miércoles, 23 de julio de 2025

MONSEÑOR VIGANÒ: LA “CONVERSIÓN VERDE”

Declaración sobre el respaldo del Vaticano al fraude climático de la Agenda 2030

Por Monseñor Carlo Maria Viganò


La teoría que culpa a los seres humanos del “cambio climático” provocado por las emisiones de CO2 a la atmósfera cuenta con el apoyo de una clara minoría de la comunidad científica, que además se encuentra en un conflicto de intereses muy grave y evidente. Su sobreexposición mediática se debe a la censura sistemática de todas las voces verdaderamente independientes y autorizadas, y constituye una distorsión completa de la realidad.

Todo el aluvión de mentiras y fraudes que supuestamente legitima la “transición verde” se basa en el objetivo de “reducir el CO2”. En realidad, el dióxido de carbono es esencial para la supervivencia de la vida en el planeta, y reducirlo destruiría toda la vida en la Tierra. E incluso si el calentamiento global fuera real, no tendría una relación significativa con la actividad humana, ya que está causado principalmente por la actividad solar. Por último, las soluciones propuestas para hacer frente al aumento del dióxido de carbono parecen ridículas, ya que solo las está adoptando una pequeña parte de los países, mientras que China y la India siguen construyendo centrales eléctricas de carbón y utilizando energía procedente de combustibles fósiles. Además, las plantas de producción de energía alternativa son mucho más contaminantes que las tradicionales.

Esta teoría se ha convertido en parte del programa de la ONU denominado “Agenda 2030 para el Desarrollo Sostenible” y es propagada por organizaciones internacionales basadas en la teoría neomalthusiana, que considera a la humanidad como el cáncer del planeta y persigue el exterminio de miles de millones de personas. Para dar credibilidad a la “emergencia climática”, estas organizaciones financian asociaciones, empresas, “expertos” e influencers para sembrar el pánico, en una operación orquestada de terrorismo mediático. Al mismo tiempo, obligan a los gobiernos a censurar las voces disidentes, tachándolas de “teorías conspirativas” o “negacionismo climático”, al igual que ocurrió hace unos años durante la farsa de la psicopandemia.

Con el fin de lograr la reducción de la población mundial, organizaciones como la ONU, el Foro Económico Mundial, el Banco Mundial, el Fondo Monetario Internacional y la Comisión Europea utilizan enormes recursos para financiar y poner en marcha proyectos concretos destinados a provocar el empobrecimiento, las enfermedades, la esterilidad y la muerte de miles de millones de seres humanos. Al mismo tiempo, garantizan enormes beneficios a las multinacionales que colaboran en este plan infernal. Guerras, delincuencia importada a través de la inmigración, pandemias, esterilización masiva (a través de “vacunas”, pero también a través de la teoría de género y la ideología lgbtq+), abortos, mutaciones genéticas y tumores inducidos por pseudovacunas, envenenamiento de los cielos, el agua y los alimentos, y contaminación electromagnética: estos son los jinetes del apocalipsis globalista del “Gran Reinicio”.

Las denuncias detalladas y respaldadas de manera incontrovertible por numerosos científicos, filósofos, historiadores, intelectuales y políticos son impotentes frente a la maquinaria propagandística de los medios de comunicación, financiada con los impuestos pagados por los ciudadanos, a quienes ninguno de los gobiernos implicados ha consultado para pedir su opinión. Ninguno de los puntos programáticos de la “Agenda 2030” constituye ningún tipo de solución a la supuesta “emergencia medioambiental”: se trata simplemente de falsas soluciones a falsos problemas, cuyo verdadero objetivo es diezmar la población, esclavizar a los supervivientes —incluso imponiendo medidas liberticidas y control social— y centralizar el poder político en manos de las altas finanzas usureras. Se trata, en efecto, de un golpe de Estado global que he denunciado repetidamente en mis discursos y escritos desde 2020.

Este panorama de corrupción generalizada entre los funcionarios gubernamentales, los “científicos” y los medios de comunicación, financiado por agencias, incluidas agencias gubernamentales (como USAID y la Comisión Europea), no puede, sin embargo, borrar algunas verdades incómodas:

1. La “emergencia climática” es un fraude, ya que no se basa en datos objetivos y no puede atribuirse a la acción humana (y mucho menos resolverse únicamente por los países occidentales mediante una desindustrialización forzada);

2. Esta “crisis”, al igual que la crisis pandémica, la crisis económica y la crisis bélica, constituye un pretexto para la imposición de medidas coercitivas en detrimento exclusivo de los ciudadanos, que se ven amenazados no solo por la pérdida de sus propiedades, sino también por la pérdida de su salud y, de hecho, de su propia existencia;

3. Los artífices del “Pacto Verde” tienen como objetivo explícito de la transición ecológica la eliminación física de gran parte de la población mundial y el establecimiento de una dictadura tecnocrática destinada al control social y la limitación de las libertades fundamentales.

