lunes, 25 de septiembre de 2023

CUARTA PARTE DEL LIBRO "VIDAS DE LOS HERMANOS" (CAPÍTULO XI)

Continuamos con la publicación de la Cuarta Parte del antiguo librito (1928) escrito por el fraile dominico Paulino Álvarez (1850-1939) de la Orden de Predicadores.



CUARTA PARTE

DEL LIBRO INTITULADO

"VIDAS DE LOS HERMANOS" 

CAPÍTULO XI

DE LOS QUE ENTRABAN POR LA CONSIDERACION DE LA MUERTE

I. Fr. Guerrico, que por mucho tiempo y en muchas partes siguió los estudios dialécticos, y cuadriviales, y naturales, y médicos; y después de entrar en la Orden, con gran lucimiento los teólogos en París, contó de esta manera la causa de su entrada. Oyendo cierto día leer en la iglesia: Vivió Adán novecientos treinta años, y murió, y lo demás que sigue de la muerte de aquellos que tanto habían vivido; estupefacto, y aterrorizado, y compungido dijo: “¡Dios mío, que todos mueren, hasta aquellos que tanto vivieron! ¿Qué haremos nosotros sino morir también?” Conmovido con este útil y santo pensamiento entró en la Orden, y cuán santa haya sido su vida, y cuán útil y clara su doctrina, la Orden toda y la Iglesia de Dios lo saben.

II. Hubo en Florencia un Hermano, por nombre Octaviano, noble por familia y más noble por sus costumbres; en la oración devoto, en la predicación gracioso; el cual contó que la causa de su conversión había sido ésta: Siendo estudiante en Bolonia le aconteció asistir a un entierro; y al ver, cuando del féretro sacaron el cadáver para depositarlo en la sepultura, aquella cabeza que caía y como cosa inanimada, vil y fétida, era bajo tierra escondida; compungido y de Dios inspirado, concibió la memoria y temor de la muerte, con que entró en la Orden y en ella consumó su vida santamente. 

III. Fr. Juan de Colomna, noble romano y sobrino de un Cardenal, enviado de muy jovencito por su tío a París, como por una parte le exhortase el Maestro Jordán, de santa memoria, a entrar en la Orden, y por otra un gran clérigo le retrajese, prometió, por fin, no entrar mientras no hablase otra vez con dicho clérigo. Fue, pues, un día al lugar donde aquel vivía para tratar de su entrada, y fue con licencia del Maestro Jordán, quién le había dicho que confiaba en Dios que no le retraería; y después de buscarle por bastante tiempo, encontróle difunto en medio del coro de una abadía de París a donde le habían trasladado; y encendido entonces más que nunca por aquella muerte repentina, devotamente cumplió lo que intentaba. Fue de tanta constancia y fervor en su noviciado que habiéndose dado licencia a su antiguo profesor para que delante de los Hermanos le hablase, de tal manera confundió el discípulo al Maestro en sus respuestas, que se retiró éste con sus compañeros lleno de asombro. A instancia del Cardenal su tío, le envió el Papa Gregorio una carta ordenándole que fuera a Roma (1) y mandando a los prelados de los lugares donde él se hallara que sin falta le obligasen a cumplir sus órdenes. Más él, previendo esto, huyó con un Hermano por diversos lugares, por Francia y Alemania, ocultándose para no ser encontrado y porque nadie a causa de él incurriese en excomunión. Y ¿quién podrá narrar cuántos trabajos y cuántas privaciones sufrió por esto mismo hasta el tiempo de su profesión? Cosa era verdaderamente admirable que llegando muchas veces los emisarios con las letras del Papa y censuras a la misma casa donde él estaba, jamás pudieron encontrarle. 

Nota:

1) Sin duda dejando el hábito.


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