DISCURSO DE LEÓN XIV
A LOS MIEMBROS DEL SISTEMA DE INFORMACIÓN
PARA LA SEGURIDAD DE LA REPÚBLICA DE ITALIA
En el nombre del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo.
¡La paz sea con vosotros!
Distinguidas Autoridades,
Hermanos y Hermanas:
Me complace darles la bienvenida en este centenario de la creación del Servicio de Inteligencia Italiano. En 1925 se creó el Servicio de Información Militar, sentando las bases de un sistema más coordinado y eficaz para proteger la seguridad nacional.
Ante todo, quisiera expresar mi agradecimiento por el trabajo que realizan, que requiere competencia, transparencia y confidencialidad. Les confiere la seria responsabilidad de monitorear constantemente los peligros que podrían amenazar la vida de la nación, para contribuir, sobre todo, a la protección de la paz. Es un trabajo exigente que, debido a su carácter confidencial, a menudo corre el riesgo de ser explotado, pero que es fundamental para anticipar cualquier escenario que pueda poner en peligro la vida de la sociedad.
A lo largo de estos cien años, muchas cosas han cambiado, las capacidades y herramientas se han vuelto mucho más sofisticadas, y los desafíos que enfrentan nuestras sociedades se han incrementado y diversificado. En este sentido, les insto a que desempeñen su trabajo no solo con profesionalismo, sino también con una perspectiva ética que tenga en cuenta al menos dos aspectos esenciales: el respeto a la dignidad humana y la ética de la comunicación.
En primer lugar, el respeto a la dignidad humana. Las actividades de seguridad nunca deben perder de vista esta dimensión fundamental ni dejar de respetar la dignidad y los derechos de cada persona. En determinadas circunstancias difíciles, cuando el bien común parece primar sobre cualquier otra cosa, existe el riesgo de olvidar este requisito ético, por lo que no siempre es fácil encontrar un equilibrio. Como ha declarado la Comisión Europea para la Democracia por el Derecho, las agencias de seguridad a menudo tienen que recopilar información sobre individuos y, por lo tanto, tienen un impacto significativo en los derechos individuales [1].
Por lo tanto, es necesario establecer límites, según el criterio de la dignidad humana, y permanecer vigilantes ante las tentaciones a las que un trabajo como el suyo los expone. Asegúrense de que sus acciones sean siempre proporcionales al bien común que se persigue y de que la protección de la seguridad nacional garantice siempre y en todo caso los derechos de las personas, su vida privada y familiar, la libertad de conciencia e información, y el derecho a un juicio justo. En este sentido, las actividades de los servicios deben regirse por leyes debidamente promulgadas y publicadas, sujetas al control y la supervisión del poder judicial, y sus presupuestos deben estar sujetos a controles públicos y transparentes.
El segundo aspecto se refiere a la ética de la comunicación. El mundo de las comunicaciones ha cambiado notablemente en las últimas décadas y, hoy en día, la revolución digital forma parte de nuestra vida y de cómo intercambiamos información e interactuamos. Además, la llegada de nuevas tecnologías cada vez más avanzadas nos ofrece mayores posibilidades, pero al mismo tiempo nos expone a peligros constantes. El intercambio masivo y continuo de información nos exige una conciencia crítica de ciertas cuestiones de vital importancia: la distinción entre la verdad y las noticias falsas, la exposición indebida de la vida privada, la manipulación de los más vulnerables, la lógica del chantaje y la incitación al odio y la violencia.
Se requiere una estricta vigilancia para garantizar que la información confidencial no se utilice para intimidar, manipular, chantajear o desacreditar a políticos, periodistas u otros actores de la sociedad civil. Todo esto también aplica al ámbito eclesial. De hecho, en varios países, la Iglesia es víctima de servicios de inteligencia que actúan con fines nefastos, coartando su libertad. Estos riesgos deben evaluarse siempre y exigen una alta moralidad tanto para quienes se preparan para desempeñar un trabajo como el suyo como para quienes lo llevan haciendo desde hace tiempo.
Soy plenamente consciente del delicado papel y la responsabilidad que les corresponde. En este sentido, también quisiera recordar a aquellos colegas suyos que perdieron la vida en misiones delicadas llevadas a cabo en contextos difíciles. Su dedicación quizá no aparezca en los titulares, pero perdura en las personas a las que ayudaron y en las crisis que ayudaron a resolver.
Finalmente, quisiera expresar mi gratitud por los esfuerzos de los servicios de inteligencia italianos para garantizar la seguridad de la Santa Sede y del Estado de la Ciudad del Vaticano. Y también por su colaboración con la Gendarmería, con el Vaticano y la Santa Sede en tantos servicios, donde esta capacidad y oportunidad de servir a los demás se hace realidad gracias a nuestra excelente colaboración con ustedes.
Os animo a proseguir vuestro trabajo, teniendo siempre presente el bien común, aprendiendo a valorar con juicio y equilibrio las diversas situaciones que se presentan ante vosotros, y permaneciendo firmemente anclados en aquellos principios jurídicos y éticos que ponen por encima de todo la dignidad de la persona humana.
Damas y caballeros, los felicito por su decisión de vivir el Jubileo juntos como comunidad de trabajo. La gracia de Dios dará siempre buenos frutos a nivel personal y, en consecuencia, también en su trabajo. Este es mi deseo, que acompaño con mi bendición apostólica para ustedes y sus familias. ¡Les deseo a todos una Feliz Navidad!
Nota:
[1] Cf. Comisión de Venecia, Informe sobre la supervisión democrática de los servicios de seguridad (1-2 de junio de 2007), § 2.

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