2 de Junio: La beata Ana de Jesús de Paredes
(✞ 1645)
La inocentísima y penitente virgen, beata María Ana de Jesús, nació de esclarecido linaje en la ciudad de Quito de la América meridional.
Casi desde la cuna tomó el camino de la perfección, y se dio tanta prisa a correr por él, que al empezar, pudo parecer que acababa.
Apenas tenía diez años cuando hizo los tres votos de pobreza, castidad y obediencia que suelen hacerse en la profesión religiosa.
Cuando oyó sobre aquellos tres Santos Mártires de la Compañía de Jesús, que en el Japón habían sido crucificados y lanceados por la fe que predicaban, se encendió la santa niña de vivos deseos de ganar almas para Cristo y derramar su sangre en esta demanda.
Dejó secretamente, como Santa Teresa de Jesús, la casa de sus padres y se puso en camino para ir a la conversión de los pueblos bárbaros e idólatras; más no pudiendo llevar a cabo su intento, se hizo una pieza muy retirada en su casa y en soledad, donde se apartaba de todas las cosas del mundo para poder vivir solo para Dios.
Allí imitó la vida asperísima y penitente que leemos de los admirables anacoretas de la Tebaida.
Llevaba hincada en la cabeza una corona de punzantes espinas, tenía su delicado cuerpo con áspero cilicio, se ponía piedritas en los zapatos, tomaba su breve descanso sobre una cruz sembrada de espinas, y afligía varias veces así de día como de noche, todos los miembros de su cuerpo con inauditas invenciones de tormentos.
Eran tan extraordinarios y maravillosos sus ayunos que pasaba a veces ocho o diez días sin comer más de una onza de pan.
A pesar de este extremado rigor que usaba consigo, era tan blanca y afable con los demás, que fácilmente rendía los corazones de cuántos trataba, y los ganaba para Jesucristo; y así redujo a vida honesta y virtuosa a muchos pecadores de toda condición y estado que se hallaban encenagados en los vicios, o muy apartados del camino de su salvación.
Las consolaciones y soberanos favores que recibía en su íntimo trato con Dios, no pueden declararse con palabras humanas.
La vieron levantada en la tierra y brillando su rostro con una luz del cielo; tuvo excelente don de profecía y discreción de espíritu, curó a muchos enfermos y resucitó a una mujer difunta.
Finalmente habiéndose ofrecido al Señor para satisfacer con su muerte, por los pecados el pueblo afligido, a la sazón por la pestilencia que hacia en Quito grandes estragos, a la edad de 26 años entregó su alma al celestial Esposo.
Una maravilla del cielo se vio momentos después de expirar la purísima; y fue que de su sangre cuajada brotó una blanquísima y hermosísima azucena, por cuyo soberano acontecimiento comenzaron a apellidar a la santa con el nombre de Azucena de Quito.
Reflexión:
¡Qué contraste la forma de vida de esta santísima doncella con la que llevan las doncellas mundanas de nuestros días, ataviadas con todas las invenciones de la moda y escandalizando con su inmodestia y profanidad! Pero aquella con su retiro, su modestia, su honestidad y mortificación admirable fue una gran santa, y está gozando de inefable gloria en el cielo; y que será de esas jóvenes tan vanas, distraídas, orgullosas y sensuales, tan enemigas de la verdadera piedad y tan amigas de los placeres del mundo?
Oración:
¡Oh Dios! Que hasta en medio de los lazos del mundo quisiste que la bienaventurada María Ana floreciese como lirio entre las espinas, por su virginal castidad y asidua penitencia, concédenos por sus méritos e intercesión, que nos apartemos de los vicios y sigamos la senda de las virtudes. Por Jesucristo Nuestro Señor. Amén.
Allí imitó la vida asperísima y penitente que leemos de los admirables anacoretas de la Tebaida.
Llevaba hincada en la cabeza una corona de punzantes espinas, tenía su delicado cuerpo con áspero cilicio, se ponía piedritas en los zapatos, tomaba su breve descanso sobre una cruz sembrada de espinas, y afligía varias veces así de día como de noche, todos los miembros de su cuerpo con inauditas invenciones de tormentos.
Eran tan extraordinarios y maravillosos sus ayunos que pasaba a veces ocho o diez días sin comer más de una onza de pan.
A pesar de este extremado rigor que usaba consigo, era tan blanca y afable con los demás, que fácilmente rendía los corazones de cuántos trataba, y los ganaba para Jesucristo; y así redujo a vida honesta y virtuosa a muchos pecadores de toda condición y estado que se hallaban encenagados en los vicios, o muy apartados del camino de su salvación.
Las consolaciones y soberanos favores que recibía en su íntimo trato con Dios, no pueden declararse con palabras humanas.
La vieron levantada en la tierra y brillando su rostro con una luz del cielo; tuvo excelente don de profecía y discreción de espíritu, curó a muchos enfermos y resucitó a una mujer difunta.
Finalmente habiéndose ofrecido al Señor para satisfacer con su muerte, por los pecados el pueblo afligido, a la sazón por la pestilencia que hacia en Quito grandes estragos, a la edad de 26 años entregó su alma al celestial Esposo.
Una maravilla del cielo se vio momentos después de expirar la purísima; y fue que de su sangre cuajada brotó una blanquísima y hermosísima azucena, por cuyo soberano acontecimiento comenzaron a apellidar a la santa con el nombre de Azucena de Quito.
Reflexión:
¡Qué contraste la forma de vida de esta santísima doncella con la que llevan las doncellas mundanas de nuestros días, ataviadas con todas las invenciones de la moda y escandalizando con su inmodestia y profanidad! Pero aquella con su retiro, su modestia, su honestidad y mortificación admirable fue una gran santa, y está gozando de inefable gloria en el cielo; y que será de esas jóvenes tan vanas, distraídas, orgullosas y sensuales, tan enemigas de la verdadera piedad y tan amigas de los placeres del mundo?
Oración:
¡Oh Dios! Que hasta en medio de los lazos del mundo quisiste que la bienaventurada María Ana floreciese como lirio entre las espinas, por su virginal castidad y asidua penitencia, concédenos por sus méritos e intercesión, que nos apartemos de los vicios y sigamos la senda de las virtudes. Por Jesucristo Nuestro Señor. Amén.
No hay comentarios:
Publicar un comentario