4. Para llevar a cabo el fraude verde, las organizaciones implicadas utilizan técnicas de manipulación de la opinión pública e ingeniería social, recurriendo no solo a la falsificación sistemática de noticias a través de los medios de comunicación —por ejemplo, atribuyendo las muertes recientes a la “emergencia climática”—, sino también a la creación artificial de fenómenos meteorológicos catastróficos (pensemos en la destrucción causada en Maui (Hawái), Valencia (España) y, más recientemente, en Texas mediante el uso de tecnologías de geoingeniería y HAARP (Programa de Investigación Auroral Activa de Alta Frecuencia).

La Iglesia Católica debería haber intervenido hace mucho tiempo, no tanto para expresar su opinión sobre cuestiones científicas que escapan a su competencia magisterial, sino más bien para denunciar el uso engañoso y malicioso de falsas emergencias para inducir a la población a aceptar las medidas criminales impuestas por la “Agenda 2030”, que también incluye el llamado “derecho” al aborto definido como “salud reproductiva”, la extensión de la eutanasia a los menores, los enfermos y los pobres, y la promoción de la ideología de género y lgbtq+.

En el pasado, la jerarquía bergogliana ya promovió sueros genéticos experimentales producidos con líneas celulares derivadas de fetos abortados, incluso tranquilizando a los fieles sobre la permisibilidad moral de su uso en una Nota de la Congregación para la Doctrina de la Fe. El entonces obispo Robert Francis Prevost también promovió el uso de mascarillas, el “distanciamiento social” y el cumplimiento de normas sanitarias absurdas y perjudiciales en su diócesis. Es bien conocida la estrecha colaboración del Vaticano de Bergoglio con los máximos representantes de BigPharma y sus financiadores, y sabemos lo crucial que fue su respaldo para la puesta en marcha de esa operación pseudo-sanitaria criminal y la masacre que siguió.

La experiencia pasada y las pruebas del fraude cometido en aquel momento no han servido de lección a quienes ahora promueven una falsificación científica, no menos devastadora y destructiva, sobre el “cambio climático”. Sin embargo, los artífices de estas crisis son los mismos, inspirados por los mismos principios y persiguiendo los mismos objetivos.

Por lo tanto, es desalentador y escandaloso ver, tras años de obsesión climática de Jorge Mario Bergoglio, cómo su sucesor sigue apoyando la agenda globalista proporcionando fundamentos “doctrinales” para una ideología abiertamente antihumana y anticristiana, abusando del prestigio y la autoridad de la Iglesia Católica y del papado para proporcionar una supuesta legitimidad e incluso “un valor moral positivo” a un plan criminal que merece la más abierta y severa condena.

Aún más consternador es el silencio, o incluso la aprobación entusiasta, de aquellos, especialmente entre los “católicos conservadores”, que persisten, contra toda evidencia, en ver el pontificado de León como una ruptura con Jorge Bergoglio, cuando en realidad hasta ahora ha sido una evidente continuidad de lo que comenzó el jesuita argentino. Como ha observado acertadamente un comentarista de estos acontecimientos, ha cambiado el vendedor, pero no el producto, que sigue siendo falso.

No hay necesidad de una “conversión ecológica”, especialmente cuando constituye un paliativo sentimental y quimérico a una verdadera conversión de los corazones a Nuestro Señor Jesucristo, el único Salvador. Esta “conversión ecológica” se presta deliberadamente a alimentar una visión materialista y horizontal de la religión, completamente ajena al Evangelio y al Magisterio Católico. Ratificarla con un rito litúrgico pone de manifiesto la complicidad de la jerarquía católica en los planes subversivos del Nuevo Orden Mundial, en detrimento de los fieles y de toda la humanidad.

¿Es este el mandato que Nuestro Señor confirió al Apóstol Pedro y a sus legítimos sucesores? ¿Pueden el Papa y los obispos silenciar la Verdad salvadora y alinearse abiertamente con la mentira mortal de los enemigos de Cristo? ¿Y qué responsabilidad les incumbe hacia los fieles que están siendo engañados por la voz de sus pastores, tras el respaldo a la psicopandemia y a las falsas “vacunas” de ARNm? ¿De cuántas muertes, de cuántos efectos adversos, de cuántos niños que han muerto durante el embarazo, de cuántos ancianos y personas frágiles asesinadas, de cuántos jóvenes diezmados por ataques cardíacos, tumores y enfermedades repentinas es responsable la Iglesia bergogliana, debido a su vil complicidad?

La “misa por el cuidado de la creación” (¿missa votiva de Pachamama?) es otra confirmación más de la inquietante sumisión de la jerarquía católica —que no está libre de conflictos de intereses, al igual que con el negocio de la acogida de inmigrantes ilegales— por la que tendrá que responder ante todo a Nuestro Señor Jesucristo, que concedió a Pedro el poder de las Llaves Sagradas no para juzgar el clima —de acuerdo con una teoría científicamente insostenible, por cierto—, sino para guardar y transmitir el Depositum Fidei, para pastorear y proteger el rebaño del Señor, que hoy se ve amenazado en cuerpo y alma por una élite de peligrosos criminales psicópatas empeñados en el mal.

+ Carlo Maria Viganò, arzobispo

Viterbo, 14 de Julio de 2025

S.cti Bonaventuræ Episcopi Confessoris et Ecclesiæ Doctoris

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