sábado, 31 de agosto de 2024

COMO MANIPULAR LA OPINION PÚBLICA

“Los filósofos no han hecho más que interpretar de diversos modos el mundo, pero de lo que se trata es de transformarlo” - Karl Marx (11ª tesis sobre Feuerbarch)

Por Yves Tillard (1)


Sociedades de pensamiento

Abordar la cuestión de las sociedades de pensamiento significa iluminar todos los ámbitos de la vida social, intelectual, cultural, política y religiosa. Nos adentramos en un mundo complejo: clubes, grupos de reflexión, laboratorios de ideas, sindicatos, sectas, partidos políticos, grupos de presión, grupos de investigación, seminarios, coloquios, etc. Sin embargo, no todas estas estructuras y organizaciones son “sociedades de pensamiento” que se caracterizan, no por la etiqueta que se les ponga, sino por el objetivo que persiguen y los métodos que utilizan:

- Desarrollar ideas, hacer de ellas armas para conquistar mentes y, en consecuencia, instituciones

- Poner en marcha modos de funcionamiento interno muy específicos que distinguen a la “sociedad de pensamiento” de un mero grupo de reflexión.

No podemos estudiar las “sociedades de pensamiento” sin mencionar al menos brevemente algunas palabras de Augustin Cochin (1876-1916), historiador que murió heroicamente durante la batalla de Verdún en 1916. En la introducción de su libro La Révolution et la libre-pensée (La Revolución y el librepensamiento), señala:
“Poco antes de la Revolución, surge un fenómeno aún poco conocido, cuyas causas no vemos claramente, ni el término, ni los efectos finales: las 'sociedades'. Esta palabra se utiliza absolutamente sin ninguna determinación [...]. De estas sociedades del siglo XVIII, libres e igualitarias, surgieron nuevas concepciones de las leyes, del poder y de los derechos”.
Sus investigaciones sobre la campaña que precedió a las elecciones de 1789 en Borgoña para los Estados Generales le llevaron a descubrir la flagrante inspiración masónica de los “cuadernos de agravios”. Este hecho fue probado y confirmado por Gaston Martin (1886-1960), masón, profesor universitario en Burdeos e historiador oficial del Gran Oriente de Francia:
“La identidad de la redacción sorprendió a las mentes menos críticas; por ello se buscó si esos cuadernos no habían tenido modelos que circularon anteriormente”.
Empezando por Cochin, la expresión “sociedad del pensamiento” describe a grupos de personas dedicadas a actividades ideológicas para realizar, promover, defender y difundir determinadas ideas.

Transformar la sociedad = Actuar sobre las mentes

Las “sociedades de pensamiento” están formadas de muchas maneras por grupos de personas que pretenden transformar las mentes con vistas a un cambio en la sociedad. 

Michel Fustier

Técnico de la “liberación del individuo” para promover la creatividad, Michel Fustier (1923-2018) concluye así su libro Pratiques de la créativité (Prácticas de la creatividad), publicado en 1973 (2):
“¿Dónde nos deja esto? Por qué no admitirlo: este libro está enteramente sostenido por el profundo deseo de acelerar la aparición de la nueva civilización que ya está emergiendo bajo la vieja. Moral, emocional e intelectualmente acabamos de pasar la edad de piedra [...]. ¡La vieja piel del mundo se está encogiendo y resquebrajando!”
George Brock Chisholm (1896-1971), primer Director General de la Organización Mundial de la Salud (OMS), declaró:
“Para establecer un Gobierno Mundial es necesario extirpar de los espíritus su individualismo, su lealtad a las tradiciones familiares, su patriotismo y sus dogmas religiosos” (3).
Se trata de transformar el espíritu de la época, transformar el espíritu de las leyes y, por lo tanto, transformar a las personas para transformar las relaciones sociales y ofrecer otro modelo de vida cotidiana. 

Julian Beck (1925-1985), uno de los inspiradores de la revolución de los trajes en los años sesenta, escribió:
“Ahora sabemos que no podemos librarnos de las enfermedades del capitalismo sin librarnos del dinero. No podemos librarnos del dinero sin transformar la psicología y las relaciones humanas. No podemos transformar la psicología ni las relaciones sociales sin transformar o liberar la sexualidad. No podemos lograr una revolución de un solo nivel. Sin esto, es un plan condenado al fracaso.

