viernes, 31 de marzo de 2023

BÉLGICA: EL PAPA HA ACEPTADO LA BENDICIÓN DE PAREJAS DEL MISMO SEXO

El obispo de Amberes ha reafirmado que el papa dio luz verde a la bendición de las parejas homosexuales aprobada por los obispos belgas. Hizo esta declaración durante la última Asamblea del Camino Sinodal alemán.


Monseñor Johan Bonny, afirma, según el video de esta Asamblea, que Francisco aceptó la bendición de parejas del mismo sexo y otras parejas “irregulares”, el pasado mes de noviembre durante la visita ad limina del episcopado belga.

El prelado relata cómo los obispos belgas introdujeron oficialmente la bendición de las parejas irregulares en sus diócesis, desafiando el Responsum de la Congregación para la Doctrina de la Fe publicado el año anterior.


Una iniciativa basada en Amoris laetitia (AL)

El episcopado belga se basó en el § 297 de AL, que exhorta a "integrar a todos", a "ayudar a cada uno a encontrar su propia manera de participar en la comunidad eclesial, para que se sienta objeto de una misericordia inmerecida, incondicional y gratuita".

El párrafo se refiere a todos "independientemente de la situación en que se encuentren". El texto concluye, muy vagamente, con la necesidad de "revelarles la divina pedagogía de la gracia en sus vidas y ayudarles a alcanzar la plenitud del designio que Dios tiene para ellos".

Los obispos belgas se apoyan también en el § 303, sobre la implicación de la conciencia en la pastoral: esta última puede apreciar sinceramente que en una situación determinada no puede hacer, sino lo que "la entrega que Dios mismo está reclamando en medio de la complejidad concreta de los límites, aunque todavía no sea plenamente el ideal objetivo".

El episcopado belga deduce de ello que una relación sexual desordenada y objetivamente pecaminosa puede convertirse en el máximo a ofrecer a Dios en un momento dado, y la Iglesia debe no solo respetar este erróneo discernimiento de conciencia, sino integrarlo enteramente. La bendición de las parejas irregulares se dirige entonces al "bien imperfecto": la "respuesta generosa que se puede ofrecer a Dios".

El texto fue aprobado por todos los obispos belgas. Según monseñor Bonny, el texto se redactó en discusión con la Santa Sede y "publicamos el texto y solo hubo silencio". El documento, aceptado por unanimidad, fue presentado en Roma durante la visita ad limina: "Todos dijeron: 'es su conferencia episcopal, es su decisión'". El papa no dijo ni sí ni no.

Los obispos decidieron elaborar fórmulas diocesanas que, después de algunos años, permitirían elaborar un ritual común. El obispo de Amberes agrega: "También lo discutimos con el papa, quien nos dijo: 'Es su decisión, lo entiendo'. Dos veces preguntó: '¿Están todos de acuerdo, están caminando juntos?' Respondimos afirmativamente".

Cabe recordar que el pasado mes de septiembre, monseñor Bonny ya había indicado que el papa estaba de acuerdo con la bendición de las parejas homosexuales: "Sé que nuestras directrices para la bendición de las parejas homosexuales, que publicamos recientemente, están en concordancia con el papa Francisco. Esto es importante, porque la comunión con el papa es sagrada para mí".

El arzobispo de Amberes lleva años intentando que la Iglesia bendiga las uniones del mismo sexo. En marzo de 2021, declaro estar avergonzado de la oposición a tales bendiciones.


Conclusión

El hecho de que un superior no haga nada cuando un inferior le informa de un hecho contrario a una ley, es una forma de aceptación: no impedir, especialmente cuando la cosa es pública, es aceptar. Así lo entendieron los obispos belgas, y especialmente monseñor Bonny. Y el informe realizado ante los participantes del Camino sinodal es explícito. Si no podemos decir que Francisco aprobó, en el sentido de que hubiera puesto su firma al pie de un documento, debemos decir que permitió o aceptó.

Por eso la protesta de los dos cardenales, Müller y Burke, no tiene posibilidades de éxito. Es una señal dada a toda la Iglesia, que probablemente reverberará rápidamente a través del Sínodo Mundial sobre la Sinodalidad, en el que esta cuestión ya está en discusión.


FSSPX


ROCHE NIEGA A LOS ALEMANES LA PREDICACIÓN O EL BAUTISMO PROTAGONIZADO POR LAICOS

El prefecto del Dicasterio para el Culto Divino, Arthur Roche, se ha pronunciado contra los planes de bautismos regulares y predicación por laicos en Misas respaldados por el cismático ‘camino sinodal’ alemán.


Roche dio a conocer sus objeciones en una carta al presidente del episcopado alemán, el obispo Georg Bätzing, informa katholisch.de. La carta hace referencia a un documento sinodal que pide el desarrollo de normas “para la cualificación y comisión de hombres y mujeres laicos para dirigir la celebración del bautismo”. También pide a los obispos alemanes que “elaboren una norma particular y obtengan permiso para ello de la Santa Sede, según la cual la homilía también pueda ser asumida en celebraciones eucarísticas los domingos y días festivos por fieles teológica y espiritualmente calificados comisionados por el obispo”.

Roche recurrió al Derecho Canónico, que dice que los obispos, los sacerdotes o los diáconos son los “ministros ordinarios” del bautismo, y que solo se pueden hacer excepciones cuando están “ausentes o impedidos” o “en caso de necesidad”.

Tales condiciones “no parecen existir en ninguna diócesis en el área de la conferencia episcopal alemana, según los datos disponibles del anuario papal sobre el clero”. Agrega que “en cualquier caso, todavía hay suficientes ministros ordenados para hacer frente al número anual de bautismos en las diócesis alemanas, que está en declive”.

En cuanto a la predicación laica, el cardenal también se refirió al Derecho Canónico, que dice que “a los laicos se les puede permitir predicar en una iglesia u oratorio, si la necesidad lo requiere en ciertas circunstancias o parece ventajoso en casos particulares”, pero la homilía “está reservada a un sacerdote o diácono”.


InfoVaticana


EL CATECISMO HERÉTICO DE UNA FALSA SECTA

La secta del Vaticano II es catolicismo falsificado, con nueva doctrina, una nueva "misa", nuevos "sacramentos", un nuevo rosario con "misterios Illuminati" y un nuevo catecismo


La secta es lo opuesto a la Única Iglesia Verdadera. Si bien se ha escrito mucho sobre la "misa" y los "sacramentos" del Novus Bogus, esta publicación se centrará en el nuevo Catecismo de la Iglesia Católica. El Catecismo fue promulgado por Wojtyla (Juan Pablo, el Gran Apóstata) el 11 de octubre de 1992, el 30 aniversario de la apertura del Concilio de Ladrones. La "Constitución Apostólica" de Wojtyla, Fidei Depositum, mediante la cual se efectuó la promulgación, decía lo siguiente:

El Catecismo de la Iglesia católica que aprobé el 25 de junio pasado, y cuya  publicación ordeno hoy en virtud de la autoridad apostólica, es la exposición de la fe de la Iglesia y de la doctrina católica, atestiguadas e iluminadas por la sagrada Escritura, la Tradición apostólica y el Magisterio de la Iglesia. Lo declaro como regla segura para la enseñanza de la fe y como instrumento válido y legítimo al servicio de la comunión eclesial.


¿El Catecismo de la Iglesia Católica (CCC) enseña la fe católica y es una "norma segura para enseñar la fe"? Esta publicación expondrá la enseñanza de la Única Iglesia Verdadera y la comparará con el CCC, dejando que el lector decida si es realmente "una declaración de la fe de la Iglesia".


Sectas Falsas y Salvación

CCC, artículo 819:

Además, "muchos elementos de santificación y de verdad" (LG 8) existen fuera de los límites visibles de la Iglesia católica: "la palabra de Dios escrita, la vida de la gracia, la fe, la esperanza y la caridad y otros dones interiores del Espíritu Santo y los elementos visibles" (UR 3; cf LG 15). El Espíritu de Cristo se sirve de estas Iglesias y comunidades eclesiales como medios de salvación cuya fuerza viene de la plenitud de gracia y de verdad que Cristo ha confiado a la Iglesia católica. Todos estos bienes provienen de Cristo y conducen a Él (cf UR 3) y de por sí impelen a "la unidad católica" (LG 8). (Énfasis mío).


Papa León XIII:

La Iglesia de Cristo es, pues, única y, además, perpetua: quien se separa de ella se aparta de la voluntad y de la orden de Jesucristo nuestro Señor, deja el camino de salvación y corre a su pérdida. “(Quien se separa de la Iglesia para unirse a una esposa adúltera, renuncia a las promesas hechas a la Iglesia. Quien abandona a la Iglesia de Cristo no logrará las recompensas de Cristo... Quien no guarda esta unidad, no guarda la ley de Dios, ni guarda la fe del Padre y del Hijo, ni guarda la vida ni la salud
(S. Cyprianus, De Cath. Eccl. Unitate, n. 6) (Satis Cognitum, parr. #9; Énfasis mío).


