miércoles, 27 de diciembre de 2023

SACERDOTE EXORCISTA: “ADEMÁS DE LA POSESIÓN HAY OTRAS TRES AFECCIONES PRETERNATURALES”

Javier Luzón, el sacerdote y autor de “Las seis puertas del enemigo” previene sobre los riesgos espirituales de prácticas como el reiki o la Nueva Era

Por José María Visiers


Javier Luzón es sacerdote. Actualmente ejerce como capellán en el Hospital Carlos III y es vicario parroquial en San Gabriel Arcángel, en Puerta de Hierro, pero muchos le conocen por su labor como exorcista. Un ministerio que dio pie al libro “Las seis puertas del enemigo” y que ejerció durante 20 años, entre 1995 y 2015: en este tiempo, asegura, realizó más de 15.000 intervenciones exorcísticas.

– Dentro de la propia Iglesia hay personas escépticas acerca de la necesidad de los exorcismos.

– Yo he ejercido el ministerio exorcístico en Córdoba y en Madrid, y he visto muchísima demanda. Para darte una idea, durante tres años atendí unas 55 intervenciones exorcísticas semanales. A veces, la Iglesia no ha sabido satisfacer adecuadamente esta demanda, sobre todo, como explicó Benedicto XVI en la introducción a su Jesús de Nazaret, porque durante el siglo XX se negó la existencia del Espíritu y de los espíritus, de los demonios y los milagros. Pero si Cristo no hizo milagros, ¿cómo sé que es Dios? Toda la fe se trastoca cuando se niega la dimensión espiritual.

– Hay exorcistas que dicen que solo un porcentaje de quien acude a pedirles ayuda sufren realmente ataques del demonio, y que el resto son problemas psiquiátricos. ¿Cuál es su experiencia?

– En 2017, el papa Francisco advirtió en un mensaje a un grupo de sacerdotes del error que supone negar que haya un problema espiritual por el hecho de que exista una afección psiquiátrica o psicológica. Muchas veces ambas van juntas y al sacerdote le corresponde discernir. Y después, zapatero a tus zapatos: el psicólogo en su terapia, el psiquiatra en su medicación y el exorcista en su sanación espiritual. No soporto el intrusismo profesional. Lo que ocurre, también, es que a veces falta formación.

–¿En quién?

– En los exorcistas, me refiero. Hay quien nos dice: “Ahí tienes el ritual, apáñate”, y eso me parece una imprudencia y un disparate. No basta con un cursillo en Roma; es necesario que el nuevo exorcista aprenda el oficio de alguien experimentado, que le ayude a perder el miedo, a ver el poder sacerdotal que tiene… Y es importante, porque cuando el sacerdote no tiene mucha formación, cuando recibe a alguien y no ve a la niña de El exorcista le dice: “Tú no tienes nada”. Oiga, mire: tenga respeto por el dolor de la gente. Si acude a usted es porque algo le pasa.

– Hace falta conocer para poder discernir bien.

– Te pongo un ejemplo. Yo estuve un año rezando oraciones intensas de liberación por una mujer que captaba cosas que solo captan los poseídos. Todas las semanas. Y entonces, el día de la Virgen de las Nieves, el Espíritu me puso en el corazón: “Pregunta”. Dije: “En nombre de Jesús, dime quién eres”, y un demonio empezó a chillar, dijo su nombre y se largó. Y luego otro, y así hasta siete, pero pensé: “Aún queda alguien”. ¡Era el demonio mudo, que estaba escondiendo a los otros siete!

– ¿Es importante distinguir entre posesión y otros tipos de afectación diabólica?


– Claro, este es el tema. La gente acude al exorcista como último recurso, después de haber pasado por psicólogos, psiquiatras, brujos… Por eso es importante ser prudente y no despacharlos con un “no es nada”. Además de la posesión, hay otras tres afecciones preternaturales: la vejación, la opresión y la obsesión diabólica, que afecta a la mente, y se puede manifestar como una obsesión que no remite ante el tratamiento psiquiátrico, o como un amarre afectivo. Las personas vejadas, oprimidas u obsesionadas pueden estar sufriendo tanto o más que los poseídos; por eso decía que es importante respetar su dolor.

– El suicidio es una lacra social, vistas las estadísticas. ¿Ve relación entre las afecciones diabólicas y la ideación suicida?


– Antes que nada, hemos de constatar que hoy nos movemos en los parámetros de la modernidad, y que la mayoría de escuelas psiquiátricas y psicológicas actuales no respetan la dimensión espiritual. Pero lo cierto es que para entender los problemas de una persona hay que atender al aspecto médico-somático, al psicológico y al espiritual. En el caso del suicidio, hay muchos espíritus de muerte que crean este tipo de impulso e influyen en la psique desde lo espiritual: emplear nuestras debilidades es la especialidad de los demonios, que nos conocen muy bien y saben por dónde atacar.

