sábado, 19 de julio de 2025

ECOLOGÍA, JUVENTUD Y PECES

Las tonterías de León me recuerdan a las tonterías de Francisco, y puede que las hayamos olvidado, pero sí, tuvimos muchísimas de ellas.

Por Mundabor


Quizás no lo recuerden, pero JP II daba mucha importancia a la juventud. Para él, los jóvenes eran una mezcla entre los Pandas y los Profetas. Les atribuía todo tipo de cualidades positivas, venerando la juventud, la esperanza, el futuro y cosas por el estilo, a la vez que exigía que todos les dieran paso y los consideraba muy, muy especiales.

Este era un cliché común en aquellos años en Italia, y todos los políticos repetían esas consignas con la boca llena. Juan Pablo II continuó felizmente con la estupidez de su época, probablemente sin cuestionar jamás su estupidez innata. El giovanilismo (“juventudismo”, como empezó a llamarse burlonamente con el tiempo) murió lenta pero inexorablemente bajo el peso de su propia estupidez. Dudo que Juan Pablo II se diera cuenta, porque para el año 2000, era evidente que no estaba en sus cabales.

Hoy revivimos aquellos años, pero la estupidez actual encuentra su cauce en los problemas ambientales. El Papa León XIII no tenía el menor problema con las enormes minas de carbón, las acerías que emitían humo ni los trenes perjudiciales para el medio ambiente de su época; pero pregúntenle a León XIV qué opina de flexibilizar ligeramente la legislación ambiental, que podría crear millones de puestos de trabajo, y lo verán estremecerse como si esos empleos fueran obra de Satanás.

La estupidez va de la mano con palabras estúpidas, como “casa común” o “ecología humana”, que no son más que tonterías sentimentales para quienes tienen dificultades intelectuales. Cada vez que oigo esas cosas, me siento tentado a recordarme a mí mismo que el mundo es nuestro para tomar de él alimentos y disfrutarlo; que sus recursos naturales son un regalo de Dios; que Cristo comió carne; que los animales no tienen alma inmortal; que los ambientalistas ateos que mueren en su ateísmo van al infierno, y muchas cosas más.

¿Prefiero el aire limpio al contaminado? Sí. ¿Creo que se deben aplicar medidas de sentido común? Sí. ¿Condeno la contaminación sin sentido? Por supuesto.

¿Creo que el ambientalismo debería convertirse en una religión paralela? No.

Quiero que mi papa sea Católico. Él no dirige una ONG. Debería dejar de preocuparse por asuntos secundarios y centrarse en la salvación o, mejor dicho, en el peligro de no obtenerla. Esto aplica a Benedicto XVI, a León XVI y a todos los demás.


¡Rayos!, un sacerdote se suicidó en Piamonte hace unos días. Su obispo no dio ninguna señal, ninguna señal en absoluto, de que ese hombre probablemente esté ahora en el infierno. Ninguna advertencia, ni siquiera la más mínima duda. El hombre estaba tan, tan triste; su corazón sin Cristo fue tan salvajemente puesto a prueba...

Estoy seguro de que el mismo obispo puede charlar con León sobre los “pecados medioambientales” durante horas y horas.

Estamos en una mala situación y, como siempre, el pescado se pudre desde la cabeza hacia abajo.

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