Como un buen medio de satisfacción en este mundo, notamos el uso de los sacramentos, y sobre todo la santa recepción de ellos al acercarse la muerte. El divino Maestro nos advierte en el Evangelio que nos preparemos bien para la muerte, para que sea preciosa a sus ojos y coronación digna de la vida cristiana. Él desea que partamos de este mundo completamente purificados, y que al presentarnos ante Dios seamos hallados dignos de ser admitidos inmediatamente entre los elegidos. Por eso, de manera ordinaria, nos concede los sufrimientos de una enfermedad antes de morir, y por eso instituyó los sacramentos, para ayudarnos a santificar estos sufrimientos y prepararnos perfectamente para comparecer ante su presencia.
Hay tres sacramentos que se deben recibir en tiempo de enfermedad: la confesión, que se puede hacer cuando se quiera; el santo Viático, y la Extremaunción, que se puede recibir cuando hay peligro de muerte. Esta circunstancia de peligro de muerte debe extenderse ampliamente y con apreciación moral. No es necesario que exista un peligro inminente de muerte o que se pierda toda esperanza de recuperación: basta que sea probable y prudentemente asumida, aun cuando no exista otra enfermedad que la vejez.
Los efectos de los sacramentos bien recibidos corresponden a todas las necesidades, a todos los deseos legítimos de los enfermos. Estos divinos remedios purifican el alma de sus pecados y aumentan su tesoro de gracia santificante; fortalecen al enfermo y lo ayudan a soportar los males con paciencia, a vencer los ataques del demonio en el último momento y a sacrificar generosamente su propia vida. Además de los efectos que producen en el alma, los Sacramentos ejercen la influencia más saludable en el cuerpo. La extremaunción [...] alivia al enfermo y suaviza sus dolores, más aún, lo sana, si Dios lo juzga conveniente para su salud.
Por eso los Sacramentos son una ayuda inmensa para los fieles, un beneficio inestimable. El demonio busca, pues, que no sean recibidos, o que sean recibidos demasiado tarde o mal. ¡Cuántas almas por no haber recibido prontamente los Sacramentos caen al infierno, o por lo menos en medio de los abismos más profundos del Purgatorio!
Para evitar tanta desgracia, la primera cura del cristiano, en caso de enfermedad, debe ser pensar en los sacramentos y recibirlos lo antes posible, estando todavía en posesión de sus facultades. Invitamos a esto por las siguientes razones:
1° al recibir prontamente los Sacramentos, teniendo el enfermo todavía fuerzas para prepararlos bien, recoger todo el fruto;
2 ° necesita ser equipado cuanto antes con estas ayudas divinas para soportar los dolores, vencer las tentaciones y santificar el tiempo precioso de la enfermedad;
3° es sólo recibiendo temprano el santo óleo, que uno puede recibir sus efectos para la curación corporal.
Porque aquí es necesario señalar un punto capital: el remedio sacramental del santo óleo produce su efecto sobre la enfermedad, a la manera de los remedios materiales. Parecido a una excelente medicina, favorece a la naturaleza, en la que todavía supone un cierto vigor, de modo que el óleo santo no puede ejercer su virtud medicinal cuando la naturaleza está demasiado débil y la vida casi extinguida. Por eso mueren muchos enfermos, porque difieren en extremo el recibir este sacramento, mientras que no es raro ver sanados a los que se apresuran a pedirlo.
Alfonso habla de un enfermo que no recibió la extremaunción hasta muy tarde, e inmediatamente después murió. Ahora bien, Dios, dice el Santo Doctor, por revelación le hizo saber que si hubiera recibido antes aquel sacramento, habría recobrado la salud.
Sin embargo, el efecto más precioso de los últimos Sacramentos es que obran sobre el alma, purificándola de las reliquias del pecado y quitando o al menos reduciendo sus deudas de pena temporal, fortaleciéndola para llevar santamente los sufrimientos, llenándola con confianza en Dios y ayudándole a aceptar la muerte de manos divinas en unión con la de Jesucristo.
[Extracto de “Il dogma del Purgatorio”, del Padre Francesco Saverio Schouppe, traducción de Don Antonio Buzzetti, Tipografía y librería artesanal San Giuseppe degli, Imprimatur: Taurini, die 7 Aprilis, 1932, Can. Franciscus Paleari, Provic. general].
Cordialiter
Porque aquí es necesario señalar un punto capital: el remedio sacramental del santo óleo produce su efecto sobre la enfermedad, a la manera de los remedios materiales. Parecido a una excelente medicina, favorece a la naturaleza, en la que todavía supone un cierto vigor, de modo que el óleo santo no puede ejercer su virtud medicinal cuando la naturaleza está demasiado débil y la vida casi extinguida. Por eso mueren muchos enfermos, porque difieren en extremo el recibir este sacramento, mientras que no es raro ver sanados a los que se apresuran a pedirlo.
Alfonso habla de un enfermo que no recibió la extremaunción hasta muy tarde, e inmediatamente después murió. Ahora bien, Dios, dice el Santo Doctor, por revelación le hizo saber que si hubiera recibido antes aquel sacramento, habría recobrado la salud.
Sin embargo, el efecto más precioso de los últimos Sacramentos es que obran sobre el alma, purificándola de las reliquias del pecado y quitando o al menos reduciendo sus deudas de pena temporal, fortaleciéndola para llevar santamente los sufrimientos, llenándola con confianza en Dios y ayudándole a aceptar la muerte de manos divinas en unión con la de Jesucristo.
[Extracto de “Il dogma del Purgatorio”, del Padre Francesco Saverio Schouppe, traducción de Don Antonio Buzzetti, Tipografía y librería artesanal San Giuseppe degli, Imprimatur: Taurini, die 7 Aprilis, 1932, Can. Franciscus Paleari, Provic. general].
Cordialiter
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