Por Luis Santamaría del Río
Diversos países iberoamericanos asisten desde hace semanas a un hecho inédito hasta ahora: ex adeptos de los Testigos de Jehová se están agrupando para dar a conocer a la sociedad la cara oculta de la secta a la que pertenecieron; muchos de ellos, desde su nacimiento, al haber nacido en familias ya adoctrinadas.
El detonante de esta situación ha sido que la Asociación Española de Víctimas de los Testigos de Jehová (AEVTJ) fue llevada a los tribunales porque la secta considera que, tanto por su consideración de “víctimas” como por la labor de información pública que desarrollan, están suponiendo un menoscabo a su honor como confesión religiosa.
La demanda que la secta ha interpuesto contra sus críticos –no sólo a la AEVTJ, sino también a tres de sus miembros a título particular– ha removido a otros afectados de todo el mundo. Movilizándose en las redes sociales van logrando constituirse en asociaciones de víctimas. No olvidemos que los Testigos de Jehová aseguran contar con más de 8 millones en el mundo, y su labor de proselitismo no cesa.
La práctica (obligada) del ostracismo
Uno de los aspectos que se destacó en el juicio español fue el aislamiento social al que someten a quienes han sido expulsados de la secta o la han abandonado: los denominados "apóstatas". Frente a decenas de testimonios desgarradores de ex adeptos de la organización, -denunciando las rupturas familiares que ha supuesto esta práctica (con padres e hijos que dejan de hablarse, hermanos separados para siempre, etc.)-, los abogados de los Testigos de Jehová afirmaron que se trata de una práctica sujeta a la libertad de cada miembro; y, por otro lado, argumentaron que es algo legítimo, al modo de la excomunión de otras religiones… y basado en la Biblia. Sin embargo, como veremos aquí, ambos argumentos son falaces.
Basta con ver el título que daban en el año 2002 a uno de los artículos disciplinarios de su revista “Nuestro Ministerio del Reino”: “Demostremos lealtad cristiana cuando se expulsa a un pariente”. Por si queda alguna duda de lo que supone esa “lealtad cristiana”, veamos lo que dice el texto: “La Palabra de Dios manda a los cristianos que no se relacionen con alguien que ha sido expulsado de la congregación”.
Por lo tanto, esta norma de someter al ostracismo a quien ya no es miembro de los Testigos de Jehová… la interpretan como dada por el mismo Dios, y no por la organización. Por eso, poco después leemos: “Jesús ordenó a sus seguidores que no se relacionaran con los expulsados”. Como siempre, aluden a un versículo concreto del evangelio según su interés, olvidando toda la acción de Cristo, que incluía la acogida a los rechazados por el pueblo de Israel, como los leprosos, las prostitutas o los recaudadores de impuestos.
Exclusión del trato social
“Nuestro Ministerio del Reino” aclara que “los cristianos leales no tienen trato espiritual con nadie que ha sido expulsado de la congregación”… pero añade que “también evitamos el trato social con tal persona, lo que descartaría ir con ella a una comida campestre, a una fiesta, a un partido, al centro comercial, al cine o sentarnos a comer con ella, sea en el hogar o en un restaurante”. Esto confirma aquello denuncian los ex adeptos de la secta: quien es etiquetado como “apóstata” sufre la condena al vacío. Los que eran sus hermanos (incluso si lo son de sangre) le niegan hasta el saludo. Por eso algunas víctimas de esta práctica inhumana la denominan “muerte social”.
Con el estilo sencillo –y, más que didáctico, adoctrinador– habitual en la literatura de los Testigos de Jehová, la revista continúa su razonamiento con la siguiente cuestión que, naturalmente, se le plantea al lector: “¿Se puede hablar con un expulsado?”. Y esto es lo que se responde, dejando teóricamente la decisión al libre albedrío, pero con unas palabras que lo condicionan totalmente: “Decir un sencillo ‘¡Hola!’ a alguien puede ser el primer paso que lleve a una conversación y tal vez hasta a una amistad. ¿Quisiéramos dar ese primer paso respecto a una persona expulsada?”
