Nota del Editor: Algunas partes del texto contienen observaciones nuestras destacadas en color.
JUDAÍSMO Y FRANCMASONERÍA
LA FRANCMASONERÍA ¿ES DE ORIGEN JUDAICO?
Por el padre Heurckmans S.J.
Barcelona, Librería y Tipografía Católica, Año 1887
IX.
Acabamos de decir que los verdaderos directores de la Logia son desconocidos aún para sus propios miembros. ¿Se avendrían los francmasones a obedecer a los judíos?
Que los judíos priman mucho en la Logia, nadie lo pone ya en duda. Judíos son los que desempeñan a menudo en ella funciones de la mayor importancia, aún las de grandes maestres.
La prensa de la Logia es al mismo tiempo la de los judíos, y no es un secreto para nadie que dan el tono en todas partes los grandes periódicos liberales y masónicos. En Europa los principales órganos de la prensa liberal y las principales publicaciones masónicas están en manos de los judíos y son redactados por ellos. ¿Quién se atreverá a sostener que estas publicaciones no ejercen influencia y que no son dócilmente seguidas por los demás?
¿Cuál es la conducta de los periódicos liberales cuando los judíos son perseguidos en alguna parte? Ellos, que nunca desaprovechan ocasión de aplaudir la opresión injusta de los cristianos, levantan un concierto unánime de protestas en favor de los judíos.
¿Se quieren ejemplos? ¿Que sucedió, pocos años ha, cuando los judíos afluían de todas partes a Rumania como a otra tierra prometida, cuando el gobierno local se oponía a su llegada, y la misma población, exacerbada por sus exacciones, se precipitaba sobre ellos con violencia? (*Parte de la maldición que Yahvé por medio de Moisés da al pueblo de Israel es que si apostataban y persistían en la terquedad iban a ser esparramados por todo el mundo siendo rechazados por todos los pueblos, tal cual viene sucediendo desde hace 2000 años, su perfidia no puede ser soportada). ¿Qué vemos con nuestros propios ojos en gran parte de Europa, ahora que el movimiento antisemítico toma en ella formidables proporciones?
Todos los periódicos liberales parece que han recibido la consigna de defender a los judíos, y de excitar la conmiseración de los cristianos para que acudan en auxilio, con ofrendas pecuniarias, de los desdichados judíos perseguidos. Por otra parte, público es el hecho de que el Grande Oriente de Hungría ha prohibido a todos los hermanos de su obediencia que tomasen parte en el movimiento antisemítico.
Y nótese que estos mismo periódicos se callan como unos muertos respecto de la causa que ha producido esas persecuciones, acerca de las usuras y los fraudes por los cuales los judíos retienen en sus garras países enteros después de haberles reducido a la miseria. ¿Cómo explicar todos estos hechos sin reconocer la influencia ejercida por los judíos sobre la prensa liberal y masónica?
X.
Vamos aún más lejos y decimos que los judíos son completamente dueños de la Francmasonería, y que los jefes desconocidos a quienes todos los masones juran obediencia son judíos.
Desde luego, si es fundada la hipótesis de que partimos, síguese evidentemente que toda la Logia está en poder de los judíos y es dirigida por ellos. Y ciertamente no faltan pruebas acerca de este punto. Los jefes de la Francmasonería no son los Grandes Maestres nacionales a quienes conoce todo el mundo, como por ejemplo en Inglaterra el Príncipe de Gales, o en Holanda el difunto príncipe heredero Alejandro: éstos no son otra cosa que reyes de teatro a quienes se cubre con algunos adornos y se dan títulos de ostentación, con objeto de ofuscarles, y con ellos a los pueblos y a los reyes.
En la misma situación se encuentran aún los adeptos más adelantados en la Masonería. No conocen a los verdaderos directores, y obedecen las órdenes dadas sin saber de quienes emanan.
El judío Pequeño - Tigre, miembro de la Alta Vendita en Italia, escribía, el 18 de Enero de 1822, una carta secreta en la que se asombra de la estupidez de los francmasones, que se dejan engañar con la esperanza de un secreto que nunca se les comunicará. Búrlase de las Logias; pero, dice, es indispensable pasar por ellas para llegar hasta nosotros: en las Logias es donde se hace uno dueño de la voluntad, de la inteligencia y de la libertad del hombre.
En 1862 un francmasón de Berlín escribió lo siguiente en contestación a un folleto de Alban Stolz: “El poder que han sabido adquirir los judíos por medio de la Francmasonería ha llegado hoy a su colmo, y es el peligro más formidable para el trono y el altar. Aunque excluidos de ciertas Logias, los judíos dirigen todas las del mundo entero. En Londres existen dos Logias judaicas, donde se reúnen todos los hilos de todos los elementos revolucionarios. Judá está al frente de la Francmasonería, y la Logia cristiana es un juego de polichinelas puesto en movimiento por los judíos. En Roma otra Logia, enteramente compuesta de estos últimos, es el supremos tribunal de la Revolución, y desde allí son dirigidas las otras Logias como por jefes secretos. En Leipzig, durante la gran feria, la Logia judaica es cada vez permanente, y nunca se recibe en ella a un masón cristiano. En las Logias judaicas de Hamburgo y de Frankfurt, solo tienen acceso ciertos emisarios. Esto, como es de suponer, despierta recelos en algunos de nosotros”.
M. Disraeli, judío de origen, primer ministro de Inglaterra, dijo: “Este mundo lo gobiernan personajes muy distintos de lo que se figuran aquellos que no ven lo que sucede tras cortina. Esta diplomacia rusa, tan llena de misterio, ¿quién la dirige? Los judíos. Lo mismo acontece en España, en París y en otras partes”.
