domingo, 5 de octubre de 2025

ME HE CONFESADO CUATRO O CINCO VECES Y ME HAN NEGADO LA ABSOLUCIÓN

Los sacerdotes cuando confiesan son verdaderos jueces. Allí no son más que ministros de Nuestro Señor, у deben juzgar según el Corazón de Jesucristo y según las reglas de su Iglesia.

Por Monseñor de Segur (1868)


28. ME HE CONFESADO CUATRO O CINCO VECES Y ME HAN NEGADO LA ABSOLUCIÓN. NO ME HE DE EXPONER YA A OTRA REPULSA

Te lo confieso con franqueza; es posible, bien que poco probable, que no sea por tu culpa. Puede ser que se encuentre alguno que otro confesor que, creyendo que sus penitentes no se hallan suficientemente dispuestos para la absolución, les haga volver varias veces, aun a riesgo de desalentarlos. 

La intención sin duda es buena, pero yerra en no tomar bastante en cuenta la misericordia de Dios, la eficacia de la gracia, la humana flaqueza, los ejemplos de los santos y el espíritu de la Iglesia. 

En uno de sus incomparables ejercicios en Nuestra Señora de París el Padre Ravignan, de santa memoria, recibió una noche la visita de un joven de veintiocho a treinta años que al presentarse a él le declaró que no iba a confesarse, sino que deseaba exponer al buen Padre algunas dudas que quedaban todavía en su alma. Encantado de las maneras y del tono de su interlocutor, le preguntó el Padre Ravignan por qué no quería confesarse; ¡parecía hallarse tan bien dispuesto! 

- “En verdad no puedo” -contestó este- “no alcanzan a tanto mis fuerzas. Hace algunos años, aprovechando un buen momento, fui a confesarme; me dirigí a un sacerdote que me recibió muy bien, pero que me hizo volver tantas veces, cinco o seis, si mal no recuerdo, que al fin renuncié a ello”

- “No quiero culpar a nadie” -dijo con dulce gravedad el venerable religioso- “pero en fin, ¿lo probaríais otra vez si estuvieseis seguro de recibir inmediatamente la absolución?” 

- “¿Podríais dármela en seguida?” 

- “No os conozco, querido” -replicó el Padre- “pero no sería imposible y hasta me atrevo a esperarlo. ¿Queréis que lo probemos?” 

- “¡Oh! con toda mi alma. No lo hubiera creído nunca posible”. 

Y arrodillándose se confesó y fue perdonado. Tres días después comulgó en Nuestra Señora, se dio a frecuentar los Sacramentos con esta dicha, con esta paz inefable que sólo los cristianos conocen, y ha llegado a ser uno de los miembros más activos de las Conferencias de san Vicente de Paul del arrabal de Santiago en París, y uno de los principales promovedores de todas las buenas obras de su barrio.

Es decir, amigo lector, que si te hacen volver varias veces a confesar, ¿el sacerdote tiene la culpa? Repito que es posible. ¿Pero qué interés puede tener el sacerdote en cansar inútilmente a los penitentes?

Los sacerdotes, tenlo bien entendido, no son dueños de dar la absolución siempre que se la piden. En el confesionario son jueces, y ya lo sabes, el juez no hace la ley, sino que la aplica. No condena ni perdona según su capricho; no es respecto del acusado, más que el instrumento de la ley, que el órgano del supremo poder que hace las leyes.

Los sacerdotes cuando confiesan son verdaderos jueces, y he aquí porqué se dice: “el tribunal de la Penitencia”. Allí no son más que ministros de Nuestro Señor, у deben juzgar según el Corazón de Jesucristo y según las reglas de su Iglesia, y ni está en su mano dar la absolución a los pecadores que van mal dispuestos, ni rehusarla a los penitentes que se han preparado como conviene. 

Deben, es verdad, inclinarse más bien al lado de la misericordia, de la bondad, de la confianza, pero no pueden, sin prevaricar, desconocer los derechos de la justicia, las exigencias de la santidad. 

Si alguna vez retardan el beneficio de la absolución, es únicamente con el deseo de mejor conciliarlo todo. Un sacerdote sobrado rígido aleja sin duda y desalienta a los pobres pecadores; pero un confesor de manga ancha sobrado, los perdería por otro estilo.

Lo que puedo asegurarte en nombre de la Iglesia y de todos los buenos sacerdotes es, que si te muestras sinceramente arrepentido de tus faltas, si las confiesas con franqueza, si estás resuelto a enmendarte y a seguir los consejos de tu confesor, este te absolverá sin vacilar desde luego. Cuando los penitentes tienen que volver a confesarse, de las diez veces las nueve es por culpa suya.

Continúa...


 


 
 


 
 
 
 

 

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