domingo, 10 de diciembre de 2023

“INFALIBILIDAD DEL PUEBLO” VERSUS INFALIBILIDAD PAPAL (CXXIII)

La supremacía papal fue el principal objetivo de la crítica modernista, de ahí los numerosos llamamientos a la descentralización del papado y al reconocimiento de los laicos como garantes supremos, infalibles y colectivos de la fe.

Por la Dra. Carol Byrne


Para el “padre” George Tyrrell, el Papa era “simplemente el testigo y el representante de la mente y la voluntad colectivas de la Iglesia Universal”, y sus pronunciamientos ex cátedra son válidos “sólo cuando es manifiestamente todo el cuerpo el que nos habla a través de ese órgano particular” (1). Y resumió el papel del Papa de esta manera:
“Su oficio es investigar, declarar e imponer con autoridad oficial a cada uno esa verdad que bajo la guía del Espíritu Santo ha sido elaborada en la mente de todos colectivamente como por su único órgano adecuado” (2).
En otras palabras, el Papa está supeditado al pueblo y sólo puede enseñar lo que éste ya ha decidido creer.

El Syllabus Lamentabili sane § 6 del Papa Pío X, sin embargo, había condenado bajo pena de excomunión la noción de que la función de la Iglesia es ratificar las conclusiones a las que llega el pueblo en general.

La posición de Tyrrell se revela así como la precursora de la “vía sinodal” de Francisco, derivada a su vez del pensamiento neomodernista del Vaticano II.


La “Iglesia sin forma” del “padre” Tyrrell

La prolífica producción de obras publicadas del “padre” Tyrrell actuó como una especie de fábrica de ideas para la difusión del Modernismo en el siglo XX y hasta nuestros días. Sus ideas siguen siendo el modelo de inspiración para todos los que creen que el antiguo sistema de gobierno jerárquico en dos niveles era “injusto y opresivo”, y que hoy abogan por una “Iglesia sin muros/fronteras”. Escribió, por ejemplo, sobre una “Iglesia preconstitucional sin forma” de los primeros tiempos cristianos que, en su opinión, debe distinguirse de la “forma gubernamental”, siendo esta última puramente una construcción creada artificialmente (3).

Los progresistas aplican los principios de El Contrato Social para destruir la Monarquía en la Iglesia

Incluso haría de esta iglesia sin forma la regla de fe, basada nada más que en la “conciencia colectiva” de la multitud de creyentes:
“La autoridad es algo inherente e inalienable a la propia multitud; es la coerción moral del Espíritu Divino de Verdad y Justicia inmanente al todo, dominante sobre sus diversas partes y miembros; es el imperativo de la conciencia colectiva” (4).
Esto equivale a todo el cuerpo gobernado por la mente y la voluntad generales, (5) que es una forma de gobierno modelada según el “Contrato Social” de Rousseau. Por lo tanto, no hay lugar para un gobernante monárquico como el Papa. Como todos los modernistas de la época, el “padre” Tyrrell creía que “todo poder espiritual y moral es inherente al pueblo y se deriva del pueblo” (6). Como explicó Tyrrell:
Lo que Cristo fundó no fue la Iglesia jerárquica sino el pequeño cuerpo de hermanos misioneros, que posteriormente, bajo la guía del Espíritu de Cristo, se organizó en la Iglesia Católica; que no encargó directamente a algunos de ellos enseñar y gobernar al resto; sino que les comisionó a todos por igual ir y enseñar a todas las naciones y prepararlas por el bautismo de arrepentimiento y por una vida nueva para la venida instantánea del Reino de Dios a la tierra”(7). [énfasis añadido]
No hay duda de que esto es exactamente lo que creen los progresistas, tanto clericales como laicos, y que son apoyados en sus errores por altos funcionarios de la Iglesia.


