El enfoque subjetivista sólo ha conseguido confirmar a la gente en sus propias creencias personales y sembrar la confusión doctrinal y la desorientación teológica
Siguiendo el artículo anterior, llegamos al siguiente punto de la lista de objeciones de Ratzinger: que la escolástica está desconectada de la vida real tal como se vive en los tiempos modernos y que necesitamos una teología “viva”, no muerta, para abordar los problemas actuales. Esta noción, dicho sea de paso, se ha convertido en un lema entre los partidarios contemporáneos de la “nueva teología”. Sus innovaciones en la doctrina suelen calificarse con la palabra “viva”: un “magisterio vivo”, un “evangelio vivo”, una “ética viva”, una “evangelización viva”, etc., todas presentadas en contraposición a las enseñanzas anteriores de la Iglesia que ahora se consideran “muertas”.
P. Jean Danielou, un perito en el Vaticano II
Un ejemplo claro de esta perspectiva lo ofrece el colega de Ratzinger, Jean Daniélou SJ, que fue asesor en el Vaticano II y más tarde fue elevado al cardenalato. En la revista jesuita Études, afirmó que la escolástica representa una “ruptura entre la teología y la vida” (1). El eje central de su argumento –con el que Ratzinger estaba completamente de acuerdo– era que la escolástica era ajena no sólo a las tendencias filosóficas contemporáneas, sino también a la vida cotidiana del Pueblo de Dios. La criticaba por ser demasiado objetiva y por no prestar suficiente atención al lado subjetivo de la naturaleza humana. Su conclusión era que la escolástica es incapaz de ofrecerles nada de valor espiritual, y que lo que se necesitaba en su lugar era una teología “enteramente comprometida con la edificación del cuerpo de Cristo” (2) basada en el “diálogo”.
Pero el objetivo central de la escolástica era explicar la realidad, “lo que es” y “lo que no es”, y dilucidar la diferencia entre verdad y error en la doctrina, lo correcto y lo incorrecto en la moral. Es necesariamente de valor duradero en nuestra época tanto como lo ha sido siempre en el pasado porque dirige las decisiones y acciones cotidianas de la vida de las personas. No se puede encontrar nada más relevante que eso.
En cuanto al rechazo de Ratzinger al escolasticismo como un “fracaso”, parece que compartía el escepticismo de los modernistas sobre la posibilidad de alcanzar la certeza sobre la fe:
Pero el objetivo central de la escolástica era explicar la realidad, “lo que es” y “lo que no es”, y dilucidar la diferencia entre verdad y error en la doctrina, lo correcto y lo incorrecto en la moral. Es necesariamente de valor duradero en nuestra época tanto como lo ha sido siempre en el pasado porque dirige las decisiones y acciones cotidianas de la vida de las personas. No se puede encontrar nada más relevante que eso.
En cuanto al rechazo de Ratzinger al escolasticismo como un “fracaso”, parece que compartía el escepticismo de los modernistas sobre la posibilidad de alcanzar la certeza sobre la fe:
“Es mi opinión que el racionalismo neoescolástico que estaba tratando de reconstruir el praeambula Fidei, el enfoque de la fe, con pura certeza racional, por medio de un argumento racional que era estrictamente independiente de cualquier fe, ha fracasado” (3).Los praeambula Fidei (los preámbulos de la fe) son, según Santo Tomás de Aquino, verdades sobre Dios que pueden conocerse utilizando la razón natural. En la Tradición Escolástica anterior al Vaticano II, se presentaban en forma proposicional estrictamente demostrable (silogismos), y formaban la base de la apologética católica. Pero este enfoque fue rechazado por algunos “teólogos” de los siglos XIX y XX que preferían un enfoque bíblico y personalista.
Newman fue premiado por Benedicto XVI por socavar la escolástica
El cardenal Newman estaba en contra de la escolástica
El Cardenal Newman fue uno de los primeros teólogos que puso en duda la eficacia del método escolástico para explicar la verdad, y en su Gramática del asentimiento defendió una interpretación más amplia y “personalista” de los praeambula fidei, que incluyera la evidencia de las experiencias vividas por la mayoría de los católicos. Evidentemente, Newman pensaba que la mayoría de los católicos comunes carecían de la capacidad de captar el razonamiento que se escondía detrás del sistema de Apologética de la Iglesia, incluso cuando se lo explicaban sus pastores en sermones y catecismos. Esta opinión era tan condescendiente como ofensiva: sugiere que los católicos en general, al no estar formados en Teología Escolástica, están tan desprovistos de poderes de razonamiento que son incapaces de comprender lo que está más allá de sus propias vidas y sentimientos.
Esta línea de pensamiento conduce naturalmente a la conclusión de que sólo se les deben dar explicaciones de la fe que sean “significativas” y relevantes para sus experiencias cotidianas. También facilita el surgimiento del subjetivismo dentro de la enseñanza de la iglesia moderna y explica la importancia injustificada que se le da a la psicología profunda en los documentos del Vaticano II.
