miércoles, 4 de junio de 2025

HAY DOS CLASES DE FRANCMASONES

“La masonería es una; uno es su punto de partida” (Jean-Marie Ragon)

Por Monseñor de Segur (1878)


Continuamos con la publicación del segundo capítulo del libro “Los Francmasones” de Monseñor de Segur, impreso el año 1878.

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II

Hay dos clases de Francmasones

Hay una francmasonería que muestra más o menos la cara, y otra francmasonería que la esconde del todo, si bien las dos no forman más que una: “La masonería es una; uno es su punto de partida”, decía el H
 Ragón, uno de los órganos más acreditados de la secta (1).

A la primera pertenece la inmensa mayoría de los francmasones, de los ocho millones de adeptos, “apenas hay quinientos mil miembros activos”, cómo confiesa formalmente el Mundo Masónico en su número de agosto de 1866.

Estos quinientos mil son los masones en activo servicio, los francmasones distinguidos; pero no son los de las logias secretas, los francmasones malvados, que saben lo que hacen, que quieren deliberadamente acabar con el Catolicismo, la Iglesia y la sociedad, y que bajo diferentes nombres componen lo que se llama sociedades secretas. Estos son los jefes de la Revolución, que quiere, como todos saben, trastornar el mundo y sustituir en la tierra “los derechos del hombre a los derechos y al reino de Dios”.

Los ocho millones de hombres iniciados en la francmasonería son en su mayor parte simples ilusos e inexpertos que casi nunca saben a dónde se les conduce. Sirven como de depósito en el que se escogen reclutas; o como vacas de cría que se ordeñan a placer; o como trompetas que pregonan por doquier las alabanzas de la francmasonería, extienden su influencia y atraen simpatías y... dinero.

Detrás de esa muchedumbre que bebe, canta y habla de moral, los verdaderos francmasones ocultan a maravilla todas sus tramas. 

Entre los francmasones externos puede haber y hay sin duda gentes honradas según el mundo, corazones rectos y generosos que serían cristianos si conociesen la Religión, pero a quienes la ignorancia lleva extraviados por falsos caminos. Se dejan engañar por esas apariencias de fraternidad y beneficencia, y con la mayor buena fe se indignan contra la Iglesia cuando desenmascara y condena la francmasonería.

Pero lo que más abunda entre los francmasones es la clase media sin religión; hombres bobalicones que se dejan llevar de las narices, y a quienes también husmean de lejos todos los jefes de la secta, y que luego no salen de su asombro al descubrir a sus pies la profunda sima que han ahondado con sus propias manos. 

A este número pertenecen también los ambiciosos, los abogados sin pleitos y sin conciencia, los falsos sabios, los revolucionarios, los ideólogos que van tras lo desconocido, los llamados filántropos; en fin, y sobre todo, los hombres de mundo que no piden otra cosa que moralizar a su manera y salvar el género humano rindiendo culto al dios-vientre y encenagándolo en toda clase de placeres. Abundan también militares, judíos y taberneros; y de estos últimos, solo en París hay unos dos mil que frecuentan las logias.

Aún concediendo que existan las filas de la francmasonería una que otra persona honrada, cuando hayamos penetrado en sus misterios, nos veremos obligados a confesar que tales personas, si es que las haya, muy contadas serán. 



Nota:

1) El H∴ Ragón escribió un libro que por disposición de la logia capitular, Oriente de Nancy, ha sido objeto de una “reimpresión oficial llamada edición sagrada, para uso exclusivo de las logias y de los francmasones”. Ese H∴ Ragón es antiguo Venerable. El Gran Oriente, al aprobar sus escritos, ha proclamado que contienen la pura doctrina masónica. Lo citaré a menudo en este opúsculo como un origen auténtico que el enemigo no puede desconocer. 
 

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