1. Atenágoras de Atenas (siglo II)
Atenágoras de Atenas fue un filósofo que se convirtió al cristianismo en el siglo II. Él demuestra que los paganos, que eran totalmente inmorales, ni siquiera se abstenían de cometer pecados contra natura:
“Pero aunque tal es nuestro carácter (¡Oh! ¿por qué he de hablar de cosas indignas de ser dichas?), las cosas que se dicen de nosotros son un ejemplo del proverbio: 'La ramera reprende al casto'. Porque los que han montado un mercado para la fornicación y han establecido infames lugares de veraneo para los jóvenes para toda clase de viles placeres - que no se abstienen ni siquiera de los varones, varones con varones cometiendo escandalosas abominaciones, ultrajando todos los cuerpos más nobles y comedidos de todas las maneras, deshonrando así la bella hechura de Dios” (1).
2. Tertuliano (160-225)
Tertuliano fue un gran genio y apologista de la Iglesia primitiva. Desgraciadamente, tras un periodo inicial de fervor, sucumbió al resentimiento y al orgullo, abandonó la Iglesia y se adhirió a la herejía montanista. Debido a las obras que escribió cuando aún estaba en la Iglesia, se le considera un Escritor Eclesiástico y, como tal, es citado habitualmente por Papas y teólogos. Su tratado “Sobre la modestia” es una apología de la castidad cristiana. Muestra claramente el horror que la Iglesia siente por los pecados contra natura. Tras condenar el adulterio, exclama:
“Pero todos los demás frenesíes de las pasiones -impíos tanto hacia los cuerpos como hacia los sexos- más allá de las leyes de la naturaleza, los desterramos no sólo del umbral, sino de todo refugio de la Iglesia, porque no son pecados, sino monstruosidades” (2).
3. Eusebio de Cesarea (260-341)
Eusebio Pamphili, obispo de Cesarea de Palestina y el “Padre de la Historia de la Iglesia”, escribe en su libro, Demonstratio Evangelica:
“[Dios en la Ley dada a Moisés] habiendo prohibido todo matrimonio ilícito, y toda práctica indecorosa, y la unión de mujeres con mujeres y de hombres con hombres” (3).
4. San Jerónimo (340-420)
San Jerónimo es Padre y Doctor de la Iglesia. Fue también un notable exégeta y gran polemista. En su libro “Contra Joviniano”, explica cómo un sodomita necesita arrepentimiento y penitencia para salvarse:
“Y Sodoma y Gomorra podrían haberla aplacado [a la ira de Dios], si hubieran estado dispuestos a arrepentirse, y con la ayuda del ayuno ganar para sí lágrimas de arrepentimiento” (4).
5. San Juan Crisóstomo (347-407)
San Juan Crisóstomo está considerado el más grande de los Padres griegos y fue proclamado Doctor de la Iglesia. Fue arzobispo y patriarca de Constantinopla, y su revisión de la liturgia griega se utiliza hasta hoy. En sus sermones sobre la Epístola de San Pablo a los Romanos, se detiene en la gravedad del pecado de la homosexualidad:
“Pero si te burlas al oír hablar del infierno y no crees en ese fuego, acuérdate de Sodoma. Porque hemos visto, ciertamente hemos visto, incluso en esta vida presente, una semblanza del infierno. Porque como muchos, oyendo ahora hablar de un fuego inextinguible, no creen en lo que ha de venir después de la resurrección, Dios los hace volver en sí por medio de las cosas presentes. Porque tal es el incendio de Sodoma, y aquella conflagración...
¡Considera cuán grande es ese pecado, haber forzado al infierno a aparecer incluso antes de tiempo!... Porque esa lluvia era impropia, ya que el coito era contrario a la naturaleza, y anegó la tierra, puesto que la lujuria lo había hecho con sus almas. Por lo tanto, la lluvia era lo contrario de la lluvia habitual. Ahora bien, no sólo no estimuló el vientre de la tierra para la producción de frutos, sino que lo hizo incluso inútil para la recepción de semillas. Porque tal fue también la relación de los hombres, haciendo un cuerpo de este tipo más inútil que la misma tierra de Sodoma. ¿Y qué hay más detestable que un hombre que se ha prostituido, o qué más execrable?” (5).
6. San Agustín (354-430)
El más grande de los Padres de Occidente y uno de los grandes Doctores de la Iglesia, San Agustín sentó las bases de la Teología Católica. En sus célebres “Confesiones”, condena así la homosexualidad:
“Las ofensas que son contrarias a la naturaleza deben ser detestables y castigadas en todas partes y en todos los tiempos; tales fueron las de los sodomitas, que si todas las naciones las cometieran, todas deberían ser consideradas culpables del mismo crimen por la ley divina, que no ha hecho a los hombres de tal manera que deban abusar unos de otros. Porque incluso la comunión que debe existir entre Dios y nosotros es violada, cuando esa misma naturaleza de la que Él es autor es contaminada por la perversidad de la lujuria” (6).