El hombre vive en varios niveles y la revolución debe producirse simultáneamente en todos estos niveles. No podemos continuar con el mismo sistema educativo si queremos destruir el principio de autoridad. No podemos continuar con el sistema familiar basado en el principio de autoridad si queremos abolir el Estado (porque éste no es más que un reflejo de aquél). Debemos transformar la estructura de la sociedad, inventar otra” (4).
La transformación llevará tiempo

Se trata de un largo trabajo ideológico en la sociedad civil para preparar el terreno, cultivarlo mediante una lenta subversión de los espíritus.
“Transformar la conciencia de los hombres y de las mujeres para que renuncien poco a poco a todos los prejuicios, a todos los hábitos, a todas las creencias [...]. Tendremos que ayudar a los hombres y a las mujeres a cuestionar poco a poco todas las formas habituales de pensar y todos los comportamientos que han guiado su vida hasta ahora. Habrá que examinar cuidadosamente toda la cultura anterior, todas las formas de civilización, para refutar todo lo que se opone a la organización de la nueva sociedad” (5).

 

Sir Julian Sorell Huxley (1887-1975), que fue el primer director general de la UNESCO, la organización mundial para la cultura y la educación, declaró en 1946 durante un discurso inaugural:
“Nuestra acción debe tender a unificar el mundo en lo que respecta a la inteligencia y el espíritu [...]. En cuanto a la Iglesia católica, deberá purgarse progresivamente de sus doctrinas intransigentes y particulares y conservar únicamente las expresiones fundamentales de la religión que puede compartir con la vasta fraternidad religiosa y cultural que debe incluir a todas las religiones y todas las civilizaciones [...]. El poder cultural de la sinarquía divina incluye una organización religiosa supraconfesional, iniciativa que forma parte de todas aquellas creaciones destinadas a conjurar los males sociales” (6).
Un ejemplo significativo del factor tiempo necesario para la transformación de las mentes, la moral y las instituciones puede obtenerse leyendo el libro De la vie avant toute chose (La vida ante todo), del Dr. Pierre Félix Simon (1925-2008), protagonista de esta vasta operación de transformación. Ignorar esta figura es no comprender tampoco la verdadera revolución que se ha producido en la sociedad francesa e internacional desde hace más de medio siglo.

Poder cultural
Durante su estancia en las cárceles fascistas de 1926 a 1937, Antonio Gramsci (1891-1937), político comunista y teórico de la hegemonía cultural y del poder, se dedicó a analizar las razones del fracaso de las distintas revoluciones comunistas, especialmente en los países occidentales católicos:
“La toma del poder político no es posible sin haber logrado antes la toma del poder ideológico y cultural. La Revolución de 1789 es un ejemplo de ello: sólo fue posible en la medida en que fue preparada por una 'revolución de los espíritus'”.
Se trata de obtener una mayoría ideológica, conquistada con referencias diferentes. Gramsci, cuyas palabras apuntaban a la conquista del poder político -que no es el objetivo de todas las “sociedades de pensamiento”-, subraya que el voto popular confirmará -transponiéndolo al plano institucional y al sistema de gobierno- una evolución ya adquirida por la mentalidad general. 


Su análisis subraya el papel primordial de las ideas y, por lo tanto, de lo intelectual, que define en primer lugar la función social, en la medida en que organiza
“el consentimiento espontáneo de las grandes masas de la población a la dirección impuesta a la vida social por el grupo fundamental dominante”.
El poder cultural engulle al poder político. En otro ángulo del ataque a la sociedad, la página web de la Transatlantic Policy Network, una de las miríadas de organizaciones que gravitan en la órbita de la ideología globalista, señalaba que ésta
“ha construido gradualmente un gran grupo de políticos, líderes, grupos de reflexión y académicos estadounidenses y europeos a través de un diálogo informal constante y de estrechas relaciones personales regulares. (Construir hoy la asociación del mañana)”.
A esta tarea se dedica la “sociedad de pensamiento”.

Cómo funcionan las “sociedades de pensamiento”

Se trata de desarrollar, producir y fabricar ideas para establecer debates “libres” entre personas “libres”, una opinión común o “social”, como la describe Cochin. Será el resultado de un consenso o de una votación. Pero en ningún caso la “sociedad de pensamiento” se encarga de plasmarla o de aplicarla.

Intercambios “libres” entre individuos “libres”

Participar en una “sociedad de pensamiento” presupone liberarse intelectualmente de cualquier vínculo. Se trata de liberar el pensamiento para aislarlo del mundo real y de la vida, que son limitaciones, “autoridades”, es decir, otros tantos frenos para la creatividad, la razón y la imaginación soberana. No debe haber verdades que se impongan, ni certezas adquiridas.... Debe rechazarse todo lo que pueda arraigar a la persona, tanto en el orden material y temporal como en el espiritual y sobrenatural.

Cada uno tiene o se forma su propia opinión. Es la capacidad de decirlo todo, de pensarlo todo... ¡pero bajo control! Porque para garantizar la libertad de acción de la “sociedad de pensamiento”, toda crítica de las opiniones expresadas en los debates o de los métodos utilizados debe estar prohibida y conlleva la exclusión del participante. La expresión es “libre”, sin propósito de discutir. Liberarse... para cumplir mejor esta regla obligatoria y restrictiva que consiste en 'desalinearse', en separarse de sus opiniones sobre la vida social, natural y sobrenatural, en abstenerse de todo juicio. Se trata, pues, de una práctica privativa de la libertad.