Esto, como ya hemos dicho, sucede en el seno de la propia familia. De forma que, basándose supuestamente en principios bíblicos, la secta está subvirtiendo el valor que se da a las relaciones familiares en la Sagrada Escritura (empezando por el cuarto mandamiento del decálogo, “Honra a tu padre y a tu madre”). Así se lee en “Nuestro Ministerio del Reino”: “Cuando se vive en la misma casa familiar… les toca a los miembros de la familia decidir hasta qué grado lo incluirán [al familiar expulsado] cuando coman o participen en otras actividades domésticas. Sin embargo, no querrán dar a los hermanos con quienes se relacionan la impresión de que todo marcha igual que antes de la expulsión”. Simplemente terrible.
Estas exhortaciones –que en el interior del grupo, por la gran presión que ejerce la congregación con sus dinámicas sectarias, se viven como auténticas normas que se han de cumplir a rajatabla, ya que vendrían del mismo Dios– continúan así: “si el expulsado o desasociado es un pariente que vive fuera del círculo familiar… Pudiera ser posible eliminar casi todo contacto con tal pariente… Los cristianos leales deben esforzarse por evitar todo trato innecesario con tal pariente”. Y para remachar que se trata de un asunto de obediencia a la voluntad de Dios, el artículo concluye: “Apoyar lealmente la disposición bíblica de la expulsión es una demostración de nuestro amor a Jehová”.
“Sí, es necesario ser estrictos”
Son abundantes los ejemplos de las dinámicas de maltrato psicológico y social que se esconden tras las expresiones de aparente alto valor espiritual de los Testigos de Jehová. Por eso se trata de una organización tan engañosa, que se presenta como “religión pacífica”, y es difícil que mucha gente crea la realidad que viven sus víctimas si no conoce algún caso cercano. Una muestra es que en el libro titulado “Manténganse en el amor de Dios” (publicado en 2008), la dirección de la secta dedica un apéndice al trato a los "apóstatas", donde podemos leer: “Cuando un miembro de la congregación es expulsado, cortamos toda relación social y espiritual con él. ¿Es realmente necesario ser tan estrictos en el trato? Sí”.
Pero lo cierto es que, más allá de tantos textos que podríamos citar para mostrar cómo se adoctrina en esta secta para que cesen inmediatamente de relacionarse con los ex adeptos (cuyos razonamientos podrían hacer dudar a los miembros), las imágenes que emplean suponen un impacto emocional mucho más fuerte en sus conciencias. Las imágenes que ilustran sus revistas presentan como ejemplares a padres que “quedan destrozados” ante el hijo que abandona el hogar, porque han antepuesto la orden de la secta al amor familiar.
La manipulación a través de los audiovisuales
Y junto a las fotografías, los videos, que en los últimos años han supuesto una herramienta más de manipulación en el seno de los testigos de Jehová, que han creado un potente portal multimedia como “alimento formativo” de sus adeptos. Uno de estos videos propone la historia “ejemplarizante” de una joven que fue expulsada de su congregación por conducta inmoral, y sus propios padres la echaron de la casa familiar: su progenitor aparece amonestándola con la Biblia en la mano. No sólo eso: cuando les llamaba por teléfono, no respondían. Y así, durante 15 años, hasta que regresó a la secta, tras la exhortación de dos “ancianos” (líderes locales).
Otro montaje audiovisual anima a tener “un corazón leal y completo para Jehová” con el siguiente argumento: un matrimonio de adeptos echa de menos a su hijo, que abandonó el hogar. “Nuestro hijo ya no era Testigo de Jehová”, cuenta la madre, que insiste: “Leví me decepcionó cuando dejó a Jehová”. Y explica que lo más duro fue obedecer en su caso concreto el mandato de “dejar de mezclarse en la compañía de cualquiera que no cumpla con las normas cristianas”. Y se ve a la madre negándose a contestar un mensaje de su hijo en el teléfono móvil, para así ser “leal a Jehová”.
