Por Monseñor de Segur (1868)
29. NUNCA PODRÉ ACORDARME DE TODOS MIS PECADOS
¿Y qué importa? Arrepiéntete sinceramente de todos tus pecados, los que conoces y los que no conoces; acúsate de todos los que recuerdes; cuando no puedas acordarte del número exacto, di el que te pareciere más aproximado; no ocultes nada voluntariamente; forma el propósito de en adelante observar lo mejor que puedas los mandamientos de la ley de Dios y de la Iglesia. No te pide más el Señor.
¿Quién puede acordarse exactamente de todas sus faltas? Nadie en el mundo. Pero Dios, que todo lo sabe, nos lo perdona todo, desde que ve en nuestro corazón un verdadero, un sincero arrepentimiento. ¡Paz a los hombres de buena voluntad!
Por lo demás, en tu Devocionario encontrarás métodos para el examen de conciencia, muy detallados, y puedes servirte de ellos a fin de ver más claro en tu pobre conciencia manchada.
Acuérdate también de que los pecados que se dejan de confesar por olvido involuntario, hasta los mortales, son perdonados como los demás. Así, pues, no te inquietes por ellos, ni antes ni después de la Confesión; conserva cuidadosamente la paz de tu espíritu.
Sin embargo, aunque los pecados involuntariamente olvidados, hayan sido indirectamente perdonados tienes obligación de confesarlos expresamente, y bastará que la primera vez que te confieses digas al sacerdote: “Padre, en mi última confesión me olvidé involuntariamente de tal o cual pecado”.
Antes de confesarte haz con mucha atención el examen de conciencia, y cogiendo cuidadosamente la luz, llévala a todos los rincones de tu interior. Hecho esto no te inquietes por nada, y ocúpate principalmente de excitarte al arrepentimiento.
Continúa...
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