7 de Diciembre: San Ambrosio, obispo y doctor
(✞ 397)
El esclarecido Doctor de la Iglesia san Ambrosio, obispo de Milán, fue hijo de un ciudadano romano llamado también Ambrosio, el cual era prefecto de la Galia, cuando le nació este hijo, en cuya boca se dice que se vio posar un enjambre de abejas, indicio de la divina elocuencia con que había de resplandecer.
Después que hubo aprendido en Roma las letras humanas y la filosofía, le encomendó el prefecto Probo el gobierno de la Liguria y de la Emilia, de donde fue enviado por el mismo Probo con potestad para sosegar al pueblo alterado con motivo de la elección del obispo que había de suceder al prelado Anjencio, que seguía los errores de Arrio, y acababa de morir.
Habiendo entrado Ambrosio en la Iglesia para calmar al pueblo, y habiendo hecho un largo y elocuentísimo discurso, sobre la paz y necesaria tranquilidad de la república, súbitamente se oyó la voz de un niño de pecho que clamó diciendo: ¡Ambrosio Obispo!
Y todo el pueblo con una voz pidió por Obispo a Ambrosio.
Como él rehusase tal dignidad y se opusiese con gran resistencia a la voluntad de todos, se dio cuenta de lo que pasaba al emperador Valentiniano; el cual se holgó en gran manera, viendo que eran elegidos para el sacerdocio los jueces por él enviados; y no menos se agradó de esto el prefecto Probo, el cual como si adivinase lo que había de suceder a Ambrosio, al enviarle a Milán le había dicho estas palabras: “Ve allá y obra no tanto como juez, cuanto como obispo”.
Conviniendo pues la voluntad del emperador con los deseos del pueblo, Ambrosio, que era todavía catecúmeno, recibió el Bautismo y las Sagradas Órdenes, y en el espacio de ocho días fue levantado por sus grados a la dignidad de Obispo.
Desde aquel día comenzó a defender con gran fortaleza y constancia la Fe Católica y la disciplina de la Iglesia, reduciendo a la verdadera fe gran número de arrianos y otros herejes, entre los cuales engendró para Jesucristo a San Agustín, clarísima lumbrera de la Iglesia Católica.
Partido como legado a Máximo, que había hecho matar a Graciano emperador, para moverle a penitencia; negándose Máximo a hacerla, el santo se apartó de su trato y comunicación.
Al emperador Teodosio le prohibió que entrase en la iglesia, por la cruel matanza que había mandado hacer en Tesalónica.
Teodosio se excusó con decir que también David había sido adúltero y homicida; más le respondió el santo Obispo: “Ya que limitaste en el pecado, imítale también en su penitencia”.
A cuyas palabras, rendido el emperador, aceptó humildemente y cumplió la penitencia impuesta.
Finalmente, después de haber trabajado sin descanso por la Iglesia de Dios y escrito muchos y sapientísimos libros, profetizó el día de su dichosa muerte y recibió el santísimo Viático de manos de Honorato, obispo de Vercelis, y puestas las manos en forma de cruz, entregó su espíritu al creador.
Reflexión:
En la autoridad que ejerció San Ambrosio sobre el emperador de Roma, se puede ver cuán alta es la potestad sagrada de los Sacerdotes de Jesucristo. Reconozcamos pues en ellos la representación que tienen de Dios, recordando aquellas palabras de Cristo que les dijo: Quien a vosotros oye, a mí me oye; y quien os desprecia a vosotros, a mí me desprecia.
Oración:
Oh Dios, que diste a tu pueblo por ministro de la salvación eterna al bienaventurado San Ambrosio, concédenos que, pues le tuvimos por maestro de nuestra vida en la tierra, merezcamos tenerle por intercesor en el Cielo. Por Jesucristo, nuestro Señor. Amén.
Reflexión:
En la autoridad que ejerció San Ambrosio sobre el emperador de Roma, se puede ver cuán alta es la potestad sagrada de los Sacerdotes de Jesucristo. Reconozcamos pues en ellos la representación que tienen de Dios, recordando aquellas palabras de Cristo que les dijo: Quien a vosotros oye, a mí me oye; y quien os desprecia a vosotros, a mí me desprecia.
Oración:
Oh Dios, que diste a tu pueblo por ministro de la salvación eterna al bienaventurado San Ambrosio, concédenos que, pues le tuvimos por maestro de nuestra vida en la tierra, merezcamos tenerle por intercesor en el Cielo. Por Jesucristo, nuestro Señor. Amén.
No hay comentarios:
Publicar un comentario