domingo, 13 de julio de 2025

¿ESTÁS PREPARADO PARA LA NUEVA IGLESIA SINODAL PERMANENTE?

La fase final del Sínodo no es la implementación, sino la institucionalización de la “iglesia sinodal”.

Por Chris Jackson


Cuando León XIV fue elegido el 8 de mayo de 2025, algunas voces en la Corporación Tradicional murmuraron que “esta era nuestra oportunidad para corregir el rumbo”

“El caos de Francisco -decían- podría ser suavizado por un sucesor más disciplinado. Es un experto en liturgia -afirmaban- podría salvar la situación del abismo”.

Dos meses después, el Vaticano publicó las “Pistas para la Fase de Implementación del Sínodo”, una hoja de ruta que describe los próximos tres años de “transformación sinodal”. En todo caso, la “reforma de la Iglesia” iniciada bajo Francisco no solo continúa, sino que se acelera, se institucionaliza y se integra en el ADN mismo de la iglesia conciliar. La “teología” que la sustenta no es nueva. Es el mismo antropocentrismo populista que moldeó a Jorge Mario Bergoglio en Buenos Aires, la llamada “teología del pueblo”, ahora rebautizada y globalizada como la fase final de la “implementación sinodal”.

Lo que la Corporación Tradicional prometió que sería “un reinicio” se está convirtiendo en un refuerzo.

El lenguaje de la revolución, el tono de la burocracia

El nuevo documento Pistas es, a primera vista, insulso y administrativo. Repleto de frases como “marcos compartidos”, “vías de evaluación” y “adaptación local”, encubre sus intenciones con un lenguaje propio de un comité. Pero no te equivoques: no se trata de un simple plan organizativo. Es, en palabras del propio Vaticano, una “nueva forma de ser Iglesia”.

Esa frase por sí sola debería hacer saltar las alarmas.

A lo largo del documento, palabras como “discernimiento”, “diálogo”, “escucha” y “acompañamiento” se utilizan como pretexto teológico para desmantelar lo que queda de la coherencia jerárquica, sacramental y doctrinal de la Iglesia. El Documento Final del Sínodo de 2024 (al que Pistas se vincula explícitamente) se declara parte del “Magisterio ordinario del Sucesor de Pedro”, una línea que discretamente intenta otorgar autoridad vinculante a un proceso lleno de ambigüedades doctrinales y novedades antropocéntricas.

Y ahora, Pistas establece las directrices. Cada diócesis, parroquia, obispo y asociación laica debe reorientarse en torno a los “procesos sinodales”, la “espiritualidad sinodal” y el “gobierno sinodal”. Esto suena vago, pero es intencional. Forma parte de la estrategia de ambigüedad que han empleado con gran eficacia desde el concilio Vaticano II. Lo único innegociable es la participación en el proceso mismo. La resistencia se etiqueta como “clericalismo”, “nostalgia” o “falta de escucha”.

El espíritu de COEPAL sigue vivo

Lo verdaderamente condenatorio es con qué franqueza se ha confesado la “teología” que hay detrás de todo esto.

El reciente artículo de Claudio Iván Remeseira en el sitio Where Peter is (
en español aquí), lo deja claro: la revolución sinodal no es una innovación reciente ni una anomalía franciscana. Es el fruto maduro de la “teología del pueblo” argentina, desarrollada en la década de 1970 por la COEPAL: un grupo de trabajo sinodal de obispos y teólogos de izquierda en Buenos Aires. Francisco no fue su fundador, sino su heredero más “exitoso”. Y sus herederos “teológicos”, el cardenal Fernández y el padre Carlos Galli, están ahora configurando la siguiente fase bajo el “reinado” de León XIV.

Esta “teología” abandonó deliberadamente el modelo “vertical”, jerárquico y sacramental de la Iglesia en favor del “Pueblo de Dios”. Fue fuertemente influenciada por la lucha de clases, el populismo peronista y el rechazo de la eclesiología preconciliar por ser “autoritaria” y “colonial”. ¿Qué la reemplazó? El “diálogo”, el proceso” y la piedad popular, instrumentalizados como pseudomagisterio. La jerarquía permanece, pero solo como un sello de aprobación para lo que surja del proceso de discernimiento grupal.