Fue un enfoque de la fe que se recomendó a los modernistas y progresistas, incluido Benedicto XVI, que beatificó a Newman como un paso hacia la santidad del novus ordo, que fue lograda por Francisco en 2019.
Pero esto es un malentendido de la naturaleza de la escolástica y fue refutado hábilmente por un teólogo jesuita de principios del siglo XX, el padre John O'Fallon Pope:
Ratzinger, sin embargo, apeló al apoyo del teólogo Karl Barth, quien representaba la visión protestante clásica sobre esta cuestión:
Esta línea de pensamiento conduce naturalmente a la conclusión de que sólo se les deben dar explicaciones de la fe que sean “significativas” y relevantes para sus experiencias cotidianas. También facilita el surgimiento del subjetivismo dentro de la enseñanza de la iglesia moderna y explica la importancia injustificada que se le da a la psicología profunda en los documentos del Vaticano II.
Fue un enfoque de la fe que se recomendó a los modernistas y progresistas, incluido Benedicto XVI, que beatificó a Newman como un paso hacia la santidad del novus ordo, que fue lograda por Francisco en 2019.
El método escolástico defendido hábilmente
Pero esto es un malentendido de la naturaleza de la escolástica y fue refutado hábilmente por un teólogo jesuita de principios del siglo XX, el padre John O'Fallon Pope:
“La teología escolástica no busca racionalizar la fe socavando o suplantando su objeto formal y explicando su objeto material, sino fortalecer la fe confirmándola indirectamente, mostrando cuán compatible es con nuestra naturaleza racional y mejorando y multiplicando los incentivos para creer” (4).El Papa Pío XII denunció a quienes rechazan la escolástica como “desprovista de verdadera certeza porque se basa en el razonamiento teológico”, y continuó demostrando que “esta filosofía, reconocida y aceptada por la Iglesia, salvaguarda la validez genuina del conocimiento humano, los principios metafísicos inquebrantables de razón suficiente, causalidad y finalidad, y finalmente, la capacidad de la mente para alcanzar la verdad cierta e inmutable” (Humani generis, 1950, §§ 17, 29)
Ratzinger, sin embargo, apeló al apoyo del teólogo Karl Barth, quien representaba la visión protestante clásica sobre esta cuestión:
“Karl Barth tenía razón cuando rechazó la filosofía como base de la fe independiente de la fe misma; porque en ese caso, nuestra fe se basaría al final en teorías filosóficas cambiantes” (5).Pero la premisa de este argumento es falsa porque no da en el blanco. En primer lugar, no se puede esperar que nadie se convenza intelectualmente de la racionalidad de la fe mediante un mero razonamiento circular (“La fe sola”). Ese camino conduce al fideísmo (Karl Barth mantuvo su compromiso con este principio fundamental de la Reforma protestante). Para demostrar la verdad objetiva de la Doctrina Católica apelando a la razón, es necesario tener una explicación racional y científica que sea independiente de la fe misma. Para este propósito, la Iglesia anterior al Vaticano II no había hecho un uso indiscriminado de teorías filosóficas cambiantes, sino de la ciencia particular de la metafísica aristotélica.
El tomismo debe ser la base de la ciencia sagrada
Pío X explicó que la filosofía tomista debe “convertirse en la base de la ciencia sagrada”, es decir, la teología:
Además, no se trataba de cualquier filosofía en disputa. Los Papas anteriores al Vaticano II eran unánimes en su opinión de que la teología sana debe basarse en una filosofía sana. El Papa León XIII, por ejemplo, citando a su predecesor del siglo XVI, Sixto V, elogió la Escolástica como la ciencia por excelencia del razonamiento teológico que asegura una correcta comprensión de la Fe en armonía con lo que la Iglesia siempre ha enseñado:
“Queremos y ordenamos que… sobre este fundamento filosófico se levante sólidamente el edificio teológico” (Pascendi, 1907, §§ 46).Al mismo tiempo, el Papa advirtió sobre las graves consecuencias de descuidar la metafísica:
“Que los profesores recuerden que no pueden dejar de lado a Santo Tomás, especialmente en cuestiones metafísicas, sin grave detrimento” (Pascendi, 1907, §§ 46).Notemos que su advertencia fue universalmente ignorada después del Vaticano II, y a menudo se le dio apoyo verbal en algunos seminarios antes del concilio. En cuanto al concilio en sí, no hace mención de la metafísica en ninguno de sus documentos.
