domingo, 27 de noviembre de 2022

LA ASISTENCIA PERPETUA DE CRISTO A SU IGLESIA

El punto importante que consideraremos hoy es la posición errónea de algunos clérigos y laicos tradicionales. 

Por Monseñor Marco Antonio Pivarunas


Intentan caminar por la valla teológica denunciando las herejías de la Iglesia Conciliar por un lado e insistiendo por otro lado en que los responsables de difundir estas herejías siguen siendo Católicos y tienen autoridad en la Iglesia. Tomar tal posición teológica sería sugerir que el Espíritu Santo no ha ejercido Su asistencia divina sobre la Iglesia como lo prometió Cristo a los Apóstoles y Sus sucesores:
“Y yo rogaré al Padre, y os dará otro Consolador, que habite con vosotros para siempre, el Espíritu de Verdad” (Evangelio de San Juan, cap. 14, vers. 16).
Tal punto de vista teológico también sugiere que Cristo Nuestro Señor no cumplió Su Promesa de permanecer con Sus Apóstoles y Sus sucesores:
“Id, pues, y haced discípulos a todas las naciones, bautizándolos en el Nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo. Enseñándoles a guardar todo lo que os he mandado. Y he aquí, Yo estoy con vosotros todos los días, hasta el fin de los siglos” (Evangelio de San Mateo, cap. 28, vers. 19).
Además, esta posición teológica implica que Cristo nos mintió cuando prometió que “las puertas del Infierno no prevalecerán contra [la Iglesia]” (Evangelio de San Mateo, cap.16, vers. 18), y también que “El que a vosotros escucha (los Apóstoles y sus sucesores) a Mí me escucha” (Evangelio de San Lucas, cap. 10, vers. 16). 

Es verdaderamente notable leer las publicaciones de algunas comunidades tradicionales que contienen un lenguaje mordaz que condena a la Iglesia del Concilio Vaticano II y a la vez realizar afirmaciones solemnes de lealtad y obediencia a la jerarquía de esa Iglesia.

Como ejemplo de esta posición teológica insostenible, consideremos las siguientes dos declaraciones del difunto Arzobispo Marcel Lefebvre. En la primera afirmación encontramos una precisa valoración de la Iglesia Conciliar (la iglesia que surgió del Vaticano II). En la segunda afirmación encontramos la posición teológica más contradictoria -que la Iglesia Conciliar es la Iglesia Católica, que si la Iglesia Conciliar no vuelve a la Fe Católica Tradicional, “será el fin de la Iglesia” y “el Espíritu Santo parece haber tomado un permiso de ausencia”.


Reflexiones de Monseñor Lefebvre sobre la suspensión "a divinis", el 29 de Julio de 1976

“Hemos sido suspendidos a divinis por la Iglesia Conciliar y de la Iglesia Conciliar a la que no queremos pertenecer”.

“Esta Iglesia Conciliar es una iglesia cismática porque rompe con la Iglesia Católica que siempre ha sido. Tiene sus nuevos dogmas, su nuevo sacerdocio, sus nuevas instituciones, su nuevo culto, todo lo cual ha sido condenado por la Iglesia en muchos documentos, oficiales y concluyentes....”



“Una iglesia que aprueba tales errores es a la vez cismática y herética. Esta Iglesia Conciliar NO es Católica. En la medida en que el Papa, los Obispos, los Sacerdotes o los Fieles pertenezcan a esta nueva iglesia, se separan de la Iglesia Católica...”


No, la Iglesia Conciliar no es Católica. El Espíritu Santo, el Espíritu de la Verdad y Cristo no habitan en ella. Tampoco puede haber, como imaginan algunos clérigos y laicos tradicionales, "dos Iglesias Católicas", una siendo la Iglesia Conciliar Modernista y la otra la Iglesia Católica Tradicional.

El Papa Pío XII, en su Encíclica sobre el Cuerpo Místico de Cristo (Mystici Corporis Christi) del 29 de Junio de 1943, expresó claramente:
“Por lo tanto, aquellos que están separados unos de otros por la Fe y el Gobierno no pueden estar en un solo Cuerpo y en su único Espíritu Divino”.
El "clero tradicional" y los laicos que reconocen la jerarquía de la Iglesia Conciliar como Católica deben considerar las realidades de su posición: están divididos en Fe y Poder con la Iglesia Conciliar.

El Cardenal Henry Manning, el gran defensor de la Doctrina de la Infalibilidad y Primacía Papal durante el Concilio Vaticano I (de 1869-1870), expresó bellamente la asistencia y la unidad inseparable del Espíritu Santo con la Iglesia Católica:
“La unión indisoluble del Espíritu Santo con la Iglesia lleva como consecuencias inmediatas estas dos verdades: primero, que la unidad de la Iglesia es absoluta, cuantitativa e indivisible, como lo es la Unidad de la Naturaleza en Dios y de la Persona en Jesucristo: y segundo, que su Infalibilidad es perpetua”.
San Cipriano enseña: “Unus Deus, unus Christus, una Ecclesia super Petrum Domini voce fundata” (Epístola 43, 5). Esta unidad externa resulta de la interna, es decir, de la Presencia y acción del Espíritu Santo, por el cual el cuerpo es habitado, animado y organizado. Un principio de vida no puede animar dos cuerpos o inspirar dos organizaciones. Una mente y un mismo espíritu mantendrán en perfecta unidad a la multitud de los Fieles a través de todas las edades y en todo el mundo. 

La unidad de Fe, de Esperanza y Amor -la unidad de un Maestro común- previene todas las divergencias en la Fe y el culto y hace que la unidad de Comunión no sea una ley constitucional o una regla externa de disciplina, sino una necesidad interna y una propiedad inherente y expresión de la unidad interna y sobrenatural del Cuerpo Místico bajo una Cabeza y animado por un Espíritu. Entonces es obvio que la división es imposible.


Así que, a pesar de la confusión y destrucción provocada por el Concilio Vaticano II, recordemos que la Verdadera Iglesia de Cristo -la Iglesia Católica- es infalible e incorruptible, pues la asistencia perpetua de Cristo y del Espíritu Santo garantiza la pureza e integridad del anuncio de la Fe por los Apóstoles y sus sucesores.

Que el Espíritu Santo nos ilumine y nos guíe, y que Su Esposa Inmaculada, la Santísima Virgen María, interceda por nosotros en estos momentos tan difíciles.

In Christo Jesu et Maria Immaculata

Monseñor Marco Antonio Pivarunas, Obispo

Superior General de la Congregación de María Reina Inmaculada

Omaha, Nebraska


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