, ni te cargará de cadenas, sino que te dará la más dulce, la más segura de las libertades, la libertad de tu alma actualmente sujeta a la vergonzosa esclavitud del vicio.

¡Benditos sean pues los curas caritativos, concienzudos y vigilantes que no permiten que nadie en torno de ellos se duerma en el mal, ni vegete en el pecado! Semejantes a los médicos, que hacen tragar a sus enfermos pertinaces el remedio que debe sanarlos, los buenos sacerdotes nos salvan a pesar de nuestra absurda resistencia.

¿Qué dirías de un pastor que por temor de cansar a sus corderos y a sus ovejas, les dejase pasearse tranquilamente entre los lobos? ¿No es verdad que dirías que aquel pastor es más animal que sus corderos, y que el día menos pensado su amo le dará con la puerta en las narices? Lo mismo sucedería con el sacerdote sin celo y sin vigilancia. Nuestro Señor que le ha confiado su rebaño, le condenaría sin misericordia. ¡Líbrete Dios de un cura que te dejase tranquilo!

Continúa...


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