miércoles, 26 de junio de 2024

26 DE JUNIO: SANTOS JUAN Y PABLO, MÁRTIRES


26 de Junio: Santos Juan y Pablo, mártires

(✞ 362)

El martirio de los valerosos mártires de Cristo San Juan y San Pablo lo escribió Terenciano, el cual, siendo capitán de la guardia imperial de Juliano el Apóstata, por su mandato los hizo matar, y después se convirtió a la fe de Jesucristo Nuestro Señor.

Eran pues estos dos santos hermanos italianos de nación y cortesanos, muy favorecidos del emperador Constantino, el cual los escogió para que sirviesen a su hija la princesa Constancia en los más nobles oficios de su palacio.

Habían estado también con Galiciano en la guerra contra los Escitas, y convertido en ella a aquel capitán general del ejército romano, y alcanzando milagrosa victoria sobre aquellos bárbaros.

Más habiendo subido al imperio Juliano el Apóstata, hizo matar a Galiciano, y sabiendo que Juan y Pablo repartían con generosidad a los pobres las grandes riquezas que Constancia les había dado, buscó alguna excusa para quitarles la hacienda y la vida, y mandó a Terenciano a decirles que de buena gana se serviría de ellos y los honraría en su palacio, si adoraban a los dioses del imperio; más que, si no lo quisiesen hacer así, les costaría caro.

A esto respondieron los dos santos que no querían la amistad de Juliano, ni entrar en el palacio de aquel apóstata; y como Terenciano les concediese diez días para que lo pensasen mejor, ellos le dijeron que hiciese de cuenta que ya los días habían pasado y que ejecutase lo que sus deseos mandaban.

Entendiendo pues que pronto habrían de morir por Cristo, dieron a los pobres en aquellos diez días cuanto tenían, ocupándose de día y de noche en hacer largas limosnas.

El día once, a la hora de la cena, vino Terenciano con gran acompañamiento de soldados a la casa de ellos y los halló puestos en oración; y les mostró una estatua pequeña de Júpiter, hecha de oro, que llevaba consigo, y les dijo que el emperador mandaba que la adorasen y le ofreciesen incienso, y si no, que allí fuesen degollados porque no quería que muriese en público por ser personas tan principales (aunque en verdad, lo que le movió a hacerles morir en secreto, fue el temor de algún alboroto en la ciudad).

Ellos con gran constancia respondieron que se preciaban de no tener por Señor sino a Jesucristo; por lo cual Terenciano los mandó allí degollar y enterrar secretamente en un hoyo que se hizo en la misma casa, y publicar por la ciudad que habían sido desterrados.

Pero muchos energúmenos comenzaron a publicar que allí estaban los santos Mártires Juan y Pablo, y fueron libres de los demonios por su intercesión; y entre ellos, un hijo de Terenciano, lo cual fue ocasión para que éste reconociese su culpa, y postrado ante los mártires, les pidió perdón, y se convirtió a la Fe, y escribió el martirio de estos dos santos hermanos, que es el que aquí queda referido.

Reflexión:

¿Quién pudo engañar a Dios o librarse de sus manos? Un año después de este martirio, fue el apóstata Juliano a la guerra contra los Persas, y murió infelicísimamente el mismo día en que había hecho degollar a aquellos santos hermanos. Casi todos los perseguidores de la Religión han acabado sus días con muerte desastrosa; para que entendamos cuán celoso es Dios de su Iglesia divina, y que no pueden sus enemigos perseguirla y afligirla impunemente, sin recibir el castigo que merecen por tan gran crimen, en esta vida o en la otra.

Oración:

Te suplicamos, oh Dios Todopoderoso, que nos consueles con duplicado gozo por la doblada gloria que alcanzaron los santos Juan y Pablo, hermanos, en la constancia de la Fe y en la corona del martirio. Por Jesucristo Nuestro Señor. Amén.


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