Sin embargo, el video de los Testigos de Jehová que más ha impactado en este ámbito, tal como revelan quienes han abandonado la organización, es el que protagoniza uno de los integrantes del Cuerpo Gobernante –el grupo de personas que lidera la secta desde Nueva York–, Anthony Morris, con el título “Jehová lo cumplirá”. Al comentar la maldad de este mundo en sus “últimos días”, se refiere a cómo será “el fin de los enemigos de Dios”. Y después de una serie de consideraciones que entremezcla con textos de la Biblia, indica que el destino de esos hombres inicuos será “la gehena”, identificada con el fuego que sirve para “eliminar los desperdicios”.
Algo que, según dice Morris, “estamos deseando que ocurra”. Afirma explícitamente que “los apóstatas van a ser destruidos para siempre. No van a volver a vivir nunca”. Y para ejemplificarlo, el miembro del Cuerpo Gobernante, termina su sermón encendiendo una cerilla ante la cámara para “recordar siempre estas palabras de Jehová”. Tras soplar y apagar el fuego, añade mientras mira el humo y se ríe: “así será con los enemigos de Jehová. Se desvanecerán como humo”. Una imagen que sigue despertando por la noche y sumiendo en el miedo a muchas personas, dentro y fuera de la secta. Piensan que, si son considerados “apóstatas”, serán aniquilados por Dios, serán como humo que desaparece.
Los apóstatas, “parte integrante del anticristo”
La literatura de la secta no ahorra calificativos para referirse a los apóstatas, definidos en su Glosario como “los que abandonan la religión verdadera” –que no sería otra que la organización de los Testigos de Jehová, obviamente–. En primer lugar, porque los comparan con el mismísimo demonio, como podemos leer en el primer volumen del manual formativo “Perspicacia para comprender las Escrituras”: “Puede decirse con toda propiedad que el adversario de Dios fue el primer apóstata, según indica el nombre Satanás”.
El mismo libro, que es una de las obras de consulta fundamentales para los adeptos, explica que “los que abandonan voluntariosamente la congregación cristiana se convierten en parte integrante del 'anticristo'”, y añade que en la Biblia “se predice destrucción para los apóstatas de la congregación cristiana”, entendiendo por esta última, única y exclusivamente, la organización de los Testigos de Jehová.
A la hora de definir cómo es un apóstata, las publicaciones de la secta insisten en tomar diversos versículos de la Biblia y adaptarlos a ese retrato que, casualmente, coincide con el perfil que quieren adjudicar a las personas que revelan lo que han vivido cuando han sido Testigos de Jehová. Así, en 1980 su revista oficial “La Atalaya” se preguntaba: “¿Cuáles son algunos de los rasgos que identifican a los apóstatas típicos?”. Y respondía a continuación: “(1) Desviación de la verdad. (2) Habla torcida, vacía. (3) Esfuerzos por subvertir la fe de algunos y arrastrar discípulos tras de sí. (4) Hipocresía ('lobos en ropa de oveja'). (5) Reconocibles por sus frutos; 'avanzan a más y más impiedad'”.
Además, los Testigos de Jehová aprovechan cualquier ocasión para incidir en su mensaje milenarista: si reciben críticas por parte de los apóstatas, es una señal más de que estamos en los “últimos días” de la historia de la humanidad. Citando la Segunda Carta de Pedro, afirman que estaba profetizado en la Biblia que en los últimos tiempos algunos creyentes “adoptarían una actitud desafiadora de ley para con 'el esclavo fiel y discreto', el Cuerpo Gobernante de la congregación cristiana y los ancianos nombrados”. Algo que resulta a todas luces falso: San Pedro ni hablaba de ese “Cuerpo Gobernante” –así llaman a los líderes supremos de la secta, como hemos visto– ni de los “ancianos”, el nombre que dan los Testigos de Jehová a sus líderes locales, suplantando el término griego “presbítero”.
PortaLuz
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