martes, 26 de septiembre de 2023

EL SÍNODO DE OCTUBRE TENDRÁ UN IMPACTO MUCHO MÁS ALLÁ DE LA IGLESIA

Aunque el debate en sí será un acontecimiento de gran interés para la Iglesia Católica, merece la pena prestar atención a lo que ocurra fuera del aula sinodal.

Por Elise Ann Allen


En el mes de octubre comienza en Roma el sínodo sobre la sinodalidad, que reunirá a cerca de 400 participantes. El sínodo de este año, que abordará cuestiones como la ordenación de mujeres, el colectivo lgbtq+ y el celibato clerical, es el primero de un debate en dos partes que culminará el mismo mes de octubre.

En los prolegómenos de este sínodo, los conservadores, que consideran que el proceso está amañado y es divisivo, hablan de cisma, mientras que los progresistas, que ven a quienes se oponen al proceso como obtusamente anclados en el pasado y obstaculizadores de importantes procesos de cambio, han tachado de “rígidos” a sus homólogos ideológicos.

Sin embargo, el trasfondo podría resultar mucho más interesante para el futuro de la Iglesia.

De los 363 participantes, 54 serán por primera vez mujeres, con derecho a voto sobre cualquier documento final. Otros 54 serán cardenales de todo el mundo.

Cuando comience el sínodo sobre la sinodalidad, habrá 136 cardenales menores de 80 años y, por lo tanto, con derecho a voto en el próximo cónclave, incluidos los 18 prelados que serán nombrados cardenales unos días antes, el 30 de septiembre.

Esto significa que casi la mitad de los cardenales en edad de votar, muchos de los cuales viven lejos unos de otros y no han tenido la oportunidad de pasar tiempo juntos, estarán encerrados en un espacio reducido durante casi un mes.

En términos de cómo se desarrollará el próximo cónclave cuando llegue el momento, el sínodo de octubre está cerca de ser un simulacro.

Por lo general, los debates sinodales se dividen en sesiones de mañana y tarde, intercaladas con descansos, y con una pausa a mitad del día para comer. Los prelados disponen de ese tiempo para sí mismos, y suelen tener los domingos como único día libre personal.

Las sesiones de trabajo se componen tanto de sesiones generales, en las que los participantes tienen de tres a cuatro minutos para hablar, como de sesiones de grupos de trabajo, que se dividen según el idioma.

El año pasado, durante el consistorio y la reunión global de cardenales de agosto de 2022 de Francisco, en la que se reunieron durante dos días para debatir la constitución Praedicate Evangelium sobre la reforma de la Curia Romana, una de las mayores preocupaciones fue que los prelados no se conocían entre sí.

Cuando se les preguntó qué era lo que más les entusiasmaba de la reunión de dos días de cardenales, la mayoría de los nuevos en ese momento dijeron que estaban muy interesados en conocer a los otros cardenales, ya que representan un grupo muy diverso, algo que Bergoglio ha tratado de asegurar con sus nombramientos en el Sacro Colegio a lo largo de sus 10 años de “papado”.

Cuando se trata de cualquier sínodo de los obispos, suele desarrollarse durante esos descansos una especie de “sínodo fuera del sínodo”, con grupos de dos a 20 que se congregan para hablar. Los almuerzos o las cenas son también momentos clave en los que se producen conversaciones más francas e informales.

Sin embargo, lo que la mayoría de los participantes diría es que el día más importante del calendario es el domingo, que como único día libre deja tiempo para almuerzos tranquilos, prolongadas horas de cóctel y citas para tomar café en las que pueden sentarse juntos y charlar.

Los domingos, los prelados suelen dirigirse a sus restaurantes romanos favoritos, como Arturo's, Taverna Giulia o L'Eau Vive, un restaurante francés propiedad de una Orden de monjas que interrumpe la cena cada noche a las 22:00 para cantar la Salve Regina.

Es en esas conversaciones donde tomará forma una dinámica totalmente distinta, que podría tener implicaciones mucho más importantes que el propio debate sinodal.

En ese sentido, el sínodo es una experiencia especialmente importante para que los nuevos cardenales y todos los cardenales votantes en una elección papal empiecen a comprender lo que podrían estar buscando en un candidato.

Durante su estancia en la ciudad, muchos participantes también serán invitados a hablar en diversas conferencias o seminarios que tendrán lugar a lo largo del mes, o a pasar tiempo con sus comunidades de expatriados en Roma. Algunos de esos actos serán partidistas y tendrán como objetivo influir en el sínodo de una forma u otra, pero no todos.

Los cardenales que acudan a cada uno de esos actos también nos darán una idea de los temas que les preocupan. Para algunos, el sínodo también supone una oportunidad para que los prelados de una misma región se conozcan mejor, ya que suelen alojarse en los mismos lugares, salvo los que pertenecen a una congregación religiosa, que suelen preferir alojarse en una casa o residencia comunitaria.

Por ejemplo, todos los obispos y delegados sinodales estadounidenses que participan en el debate de este mes se alojarán en el Pontificio Colegio Norteamericano, el seminario estadounidense de Roma, lo que significa que, si no tienen otros compromisos, generalmente comerán juntos, celebrarán liturgias juntos y se relajarán juntos.

Se trata de una oportunidad única para ellos, ya que las reuniones bianuales de la Conferencia de Obispos Católicos de Estados Unidos duran sólo tres días, mientras que en octubre los delegados, que representan diversos puntos de vista sobre los temas polémicos que se debatirán, estarán juntos durante un mes.

Lo mismo ocurrirá con los delegados procedentes de otras regiones o conferencias episcopales nacionales: pasarán mucho tiempo juntos, independientemente de sus diferencias de opinión.

Del mismo modo, los cardenales pasarán todo un mes juntos, hablando y quizás forjando nuevas amistades. Será una oportunidad para que los que llevan más tiempo como cardenales conozcan a los nuevos, y una ocasión para que los cardenales más recientes conozcan a sus hermanos más veteranos.

Los cardenales con derecho a voto en la próxima elección papal aprovecharán sin duda el sínodo para conocer a los hombres que un día se unirán a ellos en la elección del próximo papa, o que podrían ser candidatos.

Uno de los rasgos distintivos de este sínodo, subrayado por los organizadores, es que no hay un orden del día preestablecido. Según se informa, habrá mucho más tiempo para el trabajo en grupo, y el objetivo es mantener un debate franco, abierto y honesto.

Si se mantiene ese espíritu de apertura y franqueza, será tanto más importante para los cardenales asistentes escuchar las ideas de sus colegas sobre la condición y el futuro de la Iglesia.

Lo que los organizadores del sínodo se han esforzado por transmitir a lo largo del proceso, que comenzó formalmente en octubre de 2021 a nivel diocesano y concluirá el próximo año con una segunda reunión en Roma, es que, como sínodo sobre la “sinodalidad”, un concepto destinado a hacer que la Iglesia sea “más acogedora e inclusiva”, el sínodo no buscará soluciones a ninguno de los grandes problemas que han surgido. Se trata más bien de un sínodo sobre eclesiología: qué es la Iglesia, cómo actúa y, por lo tanto, cómo responde a las cuestiones de interés moderno.

En este sentido, para los cardenales, hablar con otros cardenales y escuchar sus opiniones será una experiencia inestimable de cara al próximo cónclave, sea cuando sea.

Así pues, aunque el debate en sí será un acontecimiento de gran interés para la Iglesia Católica, merece la pena prestar atención a lo que ocurra fuera del aula sinodal, ya que lo que suceda entre bastidores podría resultar más importante para la dirección que tome el catolicismo mundial en el futuro.


Catholic Herald


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