Francisco cita erróneamente las Escrituras para defender un punto de vista “democrático”

Ahora tenemos a Francisco haciéndose eco de estos sentimientos. El 17 de octubre de 2015 durante una ceremonia conmemorativa del 50 aniversario de la institución del Sínodo de los Obispos, afirmó:
Después de haber reafirmado que el Pueblo de Dios está constituido por todos los bautizados, “consagrados como casa espiritual y sacerdocio santo” el Concilio Vaticano II proclama que “la totalidad de los fieles que tienen la unción del Santo (cf. 1 Jn 2,20 y 27) no puede equivocarse en la fe. Se manifiesta esta propiedad suya, tan peculiar, en el sentido sobrenatural de la fe de todo el pueblo: cuando “desde los obispos hasta el último de los laicos cristianos” muestran estar totalmente de acuerdo en cuestiones de fe y de moral”. Aquel famoso infalibile “in credendo”.
El problema con este pasaje es que contiene, por decir lo mínimo, una serie de declaraciones seriamente engañosas, incluido un mal uso de la Primera Epístola de San Juan, extraída de Lumen gentium §12 para reforzar la “enseñanza novedosa” del Vaticano II. La referencia de Bergoglio al “consenso universal de todos los bautizados” carece de sentido, pues no todos los cristianos bautizados -incluidos, por desgracia, los “papas” y “obispos” modernos- han permanecido siempre fieles a la enseñanza de los Apóstoles.

Fr. George Leo Haydock

Tal infalibilidad, como siempre supieron los católicos anteriores al Vaticano II, sólo puede aplicarse dentro de la unidad de la Fe Católica a quienes mandan con autoridad (la Jerarquía) y a quienes obedecen con dócilidad (los laicos). En otras palabras, como explicó el padre George Leo Haydock (8) en su comentario que expresa con precisión la interpretación tradicional de la Iglesia de 1 Juan 2:20, sólo los “verdaderos hijos de la Iglesia de Dios, permaneciendo en unidad, bajo la guía de sus legítimos pastores, participan de la gracia del Espíritu Santo, prometida a la Iglesia y a sus pastores” (9).

Ese es el verdadero significado de 1 Juan 2:20 que Francisco tergiversa porque, como todos los progresistas influidos por el modernismo, no quiere reconocer que los miembros de la Jerarquía, como Sucesores de los Apóstoles, son la Ecclesia Docens cuyo deber es custodiar el Depósito de la Fe y asegurar la unidad en la Doctrina.

Irónicamente, la Primera Epístola de San Juan fue escrita precisamente como una advertencia sobre los peligros de los “falsos profetas” que seducen a los fieles con teorías que los inducen al error. En ella, San Juan les recuerda que tienen en la Iglesia todo el conocimiento y la instrucción necesarios, de modo que no necesitan buscarlos en otra parte, ya que sólo pueden encontrarlos en aquella sociedad de la que son miembros. Es una declaración sobre la “sociedad perfecta” de la Iglesia –que los líderes progresistas de la Iglesia rechazan–, no un reconocimiento de la infalibilidad personal de todos los bautizados.

De manera similar, con respecto a 1 Juan 2:27, también mal interpretado por Francisco, los “consagrados” (que San Juan llama “unción”) significa la verdadera Doctrina que los fieles han recibido del Espíritu Santo a través de la enseñanza de los Apóstoles. Mientras que San Juan decía a los fieles que evitaran a los maestros de falsas doctrinas,
 Francisco ha fomentado una proliferación de ellos junto con sus “novedades doctrinales” que no pueden conciliarse con la Tradición.

Tomarse libertades con pasajes de las Escrituras y de los Padres de la Iglesia para justificar sus propias ideas es una forma segura de dar licencia a todos los errores modernistas condenados por los Papas anteriores.


