viernes, 18 de julio de 2025

NO PIENSO “CONVERTIRME”

NO pienso celebrar esa neo misa: prefiero celebrar, cuando lo permiten las rúbricas, la “Misa pro Ecclesia”. Que la veo falta y necesitada.

Por el padre José Luis Aberasturi


Va a ser que NO. “Convertirme” al ‘cambio climático’, como que NO; disguste a quien disguste: ahí, oigan, no me pillan. Como no me pillaron en la “conversión ecológica” por la Cuaresma de hace unos años, en la diócesis de Madrid.

Porque acabo de leer, y lo ponen en boca del papa León, que llama o convoca a “la urgencia de convertirse al calentamiento global”, o así.

Y, o me explican dónde viene eso en la Revelación, o que no me esperen. Ni estoy ni contesto. Mucho menos si eso significa, en verano y en España, que hay que volverse e ir donde más calorcito hace. Para nada. Nunca. Y lo digo alto y claro.

El Señor Jesús, el mismo que ha muerto por nosotros para rescatarnos del pecado y de su peaje obligatorio por ineludible, la Condenación Eterna, habla de Conversión. Faltaría más.

Y la Iglesia, la Católica de toda la vida, la de antes por ser la de siempre, no ha hecho sino recordárnoslo a tiempo -y siempre es tiempo: mientras uno lo tiene, claro -, y a destiempo: así nos lo ha dejado escrito San Pablo. Como que es su primordial Vocación y Misión!

Otra cosa es que haya gente de Iglesia que no esté por la labor o, incluso, que esté a la contra. Él, o ellos sabrán por dónde tiran y por qué. Claro que: yo, a lo mío.

En el fondo y en la forma, la Iglesia Católica no tiene otra “Buena Nueva” que no sea la que Cristo nos ha legado: Id por todo el mundo. Predicad el Evangelio. Perdonad pecados, curad enfermos, etc.

Pero, si nos vamos a su primigenia Predicación, nos encontramos en/con San Marcos: Se ha cumplido el tiempo, está cerca el Reino de Dios, “convertíos” y creed en el Evangelio.

Más claro, agua; y más concreto, imposible. Y más labor no la hay, eclesialmente hablando.

Los “problemas” los tiene la Iglesia -y van y se le acumulan, ya lo creo-, cuando los crea artificialmente. O sea: el “cambio climático”.

O el “cambio litúrgico”, con batallas incluidas. O el cambio de las praxis en el ámbito que sea, sin más explicaciones que “porque sí”: “que ya vale…!”. O la Amoris laetitia, claro.

O entrar a todos los trapos sucios de la pinza judeo-masónica: da igual que se trate de la “profecía” de la “superpoblación”, el “mito” del “género autopercibido”, o la “crueldad” contra la mujer protagonizada por el ‘feminismo…’, que ya tiene mérito.

“Trapos” hay cuasi infinitos, a los que sólo entran y usan con devoción de “conversos de fin de mes”, “los entregados”, o “los vendidos”, o “los que lo cobran bien” por sumarse al carro.

La Iglesia, que ha entrado a todos y a cada uno de ellos, normalmente a destiempo y mal -no ha presentado la menor batalla al respecto, antes al contrario-, ha salido muy mal parada.

Dicho en plata: perdiendo hijos en esa “entrega” inmoral, y montar tal mezcolanza ideológica en la que reconocerse católico es casi imposible.

Bien a la vista está la Descristianización, causa primera de la “despoblación” de todas sus Instituciones: de parroquias a conventos, pasando por seminarios y familias.

Y, como no nos explican nada, simplemente nos lanzan las consignas para que digamos “amén”: nunca para tener Criterio al respecto, ni para que sepamos dar razón de nuestra Esperanza, que debería ser lo propio y adecuado, los fieles, abandonados por los Jerarcas, han tirado cada uno por su lado, con una “libertad” que no poseen, porque la han pervertido y corrompido en mero “libertinaje”: llamándose “católicos”, por supuesto; y “comulgando” sacrílegamente, como si llevasen una semana sin probar bocado…: muertos de hambre como mínimo.

Así se siembran, y se recogen, los “católicos a lo Biden”, por poner un poner. Así se siembra y se recoge, el desconcierto de las conciencias y de los corazones que quieren ser Fieles al Señor…, y no les dejan…!!! Así se llevan las almas a su Condenación Eterna, empezando por la de los Jerarcas: lo dice la Santísima Virgen de Garabandal. Así se destroza la propia Iglesia, y desde dentro.

Por lo tanto, y como conclusión presente desde el comienzo: NI pienso meterme en ese berenjenal, NI pienso celebrar esa neo 
misa: prefiero celebrar, cuando lo permiten las rúbricas, la “Misa pro Ecclesia”. Que la veo falta y necesitada.

Ya lo siento. Pero me lo pide así el cuerpo y el alma, además del corazón. Y mi libertad: esa que Cristo nos ha ganado.
 

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