Por Mαr Mounier
La "izquierda" es tan nauseabundamente fétida como la "derecha": ambas no son sino excrecencias pútridas emanadas de la misma cloaca ontológica: el Liberalismo.
Este engendro, bastardo predilecto de la mal llamada "Ilustración" y de su espasmo revolucionario y sangriento de 1789, no tuvo otra teleología que la aniquilación del Orden Civilizatorio Católico. Porque viejos estamos para negar una verdad irrefutable: la Revolución Francesa fue la estratagema masónica para empezar la "obra" de destruir la catolicidad en el mundo europeo, la Cristiandad, aquel baluarte milenario que, mediante la síntesis perfecta de la Fides et Ratio y una jerarquía social reflejo del orden cósmico, forjó la Christianitas: fortaleza y muralla espiritual que dio vida a las universidades, al Derecho Canónico y a la unidad orgánica de Europa bajo el cetro de Cristo Rey.
Quien, por pusilanimidad o mediocridad intelectual, se niega a reconocer esta evidencia trascendental, se reduce a la condición de monigote funcional de un asalto estrictamente luciferino. El ataque contra la Cristiandad y por ende, del Imago Dei, es la rebelión del "Non Serviam" operada por élites de una gnosis oscura que, tras guillotinar el principio de autoridad divina en la figura del monarca, desataron el terror jacobino y sembraron el nihilismo. Los totalitarismos del siglo XX (del bolchevismo ateo al estatismo idólatra) no son sino vástagos degenerados de esa misma matriz antitradicional; son los rostros mudables de una misma voluntad de potencia que abomina la Cruz.
Jamás la historia (ni siquiera en la disolución orgiástica de la Roma tardía ni en el caos herético de las invasiones bárbaras) ha contemplado una era de putrefacción tan abyecta como la que hoy sufrimos. Enfrentamos una GUERRA ESPIRITUAL encarnizada. Padecemos una perturbación psíquica de una profundidad demoníaca y una decadencia ética que no es ya descuido, ES apostasía formal y guerra abierta.
Bajo el eufemismo falaz de "Progreso" (ese velo hipócrita que encubre la barbarie posmoderna), el mundo contemporáneo santifica el infanticidio prenatal como "elección", la aniquilación de inocentes como "daños colaterales", la pornografía como "creación de contenidos", la blasfemia contra Dios como "libertad", desarticula la célula sagrada de la familia como "amor propio" y, se somete a una tiranía tecnocrática que pretende usurpar el diseño de la Creación como "avance biotecnológico". Y muchos aplauden, catárticos, ignorantes del pozo séptico hacia donde nos estamos dirigiendo.
Estamos ante la inversión absoluta de los principios de verdad, justicia, orden: ante una caída libre hacia un abismo nihilista donde el hombre, habiendo asesinado a su Padre, termina por devorarse a sí mismo en una bacanal de autoodio y sombras.
¿La cereza a la torta?: imbéciles que escriben panfletos y dictan conferencias propagandísticas, llamando a este drama cósmico "batashita cultural entre izquierdas y derechas".
¿La cereza a la torta?: imbéciles que escriben panfletos y dictan conferencias propagandísticas, llamando a este drama cósmico "batashita cultural entre izquierdas y derechas".

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