El Vaticano II (y Francisco) citan erróneamente a San Agustín

También debe mencionarse que las palabras de San Agustín “desde los obispos hasta el último de los fieles” citadas en Lumen gentium han sido arrancadas de su contexto original y destinadas a servir a un propósito diferente. Estas palabras, tomadas del libro de San Agustín On Predestination (Sobre la predestinación), tenían un objetivo específico: refutar los errores de los pelagianos y mostrar que el Libro de la Sabiduría está dotado de la autoridad de la Escritura canónica. Por esta razón, San Agustín dijo respecto a la Sabiduría:

Se cita erróneamente a San Agustín de Hipona para justificar la supuesta infalibilidad del pueblo
“Merece ser escuchada por todos los cristianos, desde los obispos hasta los más humildes creyentes laicos, penitentes y catecúmenos, con la veneración que se debe a la autoridad divina” (10).
De ello se sigue, naturalmente, que los fieles de cada época que la aceptan sobre esa base están infaliblemente justificados para hacerlo, no porque sean infalibles en sí mismos (como la Lumen gentium nos quiere hacer creer), sino por la inerrancia de la Escritura y de la Tradición que les han sido fielmente custodiadas y transmitidas por la Jerarquía de la Iglesia.

Muy diferente es el enfoque de Lumen gentium §12 que utiliza la frase de San Agustín, pero sin su referencia a la “autoridad divina” mediada a través de la Jerarquía como base de la infalibilidad en la fe. En cambio, promovió lo que generalmente se percibe como una “Iglesia carismática” en la que los cristianos reciben dones espirituales especiales (charismata) directamente de Dios “para emprender las diversas tareas y oficios que contribuyen a la renovación y edificación de la Iglesia”.

La retórica inflada de Lumen gentium §12 con su pretenciosa visión -tan típica de los documentos del Vaticano II- es simplemente una forma de doble discurso que disfraza una agenda progresista perjudicial para la Ecclesia Docens. La tarea de custodiar la Fe se entiende ahora como “responsabilidad de toda la Iglesia”, colaborando en el oficio de enseñar, y no como posesión exclusiva del Magisterio.

En consecuencia, la doctrina del Vaticano II carece de fuerza de autoridad. Es significativo que este modelo “democrático” de Iglesia, construido sobre la “liberación del Pueblo de Dios” del “control clerical”, tenga un asombroso parecido con la propuesta del “padre” Tyrrell.

La situación de la Iglesia posterior al Vaticano II plantea la cuestión de quién necesita entonces un Papa que garantice la infalibilidad de la doctrina, si todo lo que necesitamos es consultar al Martín Lutero que llevamos dentro u hojear las obras del “padre” Tyrrell.

Continúa...



Notas:

1) George Tyrrell, Medievalism, a Reply to Cardinal Mercier (Medievalismo, respuesta al cardenal Mercier), Londres: Longmans, Green y Co., 1908, pág. 43.

2) G. Tyrrell, The Church and the Future (La Iglesia y el futuro), Londres: Priory Press, 1910, p. 100.

3) G. Tyrrell, Through Scylla and Charybdis or, The old theology and the new (A través de Escila y Caribdis o La teología antigua y la nueva), Longmans, Green, 1907, p. 49.

4) Ibidem, pag. 370.

5) G. Tyrell, The Church and the Future, pág. 133.

6) G. Tyrrell, Through Scylla and Charybdis or, The old theology and the new, pág. 355.

7) G. Tyrrell, Medievalism, a Reply to Cardinal Mercier, págs. 138-139.

8) El padre George Leo Haydock (1774–1849), era descendiente de una antigua familia católica inglesa recusante, pasó gran parte de su vida sirviendo en misiones católicas en la Inglaterra rural. Estaba relacionado con el Beato George Haydock, quien fue martirizado por la fe en Tyburn en 1584.

9) Véase Catholic Bible Commentary (Comentario bíblico católico) de Haydock (Edward Dunigan y Brother, 1859). Basado en la Biblia de Douay-Rheims y que contiene muchas contribuciones de los Padres de la Iglesia, fue muy considerado como un comentario autorizado sobre el Antiguo y el Nuevo Testamento. Antes del Vaticano II, gozó de popularidad en todo el mundo de habla inglesa, pero fue suplantada por una serie de versiones modernizadas, por ejemplo, Confraternity Bible (la Biblia de la Confraternidad) (1941) y New American Bible (la Nueva Biblia Americana)(1970).

10) San Agustín, De Praedestinatione Sanctorum (Sobre la predestinación de los santos), Opera Omnia. Patrología Latina, vol. 44, París: Garnier, 1879, Capítulo 14, § 27, p. 980.


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