Papa Gregorio XVI:

Ahora llegamos a otra fuente desbordante de males, la cual tiene a la Iglesia actualmente afligida: nos referimos a la indiferencia, es decir, la opinión perversa que, por el trabajo fraudulento de los no creyentes, se expandió en todas partes, y según la cual es posible en cualquier profesión de Fe lograr la salvación eterna del alma si las costumbres se ajustan a la norma de los justos y honestos. Pero no será difícil para usted quitarle a las personas confiadas a su cuidado un error tan pestilente en torno a algo claro y evidente. Como el apóstol afirma (Efes. 4: 5) que existe “un Dios, una fe, un bautismo”, temen aquellos que sueñan que navegando bajo la bandera de cualquier religión podría igualmente aterrizar en el puerto de la felicidad eterna, y considerar que por el testimonio del Salvador mismo (Lc 11:23) “están en contra de Cristo, porque no están con Cristo”, y que desafortunadamente se dispersan solo porque no recolectan con él; por lo tanto Todo el que quiera salvarse, ante todo es menester que mantenga la fe Católica; el que no la guarde íntegra e inviolada, sin duda perecerá para siempre.
(Mirari Vos, Énfasis mío)


Papa Benedicto XV:

Tal es la naturaleza del catolicismo que no admite más o menos, sino que debe considerarse como un todo aceptado o como un todo rechazado: “Esta es la fe católica, que a menos que un hombre crea fiel y firmemente; no puede salvarse” (Athanas. Credo)
(Ad Beatissimi Apostolorum, párr. #24; Énfasis mío).


¿Quién pertenece a la Iglesia Católica?

CCC, artículo 838

“La Iglesia se siente unida por muchas razones con todos los que se honran con el nombre de cristianos a causa del bautismo, aunque no profesan la fe en su integridad o no conserven la unidad de la comunión bajo el sucesor de Pedro” (LG 15). Los que creen en Cristo y han recibido ritualmente el bautismo están en una cierta comunión, aunque no perfecta, con la Iglesia católica (UR 3). (Énfasis mío).


Papa Pío XII:

En realidad, sólo deben ser incluidos como miembros de la Iglesia aquellos que han sido bautizados y profesan la verdadera fe, y que no han tenido la desgracia de separarse de la unidad del Cuerpo, o han sido excluidos por autoridad legítima por causa de graves faltas cometidas. “Porque en un mismo espíritu”, dice el Apóstol, “fuimos todos bautizados en un solo Cuerpo, sean judíos o gentiles, sean esclavos o libres”. Así como en la verdadera comunidad cristiana hay un solo Cuerpo, un solo Espíritu, un solo Señor y un solo Bautismo, así también puede haber una sola fe. Por lo tanto, si alguno rehúsa oír a la Iglesia, sea considerado, como manda el Señor, como pagano y publicano. De ello se deduce que los que están divididos en la fe o en el gobierno no pueden vivir en la unidad de tal Cuerpo, ni pueden vivir la vida de su único Espíritu Divino.
(Mystici Corporis, párr. #22; Énfasis mío).


Papa León XIII:

Penetrada plenamente de estos principios, y cuidadosa de su deber, la Iglesia nada ha deseado con tanto ardor ni procurado con tanto esfuerzo cómo conservar del modo más perfecto la integridad de la fe. Por esto ha mirado como a rebeldes declarados y ha lanzado de su seno a todos los que no piensan como ella sobre cualquier punto de su doctrina.

Los arrianos, los montanistas, los novacianos, los cuartodecimanos, los eutiquianos no abandonaron, seguramente, toda la doctrina católica, sino solamente tal o cual parte, y, sin embargo, ¿quién ignora que fueron declarados herejes y arrojados del seno de la Iglesia? Un juicio semejante ha condenado a todos los fautores de doctrinas erróneas que fueron apareciendo en las diferentes épocas de la historia. Nada es más peligroso que esos heterodoxos que, conservando en lo demás la integridad de la doctrina, con una sola palabra, como gota de veneno, corrompen la pureza y sencillez de la fe que hemos recibido de la tradición dominical, después apostólica (Auctor Tract. de Fide Ortodoxa contra Arianos) 
(Satis Cognitum, párr. #17; Énfasis mío).


¿Está la Iglesia "herida" y carente de unidad a causa de las falsas sectas?

CCC, artículo 817

De hecho, "en esta una y única Iglesia de Dios, aparecieron ya desde los primeros tiempos algunas escisiones que el apóstol reprueba severamente como condenables; y en siglos posteriores surgieron disensiones más amplias y comunidades no pequeñas se separaron de la comunión plena con la Iglesia católica y, a veces, no sin culpa de los hombres de ambas partes" (UR 3). Tales rupturas que lesionan la unidad del Cuerpo de Cristo (se distingue la herejía, la apostasía y el cisma [cf CIC can. 751]) no se producen sin el pecado de los hombres. (Énfasis mío).


Papa Pío XI:

Y aquí parece oportuno exponer y refutar una cierta opinión falsa, de la cual depende toda esta pregunta, así como el complejo movimiento por el cual los no católicos buscan lograr la unión de las iglesias cristianas. Los autores que favorecen este punto de vista están acostumbrados, casi sin número, a presentar estas palabras de Cristo: "Para que todos sean uno ... Y habrá un rebaño y un pastor" [14], con esta significación. Sin embargo: ese Cristo Jesús se limitó a expresar un deseo y una oración, que todavía carece de su cumplimiento. Porque son de la opinión de que la unidad de la fe y el gobierno, que es una nota de la única Iglesia verdadera de Cristo, casi no existe hasta nuestros días, y no existe hoy en día. Consideran que esta unidad puede realmente desearse y que incluso puede alcanzarse un día a través de la instrumentalidad de las voluntades dirigidas hacia un fin común, pero mientras tanto solo puede considerarse como un mero ideal. Añaden que la Iglesia en sí misma, o en su naturaleza, está dividida en secciones; es decir, que está formada por varias iglesias o comunidades distintas, que aún permanecen separadas, y aunque tienen ciertos artículos de doctrina en común, discrepan, sin embargo, con respecto al resto; que todos estos gocen de los mismos derechos; y que la Iglesia era una y única desde, como máximo, la era apostólica hasta los primeros concilios ecuménicos. 
(Mortalium Animos, párr. #7; Énfasis mío).


Suprema Sagrada Congregación del Santo Oficio, "Sobre el Movimiento Ecuménico" 20/12/1949

Sin embargo, uno no debe hablar de estos [herejes/cismáticos que regresan a la Única Iglesia Verdadera] de tal manera que se imaginen que al regresar a la Iglesia le están trayendo algo sustancial que hasta ahora le ha faltado. Será necesario decir estas cosas clara y abiertamente, primero porque es la verdad lo que ellos mismos buscan, y además porque fuera de la verdad no se puede lograr jamás una verdadera unión. (Énfasis mío).


¿Es buena la libertad religiosa?

CCC, artículo 2106

En materia religiosa, ni se obligue a nadie a actuar contra su conciencia, ni se le impida que actúe conforme a ella, pública o privadamente, solo o asociado con otros, dentro de los debidos límites” (DH 2; cf GS 26). Este derecho se funda en la naturaleza misma de la persona humana, cuya dignidad le hace adherirse libremente a la verdad divina, que trasciende el orden temporal. Por eso, “permanece aún en aquellos que no cumplen la obligación de buscar la verdad y adherirse a ella” (DH 2). (Énfasis mío).


Papa Pío IX--Syllabus de errores

PROPUESTA CONDENADA #77. En la época actual no es necesario ya que la Religión Católica sea considerada como la única religión del Estado, con exclusión de todos los demás cultos.

PROPUESTA CONDENADA #78. Por esto es de alabar la legislación promulgada en algunas naciones católicas, en virtud de la cual los extranjeros que a ellas emigran pueden ejercer lícitamente el ejercicio público de su propio culto.

PROPUESTA CONDENADA #79. Porque es falso que la libertad civil de cultos y la facultad plena, otorgada a todos, de manifestar abierta y públicamente las opiniones y pensamientos sin excepción alguna conduzcan con mayor facilidad a los pueblos a la corrupción de las costumbres y de las inteligencias y propaguen la peste del indiferentismo.



¿Cuáles son los fines primario y secundario del matrimonio?

CCC, artículo 2201

La comunidad conyugal está establecida sobre el consentimiento de los esposos. El matrimonio y la familia están ordenados al bien de los esposos y a la procreación y educación de los hijos. El amor de los esposos y la generación de los hijos establecen entre los miembros de una familia relaciones personales y responsabilidades primordiales.
(Énfasis mío).


Código de Derecho Canónico de 1917, Canon 1013, sección 1:

El fin primario del matrimonio es la procreación y educación de los hijos; el [fin] secundario es el apoyo mutuo y un remedio para la concupiscencia. (Énfasis mío).


