Por el padre Michael Briese
Allí, en lo más profundo de tu ser, hay un lugar sagrado; un espacio tranquilo en tu interior, un lugar donde puedes encontrar descanso, quietud, soledad, sabiduría sincera y paz.
Ve allí todos los días, incluso en medio del ajetreo diario. Dedica tiempo a Dios. Reza en ese lugar silencioso y sagrado. Cierra los ojos. Junta las manos. Quédate quieto. Deja las distracciones fuera y lejos de tu corazón. En esa tranquila sala espiritual puedes descubrir y redescubrir lo que solo Dios puede dar.
Allí, en esa preciosa soledad, nuestro Señor entra en lo más profundo de tu ser quebrantado e imperfecto. Tú estás allí en silencio. Y Dios está contigo. Juntos os unís cada vez más estrechamente en esta relación amorosa espiritual. La bendición divina de una fe mayor te une a Dios. Sé uno con lo Divino.
Allí, en ese lugar de profunda verdad, oración sincera y misericordia divina, y a lo largo de muchos años, llegarás a comprender el inmenso perdón, la misericordia y el amor infinito de Dios.
Allí, en esa preciosa soledad, nuestro Señor entra en lo más profundo de tu ser quebrantado e imperfecto. Tú estás allí en silencio. Y Dios está contigo. Juntos os unís cada vez más estrechamente en esta relación amorosa espiritual. La bendición divina de una fe mayor te une a Dios. Sé uno con lo Divino.
Allí, en ese lugar de profunda verdad, oración sincera y misericordia divina, y a lo largo de muchos años, llegarás a comprender el inmenso perdón, la misericordia y el amor infinito de Dios.
Llegarás a comprender y entender más plenamente el tesoro espiritual: para comprender verdaderamente que nuestro amado Señor descansa en tu compañía, huye a esa cámara espiritual rodeada por las tumbas frías y vacías de cada corazón humano.
Cierra humildemente diciendo AMÉN.
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