domingo, 17 de septiembre de 2023

CUARTA PARTE DEL LIBRO "VIDAS DE LOS HERMANOS" (CAPÍTULOS VIII y IX)

Continuamos con la publicación de la Cuarta Parte del antiguo librito (1928) escrito por el fraile dominico Paulino Álvarez (1850-1939) de la Orden de Predicadores.



CUARTA PARTE

DEL LIBRO INTITULADO

"VIDAS DE LOS HERMANOS" 

CAPÍTULO VIII

DE LAS CAUSAS QUE INDUCÍAN A ENTRAR EN LA ORDEN, Y PRIMERO DE LA CONSIDERACIÓN DE LA VANA ALEGRÍA

Aquel Maestro Rolando, de quién en la Primera Parte se hizo mención, después de haberse vestido en cierta fiesta de nuevos y preciosos vestidos de escarlata, y asistido con sus compañeros a un espléndido convite, y pasado todo aquel día en juegos y algazara, por la tarde, pasada aquella vanagloria, vuelto en sí y tocado interiormente de Dios dijo: “¿Dónde está la fiesta que hemos celebrado? Toda aquella alegría, ¿en qué vino a parar?” Viendo, pues, que así pasa toda la alegría del mundo y se convierte en dolor, entró al día siguiente en la Orden, en la cual por muchos años sirvió al Señor, siendo en santidad y fama, ciencia y doctrina, preclaro.


CAPÍTULO IX

DE LOS QUE ENTRABAN EN LA ORDEN POR LA CONSIDERACIÓN DE LA SANTIDAD DE LOS HERMANOS

I. Un gran clérigo de París, vecino de los Hermanos, estando acostado en su cama, oyólos en la noche de un sábado cantar en alta voz los Maitines de la Bienaventurada Virgen, inspirado de Dios comenzó a revolver en su mente y reprenderse, diciendo: “¡Oh miserable de mí, que mientras ellos así alaban a Dios me estoy yo aquí revolcando!” Apenas amaneció el día, se fue a los Hermanos y con mucha devoción entró en la Orden.

II. Cuando después de Completas se daban los Hermanos de Bolonia duras disciplinas, los vio por una rendija un estudiante liviano y lascivo, quién en vez de edificarse marchó a donde estaba un compañero y le dijo: “Vengo de ver a los hombres más tontos del mundo, los Hermanos Predicadores, que como burros se están dando palos y despedazándose”. Tocado el compañero de compunción de corazón le rogó que se los enseñase. “Verás” -dijo el otro- “a esos hombres fatuos, qué están haciendo”. Y el compañero, no por curiosidad ni irrisión, sino mirando con mucha devoción y fijeza, compungido dijo entre sí: “Si estos hombres santos así se castigan y disciplinan por Dios, ¿Qué deberé hacer yo infeliz y pecador?” Ilustrado del Señor, por esta causa, entró en la Orden.



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