Papa Pío XI:

El fin primario del matrimonio es la procreación y educación de la prole. 
(Casti Conubii, párr. #8; Énfasis mío).


Conclusión

Esto ha sido sólo una pequeña muestra de lo que el CIC, "instrumento válido y legítimo para la comunión eclesial y norma segura para la enseñanza de la fe", tiene que decir sobre algunos temas, y lo que la Iglesia enseñó desde el año 33 d.C. hasta 1958. Están en total contradicción. Ambos no pueden ser verdad.


Introibo Ad Altare Dei



jueves, 30 de marzo de 2023

ABUSOS INTERMINABLES DE LA 'PARTICIPACIÓN ACTIVA' (LXXV)

Estos son los resultados inevitables de la directiva integral de la Constitución litúrgica del Vaticano II, que hizo de la “participación activa” la consideración principal de la liturgia.

Por la Dra. Carol Byrne


Vale recordar que para los documentos eclesiásticos -magisteriales, litúrgicos y legales- la versión latina fue siempre la normativa. Sólo el texto latino del Código de Derecho Canónico de Pío X (1), por ejemplo, tenía fuerza de ley. Lo mismo se aplica a su motu proprio que se describe a sí mismo como un “código jurídico de música sacra” emitido para la Iglesia universal con la “plenitud de Nuestra Autoridad Apostólica” y con “fuerza de ley”.

El latín, en lugar de cualquier versión vernácula, asegura la precisión en la transmisión y la correcta comprensión de la información. De ello se deduce que, donde hay discrepancias entre el latín y la lengua vernácula, predomina la correspondiente versión latina.

Un estudio riguroso de Tra le sollecitudini (TLS) confirmaría que está plagado de ambigüedades, matices y conceptos que no se encuentran en el texto latino. Por lo tanto, aquellos lo suficientemente imprudentes como para confiar en las diversas interpretaciones vernáculas de TLS tienen solo corrupciones del latín de segunda, tercera y cuarta mano, con cada versión divergiendo más del original.

No es difícil imaginar cómo las reformas litúrgicas se han visto afectadas por décadas de malentendidos lingüísticos por parte de pastores que nunca habían consultado la fuente latina normativa y que dependían de traducciones corruptas. Simplemente confiaron en lo que les habían dicho los reformadores progresistas. Como resultado, todos los sacerdotes del Novus Ordo finalmente dieron por sentada la “participación activa”, a pesar de su capacidad para derrocar la tradición litúrgica objetiva y el marco de rúbricas que la mantenía firmemente en su lugar.

Tal sistema tiene el potencial obvio de ser explotado para cumplir con las percepciones de los reformadores sobre el “bien de la Iglesia” – una frase utilizada en Sacrosanctum Concilium (§ 23) como excusa para introducir “innovaciones”. Pero sin información precisa, ¿cómo podrían los responsables de las reformas litúrgicas tomar decisiones acertadas en consonancia con la autocomprensión de la Iglesia?


¿Exégesis o eiségesis?

Confiar en traducciones defectuosas nunca fue práctica en ningún área de la vida eclesiástica antes de las reformas de Pío XII. Tradicionalmente, la Iglesia utilizó un método de interpretación conocido como exégesis, que extrae del texto latino el significado que su autor pretendía transmitir.

Por otro lado, existe el método llamado eisegesis, mediante el cual el traductor introduce sus propios presupuestos y sesgos en el texto “viendo” lo que desea encontrar en él, por ejemplo, “actuosa” (activo). Se trata de leer en el texto lo que no existe.

Un manuscrito medieval muestra a los clérigos agrupados alrededor del obispo en un servicio sagrado.

Como hemos visto, esto es exactamente lo que sucedió con ciertos pasajes de Tra le sollecitudini, siendo el ejemplo más notorio el siguiente:
“Procúrese, especialmente, que el pueblo vuelva a adquirir la costumbre de usar del canto gregoriano, para que los fieles tomen de nuevo parte más activa en el oficio litúrgico, como solían antiguamente”.
Este fue el método preferido de los reformadores litúrgicos que se propusieron “probar” lo que en realidad eran solo sus propias nociones subjetivas y su agenda preestablecida para la “participación activa”. Incluso hoy en día, se obsesionan tanto con la palabra “activo” que pierden todo el sentido del motu proprio .

Es comprensible que actuosa (activo) no se haya usado en la versión latina del motu proprio por las siguientes razones.

En primer lugar, porque la palabra se presta a una interpretación vaga y general: su propia fluidez habría hecho que la aplicación de la ley no solo fuera problemática en su época, sino también sujeta a una interpretación amplia por parte de los futuros legisladores.

Y, de hecho, como lo ha demostrado la historia reciente, la gama de posibles interpretaciones de la “participación activa” es ilimitada y continúa expandiéndose exponencialmente. Tampoco es posible contener o controlar su expansión sin anular el artículo 14 de la Constitución litúrgica, que declaraba que la “participación activa” era el fin primordial al que se subordinan todas las demás consideraciones.


El principio del relativismo

Segundo, la “participación activa” se basa en una falsedad, el principio del relativismo, según el cual la liturgia transmitida a lo largo de los siglos se adapta a las percepciones subjetivas y cambiantes de las personas que participan. Estos varían de una parroquia a otra, de una Misa Novus Ordo a otra, dependiendo de cómo cada Comité de Liturgia evalúe las normas y valores culturales de un grupo en particular.

Aunque pocos podían darse cuenta de ello en 1963, éste era el significado fundamental del §19 de la Constitución Litúrgica (2), que, por supuesto, significaba el fin de la Tradición Litúrgica objetiva.


Una cuestión de lógica

Para ilustrar este punto, utilizaremos el adagio medieval ex falso quodlibet ("de una falsedad se sigue cualquier cosa"), que significa que una vez que se admite una contradicción como verdad, cualquier conclusión, por disparatada que sea, puede derivarse lógicamente de ella.

Aparte, podemos ver cómo esto funcionó en la práctica como resultado directo de los falsos principios ‒ "apertura al mundo", "ecumenismo", etc. ‒ introducidos por el Vaticano II en contradicción con la Tradición de la Iglesia. El resultado de la destrucción habla por sí mismo.


De la apertura viene toda aberración, como la Misa en la playa, arriba, y su coro, abajo.


Cuando se aplica a la liturgia Novus Ordo, este principio explica los fundamentos lógicos del régimen de novedad. Una vez que se acepta la “participación activa” como un método auténtico e indispensable de participación laica en la liturgia, cualquier actividad, por inapropiada, sacrílega u ofensiva a la moral, fluye lógicamente de la premisa falsa.

Aunque la lógica de las reformas litúrgicas tiene sentido dentro de sus propios términos de referencia, su punto de partida (“participación activa”) estaba equivocado. Por lo tanto, sus conclusiones (las consecuencias prácticas como se evidencia en las Misas del Novus Ordo) también estaban equivocadas a pesar de la corrección de su lógica o, más bien, a causa de ella.

La verdad de este adagio fue demostrada por Santo Tomás Moro en el siglo XVI en uno de sus tratados polémicos contra los reformadores protestantes que habían rechazado la doctrina de la Presencia Real y habían cambiado sus liturgias para adaptarla. Cuando William Tyndale se burló de algunos de los rituales tradicionales de la Iglesia calificándolos de prácticas supersticiosas, More respondió que cualquier persona capaz de burlarse de la forma en que los católicos devotos adoraron a lo largo de los siglos probablemente también desdeñe la Eucaristía misma (3).

Este principio también explica por qué tantos eclesiásticos no ven nada malo en la irreverencia rutinaria mostrada durante la liturgia, especialmente hacia la Presencia Eucarística, y no “ven” los ejemplos más escandalosos de profanación, aunque los tengan justo ante sus ojos.  Estos son los resultados inevitables de la directiva integral de la Constitución litúrgica del Vaticano II, que hace de la “participación activa” la consideración principal de la liturgia. Quienes la promulgan, después de todo, sólo obedecen a la lógica de las reformas y están convencidos de que son perfectamente correctas.

Por lo tanto, la raíz de la actual crisis en la liturgia se puede rastrear hasta esa sola palabra "activo", que se deslizó por primera vez en la versión vernácula de Tra le sollecitudini y fue reiterada en posteriores documentos magisteriales. Al estar en contradicción con la Tradición -de hecho, los progresistas pretendían expresamente acabar con la dimensión contemplativa y devocional del culto que proporcionaba un sentido de reverencia y sobrecogimiento- tuvo el efecto de hacer "explotar" todo el marco lógico de la lex orandi (4).

Providencialmente, no existe tal trampa en el motu proprio latino de Pío X.


La lógica de la verdadera participación

Pero el rito romano tradicional, que había resistido la prueba del tiempo y estaba afinado para ser esencialmente católico, tenía una lógica propia, que fue entendida (por desgracia, ya no es así) por todos los católicos practicantes, sin importar en qué siglo vivieran.