Quienes vivieron la oleada de “dinámicas de grupo” que alcanzó a todas las organizaciones y a todas las clases sociales, en los años posteriores al '68, y vieron sus raíces más o menos cortadas, experimentaron el vértigo que da el vacío. Se pierden todos los puntos de referencia. Quien recuerda las condiciones de la realidad, quien se aferra a ellas, es eliminado por la presión del grupo (ridiculizado mediante comentarios humillantes y superado en las votaciones: retrasado, anticuado, conservador, reaccionario, chovinista, explotador, xenófobo, homófobo, fundamentalista, etc.), es decir, abandonado a sí mismo.


Se trata de una operación de liberación mental, no destinada a trastornar la vida de forma inmediata mediante cambios prácticos, sino a relativizar los comportamientos y los esquemas en perspectiva, a desprenderse progresivamente de las reglas previamente adquiridas en materia de comportamiento y de juicio... Podemos hacer una comparación con lo que se encuentra en los ejercicios propuestos en el libro Pratiques de la créativité de Michel Fustier. En la introducción, el autor llama a la prudencia, porque estos temas llevan a “cuestionar valores profundos y apreciados”.

Los primeros ejercicios consisten en entablar un debate contradictorio. He aquí algunos de los temas que menciona el autor: la conveniencia de conducir en la ciudad, la regulación de la entrada de trabajadores extranjeros, el interés de una educación liberal, la preferencia por un régimen democrático o totalitario, la persistencia del nacionalismo frente al internacionalismo, la necesidad de un retorno a la naturaleza, el derecho a la herencia, la libertad sexual, el lugar de la mujer en el trabajo, etc. Tras estos ejercicios iniciales, el autor considera oportuno precisar:
“Hasta ahora, hemos pedido al estudiante de creatividad que realice una serie de ejercicios que han ablandado su mente, pero que no siempre le han llevado a comprometerse profundamente en el plano moral e intelectual. El legado ético y lógico de sus antepasados ha permanecido intacto. Ahora pidámosle que dé un paso más y renuncie a considerar toda ética y toda lógica como absolutas. Para ser completamente libre, debe desprenderse también de lo que le parece más precioso, más válido y más fundamental”.
Así, por ejemplo, hay un ejercicio llamado “destrozar la familia” a través de muchas ideas “fabricadas”:
“Se acabó la familia estable; por un lado, familias cuya vocación es educar a los hijos; por otro lado, individuos independientes con potencias educativas; cambio obligatorio entre cónyuges por un periodo de tres a cinco años; pensionistas que educan a los hijos (ocupación no pequeña); nuevas familias a disposición de nuevos ejecutivos, al mismo tiempo coche y piso de alquiler; familias sin hijos; familias colectivas; matrimonios del mismo sexo; una familia hecha hiperestable y feliz por el conocimiento y la explicación de todas las leyes de la psicología; la negativa a traer hijos al mundo para no exponerlos también a un mundo peligroso; la igualdad total entre hombres y mujeres; no más amas de casa; la desaparición de la noción de hogar; la familia ya no basada en las relaciones sexuales”.
Después de medio siglo, conviene recordar el objetivo declarado de Michel Fustier: “Este libro está enteramente sostenido por el profundo deseo de acelerar la emergencia de la nueva civilización”.

Reivindicación del igualitarismo y ausencia de jerarquía

En una “sociedad de pensamiento”, los títulos, las funciones, las experiencias, las creencias, etc., no tienen derecho de ciudadanía. Los participantes constituyen una asamblea de iguales (pero, como veremos más adelante, algunos son más “iguales” que otros). Esta liberación de todo lo que identifica, personifica y atrinchera tiene como efecto la transformación de la persona, siendo única, como individuo, semejante a los demás, igual a los demás. Uno entre otros.

Individuos libres e iguales, todos iguales, “despersonalizados”, con opiniones igualmente válidas, en detrimento de la especificidad, la diversidad, las aptitudes y los talentos que normalmente caracterizan a cada uno y hacen de él una persona. Se destierra la noción misma de jerarquía, en el sentido de “ordenar” valores y prioridades. Ninguna opinión es más válida que otra. Todo es válido; una sola voz, un solo hombre.


A través de todo esto, el vínculo entre estos dos primeros fundamentos -libertad e igualdad- se hace evidente. Libertad para pensar y repensar todo al margen de cualquier autoridad vinculante aparente, ya sea la autoridad del conocimiento, de la experiencia, de una persona o de una organización. 

Adrien Loubier, en su libro Groupes réducteurs et noyaux dirigeants (Grupos reductores y núcleos dirigentes), define la sociedad pensante como “una asamblea de iguales deliberantes”.

