21 de Diciembre: Santo Tomás, apóstol
(✞ siglo I)
Fue santo Tomás de nación galileo y uno de los doce escogidos por el Señor para predicadores de su Evangelio, y conquistadores del mundo.
Se sabe de él que cuando Cristo nuestro Señor quiso volver a Judea para resucitar a Lázaro, diciéndole los otros discípulos que no fuese, porque poco antes los judíos le habían querido apedrear, solo santo Tomás con gran ánimo dijo: “Vayamos nosotros también, y con él muramos”.
Y en el sermón de la cena, como el Señor dijese que iba a prepararles lugar y que sabían el camino por donde iba, le dijo el santo: “Señor, no sabemos a dónde vas; ¿cómo podemos saber el camino?”
Finalmente, no estaba Tomás con los otros Apóstoles cuando el mismo día de la Resurrección se les apareció Jesús glorioso y triunfante; y no creyendo después a los que le habían visto y tocado; dijo aquellas palabras: “Si no viere yo con mis ojos las llagas de los clavos en sus manos, y no entrare mis dedos en ellas, y si no pusiere mi mano en su costado, no creeré” que es él y que está vivo.
Y el benignísimo Señor, volviendo después de ocho días a aparecérsele, estando entre ellos Tomás, se volvió a él y le dijo: “Pon aquí tu dedo y mira mis manos; extiende tu mano y toca mi costado: y no quieras ser incrédulo, sino fiel”.
Quedó asombrado Tomás con la vista y dulzura del Salvador, y atónito con la novedad y derretido de gozo, exclamó: “Señor mío y Dios mío”, confesando que aquel Señor que había muerto en la cruz y ahora veía resucitado, era el verdadero Hijo de Dios.
Algunos días después, yendo san Pedro a pescar, llevó consigo algunos de los Apóstoles y discípulos, entre ellos a Tomás: y como hubiesen estado toda la noche sin provecho alguno, se les apareció a la mañana el Salvador en la ribera, y les mandó que echasen la red a la parte derecha de la barca.
Después que recibió el Espíritu Santo con los demás Apóstoles y hubo predicado el Evangelio en Jerusalén y en Judea, le cupo en suerte predicarlo a los persas y a los medos, y luego a los habitantes de la India, obrando en todos estos países numerosísimas conversiones; hasta que en Calamina, ciudad de la India, se vio muy perseguido por el rey idólatra, el cual después de haberle hecho padecer cruelísimos tormentos, lo mandó atravesar con una lanza.
Alzó el Santo Apóstol los ojos al cielo, invocó el nombre de Jesucristo, suplicándole perdonase a sus verdugos y conservase en la fe los nuevos cristianos que por su medio se habían convertido.
Permanecieron ocultas sus sagradas reliquias, hasta que Juan III, rey de Portugal, procuró con gran diligencia descubrirlas, aunque sin provecho; mas insistiendo en su santo propósito, después de nuevas diligencias, excavando en la pared de una capilla en la ciudad de Meliapur, se descubrió en 1523 un sepulcro en forma de nicho, dentro del cual se hallaron los santos huesos, una redoma con sangre, y la punta de la lanza, instrumento de su martirio.
Reflexión:
Pasma el entrañabilísimo amor de nuestro Salvador para con los pecadores. A Pedro que le había negado tres veces, se le aparece el primero entre los discípulos; y a santo Tomás, que se resistía a creer en su resurrección, le regala con el tierno favor de permitirle meter sus dedos en su santísimo costado. Jamás te han de desalentar tus faltas, por grandes que hayan sido. Llóralas de corazón, y no temas que Dios te mire airado por ellas.
Oración:
Concédenos, Señor, que nos gloriemos en la solemnidad de tu bienaventurado Apóstol santo Tomás, para que seamos ayudados de su patrocinio, y con devoción conveniente imitemos su fe. Por Cristo, nuestro Señor. Amén.
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