viernes, 25 de noviembre de 2022

CÓMO SE SABOTEÓ EL SERVICIO DE TENEBRAE (L)

Muchos católicos de hoy no tienen la menor idea de que tal servicio existió alguna vez en la Iglesia, y mucho menos de lo que implicaba o de lo que significaba.

Por la Dra. Carol Byrne


Entre los tesoros litúrgicos de la Semana Santa que tenían en la mira los reformadores estaba el antiguo servicio de Tenebrae (palabra latina que significa oscuridad) –llamado así por su paulatina extinción de las luces– que tenía una historia continua de uso en la Iglesia desde el siglo VII hasta 1955. Sin embargo, muchos católicos de hoy no tienen la menor idea de que tal servicio existió alguna vez en la Iglesia, y mucho menos de lo que implicaba o de lo que se suponía que significaba. Por lo que vemos hoy, los esfuerzos de los progresistas para mantenerlo en la oscuridad, lograron su objetivo.

Tenebrae consistía en dos componentes del Oficio Divino, Maitines y Laudes, que tenían su origen en la liturgia monástica y eran cantados por los monjes después de la medianoche y antes del amanecer, respectivamente. Pero desde los primeros años de la Edad Media, la Iglesia, deseando que estas "horas" estuvieran disponibles durante la Semana Santa en un momento más conveniente para los fieles, las unió en un solo servicio que se realizaba el miércoles, el jueves y el viernes por la noche, anticipando así los Maitines y Laudes del Jueves Santo, el Viernes Santo y el Sábado Santo.


El carácter distintivo del Tenebrae

El servicio tradicional se caracterizaba por una serie de rasgos especiales, que le dieron una sorprendente fuerza figurativa, convirtiéndolo en una experiencia inolvidable para los fieles. Esto se consiguió gracias a una interacción única entre la luz y la oscuridad, los textos sagrados y el canto que conmovía a los presentes hasta lo más profundo de su alma.

Y era rico en pasajes bíblicos de significado teológico, místico y alegórico, especialmente elegidos para suscitar sentimientos de dolor y compasión por los sufrimientos de Nuestro Señor y, en consecuencia, de dolor y detestación del pecado, que era su causa.

Todo el servicio se desarrollaba en una atmósfera de solemne luto. Las Lamentaciones de Jeremías se cantaban en el tono llamado Planctus ("llanto") específico de ciertas partes de la Semana Santa que, sin embargo, cayó en desgracia después de 1955. Junto con los responsorios, las antífonas y el Salmo 50 (Miserere), son universalmente reconocidos como los ejemplos más sublimes de la música coral en el repertorio de la Iglesia, hechos famosos por célebres compositores como Palestrina, Allegri, Victoria y Tallis.

La ceremonia generalmente estaba programada para comenzar temprano en la noche, cuando la luz natural se desvanecía del cielo y terminar en completa oscuridad. La principal fuente de iluminación en la iglesia era la luz de las velas, y todos los ojos estaban dirigidos a 6 velas en el altar mayor y 15 en un candelero triangular llamado carroza fúnebre (1), que simbolizaba la Santísima Trinidad.


Después de cantar cada salmo (9 de Maitines, 5 de Laudes), se apagaba una de las velas de la carroza fúnebre, quedando la del vértice (que representaba a Cristo) aún encendida. Mientras que el cántico conocido como el Benedictus se cantaba al final de Laudes, las seis velas del altar mayor también se apagaban secuencialmente, alternando de lado a lado. Cerca del final de la ceremonia, se representaban dos eventos dramáticos, altamente cargados de significado teológico.

Primero, la “vela de Cristo” era removida y escondida temporalmente detrás del altar, sumergiendo todo el santuario en la oscuridad, un recordatorio simbólico de lo que es estar privado de Cristo, la Luz del Mundo (Juan 8:12).

Segundo, la irrupción repentina del estrepitus (latín para un ruido fuerte) producido por los libros que golpeaban contra las bancas, llenaba la oscuridad.

Pretendía invocar el terremoto que sucedió después de la Crucifixión, la convulsión de la naturaleza que acompañó a la muerte de su Autor. Por último, el “cirio de Cristo” era reinstalado en la carroza fúnebre como señal de la Resurrección, y todos partían en silencio.

Puede ser difícil de creer, pero el Salmo 50 – el Miserere – fue eliminado casi por completo del Oficio Divino de todo el Triduo (2). Como señal de su importancia en la vida espiritual de la Iglesia, solía decirse tanto al principio como al final de las Laudes, así como al final de todas las Horas del Triduo. Pero, la reforma prohibía su recitación al final de todas las Horas del Triduo, dejando sólo la del comienzo de las Laudes. Así, la reforma restringió mucho la frecuencia del Miserere, el más penitencial de todos los Salmos.

Esto prácticamente desterró el Miserere de Allegri, cuya melodía inquietantemente bella y calidad etérea eran el punto culminante del servicio tradicional de Tenebrae y que, en palabras del Card. Wiseman, eran capaces de “dejar en el alma una impresión solemne de sentimiento armonioso que no hay palabras que puedan describir” (3).

Irónicamente, a pesar de haber sido saboteado en 1956, el Miserere de Allegri ha mantenido su atractivo fuera de la Iglesia, no solo en los servicios anglicanos y luteranos de Tenebrae, sino más especialmente en la sala de conciertos donde continúa gozando de reconocimiento mundial.

Su restricción iba a tener profundas implicaciones para la vida moral católica, mucho más allá de la pérdida de su valor cultural o musical. No deja de ser significativo que el Miserere fuera la oración de arrepentimiento y la petición de perdón de David tras su adulterio con Betsabé.


Siendo la liturgia, según el adagio lex orandi lex credendi, el testimonio profético de la fe de la Iglesia, no sólo habla –o, en este caso, canta– lo que Dios nos ha mandado creer, sino que también nos anima a vivir una vida de santidad en obediencia a los Mandamientos Divinos.

Desafortunadamente, en cuanto a los fieles que habían sido atraídos y edificados por el Miserere, su restricción fue una desgracia para la Iglesia, porque su impacto doctrinal se vio muy disminuido. Entre otras consecuencias, la falta actual de abordar las cuestiones morales relativas al 6° mandamiento, particularmente el adulterio, desde una perspectiva católica se remonta a su origen en las reformas de 1956 (4).

Continúa...


1) Aunque el número de velas varió a lo largo de la Edad Media, la forma triangular del soporte es de origen antiguo. Fue utilizado durante el servicio de Tenebrae como se menciona en un Ordo (libro de ceremoniales) del siglo VII publicado por el historiador Mabillon, lo que sugiere un uso aún anterior.

2) Esta orden fue dada en el Ordo Hebdomadae Sanctae (El Nuevo Orden de la Semana Santa) publicado por la Sagrada Congregación de Ritos en enero de 1956.

3) Nicholas Wiseman, Four lectures on the offices and ceremonies of Holy Week (Cuatro conferencias sobre los oficios y ceremonias de la Semana Santa), C. Dolman, Londres, 1839, p. 7.

4) En su Audiencia General del 30 de marzo de 2016, el papa Francisco mencionó este Salmo en relación con el perdón de Dios por el pecado del adulterio. Pero, partiendo de la enseñanza del Concilio de Trento, no hizo ninguna referencia clara a las condiciones necesarias para obtener la misericordia divina: el arrepentimiento y un firme propósito de enmienda. No dijo nada en absoluto sobre la necesidad de la penitencia o la reparación.

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