19 de Diciembre: San Nemesio, mártir
(✞ 250)
Entre los insignes mártires que dieron testimonio de la Fe de Cristo en la persecución que suscitó contra la Iglesia el impío emperador Decio por los años 250, refiere san Dionisio, obispo de Alejandría, que fue uno de aquellos memorables héroes Nemesio o Nemesión, egipcio de origen, de costumbres y de idioma.
Algunos hombres perversos lo acusaron falsamente de ser cómplice de los crímenes de ciertos malhechores que habían cometido robos y varios homicidios; y cuando se trataba de condenarlos, justificó Nemesio su inocencia y el juez le absolvió, declarando aquella acusación como calumniosa.
Irritados los que habían sido autores de la incriminación, le denunciaron delante del juez de que era cristiano: y el santo lo confesó sin rodeos.
Entonces fue llevado a la prisión y conducido después al prefecto de Egipto, residente en Alejandría.
Era aquel prefecto Sabino, hombre sin corazón y enemigo mortal del nombre de Cristo, que había hecho derramar arroyos de sangre cristiana por todo el Egipto.
A esta fiera le presentaron el siervo de Dios Nemesio, el cual revestido de aquella fortaleza que daba el Señor a sus ilustres mártires, despreció con tranquilo semblante todas las amenazas con las que el cruel gobernador trató de atemorizarle.
Ordenó pues el impío prefecto que azotasen cruelmente al santo, y probasen en él los más atroces suplicios; pero como en todos ellos perseverase con gran constancia en confesar a Jesucristo, mandó que juntamente con unos ladrones que había en la cárcel fuese quemado vivo.
Cuando Nemesio se vio en el tormento del fuego en medio de dos ladrones, dio gracias al Señor por la merced que le hacía de poder dar la vida entre dos fascinerosos a semejanza del Redentor del mundo, y en aquel suplicio encomendó su espíritu en las manos de Dios.
Junto al tribunal del prefecto había cuatro soldados que eran también cristianos, llamados Ammón, Zenón, Ptolomeo e Ingenuo, y otro hombre llamado Teófilo.
Todos estos infundían ánimos al santo, cuando era atormentado en el caballete, y al ver la serenidad con que padecía, mezclaban sus palabras de exhortación con otras expresiones de santa envidia, y del ardiente deseo que tenían de dar como él la vida por amor de Cristo y la confesión de la fe que profesaban.
Habiendo pues sido denunciados ante el cruelísimo gobernador, y temiendo este verse humillado por la constancia con que menospreciarían los tormentos los que habían sido testigos del martirio de Nemesio, y le daban mayor ánimo para sufrirlo, determinó que luego les cortasen a todos la cabeza.
Reflexión:
Así pagan los santos los favores, y esa es muchas veces la ventaja de las obras buenas en favor del prójimo. Dichosos de nosotros si con nuestras amonestaciones, o nuestras buenas palabras o ejemplos de virtud, hemos sido parte para que un alma persevere en la santa vida que emprendiera. Estará continuamente orando ante el acatamiento divino para que seamos también nosotros partícipes de su dicha. ¿Hemos descuidado hasta aquí manera de proceder tan gananciosa para nosotros? Si el mundo nos ofreciese doblada paga de terreno interés, ¿cuáles no serían nuestros esfuerzos para lograrle? Todos nuestros, pensamientos, todas nuestras ansias se concentrarían en ese punto y aun nos parecería haber hecho muy poco si dejábamos perder algo. ¿Cómo nos cuidamos pues tan poco de nuestra ganancia espiritual?
Oración:
Concédenos, oh Dios omnipotente, que los que veneramos el nacimiento para la gloria, de tu bienaventurado mártir Nemesio, por su intercesión crezca en nosotros el amor de tu santo Nombre. Por Jesucristo, nuestro Señor. Amén.
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