Santo Tomás Moro lo explicó así:
“La buena gente se da cuenta de que, cuando asiste al servicio divino en la iglesia, cuanto más devotamente ven observadas tan piadosas ceremonias, y cuanta más solemnidad ven en ellas, más devoción sienten en sus propias almas” (5).
Santo Tomás Moro enfatiza la necesidad de solemnidad

Esa fue precisamente la lógica del motu proprio de Pío X. En la Introducción el Papa destacó entre sus muchas preocupaciones la que era de mayor importancia: (6) promover el “decoro de la casa de Dios” y la solemnidad y esplendor de las ceremonias. Por lo tanto, dijo, no debe ocurrir nada que perturbe o disminuya la oración y la piedad de los fieles que participan sacando sustento espiritual de las acciones del sacerdote y sus ministros en el santuario.

Esta fue la realidad de la participación laica experimentada por innumerables católicos durante siglos, antes de que el Movimiento Litúrgico desacreditara la práctica y denigrara a los fieles como “espectadores silenciosos”.

Padre JD Crichton, uno de los oponentes más virulentos de la participación silenciosa, siguiendo el ejemplo de la Constitución de la Liturgia, declaró: “La Misa no manifiesta completamente la intención de la Iglesia si los miembros bautizados de la congregación permanecen en silencio” (7).

Pero entonces, en lo que respecta a los reformadores litúrgicos, la cuestión de la fidelidad a la Tradición era académica. No se requería ni ética ni verdad, simplemente el brazo fuerte de la ley.

Pero, ¿dónde está la lógica de financiar la propia destrucción?

Continúa...


Notas al pie:

1) El Códice Pio-Benedictino Juris Canonici (1917) fue redactado por Pío X y promulgado por Benedicto XVI.

2) “Los pastores de almas deben promover con celo y paciencia la instrucción litúrgica de los fieles, así como su participación activa en la liturgia tanto interna como externamente, teniendo en cuenta su edad y condición, su forma de vida y nivel de cultura religiosa” [énfasis añadido].

3) Santo Tomás Moro, The Confutation of Tyndale’s Answer, in The Complete Works of St Thomas More, ed. Louis Schuster y otros, vol. 8, libro 1, New Haven: Yale University Press, 1973, p. 111.

4) Ex falso quodlibet también se llama “el principio de explosión”.

5) Santo Tomás Moro, ibíd. , vol. 8, libro 2, pág. 161.

6) La mala traducción al inglés se refiere a esta preocupación como “principal”, lo que implica que había otras del mismo rango, como “participación activa”, pero Pío X no había dejado lugar a equívocos: “illa principem tenet locum” (este ocupa el lugar más alto).

7) JD Crichton, The Church’s Worship: Considerations on the Liturgical Constitution of the Second Vatican Council, Nueva York: Sheed and Ward, 1964, pp. 68-69.


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74ª Parte: Revisión de la 'participación activa'


Tradition in Action



VIGANÒ: LA MISA EN LATÍN Y EL NOVUS ORDO ES UNA BATALLA ENTRE CRISTO Y SATANÁS

No me sorprendería si aquellos que abusan de la autoridad apostólica pronto prohíban la misa en latín totalmente.

Por el Arzobispo Carlo Maria Viganò


"EL ÚNICO HILO DEL QUE PENDE EL CONCILIO"

Et brachia ex eo stabunt,

et polluent sanctuarium fortitudinis,

et auferent juge sacrificium:

et dabunt abominationem in desolationem.



Y las armas se levantarán por su parte

y profanarán el santuario de la fortaleza,

y quitarán el sacrificio continuo:

y colocarán allí la abominación desoladora.

(Dan 11: 31)


El Vaticano II, al no ser un Concilio dogmático, no pretendió definir ninguna verdad doctrinal, limitándose a reafirmar indirectamente -y de forma a menudo equívoca- doctrinas previamente definidas clara e inequívocamente por la autoridad infalible del Magisterio. Fue indebida y forzadamente considerado como "el" Concilio, el "superdogma" de la nueva "Iglesia conciliar", hasta el punto de definir a la Iglesia en relación con ese acontecimiento. En los textos conciliares no se menciona explícitamente lo que se hizo después en el ámbito litúrgico, haciéndolo pasar por el cumplimiento de la Constitución Sacrosanctum Concilium. Por otra parte, hay muchas cuestiones críticas con la llamada "reforma", que representa una traición a la voluntad de los Padres conciliares y a la herencia litúrgica preconciliar.

Más bien deberíamos preguntarnos qué valor dar a un acto que no es lo que quiere parecer: es decir, si podemos considerar moralmente como "Concilio" un acto que, más allá de sus premisas oficiales -es decir, en los esquemas preparatorios formulados larga y detalladamente por el Santo Oficio- se mostró subversivo en sus intenciones inconfesables y malicioso en los medios a emplear por quienes, como se vio, pretendían utilizarlo para un fin totalmente opuesto a aquello para lo que la Iglesia instituyó los Concilios Ecuménicos. Esta premisa es indispensable para poder valorar objetivamente también los demás acontecimientos y actos de gobierno de la Iglesia que de él se derivan o a él se refieren.

Me explico. Sabemos que una ley se promulga sobre la base de una mens, es decir, de una finalidad muy precisa, que no puede separarse de todo el ordenamiento jurídico en el que nace. Estos son al menos los fundamentos de ese Derecho que la sabiduría de la Iglesia adquirió del Imperio Romano. El legislador promulga una ley con una finalidad y la formula de tal manera que sólo sea aplicable a esa finalidad específica; evitará, por lo tanto, cualquier elemento que pueda hacer equívoca la ley respecto a su destinatario, su finalidad o su resultado. La convocatoria de un Concilio ecuménico tiene como finalidad la convocatoria solemne de los Obispos de la Iglesia, bajo la autoridad del Romano Pontífice, para definir aspectos particulares de la doctrina, de la moral, de la liturgia o de la disciplina eclesiástica. Pero lo que cada Concilio define debe en todo caso entrar en el ámbito de la Tradición y no puede de ningún modo contradecir el Magisterio inmutable, porque si lo hiciera iría contra la finalidad que legitima la autoridad en la Iglesia. Lo mismo vale para el Papa, que tiene poder pleno, inmediato y directo sobre toda la Iglesia sólo dentro de los límites de su mandato: fortalecer a sus hermanos en la Fe, apacentar a los corderos y ovejas del rebaño que el Señor le ha confiado.

En la historia de la Iglesia, hasta el Vaticano II, nunca había sucedido que un Concilio pudiera anular de facto los Concilios que le precedieron, ni que un Concilio "pastoral" -una ἅπαξ del Vaticano II- pudiera tener más autoridad que veinte Concilios dogmáticos. Sin embargo, sucedió, en medio del silencio de la mayoría del episcopado y con la aprobación de cinco pontífices romanos, de Juan XXIII a Benedicto XVI. En estos cincuenta años de revolución permanente, ningún papa ha cuestionado jamás el "magisterio" del Vaticano II, ni se ha atrevido a condenar sus tesis heréticas o a aclarar sus equívocos. Por el contrario, todos los papas desde Pablo VI han hecho del Vaticano II y de su aplicación el fulcro programático de sus pontificados, subordinando y vinculando su autoridad apostólica a los dictados conciliares. Se han distinguido por un claro distanciamiento de sus predecesores y una marcada autorreferencialidad de Roncalli a Bergoglio: su "magisterio" empieza con el Vaticano II y termina ahí, y los sucesores proclaman “santos” a sus predecesores inmediatos por el solo hecho de haber convocado, concluido o aplicado el Concilio. El lenguaje teológico también se ha adaptado a la ambigüedad de los textos conciliares, llegando a adoptar como doctrinas definidas cosas que antes del Concilio se consideraban heréticas: pensemos en el laicismo del Estado, hoy dado por supuesto y loable; en el ecumenismo irenista de Asís y Astana; o en el parlamentarismo de las Comisiones, el Sínodo de los Obispos y la "vía sinodal" de la Iglesia alemana.

Todo ello parte de un postulado que casi todo el mundo da por supuesto: que el Vaticano II puede reclamar la autoridad de un concilio ecuménico, ante el cual se supone que los fieles deben suspender todo juicio e inclinar humildemente la cabeza ante la voluntad de Cristo, infaliblemente expresada por los Sagrados Pastores, aunque sea en forma "pastoral" y no dogmática. Pero no es así, porque los Sagrados Pastores pueden estar siendo engañados por una colosal conspiración que tiene como finalidad la utilización subversiva de un Concilio.

