Por Monseñor de Segur (1868)
07. YO TENGO AMOR PROPIO; NO QUIERO DEGRADARME, ENVILECERME ECHÁNDOME DE RODILLAS A LOS PIES DE UN SACERDOTE
Tampoco Satán quiso degradarse, envilecerse, reconociendo a Jesucristo por Señor, y en justo castigo está en los infiernos.
¡Tienes amor propio! ¿por ventura no lo tenemos también los cristianos, que nos confesamos y servimos a Dios? ¿No lo tuvieron por ventura Turena, Bayardo, Duguesclin, el gran Condé, Enrique IV, y Luis XIV, y muchos otros grandes hombres? Y sin embargo se confesaban, y se confesaban a menudo, arrodillados y hasta a veces a la vista de sus soldados, de sus compañeros. Y nosotros tenemos como ellos sentimientos de pundonor, uniendo a él, lo mismo que ellos, el sentimiento del deber.
¡Tienes amor propio! di más bien que estás lleno de orgullo; que tienes vanidad de sobras. No te hagas ilusión: eres orgulloso como un pavo real, y este es el motivo porque te repugna confesarte. Mas si permaneces en tu orgullo serás castigado como tu padre el demonio, príncipe de los soberbios y de los réprobos.
Lejos de degradarme cuando me humillo, cuando confieso mis faltas con un arrepentimiento sincero, me levanto al contrario de la degradación en que me habían sumido mis debilidades. Lo vergonzoso y lo degradante es el pecado; la Confesión que borra en nosotros el pecado es por el contrario la que me devuelve el honor, mi verdadero honor, que es la pureza de mi conciencia. Un pecador postrado a los pies de un sacerdote, es un hombre que se eleva y se hace digno de ser honrado: mientras permanece orgullosamente encenegado en el pecado vive en la deshonra y en el mal. “El que se humilla será exaltado -dice el Evangelio- mientras que el que se enorgullece será humillado.”
Además de esto acuérdate de lo que decíamos hace un momento: cuando me confieso no me arrodillo delante de un hombre sino delante de Jesucristo. ¿Y a quién pudo jamás ocurrírsele que era degradarse, postrarse a los pies del Señor?
Continúa...
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