Una crónica de Philippe de Labriolle
Marta Robin, ¿en qué punto nos encontramos? La revista francesa La Nef, en su número de diciembre de 2025 (en español aquí), se basa en un nuevo ensayo biográfico recientemente publicado, firmado por François de Muizon. Este teólogo ya había hecho balance en 2011 con el título “Marthe Robin, le mystère décrypté” (Marta Robin, el misterio descifrado). En su nueva obra, se trata de salvar a Marta y la credibilidad que cada vez se le reconoce menos, mediante una división radical entre la historia sagrada de una campesina singular y la historia turbia de los influyentes clérigos que se reivindican de ella. En 2011, Muizon no aborda en absoluto la cuestión de las torpezas del padre Marie-Dominique Philippe (1912/2006), fallecido bajo la veneración general.
El fundador de la Comunidad San Juan, con el respaldo de Marta, que actuaba como episcopado para este discernimiento, solo se convirtió en sospechoso cuando, progresivamente, alrededor de 2011, se empezaron a soltar las lenguas, no sin la rebelión de una parte de sus hermanos sacerdotes y discípulos, escandalizados por el destino infligido al viejo Maestro. La investigación iniciada por la Comunidad San Juan a partir de 2019, cuyos trabajos se hicieron públicos en 2023 bajo el título “Comprendre et Guérir” (Comprender y sanar), forma parte de la gran limpieza cuyo principio legitimó la labor de la CIASE. A priori, la virtud de esta transparencia no es injusta. Pero lo que se revela así es la vasta negligencia episcopal posterior al concilio Vaticano II.
Marta Robin, fallecida en 1981, logró escapar de cualquier observación médica en un entorno propicio. El profesor Dechaume lo recomendó en 1942; el psiquiatra Assailly se lo pidió a Marta en 1951, recibiendo una negativa rotunda, desconocida por La Nef; finalmente, monseñor Marchand, obispo de Gap, haciendo gala de su autoridad, fijó la fecha de dicha observación, en una clínica, durante la Semana Santa de 1981. Marta falleció en febrero, no “en olor de santidad”, como se afirma dos veces en La Nef, sino con un hedor infecto a melena. Este es el nombre clínico de la sangre digerida que se elimina por el ano, cuyo olor es pestilente. Disculpen las molestias... Ahora sabemos que Marta Robin estuvo muy mal rodeada y que el primer círculo de fundadores es abrumador, y ya ha sido desenmascarado. Separar a la vidente de sus admiradores interesados y poco escrupulosos, ¿es eso exculparla, si realmente sondeaba las conciencias sin desenmascarar a los malhechores?
Marta Robin, fallecida en 1981, logró escapar de cualquier observación médica en un entorno propicio. El profesor Dechaume lo recomendó en 1942; el psiquiatra Assailly se lo pidió a Marta en 1951, recibiendo una negativa rotunda, desconocida por La Nef; finalmente, monseñor Marchand, obispo de Gap, haciendo gala de su autoridad, fijó la fecha de dicha observación, en una clínica, durante la Semana Santa de 1981. Marta falleció en febrero, no “en olor de santidad”, como se afirma dos veces en La Nef, sino con un hedor infecto a melena. Este es el nombre clínico de la sangre digerida que se elimina por el ano, cuyo olor es pestilente. Disculpen las molestias... Ahora sabemos que Marta Robin estuvo muy mal rodeada y que el primer círculo de fundadores es abrumador, y ya ha sido desenmascarado. Separar a la vidente de sus admiradores interesados y poco escrupulosos, ¿es eso exculparla, si realmente sondeaba las conciencias sin desenmascarar a los malhechores?
Por el contrario, si la vidente no veía nada, al igual que no presintió la angustia de su hermano, que vivía con ella en la granja Robin y se suicidó en 1953, la hagiografía se derrumba en favor de la novela.
En 2011, Muizon no descifra ningún misterio, a pesar del atractivo título de su libro, pero desarrolla la acción solapada del padre Finet. Marta, tras afirmar al sacerdote de Lyon que Cristo en persona exigía su presencia a su lado y obtener el buen fin de esta petición celestial, ¿estaba cautiva de lo Alto, hasta el punto de quedar ciega en lo Bajo? ¿Los fieles de Marta Robin la prefieren como pseudoparalítica, usuaria de zapatillas, o como pseudovidente, pagando a los demás con palabras y vaticinando sin luz? Sea como fuere, el artículo de La Nef señala el perjuicio más cuestionable: “Ni la inedia ni los signos de estigmatización pueden constatarse científicamente”. ¡Buen detalle! ¡Cerremos el caso! En 2025, el teólogo de Angers no aporta ningún elemento biográfico nuevo, y el lector atento encargado por La Nef esboza una retirada prudente, que aconseja a todos, ante la falta de respuesta de Roma. Queda la heroicidad de las virtudes y el título de Venerable, expuesto a su vez a una aporía, un callejón sin salida lógico. Si es evidente que la vida de Marta es un calvario, en el sentido trivial del término, ¿dónde está el heroísmo, en pasar toda la vida como una heroína, a cargo de otros y sin más que ordenar para obtener? ¿No tiene ya su recompensa?
Los seguidores del lobby de Marta se han lanzado a una auténtica huida hacia adelante. Aislar a Marta para protegerla de la vergüenza que ha caído sobre sus amigos o aliados pseudorenovadores de la Iglesia, traicionados por su hybris, es inevitablemente devolverla a los límites de su condición ingrata, por falta de cuidados, ofrecidos pero desdeñados, y sobre todo por falta de compasión desde los tormentos de la adolescencia, a finales de 1918... algo que la doctora Chevassus se niega a pasar por alto. Los llamamientos a la prudencia, así como a la caridad, no pueden ocultar las múltiples ofensas cometidas contra el espíritu de la verdad a lo largo de la vida de Marta Robin. Roma no debe conservar la calificación de Venerable cuando nada es seguro, ni la inspiración mística, ni el diagnóstico clínico, ni la inedia. Al día de hoy, la saga “Marta Robin” disputa a Medjugorje el título de mayor estafa “mística” del siglo XX.
Los seguidores del lobby de Marta se han lanzado a una auténtica huida hacia adelante. Aislar a Marta para protegerla de la vergüenza que ha caído sobre sus amigos o aliados pseudorenovadores de la Iglesia, traicionados por su hybris, es inevitablemente devolverla a los límites de su condición ingrata, por falta de cuidados, ofrecidos pero desdeñados, y sobre todo por falta de compasión desde los tormentos de la adolescencia, a finales de 1918... algo que la doctora Chevassus se niega a pasar por alto. Los llamamientos a la prudencia, así como a la caridad, no pueden ocultar las múltiples ofensas cometidas contra el espíritu de la verdad a lo largo de la vida de Marta Robin. Roma no debe conservar la calificación de Venerable cuando nada es seguro, ni la inspiración mística, ni el diagnóstico clínico, ni la inedia. Al día de hoy, la saga “Marta Robin” disputa a Medjugorje el título de mayor estafa “mística” del siglo XX.


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