Además, no se trataba de cualquier filosofía en disputa. Los Papas anteriores al Vaticano II eran unánimes en su opinión de que la teología sana debe basarse en una filosofía sana. El Papa León XIII, por ejemplo, citando a su predecesor del siglo XVI, Sixto V, elogió la Escolástica como la ciencia por excelencia del razonamiento teológico que asegura una correcta comprensión de la Fe en armonía con lo que la Iglesia siempre ha enseñado:
“el conocimiento y ejercicio de esta saludable ciencia, que fluye de las abundantísimas fuentes de las diversas letras, Sumos Pontífices, Santos Padres y Concilios, pudo siempre proporcionar grande auxilio a la Iglesia, ya para entender e interpretar verdadera y sanamente las mismas Escrituras, ya para leer y explicar más segura y útilmente los Padres, ya para descubrir y rebatir los varios errores y herejías” (Aeterni Patris, 1879, § 15)
No es de extrañar que los teólogos protestantes rechazaran ese tipo de Escolástica y los “ecumenistas católicos” hayan estado ansiosos por enterrarla.
Finalmente, llegamos a la última razón por la que Ratzinger evitó la escolástica: formaba parte del grupo progresista de “teólogos” que formaron el movimiento del “ressourcement”, que basaba la teología directamente en la Biblia y los Padres de la Iglesia. Esto implicaba repensar y reformular la fe mediante la reinterpretación de la Biblia y los Padres de la Iglesia. La inutilidad de un ejercicio de este tipo realizado en contraposición a la escolástica es evidente por el hecho de que no ofrece ninguna garantía de certeza, ningún criterio “seguro” por el que podamos juzgar la ortodoxia de las nuevas interpretaciones de la Biblia y los Padres.
No podemos confiar en el “ressourcement” como fuente de certeza, ya que sólo aportaba las percepciones y opiniones personales de los “teólogos” progresistas. Su enfoque subjetivista sólo ha conseguido confirmar a la gente en sus propias creencias personales y sembrar la confusión doctrinal y la desorientación teológica. En lugar de un planteamiento intelectualmente riguroso, nos han dado concepciones necias y sentimentales en las que todo -incluso la propia Revelación- ha de verse desde un punto de vista de “diálogo”. En nuestros días, sin embargo, el “diálogo” no es más que un camuflaje para restar importancia a las pretensiones únicas de la Iglesia Católica, y se utiliza como sustituto del proselitismo y la condena de los errores doctrinales.
Cuando reflexionamos sobre el hecho de que en ningún otro período de la historia de la Iglesia se ha producido una reacción concertada y hostil a la Escolástica apoyada por sus propios líderes, nos vemos obligados a mirar más allá de los pretextos dados por los “teólogos progresistas” para encontrar las verdaderas razones de su rechazo a la Escolástica: estaban convencidos, en su arrogancia, de que eran capaces de forjar una “verdad nueva y mejor” que la expresada en los Manuales.
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Notas:
Los teólogos del “ressourcement” se basan sólo en sus propias opiniones
Finalmente, llegamos a la última razón por la que Ratzinger evitó la escolástica: formaba parte del grupo progresista de “teólogos” que formaron el movimiento del “ressourcement”, que basaba la teología directamente en la Biblia y los Padres de la Iglesia. Esto implicaba repensar y reformular la fe mediante la reinterpretación de la Biblia y los Padres de la Iglesia. La inutilidad de un ejercicio de este tipo realizado en contraposición a la escolástica es evidente por el hecho de que no ofrece ninguna garantía de certeza, ningún criterio “seguro” por el que podamos juzgar la ortodoxia de las nuevas interpretaciones de la Biblia y los Padres.
No podemos confiar en el “ressourcement” como fuente de certeza, ya que sólo aportaba las percepciones y opiniones personales de los “teólogos” progresistas. Su enfoque subjetivista sólo ha conseguido confirmar a la gente en sus propias creencias personales y sembrar la confusión doctrinal y la desorientación teológica. En lugar de un planteamiento intelectualmente riguroso, nos han dado concepciones necias y sentimentales en las que todo -incluso la propia Revelación- ha de verse desde un punto de vista de “diálogo”. En nuestros días, sin embargo, el “diálogo” no es más que un camuflaje para restar importancia a las pretensiones únicas de la Iglesia Católica, y se utiliza como sustituto del proselitismo y la condena de los errores doctrinales.
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Notas:
1) Jean Daniélou SJ, “Les orientaciones presentes de la pensée religieuse”, Estudios , vol. 249, 1946, pág. 6.
2) Ibid. , pág. 17.
3) J. Ratzinger, Truth and Tolerance (Verdad y tolerancia), pág. 136.
4) J J. O'Fallon Pope, SJ, “A Plea for Scholastic Theology” (Una defensa de la teología escolástica). Journal of Theological Studies, vol. 5, n. 18, enero de 1904, p. 177. El padre O'Fallon Pope (1850-1934) fue rector de Campion Hall, Universidad de Oxford, de 1900 a 1915.
5) Ibidem.
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