La libertad y la igualdad son factores determinantes para alejarse al máximo de toda autoridad y prejuicio.

El arte de crear cohesión

Para formular una “opinión social” -el objetivo de la sociedad pensante- los participantes deben formar un bloque. Para ello, los participantes deben estar suficientemente libres de ataduras personales o de cualquier jerarquía de valores o de personas. ¡Libertad, igualdad! Los debates iniciados generan opiniones y puntos de vista personales, necesariamente divergentes. Choques, contradicciones...

Las realidades sobre las que generalmente se está de acuerdo se difuminan, se vuelven vagas, crean dudas. Surgen comparaciones entre opiniones... Poco a poco, las convicciones y certezas personales se desvanecen. La cohesión del grupo lleva al individuo bien a aceptar lo que se le propone, bien a autoexcluirse mediante la marginación. Lo que conduce a la fraternidad. Para llegar a una opinión o moción común, todos los miembros del grupo deben poner algo de su parte, y más allá de sus conocimientos y experiencia... hacer concesiones y aceptar rebajar su opinión.


El grupo tiene un verdadero efecto reductor. El resultado de opiniones iguales se convierte en la “opinión media”, o la “opinión social”. Las realidades no importan: se necesita una “opinión común”. Por consenso o por votación, la sociedad pensante pretende expresar la “voluntad general” que determina lo que es verdadero, lo que es bello, lo que es bueno y lo que es justo

Señala Augustin Cochin:
“Es la opinión la que hace el ser. Sólo lo que la sociedad (de pensamiento) ve es real, sólo lo que comprende, lo que aprueba, es verdadero, porque todo se detiene en el voto. Así se invierte el orden natural: la opinión del grupo se convierte en la condición necesaria y, ya no como en la vida real, en una consecuencia insignificante. El parecer sustituye al ser, el decir sustituye al hacer”.
Quienes vivieron las asambleas generales de los “estudiantes” del '68 y las huelgas en las fábricas saben de la importancia de votar... ¡a mano alzada! Nada peor para aniquilar cualquier atisbo de reacción y neutralizar o incluso eliminar cualquier personalidad fuerte.

Sólo puede adoptarse la posición de la mayoría. Los que se niegan a someterse a ella se excluyen a sí mismos, tal es la presión psicológica ejercida por el grupo y la “verdad colectiva” que emana de él. Una vez en el poder -escribe Cochin- los defensores de la nueva línea de pensamiento tratarán a los recalcitrantes como sospechosos o enemigos del pueblo... y no dudarán, si es necesario, en recurrir a la eliminación física.

El gobierno “democrático”

Sin embargo, cualquier grupo de personas que discuta asuntos relacionados con la vida social no constituye necesariamente una “sociedad de pensamiento”. Abandonado a sí mismo, ¡el grupo no durará más que un juego de niños sin guía! Por lo tanto, un grupo no puede hacer más que tomar nota de las intervenciones de los demás, o elaborar una moción, una síntesis... sobre todo cuando la tarea, compleja, es el resultado de intercambios confusos en un desorden intelectual.

La misión se encarga o se confía entonces a un participante de buena voluntad que será ayudado en este delicado trabajo por uno o varios participantes que -voluntaria o voluntariamente elegidos- sugerirán, rectificarán, aclararán, guiarán... consciente o inconscientemente para un fin determinado. En efecto, es necesario que exista un círculo interno más o menos articulado, o “núcleo dominante” que asuma la dirección del grupo, ejerciendo el poder -pero sin responsabilidad- en nombre y sin conocimiento de la mayoría de los participantes.


La “sociedad de pensamiento” tiene así su propio “gobierno”, el poder oculto, al tiempo que garantiza una apariencia democrática en las decisiones tomadas o en las mociones. Hablar de una opinión común resultante de una decisión colectiva, obtenida por consenso o votación, es un señuelo. De hecho, la mayoría está gobernada por un círculo dirigente oculto y, por lo tanto, no tiene que rendir cuentas. Augustin Cochin observa:
“Es el régimen interno de todas las sociedades de pensamiento, sociedades de iguales, desde el Santísimo Sacramento de 1650, hasta el Gran Oriente de 1780, o desde la sociedad jacobina hasta el 'caucus' (7) de M. Chamberlain. En todas partes se produce el mismo efecto: la formación de lo que nuestros francmasones llaman ‘orden interno’, los políticos ingleses ‘círculos internos’, es decir, una pequeña sociedad que actúa en el seno de la grande dirigiendo los votos sin su conocimiento por medio de los mil expedientes de que dispone la turba: órdenes del día preparados, mociones concertadas, bofetadas ideadas de antemano, purgas insensibles, votaciones inesperadas”.
La masonería es el modelo de una “sociedad de pensamiento” construida conscientemente. Es una combinación de sociedades secretas: los francmasones que asisten a las reuniones de las logias de rango N pueden, de hecho, haber sido iniciados en el rango N+1, sin ser conocidos como tales por los hermanos de rango N. Esto permite orientar los trabajos de la logia en la dirección deseada, tanto dentro de la propia organización como fuera de ella. Así, al tratar de los Rotary Clubs y de los Club de Leones, el nº 30 (monográfico) de la revista Historia, titulado Les francs-masçons (Los francmasones), observaba:
“De hecho, estos clubes son esencialmente masónicos. Son el vehículo de los ideales de fraternidad, solidaridad y universalidad masónica. Muchos de sus dirigentes son masones”.
Además, Augustin Cochin subraya la importancia del secretismo:
“Toda sociedad es secreta en la medida en que quiere actuar sobre la opinión de los profanos como un círculo restringido, mecánicamente. El secreto está presente en todas las sociedades de pensamiento; pero es el medio propio de las sociedades de carácter filosófico e intelectual como la masonería”.
Los efectos de la labor de las “sociedades de pensamiento”