Lo que sucedió a nivel mundial con el Vaticano II, tuvo lugar a nivel local con el Sínodo de Pistoia, en 1786, donde la autoridad del obispo Scipione de' Ricci -que pudo ejercer legítimamente convocando un Sínodo diocesano- fue declarada nula por Pío VI por haberla usado in fraudem legis, es decir, contra la ratio que preside y dirige toda ley de la Iglesia: porque la autoridad en la Iglesia pertenece a Nuestro Señor, que es su Cabeza, quien la concede en forma vicaria a Pedro y a sus legítimos Sucesores sólo en el marco de la Sagrada Tradición. No es, pues, una hipótesis impúdica suponer que una reunión de herejes hubiera podido organizar un verdadero golpe de Estado en el cuerpo eclesial, para imponer aquella revolución que con métodos semejantes organizó la masonería, en 1789, contra la monarquía de Francia, y que el cardenal modernista Suenens alabó como realizada en el Concilio. Esto tampoco está en conflicto con la certeza de la asistencia divina de Cristo a su Iglesia: non prævalebunt no nos promete la ausencia de conflictos, persecuciones, apostasías; nos asegura que en la furiosa batalla de las puertas del infierno contra la Esposa del Cordero, no lograrán destruir a la Iglesia de Cristo. La Iglesia no será derrotada mientras permanezca como Su Eterno Pontífice le ordenó que fuera. Además, la asistencia especial del Espíritu Santo sobre la infalibilidad papal no se cuestiona cuando el Papa no tiene intención de utilizarla, como en el caso de la aprobación de las actas de un Concilio pastoral. Desde un punto de vista teórico, por lo tanto, es posible el uso subversivo y malicioso de un Concilio; también porque los pseudochristi y pseudoprophetæ de los que habla la Sagrada Escritura (Mc 13,22) podrían engañar incluso a los mismos elegidos, entre ellos a la mayoría de los Padres conciliares, y con ellos a una multitud de clérigos y fieles.

Si, por lo tanto, el Vaticano II fue, como es evidente, un instrumento cuya autoridad y autoritatividad se utilizó fraudulentamente para imponer doctrinas heterodoxas y ritos protestantizados, cabe esperar que tarde o temprano el regreso al Trono de un pontífice santo y ortodoxo cure esta situación declarándolo ilegítimo, inválido y nulo, como el Conciliábolo de Pistoia. Y si la liturgia reformada expresa esos errores doctrinales y ese planteamiento eclesiológico que el Vaticano II contenía in nuce, errores cuyos autores pretendían manifestar en su alcance devastador sólo después de su promulgación, ninguna razón "pastoral" -como Dom Alcuin Reid quisiera sostener- puede justificar jamás ningún mantenimiento de ese rito espurio, equívoco, favens hæresim, tan absolutamente desastroso en sus efectos sobre el santo pueblo de Dios. El Novus Ordo no merece, pues, ninguna enmienda, ninguna "reforma de la reforma", sino sólo la supresión y la abrogación, como consecuencia de su irremediable heterogeneidad con respecto a la Liturgia Católica, al Rito romano del que pretendería presuntuosamente ser la única expresión, y a la doctrina inmutable de la Iglesia. "La mentira debe ser refutada, como insiste San Pablo, pero los que están enredados en sus trampas deben salvarse, no perderse", escribe Dom Alcuin: pero no en detrimento de la Verdad revelada y del honor debido a la Santísima Trinidad en el acto supremo del culto; porque al dar un peso excesivo a la pastoral acabamos poniendo al hombre en el centro de la acción sagrada, cuando en cambio debería colocar allí a Dios y postrarse ante Él en adorante silencio.

Y aunque esto pueda suscitar estupor en los partidarios de la hermenéutica de la continuidad concebida por Benedicto XVI, creo que Bergoglio tiene por una vez toda la razón al considerar la Misa Tridentina como una amenaza intolerable para el Vaticano II, ya que esa Misa es tan Católica que desautoriza cualquier intento de coexistencia pacífica entre las dos formas del mismo Rito romano. En efecto, es un absurdo poder concebir una forma montiniana ordinaria y una forma tridentina extraordinaria para un Rito que, como tal, debe representar la única voz de la Iglesia romana -una voce dicentes- con la muy limitada excepción de los venerables ritos de la antigüedad como el Rito Ambrosiano, el Rito Lionés, el Rito Mozárabe y las mínimas variaciones del Rito Dominicano y ritos similares. Repito: el autor de Traditionis Custodes sabe muy bien que el Novus Ordo es la expresión cultual de otra religión -la de la "Iglesia conciliar"- respecto a la religión de la Iglesia Católica de la que la Misa de San Pío V es una perfecta traducción orante. En Bergoglio no hay ningún deseo de zanjar el desacuerdo entre el linaje de la Tradición y el linaje del Vaticano II. Al contrario, la idea de provocar una ruptura es funcional a la exclusión de los católicos tradicionales, sean clérigos o laicos, de la "iglesia conciliar" que ha sustituido a la Iglesia Católica y que apenas (y a regañadientes) conserva su nombre. El cisma deseado por Santa Marta no es el de la vía sinodal herética de las diócesis alemanas, sino el de los católicos tradicionales exasperados por las provocaciones bergoglianas, por los escándalos de su Corte, por sus declaraciones destempladas y divisivas. Para conseguirlo, Bergoglio no dudará en llevar hasta sus últimas consecuencias los principios establecidos por el Vaticano II, a los que se adhiere incondicionalmente: considerar el Novus Ordo como la única forma del Rito Romano postconciliar, y abrogar consecuentemente cualquier celebración en el antiguo Rito Romano como completamente ajena a la estructura dogmática del Concilio.

Y es muy cierto, más allá de cualquier refutación posible, que no hay posibilidad de reconciliación entre dos visiones eclesiológicas heterogéneas, de hecho opuestas. O una sobrevive y la otra sucumbe, o una sucumbe y la otra sobrevive. La quimera de una coexistencia entre Vetus y Novus Ordo es imposible, artificial y engañosa: porque lo que el celebrante hace perfectamente en la Misa Apostólica le lleva natural e infaliblemente a hacer lo que la Iglesia quiere; mientras que lo que el presidente de la asamblea hace en la Misa Reformada se ve casi siempre afectado por las variaciones autorizadas por el propio rito, aunque en él se realice válidamente el Santo Sacrificio. Y es precisamente en esto en lo que consiste la matriz conciliar de la nueva Misa: su fluidez, su capacidad para adaptarse a las necesidades de las "asambleas" más dispares, para ser celebrada tanto por un sacerdote que cree en la transubstanciación y la manifiesta con las genuflexiones prescritas como por otro que cree sólo en la transignificación y da la Comunión a los fieles en sus manos.

No me extrañaría, por lo tanto, que, en un futuro muy próximo, quienes están abusando de la autoridad apostólica para demoler la Santa Iglesia y provocar el éxodo masivo de los católicos "preconciliares" no duden no sólo en limitar la celebración de la Misa antigua, sino en prohibirla por completo, porque en esa prohibición se resume el odio sectario contra lo Verdadero, lo Bueno y lo Bello que animó la conspiración de los modernistas desde la primera Sesión de su ídolo, el Vaticano II. No olvidemos que, en coherencia con este planteamiento fanático y tiránico, la Misa Tridentina fue casualmente derogada con la promulgación del Missale Romanum de Pablo VI, y que quienes siguieron celebrándola fueron literalmente perseguidos, condenados al ostracismo, hechos morir con el corazón destrozado y enterrados con funerales en el nuevo rito, como para sellar una miserable victoria sobre un pasado a olvidar definitivamente. Y en aquellos tiempos nadie se interesaba por las motivaciones pastorales para derogar la dureza del derecho canónico, como hoy nadie se preocupa por las motivaciones pastorales que podrían inducir a muchos obispos a conceder esa celebración en el rito antiguo al que clérigos y fieles muestran particular apego.

El intento conciliador de Benedicto XVI, loable en sus efectos temporales de liberalización del Usus Antiquior, estaba destinado al fracaso precisamente porque surgía de la ilusión de poder aplicar la síntesis de Summorum Pontificum a la tesis tridentina y a la antítesis de Bugnini: esa visión filosófica influida por el pensamiento hegeliano no podía tener éxito por la propia naturaleza de la Iglesia (y de la Misa), que o es católica o no lo es. Y que no puede estar al mismo tiempo firmemente anclada en la Tradición y también sacudida por las olas de la mentalidad secularizada.

Por esta razón, me consterna enormemente leer que la Misa Apostólica es considerada por algunos como la "expresión de esa legítima pluralidad que forma parte de la Iglesia de Cristo", porque la pluralidad de voces se expresa legítimamente en una unidad sinfónica global, no en la presencia simultánea de armonía y ruido chirriante. Hay aquí un malentendido que debe ser aclarado cuanto antes, y que con toda probabilidad será sanado no tanto por la tímida y compuesta disidencia de quienes piden tolerancia para sí mismos mientras conceden la misma tolerancia a quienes sostienen principios diametralmente opuestos, sino más bien por la acción intolerante y vejatoria de quienes creen poder imponer su propia voluntad en oposición a la voluntad de Cristo Cabeza de la Iglesia, presumiendo de poder gobernar el Cuerpo Místico como una corporación multinacional.

