jueves, 14 de septiembre de 2023

EL PONTIFICADO DE FRANCISCO EN SU HORA MÁS SOMBRÍA

Se puede entender fácilmente que un papa locuaz sea impreciso en un discurso improvisado; pero cuando una idea se repite con insistencia, esa explicación ya no vale.

Por Daniel Iglesias Grèzes


La crisis de la Iglesia Católica se aproxima a un clímax

El pasado 13 de marzo se cumplieron diez años de la elección del cardenal argentino Jorge Mario Bergoglio como pontífice de la Iglesia Católica. Ese aniversario fue recordado por muchos artículos elogiosos en los principales medios de la prensa mundial. Ross Douthat fue una de las pocas excepciones al coro de alabanzas, al sostener en su columna del New York Times que Francisco trajo a la Iglesia Católica una década de división. Douthat considera que las reformas de Francisco tienden hacia una autodestrucción del catolicismo.

¿Qué decir de esa crítica? Lo cierto es que Francisco ha proporcionado sobrados motivos de preocupación a los católicos que muchos llaman “conservadores”, y que en realidad son “ortodoxos”, o sea fieles a la Doctrina Católica bíblica y tradicional. Presentaré algunos de esos motivos sintéticamente, clasificándolos en tres áreas: la Doctrina Cristiana, la relación de la Iglesia con el mundo y el gobierno de la Iglesia. Cada una de estas áreas daría para escribir un libro.

En el frente doctrinal, el pontificado de Francisco presenta características que lo vuelven único en la historia de la Iglesia, dado que las declaraciones y actuaciones cuestionables o dudosas de Francisco en materia doctrinal son numerosísimas. El libro de varios autores Denzinger-Bergoglio: Los sorprendentes aportes de Francisco al bimilenario Magisterio de la Iglesia recopila y analiza en 1.769 páginas cientos de esas declaraciones, con base en los primeros tres años de su pontificado.

Se puede entender fácilmente que un papa locuaz sea impreciso en un discurso improvisado; pero cuando una idea se repite con insistencia, esa explicación ya no vale. Por ejemplo, Francisco ha dicho muchas veces que Jesús no multiplicó los panes y ha llegado a hablar de “la parábola (sic) de la multiplicación de los panes”.

Otra de las ideas extrañas que Francisco repite sin cesar es su condena del proselitismo. En el lenguaje cristiano tradicional, “proselitismo” es sinónimo de “misión”; por lo tanto, es algo no sólo legítimo, sino incluso necesario y esencial. Recientemente se comenzó a distinguir entre un “proselitismo bueno”, guiado por el amor a Dios y al prójimo, y un “proselitismo malo”, impulsado por motivaciones egoístas o mundanas. Francisco ha condenado muchas veces el proselitismo sin hacer ninguna distinción. Da la impresión, a veces reforzada por el contexto, de condenar cualquier intento de convencer a no cristianos de que el cristianismo es la religión verdadera. Esta última convicción, tan central en toda la historia de la Iglesia, no parece jugar un rol importante en el magisterio de Francisco.

Por si acaso aclaro que, según la Fe Católica, el papa es infalible sólo cuando habla ex cathedra y Francisco nunca lo ha hecho.

Pasemos a la gran cuestión de la relación de la Iglesia con el mundo. En esta área Francisco se ha caracterizado por imponer a toda la Iglesia sus opiniones personales sobre temas que parecen obsesionarlo. Indicaré dos ejemplos que son novedades absolutas:

1. Su prédica sobre la obligación incondicional de acoger a todos los inmigrantes que vengan. Es verdad que sus declaraciones sobre este tema han sido un poco oscilantes, pero en general ha transmitido esa idea. Según la doctrina moral cristiana tradicional, si bien obviamente se debe respetar los derechos de los migrantes, los gobiernos tienen derecho a regular la inmigración de una manera justa. Se trata de una cuestión compleja y prudencial que no admite recetas únicas.

2. Su apoyo entusiasta a la teoría científica del calentamiento global antropogénico catastrófico, convirtiéndola en la premisa básica de una especie de nueva moral ecológica. Dado que la cuestión de la verdad o falsedad de esa teoría es un tema estrictamente científico, en la práctica se está desconociendo la legítima autonomía de la ciencia con respecto a la Iglesia. Esto trae consigo el riesgo de causar una suerte de nuevo “caso Galileo”.

En este punto conviene mencionar un hecho sintomático. Hace pocos años, un miembro de la Curia Romana dijo, con alegría, que por primera vez la agenda del papa y la de las Naciones Unidas están en sintonía. Opino que cualquiera que recuerde con admiración la cruzada épica de Juan Pablo II contra el imperialismo demográfico neomalthusiano no podrá menos que estremecerse ante semejante novedad.

En cuanto al gobierno de la Iglesia, destacaré un solo aspecto del pontificado de Francisco: su toma de partido a favor del “progresismo” eclesial.

El término “progresismo” no tiene aquí un sentido político, sino teológico. El progresismo es una desviación del cristianismo que se caracteriza por su relativismo teológico y moral: los progresistas tienden a pensar que no hay verdades objetivas en materia religiosa o moral; o que, si las hay, no podemos conocerlas. Por ende, hasta los dogmas de fe pueden cambiar “según el espíritu de la época”.

Francisco ha rehabilitado, premiado o apoyado a muchos progresistas. Daré sólo dos ejemplos entre muchos posibles: 1) Leonardo Boff, teólogo de la liberación condenado en 1985 por su tendencia filomarxista, dice haber sido uno de los principales asesores de Francisco para la redacción de su “encíclica ecológica” Laudato Si’; 2) James Martin SJ, principal adversario (dentro de la Iglesia) de la Doctrina Cristiana sobre la homosexualidad, ha recibido varias cartas de apoyo y varios nombramientos importantes de parte de Francisco.

La citada toma de partido se profundizó después de la muerte de Benedicto XVI. Francisco está intensificando su lucha contra la Misa latina tradicional y está multiplicando sus intervenciones sobre (¿o contra?) las porciones más “conservadoras” (o sea, como ya expliqué, más ortodoxas) de la Iglesia.

El 01/07/2023 ocurrió algo insólito. Francisco nombró como nuevo Prefecto del Dicasterio para la Doctrina de la Fe a Mons. Víctor Manuel Fernández, Arzobispo de La Plata (Argentina), un teólogo ultraprogresista amigo suyo.

Además, en el próximo “sínodo de la sinodalidad”, que tendrá lugar en octubre en Roma, varios obispos alemanes procurarán que toda la Iglesia acepte las conclusiones del “camino sinodal alemán”, que, entre otras cosas, aprobó por amplia mayoría la bendición de las uniones homosexuales. Francisco no ha contrarrestado enérgicamente esta grave deriva progresista.

Oremos por la Iglesia, para que supere lo más pronto posible su crisis actual, y por el papa, para que cumpla fielmente su misión de confirmar a sus hermanos en la fe cristiana y católica.


Razones para Nuestra Esperanza


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