7. San Gregorio Magno (540-604)
El Papa San Gregorio I es llamado “el Grande”. Es Padre y Doctor de la Iglesia. Introdujo el Canto Gregoriano en la Iglesia. Organizó la conversión de Inglaterra, enviando allí a San Agustín de Canterbury y a muchos monjes benedictinos.
“La propia Sagrada Escritura confirma que el azufre evoca el hedor de la carne, pues habla de la lluvia de fuego y azufre vertida sobre Sodoma por el Señor. Había decidido castigar a Sodoma por los crímenes de la carne, y el mismo tipo de castigo que eligió enfatizaba la vergüenza de ese crimen. Porque el azufre apesta, y el fuego quema. Así que era justo que los sodomitas, ardiendo en deseos perversos que nacían de la carne como el hedor, perecieran por el fuego y el azufre, para que mediante este justo castigo se dieran cuenta del mal que habían cometido, guiados por un deseo perverso” (7).
8. San Pedro Damián (1007-1072)
Doctor de la Iglesia, cardenal y gran reformador del clero, san Pedro Damián escribió su famoso Libro de Gomorra contra las incursiones de la homosexualidad en el clero. No sólo describe la iniquidad de la homosexualidad, sino también sus consecuencias psicológicas y morales:
“En verdad, este vicio no se puede comparar con ningún otro vicio, porque sobrepasa la enormidad de todos los vicios.... Lo ensucia todo, lo mancha todo, lo contamina todo. Y en cuanto a sí mismo, no permite nada puro, nada limpio, nada que no sea inmundicia....
La carne miserable arde con el calor de la lujuria; la mente fría tiembla con el rencor de la sospecha; y en el corazón del hombre miserable hierve el caos como en el Tártaro [Infierno]..... En efecto, una vez que esta serpiente venenosísima hunde sus colmillos en el alma infeliz, el sentido es arrebatado, la memoria es borrada, la agudeza de la mente se oscurece. Se vuelve inconsciente de Dios e incluso olvidadiza de sí misma. Esta plaga socava los cimientos de la fe, debilita la fuerza de la esperanza, destruye el vínculo de la caridad; quita la justicia, subvierte la fortaleza, destierra la templanza, embota la agudeza de la prudencia.
Y qué más decir, ya que expulsa de la cámara del corazón humano a toda la hueste de las virtudes e introduce todos los vicios bárbaros como si se arrancaran los cerrojos de las puertas” (8).
9. Santo Tomás de Aquino (1225-1274)
Comentando la Epístola de San Pablo a los Romanos (1:26-27), Santo Tomás de Aquino, el Doctor Angélico, explica por qué el pecado de la homosexualidad es tan grave:
“Dado el pecado de impiedad por el que [los romanos] pecaron contra la naturaleza divina [por idolatría], siguió el castigo que los llevó a pecar contra su propia naturaleza..... Digo, pues, que puesto que cambiaron en mentira [por la idolatría] la verdad acerca de Dios, Él los llevó a pasiones ignominiosas, es decir, a pecados contra la naturaleza; no que Dios los condujera al mal, sino sólo que los abandonó al mal....
Si todos los pecados de la carne son dignos de condenación porque por ellos el hombre se deja dominar por lo que tiene de naturaleza animal, mucho más dignos de condenación son los pecados contra natura por los que el hombre degrada su propia naturaleza animal....
El hombre puede pecar contra la naturaleza de dos maneras. En primer lugar, cuando peca contra su naturaleza racional específica, actuando en contra de la razón. En este sentido, podemos decir que todo pecado es un pecado contra la naturaleza del hombre, porque va contra la recta razón del hombre....
En segundo lugar, el hombre peca contra la naturaleza cuando va contra su naturaleza genérica, es decir, contra su naturaleza animal. Ahora bien, es evidente que, de acuerdo con el orden natural, la unión de los sexos entre los animales está ordenada a la concepción. De aquí se sigue que toda relación sexual que no pueda conducir a la concepción se opone a la naturaleza animal del hombre” (9).
10. Santa Catalina de Siena (1347-1380)
Santa Catalina, gran mística y Doctora de la Iglesia, vivió en tiempos difíciles. El papado estaba exiliado en Aviñón, Francia. Ella contribuyó a que los Papas regresaran a Roma. Sus famosos “Diálogos” están escritos como dictados por Dios mismo:
“Pero ellos actúan de manera contraria, porque vienen llenos de impureza a este misterio, y no sólo de esa impureza a la que, por la fragilidad de vuestra débil naturaleza, todos estáis naturalmente inclinados (aunque la razón, cuando el libre albedrío lo permite, puede calmar la rebelión de la naturaleza), sino que estos miserables no sólo no frenan esta fragilidad, sino que lo hacen peor, cometiendo ese maldito pecado contra la naturaleza, y como ciegos y necios, con la luz de su intelecto oscurecida, no conocen el hedor y la miseria en la que se encuentran. No es sólo que este pecado apeste ante mí, que soy la Verdad Suprema y Eterna, en verdad me desagrada tanto y lo tengo en tal abominación que sólo por él enterré cinco ciudades por un juicio divino, no pudiendo soportarlo más mi justicia divina. Este pecado no sólo me desagrada a mí, como he dicho, sino también a los demonios que estos miserables han convertido en sus amos. No es que el mal les desagrade porque les guste algo bueno, sino porque su naturaleza era originalmente angélica, y su naturaleza angélica les hace aborrecer la visión de la comisión real de este enorme pecado” (10).