Y, sin embargo, bien mirado, lo que está sucediendo hoy y lo que sucederá en un futuro próximo no es otra cosa que la consecuencia lógica de las premisas establecidas en el pasado, el siguiente paso de una larga serie de pasos más o menos lentos, cada uno de los cuales muchos han callado y han sido chantajeados para aceptar. Porque los que celebran habitualmente la Misa Tridentina pero siguen celebrando de vez en cuando el Novus Ordo -y no hablo de sacerdotes sometidos a chantaje sino de los que pudieron decidir por sí mismos o tuvieron libertad de elección- ya han cedido en sus principios, aceptando poder celebrar igualmente cualquiera de los dos, como si ambos fueran equivalentes, como si -precisamente- uno fuera la forma extraordinaria y el otro la forma ordinaria del mismo Rito. ¿Y no es esto lo que ha ocurrido, con métodos similares, en el ámbito civil, con la imposición de restricciones y la violación de derechos fundamentales, aceptados en silencio por la mayoría de la población, aterrorizada por la amenaza de una pandem1a? También en esas circunstancias, con motivaciones diferentes pero con fines similares, se ha chantajeado a los ciudadanos: "O te სαcunαs o no puedes trabajar, viajar o ir a restaurantes". ¿Y cuántos, aún sabiendo que se trataba de un abuso de autoridad, han obedecido? ¿Crees que los sistemas de manipulación del consenso son muy diferentes, cuando quienes los adoptan proceden de las mismas filas enemigas y están dirigidos por la misma Serpiente? ¿Creen ustedes que el plan del Gran Reseteo ideado por el Foro Económico Mundial de Klaus Schwab tiene propósitos diferentes a los establecidos por la secta bergogliana? El chantaje no será sanitario, sino doctrinal: se pedirá aceptar sólo el Vaticano II y el Novus Ordo Missae para poder tener derechos en la Iglesia conciliar; los tradicionalistas serán tachados de fanáticos al igual que los llamados "no-სαcunαdos".

Si Roma proscribiera la celebración de la Misa antigua en todas las iglesias del mundo, quienes creyeron que podían servir a dos señores -la Iglesia de Cristo y la Iglesia conciliar- descubrirán que han sido engañados, como les sucedió a los Padres conciliares antes que a ellos. En ese momento tendrán que hacer la elección que se engañaron creyendo que podían evitar: una elección que les obligará a desobedecer una orden ilícita para obedecer al Señor, o bien a inclinar la cabeza ante la voluntad del tirano, incumpliendo sus deberes como ministros de Dios. Que reflexionen, en su examen de conciencia, sobre cuántos han evitado apoyar a los pocos, poquísimos de sus hermanos sacerdotes que han sido fieles a su propio Sacerdocio aunque hayan sido señalados como desobedientes o inflexibles simplemente porque previeron el engaño y el chantaje.

Aquí no se trata de "vestir" la Misa montiniana como la Misa antigua, tratando de ocultar con ornamentos y canto gregoriano la hipocresía farisaica que la concibió; no se trata de recortar la Prex eucharistica II o de celebrar ad orientem: la batalla debe librarse sobre la diferencia ontológica entre la visión teocéntrica de la Misa tridentina y la visión antropocéntrica de su falsificación conciliar.

No es otra cosa que la batalla entre Cristo y Satanás. Una batalla por la Misa, que es el corazón de nuestra Fe, el trono al que desciende el Divino Rey Eucarístico, el Calvario en el que se renueva de forma incruenta la inmolación del Cordero Inmaculado. No es una cena, ni un concierto, ni un espectáculo para exhibir excentricidades o un púlpito para herejes, ni un podio para celebrar mítines.

Es una batalla que se fortalecerá espiritualmente en la clandestinidad de los sacerdotes fieles a Cristo, considerados excomulgados y cismáticos, mientras que dentro de las iglesias, junto al rito reformado, triunfarán la infidelidad, el error y la hipocresía. Y también la ausencia: la ausencia de Dios, la ausencia de sacerdotes santos, la ausencia de buenas almas fieles. La ausencia de la unidad entre la Cátedra y el Altar, entre la sagrada autoridad de los Pastores y su misma razón de ser, siguiendo el modelo de Cristo, dispuestos a ser ellos mismos los primeros en subir al Gólgota, en sacrificarse por el rebaño. Quien rechaza esta visión mística de su propio Sacerdocio termina ejerciendo su autoridad sin la ratificación que sólo viene del Altar, del Sacrificio y de la Cruz: de Cristo mismo que reina desde esa Cruz sobre los soberanos espirituales y temporales como Rey y Sumo Sacerdote.

Si esto es lo que quiere Bergoglio para afirmar su poder avasallador en medio del clamoroso silencio del Sagrado Colegio y del episcopado, que sepa que se encontrará con la oposición firme y decidida de muchas almas buenas dispuestas a luchar por amor al Señor y por la salvación de sus propias almas, que, en un momento tan terrible para el destino de la Iglesia y del mundo, están decididas a no ceder ante quienes desean cancelar el Sacrificio perenne, como para facilitar el ascenso del Anticristo a la jefatura del Nuevo Orden Mundial. Pronto comprenderemos el significado de las terribles palabras del Evangelio (Mt 24,15), en las que el Señor habla de la abominación de la desolación en el templo: el abominable horror de ver proscrito el tesoro de la Misa, despojados nuestros altares, cerradas nuestras iglesias y forzadas nuestras ceremonias litúrgicas a la clandestinidad. Esta es la abominación de la desolación: el fin de la Misa Apostólica.

Cuando Inés, de 13 años, fue conducida al martirio el 21 de enero de 304, muchos fieles y sacerdotes habían apostatado de la fe bajo la persecución de Diocleciano. ¿Debemos temer el ostracismo de la secta conciliar, cuando una muchacha nos ha dado tal ejemplo de fidelidad y fortaleza ante el verdugo? Su heroica fidelidad fue elogiada por San Ambrosio y San Dámaso. Hagamos que nosotros, por indignos que seamos, podamos merecer en el futuro la alabanza de la Iglesia, mientras nos preparamos para esas pruebas en las que damos testimonio de que pertenecemos a Cristo.

+ Carlo Maria Viganò, Arzobispo




LA ESQUIVA SALUD DEL PAPA FRANCISCO

“El papa Francisco se está muriendo. Es cuestión de días o de semanas; a lo sumo, de unos pocos meses”. Esta es la información que desde hace tiempo circula en la Curia romana


La gravedad de su enfermedad es un secreto a voces y ha sido ya comentada en varios sitios. Como bien dice Specola, más imprescindible que nunca en estos días, “los papas gozan de buena salud hasta tres días después de muertos”.

Lo que podía considerarse no más que un rumor surgido de las oscuras usinas antibergoglianas, cobra entidad por la súbita descompensación sufrida el día de ayer que lo ha obligado a ser ingresado en el hospital Gemelli. Además, ya estaría preparado el esquema de celebraciones de Semana Santa sin su presencia: el cardenal Re presidiría el Domingo de Ramos y la Vigilia Pascual; la Misa Crismal el cardenal De Donatis y Gambetti la celebración del Viernes Santo. Frente a esta noticia, lo inmediato para todo buen cristiano es rezar para que Dios fortalezca al santo padre en el dolor de la enfermedad y, cuando llegue el caso, en el trance de su muerte.

Nosotros, que no sabemos si estaremos vivos cuando él muera, nos podemos permitir algunas reflexiones ulteriores. Y la que más salta a la vista es la pasmosa incapacidad que tiene el equipo de prensa de la Santa Sede para manejar situaciones de este tipo. Tal como puede ser fácilmente trazado en cualquier medio de información, oficialmente primero se dijo que la internación se debía a controles de salud programados, luego a que era una afección cardíaca y luego a un problema respiratorio, es decir, pulmonía (curiosamente, minutos antes el papa habló en la audiencia general sin síntomas de fiebre, sin toser, sin carraspear... una pulmonía muy rara). Al pobre Francisco lo han están paseando por todo un catálogo de nosología. Y lo peor es que, según se comenta en círculos reservados, el problema es otro: obstrucción intestinal, lo cual, por cierto, es previsible para el estado terminal de su enfermedad. A no quejarse, porque cuando se ponen recomendados y paniaguados en puestos de gobierno, es eso lo que se consigue. Y lo peor de todo es que las escasas capacidades de los dirigentes de la Sala de Prensa de la Santa Sede son equivalentes a las capacidades que poseen buena parte de los dirigentes de las principales oficinas de gobierno de la Iglesia. Cualquier semejanza con las prácticas peronistas es, claro, pura coincidencia.