Los descubrimientos de la psicología contemporánea han multiplicado por diez el funcionamiento de las sociedades de pensamiento.

Violencia personal

El trabajo entre iguales y libre de todo apego conduce a una atrofia de la persona que, al aislarse de lo que realmente es, se vacía de toda la herencia recibida, lo que se considera alienante. Pero el hombre es por naturaleza un heredero que lo recibe todo de su entorno. La persona, liberada de toda autoridad excepto las reglas de juego impuestas, liberada de limitaciones intelectuales, morales y espirituales, sin una referencia para ejercer y expresar juicios -la crítica está prohibida-, funciona únicamente con la sensibilidad, el inconsciente y la imaginación, por lo que es incapaz de poner en orden tanto sus propias ideas como las recibidas de los demás durante las discusiones.


La inteligencia que, a partir de la observación y la escucha, analiza, compara, sopesa y juzga está como paralizada. La práctica repetida de este ejercicio conduce a la atrofia, la corrupción y la disolución de la inteligencia que ya no es capaz de entrar en contacto con la realidad. Al mismo tiempo, se produce un desorden, una hipertrofia de la imaginación y de la sensibilidad, por no hablar del sentimentalismo.
“Quien no sabe de dónde viene no puede saber adónde va porque no sabe dónde está. En este sentido, el pasado es el trampolín del futuro”.
 Incorpórea, aislada de la realidad, la mente duda de la validez de ciertos conocimientos o creencias adquiridos; el miedo a expresar una opinión que pueda ir en contra de la idea mayoritaria genera silencio... o aceptación. Cochin denomina a este fenómeno “ley social de la reducción”, que Adrien Loubier, asociándola a lo que denomina “ley de la selección”, define de la siguiente manera:
“Deliberantes iguales, agrupados según el principio de la libertad de pensamiento, sólo pueden fraternizar en torno a un movimiento común operando la reducción de sus propios conocimientos y teniendo en cuenta la realidad infinitamente compleja [...]. La reducción acordada en nombre de la fraternidad va acompañada de una selección entre los presentes. Esta selección tiende a eliminar las personalidades más ricas y a poner de relieve las que están ‘reducidas’ de antemano”.
El pensamiento, bajo la influencia de los enfrentamientos y las discusiones, se reduce a palabras, a eslóganes -ideología en píldoras-, a discursos y verborrea vacíos. No sin razón habla Cochin de la opresión del individuo en el orden intelectual, espiritual, moral y sensible.

Fabricar la opinión pública

Nuestras múltiples sociedades humanas en su diversidad son un campo de elección para observar los efectos producidos.

Las generaciones que vivieron los primeros años tras el concilio Vaticano II (1962-1965) y pueden recordar la “cohorte” de católicos que adoptaron apresuradamente un lenguaje (y pronto unas prácticas) que rompían por completo con las costumbres, la liturgia y la doctrina anteriores: “iglesia en camino”, “cristiano adulto”, “diálogo con el mundo moderno”, “compromiso con lo social”, “liberación”, “progreso”, “vuelta a los orígenes”, “iglesia de los pobres”, “comportamiento abierto”, “laicado comprometido”, “conciencia de iglesia”, etc. ..


Muchas nuevas referencias surgidas de diversos movimientos formaron la nueva Acción Católica, las Semanas Sociales, las asociaciones de intelectuales... que más tarde se convirtieron en “sociedades de pensamiento”. La uniformidad, la simultaneidad de las nuevas orientaciones, la fuerza de los decretos que obligaban a los cambios procedían también de religiosos fiables, algunos de los cuales sólo se atrevían a expresar su desacuerdo en privado, por miedo a las represalias.

