sábado, 25 de octubre de 2025

LA IGLESIA HA ANATEMATIZADO A LA FRANCMASONERÍA

La Francmasonería se dice inocente, calumniada e injustamente condenada por la Iglesia; pero la conocemos bastante para apreciar esa pretendida inocencia e injusticia.

Por Monseñor de Segur (1878)


XXX

LA IGLESIA HA ANATEMATIZADO CON PLENA JUSTICIA Y SIN RESTRICCIÓN ALGUNA A LA FRANCMASONERÍA ENTERA

¿Cree la Francmasonería en la autoridad divina del Soberano Pontífice de la Iglesia Católica? No. ¿Se somete al Papa en todo como Dios manda? No, mil veces no. ¿Cree en la divinidad de Nuestro Señor Jesucristo? No. ¿Cree en Dios, Padre, Hijo y Espíritu Santo, tal cual es, tal cual se ha revelado al mundo, tal como quiere ser adorado? No. Es, pues, ante todo, culpable de rebelión, impiedad, herejía y blasfemia; es anticatólica, anticristiana, atea, y por lo tanto, digna de ser condenada; y cuando lo ha sido por la Santa Sede, ha sido justa y muy justamente condenada.

Desde otro punto de vista menos exclusivamente cristiano, la Francmasonería, así la oculta y que todos los hombres honrados reprueban; como la pública y exterior, cuyos reglamentos son conocidos y casi del dominio público, es una institución peligrosa, perversa, inmoral y contraria a las leyes más elementales de la justicia humana y del buen orden de las sociedades. Basta de ello una sola prueba: el juramento masónico y la pena de muerte que castiga su violación.

La Francmasonería no puede negarlo: al dar el primer paso en la iniciación, al entrar en las logias por medio del grado de Aprendiz, en el momento que cae de los ojos del postulante la venda que los cubría, ve todas las espadas dirigidas a su pecho, y oye a todos los HH∴
 exclamar: 

- “¡Dios castigue al traidor!” 

Y el Venerable añade, después de haberle tranquilizado: 

- “Si algún día hicierais traición a la Francmasonería, ningún rincón de la tierra os ofrecería abrigo contra sus espadas vengadoras”.

¿Es esto verdad o no lo es?

¿Es o no cierto que para ser francmasón, para ser recibido en ese primer grado de Aprendiz, es preciso prestar el execrable juramento que hemos copiado textualmente del Ritual masónico? (1).

Es imposible negar estos dos hechos. Dígame, pues, cualquier hombre de bien, cualquier magistrado: ¿qué es, qué significa una sociedad particular que separada de la sociedad civil amenaza de muerte, fría y oficialmente, a todos sus individuos que no permanezcan fieles a sus leyes? ¿Qué es una sociedad particular que se atreve a decir: “Si me sois infiel, ningún rincón de la tierra os ofrecerá guarida contra mis armas vengadoras?” ¿Qué otra cosa es esa amenaza, sino la del asesinato y homicidio? Pues bien, éste es un crimen que en todos los países civilizados cae bajo la justicia de la ley.

¿Qué significa, vuelvo a preguntar, toda esa inmunda amalgama de innobles imprecaciones que acompañan, o más bien constituyen el juramento masónico? ¿Puede en conciencia un cristiano, un hombre de bien, un hombre honrado, entregarse en cuerpo y alma, bajo pena de muerte, a una sociedad cualquiera separada de la Santa Iglesia? La sociedad que impone a todos sus individuos sin excepción, y que recibe de ellos un juramento de esta especie; una sociedad particular que menospreciando toda ley divina y humana, se arroga derechos tan exorbitantes, y en particular el de vida y muerte sobre millones de hombres que la componen, es una sociedad profunda y esencialmente inmoral, y la espada de la Iglesia la hiere con justicia cada vez que la condena.

Así, pues, condenable desde el doble punto de vista de la razón y de la fe, la Francmasonería ha sido justamente condenada por la Santa Sede, que en esta circunstancia, como en tantas otras, ha cumplido valerosamente la saludable misión que Dios le ha confiado. Encargada de enseñar a todos los pueblos, de proclamar y defender la verdad, de juzgar, desenmascarar, condenar y perseguir el error y el mal, la Santa Iglesia ha fulminado solemnemente sus anatemas contra la Francmasonería en todos sus grados y bajo todas sus formas. Ha excomulgado, es decir, arrojado de su seno, a todos los cristianos, sean quienes fueran, que han osado afiliarse en ella, a pesar de su formal prohibición.

Todo francmasón está, pues, excomulgado y justamente excomulgado: los simples Aprendices como los Grandes-Orientes y los Grandes-Maestros; los grandes personajes como los pequeños; los francmasones como las francmasonas; los afiliados en las logias exteriores como los adeptos de las traslogias.

Continúa...
 
Nota:

(1) Véase el capítulo VII.


 
 

 
 


 

27 - La francmasonería de señoras
 
  

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