Cuando el papa Francisco muera, porque morir, morirá como cualquier hijo de Adán, vendrá un cónclave. Y hay un dato que se conoció la semana pasada y que, a mi entender, no fue suficientemente explotado por los analistas, y que ahora cobra particular importancia. El 23 de marzo, la Comisión de los Episcopados de la Unión Europea (COMECE), que vendría siendo la Conferencia Episcopal Europea, eligió como nuevo presidente a Mons. Mariano Crociata, obispo de Latina. Lo interesante es que este obispo italiano sucede al progresista, bergogliano y jesuita cardenal Hollerich, arzobispo de Luxemburgo. La recepción del nuevo presidente no fue bien recibida en Santa Marta, y con razón. Mons. Crociata había sido nombrado secretario de la Conferencia Episcopal Italiana por el papa Benedicto XVI, lo cual era el paso previo al cardenalato. Bergoglio, lo apartó y le dejó como único encargo el cuidado de su modesta sede. Es, además, íntimo amigo del cardenal Angelo Bagnasco, otro de los purpurados detestados por el pontífice argentino. En pocas palabras, Crociata es un ratzingeriano de la primera hora. Ya no solamente la Conferencia Episcopal de Estados Unidos nombra a conservadores en su cúpula, contrariando los deseos pontificios que le crea cardenales a obispo progresistas, sino que le rebelión se da en la misma Europa.

Creo que el dato no es menor. Aún en ambientes muy progresistas como es en términos generales el episcopado europeo, se está desplazando a los bergoglianos para ubicar en puestos de dirección a obispos conservadores. Quizás sea ésta —y creo yo que lo será—, la tendencia del próximo cónclave. Las instituciones tienen instinto de supervivencia.


Wanderer



miércoles, 29 de marzo de 2023

EL APOSTOLADO DE LA CARTA DEL TÁBANO


Las cartas breves, de dos o tres párrafos impactantes, a los líderes eclesiásticos son métodos efectivos de comunicación en la era de la avalancha de correos electrónicos.

Por el padre Jerry J. Pokorsky


El Código de Derecho Canónico nos reconoce el derecho a manifestar nuestras opiniones a los responsables eclesiásticos:
Según la ciencia, competencia y prestigio que poseen, tienen el derecho e incluso a veces el deber de manifestar a los sagrados pastores su parecer sobre los asuntos que pertenecen al bien de la Iglesia y de dar a conocer su opinión al resto de los fieles cristianos, sin perjuicio de la integridad de la fe y de las costumbres, con reverencia hacia sus pastores y atentos al provecho común y a la dignidad de las personas (Can. 212 §3).
Las cartas breves -dos o tres párrafos contundentes- son métodos eficaces de comunicación en la era de la avalancha de correos electrónicos. Llevar una nota al papel requiere esfuerzo, dejar reposar la carta uno o dos días para exprimir el exceso de emoción, imprimirla en papel de carta apropiado, preparar un sobre, lamer un sello y depositar la carta en un buzón. En muchos casos, incluso los destinatarios de alto rango pueden leer una carta breve, de aspecto profesional y en papel.

Un antiguo feligrés dejó la ciudad hace muchos años y regresó como alto funcionario de la Administración Trump. Le escribí una carta amistosa, dándole la bienvenida y reconociendo que probablemente no se acordaba de mí. Nuestros caminos se cruzaron inesperadamente y mantuvimos un amistoso intercambio. Me contó que mi carta de bienvenida fue una de las primeras que recibió a su regreso.

Cuando el clero europeo abogó por el "matrimonio gay" y cosas por el estilo, escribí dos cartas punzantes, esperando que los destinatarios las recibieran como honestas y profesionales. Pero yo sólo esperaba, como mucho, que empaquetaran sus currículos espirituales para el Juicio Particular. Sospecho que cumplí mi objetivo, pero nada más.

He aquí las dos cartas, seguidas de un satisfactorio intercambio de correos electrónicos:
2 de febrero de 2022

Su Eminencia Jean-Claude Hollerich, S.J.

Luxemburgo

Eminencia:

¿Alguno de sus hermanos obispos se preocupa por la salvación de su alma? Según un informe de NCR, "Alto cardenal de la UE pide un cambio en la enseñanza de la Iglesia sobre las relaciones homosexuales", 2 de febrero de 2022 (por Katholische Nachrichten-Agentur): "El cardenal luxemburgués Jean-Claude Hollerich, un jesuita que dirige la conferencia paneuropea de obispos católicos, ha pedido un cambio en la enseñanza de la Iglesia sobre la homosexualidad".

En una entrevista concedida a la Agencia Católica de Noticias de Alemania (KNA), el presidente de la Comisión de las Conferencias Episcopales de la Unión Europea (COMECE) dijo que consideraba errónea la valoración de la Iglesia de las relaciones homosexuales [sic] como pecaminosas.

"Creo que el fundamento sociológico-científico de esta enseñanza ya no es correcto", declaró Hollerich. El cardenal dijo que era hora de una revisión fundamental de la enseñanza de la Iglesia, y sugirió que la forma en que el Papa Francisco había hablado sobre la homosexualidad en el pasado podría conducir a un cambio en la doctrina'. Hollerich hizo sus comentarios en respuesta a la campaña pública de 125 empleados de la Iglesia católica en Alemania que recientemente se revelaron como queer, diciendo que quieren "vivir abiertamente sin miedo en la iglesia".

Vergonzoso. Infiel. Dimita -o enmiende- por el bien de su alma.

Atentamente,

Rev. Jerry J. Pokorsky, Pastor
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4 de marzo de 2022

Obispo Georg Bätzing

Bischofliches Ordinariat

Deutschland

Estimado Obispo Bätzing,

Según una noticia católica: "En una entrevista con la revista alemana Bunte publicada el 4 de marzo, el obispo Georg Bätzing se mostró de acuerdo con la afirmación del periodista de que 'nadie' se adhería a la enseñanza de la Iglesia de que la sexualidad sólo debe practicarse dentro del matrimonio, diciendo: 'Eso es cierto. Y tenemos que cambiar un poco el Catecismo sobre este asunto. La sexualidad es un don de Dios. Y no un pecado". A la pregunta de si son lícitas las relaciones entre personas del mismo sexo, el prelado alemán respondió: 'Sí, está bien si se hace con fidelidad y responsabilidad. No afecta a la relación con Dios'".

En su comentario a los Hechos de los Apóstoles, San Juan Crisóstomo escribe: "El alma de un obispo es para todo el mundo como una nave en tempestad: azotada por todas partes, por amigos, por enemigos, por los propios, por extraños... No creo que haya muchos obispos que se salven, sino muchos más que perecen".

Atentamente, Rev. Jerry J. Pokorsky, Pastor
El cardenal Hollerich no respondió. Más de lo que esperaba (con gratitud por la cortesía), la oficina del obispo Bätzing acusó recibo de la carta.

El 15 de marzo de 2022, el National Catholic Register informó: "El cardenal George Pell ha pedido a la Congregación para la Doctrina de la Fe (CDF) que reprenda públicamente a dos de los obispos más antiguos de Europa por lo que dijo que era su "rechazo total y explícito" de la enseñanza de la Iglesia sobre la ética sexual".

El 18 de marzo de 2022, envié un correo electrónico a un amigo común preguntándole sobre la conveniencia de enviar un correo electrónico al cardenal Pell. Escribí:
N: 
Envié estas dos cartas de tábano, una a principios de febrero y la otra a principios de marzo. Ahora veo que el cardenal Pell pide su disciplina. Me encanta. ¿Cree que el cardenal Pell se molestaría si se las enviara por correo electrónico? Tengo su dirección de correo electrónico, pero no quiero abusar de ella. ¿Qué le parece?
Mi corresponsal respondió: "Por supuesto, envíeselas".

El 19 de marzo de 2022, envié un correo electrónico al cardenal Pell con copias adjuntas de las dos cartas: "¡Hola, Cardenal! Gracias por todo lo que hace".

Para mi alegría, el Cardenal respondió
Querido P. Jerry: Gracias por su nota. Bien hecho, aunque un poco brusco. Buena suerte,

+CGP
Mi propósito no es deleitarme vanagloriosamente con las cartas (de acuerdo, tal vez un poco de eso, pero espero que no sea pecaminoso). Como apostolado (mensual o trimestral), animo a que se envíen cartas impresas por correo postal a las autoridades. La nota debe ser breve, positiva o negativa, quizá dos o tres párrafos en una página. La carta también debe respetar las reglas de la prueba, evitar la emoción excesiva y expresar un punto de vista defendible. El único éxito que podemos atribuirnos es el de rellenar el currículum espiritual de los destinatarios, y el de aclarar nuestro pensamiento.

En asuntos eclesiales, la Iglesia nos da el derecho, y el deber.

Descanse en paz, Cardenal Pell.


Catholic World Report


EL INFIERNO ES REAL Y PODRÍAS IR ALLÍ (I)

La enseñanza Católica sobre las dos moradas eternas de la otra vida no es una idea curiosa hilada por teólogos; se encuentra explícitamente en el Nuevo Testamento.