Se nos dice que León XIV continuará esta trayectoria.

Sor Nathalie y la aplicación suave de la sinodalidad


En redes sociales, la “Hermana” Nathalie Becquart (ahora la principal cabildera del Sínodo del Vaticano) celebró la publicación de Pistas como el inicio de “nuestra conversión sinodal en todos los niveles de la Iglesia”. Nótese el lenguaje: no se trata de discusión, ni de recepción: sino de conversión. El Sínodo ya no es un medio para un fin; es la nueva fe misma.

La “Hermana” Nathalie y su equipo lo tienen claro: el Documento Final no es solo un conjunto de directrices. Debe leerse como parte del magisterio ordinario. Esta es una afirmación sorprendente: permite que conceptos heterodoxos (como la expansión del gobierno laico, la toma de decisiones sinodal y la experimentación con formas litúrgicas) se integren en la Iglesia sin una única definición doctrinal vinculante.

Ésta es la metodología del Vaticano II perfeccionada: nada de anatemas, ni herejías precisas, sólo “conversaciones”, grupos de estudio y un sinfín de aplicaciones pastorales que, lenta pero seguramente, van remodelando las instituciones, el lenguaje y las creencias de la Iglesia.

Los once pilares de la reestructuración sinodal


En el documento Pistas se recogen once áreas de cambio obligatorio. Entre ellas se incluyen:

● Ampliación del liderazgo y la gobernanza laicos.

● Procesos de toma de decisiones sinodales en todos los niveles.

● Estructuras de evaluación y rendición de cuentas aplicadas en todas las diócesis.

● Sínodos parroquiales y diocesanos convertidos en ordinarios.

● Implementación obligatoria de “órganos participativos” en las parroquias.

● Reforma sinodal de la iniciación cristiana y la catequesis.

● Nuevas “formas de ministerio” que respondan a las “necesidades pastorales”.

● Divulgación digital e intercultural para las periferias.

● Espiritualidad sinodal y formatos de oración.

 Integración estructural de las mujeres en puestos de liderazgo.

● Mayor transparencia y gobernanza pastoral basada en datos.

Ningún católico tradicional, ni siquiera un obispo conservador del novus ordo, podría implementar estas medidas sin romper con el pasado de la Iglesia. Pero ese es precisamente el punto. Como advierte el documento: sin “cambios concretos”, la visión sinodal no será creíble. En otras palabras, los disidentes deben transformarse o quedarse atrás.

La continuidad Francisco-León

Algunos podrían preguntarse: ¿qué hay de León XIV? ¿No ha manifestado, en sus primeros discursos, el deseo de recuperar el misterio de la liturgia y mostrar más respeto por la tradición?

Quizás. Pero las acciones hablan más que los gestos simbólicos. Al aprobar Pistas y respaldar públicamente la estructura actual del sínodo, León se ha alineado con el consenso posconciliar. Y sus principales asesores hasta ahora (los cardenales Roche, Romero y Fernández siguen siendo fundamentales) sugieren que, aunque cambie el tono, el fondo no lo hará.

Lo que estamos presenciando es una institucionalización de la revolución de Francisco bajo un gestor papal más refinado.

Una Iglesia sinodal para una era poscatólica

El sínodo no es un concilio. No tiene carisma de infalibilidad. No ha producido ningún credo vinculante. Pero así es precisamente como avanza. Evita la confrontación dogmática mientras fomenta la erosión sistémica. No se basa en la verdad, sino en los procesos. No en la enseñanza, sino en la narración. No en la claridad, sino en la ambigüedad bendecida por la participación.

Lo que comenzó como un movimiento teológico argentino para mediar entre el peronismo y el marxismo es ahora la eclesiología gobernante de la Iglesia universal.

Y bajo León XIV, ese proyecto está prosperando.
 

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