Hoy en día, los medios de propagación de la labor de las “sociedades de pensamiento” pueden ser la publicidad, los cursos de formación, la enseñanza, Internet, las reuniones de obispos, los clubes de lectura, la liturgia dominical (o lo que queda de ella), la partida amistosa de petanca, la redacción de cuadernos de quejas o la rotonda cercana al hipermercado... Hablando de la protesta de los “chalecos amarillos”, vale la pena señalar la observación hecha el 16 de diciembre de 2018 durante una emisión de radio por el periodista Jean-Michel Apathie:
“En este movimiento informal y espumoso -lo pensé desde el principio- hay una organización subterránea y oculta, titiriteros, personas mucho más politizadas y políticas de lo que pensamos, y que solo aparecen hoy [...]. En este momento, no sólo estamos empezando a dar un rostro al movimiento, sino también una consigna unificadora”.
La presión social, los hábitos adquiridos de opinar sobre todo, las encuestas, el poder de los medios de comunicación, la marginación y el silenciamiento de los que “no saben pensar bien”... no dejan de contribuir a multiplicar el trabajo de las “sociedades de pensamiento”. La máquina funciona. Dentro de las estructuras y organizaciones que abundan en todos los centros de la vida social, suavemente, sin tocar las apariencias, se desbaratan las mentes y las instituciones; igual que la madera de un armazón se erosiona sin cambios visibles bajo la acción de las termitas, hasta que el edificio queda destruido.

La expresión de lo que se denomina “opinión pública” no es en realidad más que la formalización del trabajo de las “sociedades de pensamiento”, una opinión “formateada” por los omnipresentes medios de comunicación de masas que difunden al unísono las mismas noticias. La opinión social producida tiene por objeto ganarse a la opinión pública. Cochin, a través de su obra, pone claramente de relieve la estrategia y la voluntad de que se adopte la opinión, aunque este paso no sea responsabilidad de la sociedad de pensamiento: hoy en día, los medios de comunicación, los foros y blogs de Internet y las redes sociales son cajas de resonancia de la labor de las “sociedades de pensamiento”.

De las ideas a las instituciones

Las declaraciones oficiales de personalidades reconocidas son más evocadoras que los comentarios.


● Estados Unidos: Hillary Clinton, miembro de la administración Obama, durante la inauguración de la sede del Council on Foreign Relations (CFR), un poderoso club globalista, dijo en Washington, el 15 de julio de 2009:
“Estoy encantada de estar aquí, en esta nueva sede. He visitado a menudo la sede de Nueva York, pero es justo tener una sucursal del CFR justo en la misma calle que el Departamento de Estado [...]. Recibimos muchos consejos del CFR, lo que significa que ya no tengo que ir lejos para que me digan lo que debemos hacer y cómo debemos prever el futuro”
En 2007, el Council on Foreign Relations estadounidense ya había cruzado el Atlántico para crear una “sucursal”, el European Council on Foreign Relations, con el objetivo de
“causar un fuerte impacto nacional y regional a sus análisis e investigaciones, y proporcionar una ayuda estimulante al debate paneuropeo sobre cuestiones estratégicas europeas de asuntos exteriores”.
● Iglesia católica: en 1964, es decir, en pleno concilio, un alto dignatario francmasón, Yves Marsaudon (1899-1985), escribía en su libro L'œcuménisme vu par un franc-maçon de tradition (El ecumenismo visto por un francmasón de tradición)
“Ellos (los cristianos) no deben olvidar que todos los caminos conducen a Dios (hay muchas habitaciones en la Casa de mi Padre...) y mantenerse en esta valiente noción de libertad de pensamiento, verdadera revolución que partió de nuestras logias masónicas y se extendió magníficamente sobre la cúpula de San Pedro” (8).
● República Francesa: Pierre Mollier, conservador del Museo de la Francmasonería y miembro del Gran Oriente de Francia, respondiendo a las preguntas de un periodista con motivo del 3er centenario de la institución, dijo:
“La mayoría de las principales leyes que se promulgaron entre 1880 y 1914 y que sentaron las bases de nuestra sociedad democrática moderna (libertad de prensa, libertad de asociación, escolarización laica y gratuita, etc.) fueron concebidas y promovidas por las logias [...]. La Francmasonería comparte sus análisis o reivindicaciones en el marco previsto por nuestras instituciones: comisiones parlamentarias, consulta de los representantes de la sociedad civil por los poderes públicos [...]. Hoy en día, la masonería interviene principalmente en cuestiones sociales. Por ejemplo, ha estado muy presente en los debates sobre bioética”.
Conclusión

Observar las “sociedades de pensamiento” significa comprender cómo se pasa de una visión de la sociedad a un cambio de sociedad. Significa comprender la trayectoria de las ideas que mueven el mundo y crean opinión pública. Es comprender que con el tiempo es posible trastornar una sociedad: pasar de las opiniones a las ideas, de las ideas a las certezas y de las certezas a los trastornos en las mentes y las instituciones. Para Gramsci, a través de la acción cultural, las “sociedades de pensamiento” pueden cercar y manipular todas las instituciones y el poder político.