11. San Bernardino de Siena (1380-1444)
San Bernardino de Siena fue un famoso predicador, célebre por su doctrina y santidad. A propósito de la homosexualidad, afirmó:
“Ningún pecado en el mundo atenaza el alma como la maldita sodomía; este pecado siempre ha sido detestado por todos los que viven según Dios. ... La pasión desviada está cerca de la locura; este vicio perturba el intelecto, destruye la elevación y la generosidad del alma, hace descender la mente de los grandes pensamientos a los más bajos, vuelve a la persona perezosa, irascible, obstinada y obcecada, servil y blanda e incapaz de todo; además, agitada por un ansia insaciable de placer, la persona no sigue la razón sino el frenesí. ... Se vuelven ciegos y, cuando sus pensamientos deberían elevarse a cosas altas y grandes, se descomponen y se reducen a cosas viles e inútiles y pútridas, que nunca podrían hacerlos felices.... Así como las personas participan de la gloria de Dios en diferentes grados, también en el infierno unos sufren más que otros. El que vivió con el vicio de la sodomía sufre más que otro, pues éste es el mayor de los pecados” (11).
12. San Pedro Canisio (1521-1597)
San Pedro Canisio, jesuita y Doctor de la Iglesia, es el responsable de que un tercio de Alemania abandonara el luteranismo y volviera a la Iglesia. A la condena de la homosexualidad por las Escrituras, añadió la suya propia:
“Como dice la Sagrada Escritura, los sodomitas eran malvados y sumamente pecadores. San Pedro y San Pablo condenan este pecado nefando y depravado. En efecto, la Escritura denuncia así esta enorme indecencia: 'El escándalo de los sodomitas y los gomorreos se ha multiplicado y sus pecados se han vuelto graves sin medida'. Por eso los ángeles dijeron al justo Lot, que aborrecía totalmente la depravación de los sodomitas: 'Dejemos esta ciudad....'. La Sagrada Escritura no deja de mencionar las causas que llevaron a los sodomitas, y pueden llevar también a otros, a este gravísimo pecado. En efecto, en Ezequiel leemos: 'He aquí la maldad de Sodoma: soberbia, saciedad de pan y abundancia, y la ociosidad de ella y de sus hijas; y no extendieron su mano al menesteroso y al pobre. Y se ensoberbecieron, e hicieron abominaciones delante de mí; y yo los quité como has visto' (Eze. 16: 49-50). Los que no se avergüenzan de violar la ley divina y natural son esclavos de esta depravación nunca suficientemente execrada” (12).
Notas:
1. Fr.. B. P. Pratten, A Plea For The Christians, Cap. 34, www.newadvent.org/fathers/0205.htm
2. Fr. S. Thelwall, On Modesty, Cap. 4, www.ccel.org/fathers2/ANF-04/anf04-19.htm
3. W. J. Ferrar, Demonstratio Evangelica, Book 4, Cap. 10, http://www.intratext.com/IXT/ENG0882/_P19.HTM
4. Book 2, no. 15, http://www.newadvent.org/fathers/30092.htm
5. Homily IV Romans 1:26-27, www.ccel.org/fathers/NPNF1-11/Chrysostom/Romans/Rom-Hom04.html
6. Book III, Cap. 8, no. 15, www.newadvent.org/fathers/110103.htm
7. Morales sur Job, Part III, Vol. I, book 14, no. 23, p. 353.
8. San Pedro Damián, Book of Gomorrah, Pierre J. Payer, (Waterloo, Ont.: Wilfrid Laurier University Press, 1982), pp. 63-64
9. Santo Thomas de Aquino, Super Epistolam B. Pauli ad Romanos, Cap. 1, Lec. 8.
10. Santa Catalina de Sienna, The Dialogue of the Seraphic Virgin (London: Burns, Oates and Washbourne, Ltd., 1925), p. 255
11. San Bernardino de Siena, Sermon XXXIX en Prediche volgari, pp. 896-897, 915.
12. San Pedro Canisio, Summa Doctrina Christianae, III a/b, p. 455
Nota: Estas citas están tomadas de Defending A Higher Law: Why We Must Resist Same-Sex “Marriage” and the Homosexual Movement (Defender una ley superior: Por qué debemos resistirnos al “matrimonio” entre personas del mismo sexo y al movimiento homosexual)
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