Por Peter Kwasniewski, PhD


Si uno probara la doctrina de los sermones y libros actuales, pensaría que todos los seres humanos habidos y por haber siguen el camino elevado hacia el cielo. No importa que algunos caminos sean torcidos, otros rectos; todos van al mismo lugar: ése es el único destino al otro lado de la vida. “Dios escribe recto con renglones torcidos”, leemos en los alegres folletos de los talleres de autodescubrimiento.

Pero hubo un poeta del siglo XIII, Dante, cuyo gran poema Divina Commedia sigue una línea diferente. Pensó que había tres destinos posibles y dedicó el mismo número de cantos (33) a cada uno: Infierno, Purgatorio, Paradiso. Los títulos de las tres partes son reveladores y merecen una pequeña reflexión, sobre todo por parte de quienes tienen la tentación de pensar que las almas mueren sólo para elevarse hacia la bienaventuranza eterna. Si logramos abrirnos paso entre las zarzas de la deconstrucción erudita y nos remontamos a las sencillas palabras de los Evangelios, tal vez descubramos incluso que el propio Jesús tenía opiniones similares. Tal vez Dante, aunque era un católico medieval (y los católicos medievales, como nos dicen los historiadores con cierto desdén, se inventaban muchas cosas), no se inventaba nada después de todo.

Esta serie de artículos presentará varias meditaciones sobre la vida después de la muerte, con especial atención a las moradas olvidadas mencionadas en el título. Si somos capaces de captar con mayor claridad algunas verdades sobre el mundo futuro -algo de su geografía, por así decirlo, y las características de sus habitantes-, podremos infundir en nuestras vidas un mayor anhelo por el paraíso que esperamos alcanzar por la gracia de Dios, una gratitud más profunda por el poder purificador del amor divino y una sana aversión por el castigo cosechado por el pecado mortal no arrepentido. Como dice Santo Tomás de Aquino: “Que nuestros pensamientos se detengan en la retribución, imitando al santo rey Ezequías: 'Dije, en la mitad de mis días iré a las puertas del infierno' (Is 38, 10). Una mente que baja a menudo al infierno en vida, no bajará fácilmente allí en la muerte”.


* * *

La enseñanza Católica sobre las dos moradas eternas de la otra vida no es una idea curiosa hilada por teólogos; se encuentra explícitamente en el Nuevo Testamento. De hecho, hay pocas doctrinas sobre las que la Palabra inspirada de Dios hable con mayor claridad.

En su primera Epístola, San Juan enseña la distinción entre pecado mortal, o el tipo de pecado que mata la vida de la gracia en el alma, y el pecado venial, que desagrada a Dios pero no destruye la presencia de la gracia:
Si alguno ve a su hermano cometer lo que no es pecado mortal, pedirá, y Dios le dará vida por aquellos cuyo pecado no es mortal. Hay pecado que es mortal; no digo que se pida por eso. Todo mal es pecado, pero hay pecado que no es mortal. (1 Jn 5, 16-17)
Sobre la base de esta distinción (véase el Catecismo 1854-64), la Iglesia ha enseñado desde el principio que el pecado mortal no arrepentido impide la entrada en el cielo, ya que la condición para entrar en el cielo es que el alma esté llena de la gracia de Cristo, y es esta gracia la que el pecado mortal destruye.

Del mismo modo, la tradición ha interpretado el lavatorio de los pies de los discípulos por parte de Cristo como una señal de que desea limpiarlos de los pecados veniales antes de que participen de su Cuerpo y de su Sangre. En respuesta a la afirmación de San Pedro “¡Señor, no sólo mis pies, sino también mis manos y mi cabeza!”, dice el Señor, haciendo una excepción con Judas: “El que se ha bañado no necesita lavarse más que los pies, pues está limpio de todo; y vosotros estáis limpios, pero no todos” (Jn 13,9-10). Once de los discípulos estaban “limpios por todas partes”, pero sus pies estaban manchados con el viaje del día; por eso Cristo los limpia de esta impureza menor.

San Pablo confirma la enseñanza sobre el cielo y el infierno en innumerables lugares. He aquí sólo algunos:
¿No sabes que la bondad de Dios está destinada a conducirte al arrepentimiento? Pero con tu corazón duro e impenitente estás acumulando ira para ti mismo en el día de la ira, cuando se revele el justo juicio de Dios. Porque a cada uno dará según sus obras: a los que con paciencia y buenas obras buscan la gloria, el honor y la inmortalidad, les dará la vida eterna; pero a los facciosos que no obedecen a la verdad, sino a la maldad, les dará ira y furor. (Rom 2,4-8).

Ahora bien, las obras de la carne son evidentes: fornicación, impureza, libertinaje, idolatría, hechicerías, enemistades, pleitos, celos, iras, egoísmos, disensiones, facciones, envidias, borracheras, orgías y cosas semejantes. Os advierto, como ya os advertí antes, que los que hacen tales cosas no heredarán el reino de Dios. (Gal 5,19-21).

¿No sabéis que los injustos no heredarán el reino de Dios? No os engañéis: ni los fornicarios, ni los idólatras, ni los adúlteros, ni los avaros, ni los borrachos, ni los maldicientes, ni los ladrones heredarán el reino de Dios. (1 Cor 6, 9-10).
Es fácil imaginar a San Pablo exhortándonos hoy a prestar atención a sus palabras: “No os dejéis engañar”: no os dejéis engañar por teólogos o psiquiatras liberales, por los medios de comunicación o por los poderes de este mundo. Habrá juicio y retribución para todos los hombres según sus obras. No importa si crees que lo habrá, o si piensas que es justo. Dios ha dejado perfectamente claras sus intenciones y sus planes, y nadie le convencerá de lo contrario. Su primera y permanente misericordia fue precisamente decirnos muy claramente cómo debemos vivir para heredar la vida eterna, y qué debemos evitar hacer si queremos evitar la perdición eterna.

Aunque sólo tuviéramos el texto de las Epístolas, sería posible establecer la verdad del testimonio ininterrumpido de la Iglesia. Pero es nuestro Señor Jesús, el maestro de San Juan y de San Pablo, quien habla más temerosa y amenazadoramente del juicio final.
Entonces el rey dijo a los asistentes: “Atadle de pies y manos y echadle a las tinieblas exteriores; allí será el llanto y el crujir de dientes”. Porque muchos son los llamados, pero pocos los escogidos (Mt 22,13-14).

Entrad por la puerta estrecha; porque ancha es la puerta y espacioso el camino que lleva a la perdición, y muchos son los que entran por ella. Porque estrecha es la puerta y angosto el camino que lleva a la vida, y pocos son los que la encuentran (Mt 7,13-14; ver Lc 13,24).

No todo el que me dice: “Señor, Señor”, entrará en el reino de los cielos, sino el que hace la voluntad de mi Padre que está en los cielos. Aquel día muchos me dirán: “Señor, Señor, ¿no profetizamos en tu nombre, y en tu nombre expulsamos demonios, y en tu nombre hicimos muchos milagros?”. Y entonces les diré: “Nunca os conocí; apartaos de mí, malhechores” (Mt 7,21-23; ver Lc 13,27).

Lo mismo que se recoge la cizaña y se quema con fuego, así sucederá al final de la era. El Hijo del hombre enviará a sus ángeles, y recogerán de su reino a todos los causantes del pecado y a todos los malhechores, y los arrojarán al horno de fuego; allí será el llanto y el crujir de dientes (Mt 13, 41-42).

Entonces dirá a los de su izquierda: “Apartaos de mí, malditos, al fuego eterno preparado para el diablo y sus ángeles” (Mt 25,41).

Id por todo el mundo y predicad el Evangelio a toda la creación. El que crea y se bautice se salvará; pero el que no crea se condenará (Mc 16,15-16).

El que cree en el Hijo tiene vida eterna; el que no obedece al Hijo no verá la vida, sino que la ira de Dios caerá sobre él (Jn. 3:36).
Aunque no sería saludable preocuparse por versículos tan aterradores en lugar de dedicar nuestra energía a alabar a Dios, buscar Su voluntad en la oración y construir Su reino mediante una vida de buenas obras, sin embargo, si los olvidamos, si animamos o permitimos que otros los olviden, o lo que es peor, si negamos su verdad, traicionamos la enseñanza integral de nuestro Señor Jesucristo. Hacer esto es nada menos que traicionar a la Persona de Cristo, pues al negar sus palabras, se niega al Verbo encarnado del Padre. Jesús vino a salvar a los pecadores que se arrepienten, que se arrojan sobre el amor misericordioso del Padre; no vino a conceder amnistía indiscriminada a los indiferentes, a los tibios, a los inconversos o a los malvados.

Sencillamente: la eternidad está en juego en cómo vivimos nuestra vida aquí y ahora, en lo que creemos, en lo que hacemos y dejamos de hacer.


One Peter Five