Al aplicar sus mecanismos de acción sobre las instituciones y revelar sus métodos de manipulación de las masas para crear opinión pública, las “sociedades de pensamiento” se revelan como el principio activo (10) de nuestras democracias. De hecho, a través de sus análisis históricos, Augustin Cochin llegó a la conclusión de que la democracia es el gobierno de una minoría -las “sociedades de pensamiento”- que elimina a las personalidades más fuertes para llevar al poder a una oligarquía de mediocres y hábiles oradores.

APÉNDICE

MÉTODOS DE LA SOCIEDAD DEL PENSAMIENTO

En su libro De la vie avant tout chose (11), el Dr. Pierre Simon describe la acción a favor de la anticoncepción y el aborto desarrollada a lo largo de un cuarto de siglo (1950-1974), de la que la ley Neuwirth sobre la anticoncepción (en 1967) marcó el punto de partida de toda la legislación francesa sobre bioética. Sus explicaciones ilustran los métodos utilizados por las “sociedades de pensamiento”.

Una acción multiforme

La evolución social contra la vida presentada por el Dr. Simon fue el resultado de acciones lanzadas en varios medios simultáneamente (político, médico, social, mediático e incluso religioso) para dar la impresión de un “movimiento de masas”. Las redes utilizadas por el autor son al mismo tiempo pantallas cuya finalidad es siempre ocultar el verdadero origen de las acciones, a saber, la masonería. El resultado había partido de una reflexión concebida por los Hermanos de la Logia La nouvelle Jérusalem.
“La parte central del proyecto de ley surgió de una reflexión elaborada hace tiempo por mi Logia Madre ‘La nouvelle Jérusalem’. Su título: ‘Impacto de la tecnología en la moral social’. La cuestión que se planteaba era si nuestra cultura y nuestras adquisiciones eran capaces de tratar en nuestro tiempo la anticoncepción en sus aspectos esenciales” (12).
Por un grupo: Littré (una “sociedad de pensamiento”).
“En 1953, en la tradicional tranquilidad de Ginebra, un equipo de médicos y librepensadores francófonos, el grupo ‘Littré’, dio sus primeros pasos en el estanque dormido de la moral convencional. Al término de las reflexiones llevadas a cabo por este grupo, decidimos introducir en nuestros respectivos países el compromiso de difundir la libertad de concepción [...]. Nuestras reuniones se celebraron con discreción. En aquella época, ni periodistas, ni radio, ni televisión” (13).
Por una red, Planning Familial (de la que Simon fue cofundador).
● “En los últimos años, cuestiones esenciales como la sexualidad, pero también el aborto, la contracepción, el régimen penitenciario, la energía nuclear, etc., se situaron fuera de las instancias políticas. Fue lo que Roger-Gérard Schwartzenberg denominó 'democracia auxiliar'. Los grupos de ciudadanos actúan con un objetivo de interés público, pero sobre una base ad hoc. Fue exactamente de acuerdo con este análisis que en Francia se creó la ‘Planificación Familiar’ o 'Asociación Nacional para el Estudio del Aborto'” (14).

 ● “En 1961, ya era la victoria. El 'Movimiento Francés de Planificación Familiar' había alcanzado los 400.000 miembros. Un resultado logrado gracias a la inclusión de lo biológico en la medicina social y humanista, que también puede unir a las multitudes' (15).
Por las acciones de la Hermandad Parlamentaria;

Por las acciones y provocaciones transmitidas por los medios de comunicación:


Proceder por evolución y no por revolución:
“El 'método' lo proporcionan las posibles técnicas de cambio en la sociedad. ¿Evolución o revolución? [...]. La evolución es coherente con nuestro enfoque médico. Es sistémico: la sociedad debe compararse a un organismo vivo. Los tejidos y órganos de un mismo cuerpo están unidos entre sí: si uno de ellos sufre una transformación o mutación, todos los demás reaccionan y se reorganizan' (16).
'Incluir las reivindicaciones populares' (17); inscribir en el ámbito de lo real 'lo que la ley prohíbe' (18);

 Una vez alcanzado el consenso -en parte con la ayuda de las fuerzas provocadoras- es necesario hacer que el Estado se apropie de un hecho que hasta ahora sólo ha aparecido como una cuestión utilizada por los grupos de protesta:
“Habíamos examinado de cerca la estrategia que la administración Kennedy había utilizado frente al 'Poder Verde'. La Casa Blanca había reaccionado asumiendo esta causa mediante la creación de un Ministerio de Ecología. El principio de recuperación consiste en integrar a través de la cultura establecida los modelos de la contracultura fagocitándolos con cierta facilidad. De este modo se eliminan los elementos que crean tensiones sociales y se digieren los temas más radicales [...].