Un francmasón convertido, que había llegado a los grados más eminentes, quince años atrás hizo interesantes revelaciones publicadas en el “Rosier de Marie” (revista exclusivamente redactada por sacerdotes). En él afirma repetidas veces que el Grande Oriente es un judío, y que a la sazón lo era uno de Alemania. Asístele un consejo, compuesto de cinco miembros todos judíos.
¿Quién ignora que la Internacional, la Francmasonería de la clase obrera, ha sido establecida por dos judíos, Lasalle y Carlos Marx? (*Mucho menos se puede ignorar en nuestros días la influencia judía sobre el marxismo, o mejor dicho, la procedencia judía del marxismo: su fundador lo fue, Karl Marx cuyo verdadero nombre era Kissel Mordechai; los revolucionarios de 1917 lo fueron: Lenin, Trotsky, Stalin; sus propulsores en distintos países también lo fueron, etc.).
Pudiéramos aún aducir otros testimonios que tenemos a la vista. Este punto por lo demás no es un misterio; pero confirma singularmente nuestra hipótesis; pues ¿cómo sería posible que los judíos dispusieran omnímodamente en la Masonería, si no le hubiesen dado ellos mismos su existencia y su organización?
XI.
Nueva confirmación de lo que llevamos expuesto, encuéntrase en la influencia de los judíos en la sociedad moderna. En otro tiempo eran menospreciados y los paganos mismos burlábanse de ellos. Horacio, Juvenal, Plauto y Tácito nos suministran prueba del menosprecio y del odio del que eran objeto en Roma, no mejoró su condición más adelante: su sólo nombre era una injuria; si bien en nuestros días no se les llama judíos sino israelitas.
Pues bien, no obstante ese oprobio secular que pesa sobre el judío, éste ocupa su lugar a la luz del día y en lugar de honor (* Ni hablar después de lo ocurrido en la Segunda Guerra Mundial, en el que por medio de la victimización y una falsa historia, los judíos obtuvieron un lugar más prominente en la sociedad). Hemos hablado ya de la prensa judaica: ella forma la opinión pública de los liberales, y sus juicios son recibidos como los oráculos de una divinidad.
La Revolución de 1789, obra de la Francmasonería, prometía la libertad y la igualdad de todos los hombres. El judío, y únicamente él, se ha aprovechado de esas proclamaciones, o para hablar con más propiedad, el judío es quien, por boca de la Revolución se adjudicó a sí mismo esa libertad. Desde aquella época el judío se ha hecho dueño de todo: es el rey de la Bolsa, todo el mundo lo reconoce.
Las funciones del Estado, de las que estaban excluidos en otro tiempo, la Logia las distribuye en masa a los judíos. Lord Disraeli escribía en 1844: “A mi llegada a San Petersburgo tuve una entrevista con el Ministro de Hacienda de Rusia, el conde Cancrim, quien era hijo de un judío de Lituania... En París quise saber el parecer del presidente del Consejo, y tuve en mi presencia un mariscal del Imperio, el hijo de un judío francés, Soult. ¡Cómo! ¿Soult judío? Cierto, lo mismo que muchos otros mariscales del Imperio, a la cabeza de los cuales Massena, que entre nosotros se llama Manasseh... Abandoné París por Berlín, y al ministro al que tuve que visitar no era otro que un judío prusiano”.
El célebre político Metternich escribía en 1849: “Los judíos ocupan el primer lugar en Alemania”. Toussenel, escritor no católico, ha publicado una obra con el título “Les Juifs rois de l'époque”, y en ella dice entre otras cosas: “Los judíos disponen en Francia de todos los empleos importantes y lucrativos”.
“En Alemania -dice Lord Disraeli- gran número de cátedras de las Universidades pertenecen a los judíos”. Los periódicos alemanes han dado con frecuencia la estadística exacta de la proporción que existe entre la cifra de estudiantes judíos y el de los cristianos en las facultades superiores. Atendido su número, los judíos exceden por mucho a los cristianos.
En Breslau, ciudad de unos 235.000 habitantes, viven unos 15.000 judíos. Pues bien: estos cuentan 70 miembros de los 102 que componen el Municipio, mientras que los 85.000 católicos no tienen en él ni un solo representante.
Si, los judíos son un verdadero poder en la sociedad; constituyen verdaderamente un Estado dentro del Estado, y este poder es reconocido y respetado por los hombres políticos. Vaya un ejemplo: En el último Congreso de Berlín, entre otras cuestiones era necesario decidir de la suerte de Serbia y de Rumania.
Este Congreso fue seguido de cerca por diputados de la Alianza Israelita Universal, que tiene su asiento en París y es presidida por el judío Crémieux (también hombre de Estado famoso). Estos diputados no tenían asiento en las reuniones del Congreso, pero no por eso dejaba de pesar en él su influencia. Los rumanos querían resolver por sí mismos la cuestión judaica en su país, y no querían que el Congreso tratase éste asunto. Mas los judíos de la Alianza lo entendían de otro modo y siguióse su parecer. El Ministro de Rumania ha declarado que tuvo que ceder a la presión de los judíos. El Congreso decidió que éstos gozarían libertad completa en Rumania, y no hay artículo sobre cuyo cumplimiento se haya velado con mayor severidad.
Este es un ejemplo de mil que podrían aducirse (1). ¿Cómo se explicaría el poder oculto de los judíos si no se admitiese que gobiernan a la Masonería y que toda la Logia recibe de ellos la consigna?
Nota:
(1) Estaban escritas estas páginas, cuando el libro de E. Drumont “La France Juive” vino a dar nueva confirmación a éste párrafo.
Continúa...
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