– Hablemos sobre la Nueva Era. ¿La espiritualidad oriental es una buena respuesta a problemas de ansiedad, depresión o insomnio o es una trampa?

– No solo es una trampa, sino que es algo terrible. Decía Chesterton que cuando no creemos en Dios acabamos creyendo en cualquier cosa, y eso es lo que veo en esta cultura que se ha apartado de la ley natural. “Heriré al pastor y se dispersarán las ovejas”, leemos en Zacarías: ante el desprestigio de la Iglesia, la gente ha ido a buscar a otras fuentes, como las espiritualidades orientales. El problema es que son espiritualidades autolíticas. El Nirvana, el ideal de felicidad budista, es la negación de todo sentimiento… pero si tú niegas tus sentimientos estás abriendo la puerta a que otras entidades tomen posesión de ellos.

– ¿Qué ha dicho la Iglesia sobre la Nueva Era, específicamente?

– En 2003, el Vaticano publicó el documento “Jesucristo, portador del agua de la vida”, que reflexiona sobre este tema y que recomiendo, porque es profético. Los obispos de EE.UU. publicaron en 2009 una guía sobre el reiki, en la que advertían de su peligro, porque cuando uno dice: “Te voy a imponer las manos para canalizar energías…”, ¿qué energías son esas? Los ángeles buenos no hacen eso, así que ¿qué ángeles están interviniendo? E incluso la Conferencia Episcopal Española publicó en 2019 “Mi alma tiene sed de Dios, del Dios vivo”, un documento sobre oración cristiana que plantea reservas frente al zen o el mindfulness.

– ¿Acaso no son solamente técnicas de relajación?

– No, y el problema es la ignorancia, porque se han metido en instituciones católicas… Yo estuve en una parroquia donde hacían taichí, sin darse cuenta de que la base del tao es el relativismo y la equiparación de los opuestos. También se desconoce el sustrato nihilista del yoga, que es la negación del deseo y de la persona, mientras que Dios nos ha enviado a su propio Hijo para conseguirnos los deseos que Él mismo ha puesto en nuestro corazón. Cuando Cristo habla de negarse a uno mismo, se refiere a negar el pecado: los cristianos no somos nihilistas, sino afirmativistas. Quien dice “voy a yoga solamente a relajarme” es tonto de capirote, porque ¿para relajarte has de adoptar posturas de deidades diabólicas? ¿Has de poner la postura de Shiva, de Kali o de Visnú? Da igual lo que tú creas: el demonio sí cree, y se puede aprovechar para influir en ti.

– ¿Se puede hablar también de relaciones en positivo entre una sana espiritualidad –frecuentar los sacramentos, tener una relación auténtica con el Señor– y la salud mental?

– El influjo benéfico de una espiritualidad bien planteada sobre la salud es algo evidente. En el hospital donde estoy ahora la mayoría de trabajadores no son muy católicos, aunque muchos están bautizados, pero sí procuran ser buenos profesionales y atender a la gente con el mayor cariño. Y ellos ven que ese personaje que es el capellán tiene un efecto benéfico en sus pacientes. Al final, somos una unidad sustancial: nuestro cuerpo está espiritualizado, nuestro espíritu está corporizado.

– Aunque los católicos no se salvan de tener problemas de salud mental…

– Es un hecho: hay gente que supuestamente tiene una vida espiritual y, sin embargo, psicológicamente está fatal. Jesucristo nos dio una pauta: “Por sus frutos los conoceréis”. Cuando una espiritualidad no da frutos buenos, es que está mal planteada. Por ejemplo, si haces un proselitismo inadecuado para captar gente y les convences a base de presiones de que tienen una vocación sin esperar al Espíritu Santo, eso va a acabar muy mal. O el caso de muchos movimientos que se han apartado del Evangelio, como vemos en Alemania. También hay instituciones que destruyen la personalidad porque someten a sus miembros a un esfuerzo voluntarista, pelagianista, que los demuele. Suelen ser espiritualidades a la vez muy gnósticas, que creen que son la élite de la Iglesia, y el papa es muy expresivo al respecto en Gaudete et exsultate. Jesús decía que su yugo es suave y su carga, ligera, pero estas espiritualidades cargan yugos y cargas que no son suaves ni ligeras, porque sustituyen a Dios por la organización o el instituto.

– ¿Un mensaje final para los lectores?

–Sí, que uno de los mayores errores que podemos cometer es fijarnos en lo negativo, en lo que hacen los demonios en nuestra vida y no Dios. Diabolos es «el que separa»; Parakletos, el Paráclito, el que une, reconcilia y defiende. Uno de los frutos del Espíritu Santo es el don de benignidad, ver el lado positivo, como hizo Jesucristo en el desierto ante las tentaciones: al diablo ni pan, ni agua ni nada. «No tentarás al Señor, tu Dios». No le demos protagonismo en nuestra vida; hagamos como María y miremos siempre a Dios.


El Debate

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