Con la sexualidad realizamos una maniobra a la misma escala y siguiendo el mismo patrón. Fue el ‘Informe sobre el comportamiento sexual de los franceses’. La obra, redactada en 1969 y publicada en 1972, estaba prologada por Robert Boulin, a la sazón Ministro de Sanidad. Seis meses más tarde, también siguiendo los planes, Joseph Fontanet, Ministro de Educación Nacional, firmó los textos que legalizaban la 'educación sexual en las escuelas'”.
 Para obtener el consenso popular, asociar lo que es visceral con lo que se presenta como “científico”:
“Sentar el principio de que la vida es únicamente material, en el sentido ecológico de la palabra, y que nos corresponde a nosotros gestionarla; ésa es la idea motriz; pero no podemos movilizar a las multitudes sin implicarlas de manera fundamental. El arma absoluta que conduce al apoyo popular es lo visceral. La contracepción concierne a todos los franceses púberes, sin distinción de sexo [...]. Los avances de la química biológica permitirán acceder a la anticoncepción absoluta: la píldora” (19).
 Una red importante que no hay que pasar por alto: los teólogos:
“Robert Boulin, ministro de Salud Pública y Seguridad Social, me confió la dirección de una comisión de estudios sobre el problema del aborto [...]. Se me ofreció así la oportunidad de dar forma a una colaboración con la Iglesia: me rodeé de teólogos famosos, como los dominicos Queljeu y Pohier, que enseñaban en el Saulchoir, y el ministro evangélico André Dumas, profesor de moral en el seminario protestante” (20).
● El sentido de la organización

Para ilustrar este logro, procedente de una “sociedad de pensamiento”, es necesario destacar una de las cualidades esenciales de todo equipo motor: la tenacidad, el sentido de las etapas:
“¡Adelante, a la larga marcha! Una larga marcha en la que la táctica es primordial. Hay que avanzar punto por punto, con meticulosidad y precisión. Cada paso en falso se nota” (21).
La Larga Marcha duró treinta años, de 1950 a 1980. Su objetivo: transformar la sociedad en su totalidad...
“La batalla por la contracepción fue mucho más larga y difícil que la posterior batalla por la legalización del aborto. Una vez que la contracepción fue incluida en la moral y reconocida por la ley Neuwirth, comenzó la lucha por la legalización del aborto. El futuro nos dio la razón. Fue como invertir una famosa fórmula: habíamos ganado la guerra; ahora sólo nos quedaba ganar la batalla.


Esta lucha no era sólo técnica, sino filosófica. La vida concebida únicamente como material: ése era el principio que animaba la lucha. La revisión del concepto de vida a través de la contracepción transformó la sociedad en su conjunto [...]. No es sólo la madre, sino toda la comunidad la que gesta al niño. Es ella la que decide si debe ser engendrado, si debe vivir o morir”.

Notas:

1) Traducción del original francés Sociétés de pensée, opinion publique et subversion (Action Familiale et Scolaire, París 2020), editado por Paolo Baroni.

2) En este estudio se citan voluntariamente documentos, escritos y citas “antiguos” para que el lector pueda apreciar el alcance de estos laboratorios de ideas que son las
“sociedades de pensamiento”.

3) Frase pronunciada por Chisholm durante una conferencia sobre educación celebrada en California el 11 de septiembre de 1954.

4) Cf. G. Mantegna, We, the Living Theater (Nosotros, el teatro viviente), Ballantine Books, 1970, p. 14; Anarchisme et non violence, nº 27, octubre de 1971.

5) Véase J. Baby, La grande controverse sino-soviétique (La gran controversia sino-soviética), éd. Grasset, 1966.

6) Discurso de Julian Huxley en la asamblea de la UNESCO, 20 de noviembre de 1946.

7) Grupo político que pretende promover determinadas ideas.

8) Véase Y. Marsaudon, L'œcuménisme vu par un franc-maçon de tradition, Vitiano, 1964, p. 121.


10) Por definición, el principio activo es una sustancia contenida en un medicamento, que tiene acción terapéutica y que, en comparación con los excipientes, se encuentra en pequeñas cantidades.

11) ¡Hay que tener mucho valor para titular un libro La vita innanzitutto (La vida ante todo) cuando se trata de una obra a favor de los que siembran la muerte!

12) Cf. P. Simon, De la vie avant tout chose, Mazarine, París 1979, p. 143.

13) Ibidem, p. 83.

14) Ibidem, p. 188.

15) Ibidem, p. 135.

16) Ibidem, p. 84.

17) Ibidem, p. 207.

18) Ibidem, p. 131.

19) Ibidem, p. 85.

20) Ibidem, p. 205.

21) Ibidem, p. 134.


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