Por Monseñor de Segur (1868)
32. PERO MI CONFESOR ME CONOCE DEMASIADO; YO ESTOY INCOMODADO CON ÉL
Pasa con valor por sobre de estas impresiones pueriles y considera la Confesión y al confesor con los ojos de la fe. Cuanto más veas a Jesucristo en el confesor, mejor harás tus confesiones.
¿Creéis vos, pues, que se acuerdan los sacerdotes de todo lo que se les dice en el santo tribunal? No, mil veces no; ellos son felices dejando en el confesionario todo este abyecto y miserable fondo, y la única impresión que se llevan de una confesión humilde y sincera, consiste en un religioso respeto, en una profunda y cordial estimación hacia el generoso penitente que ellos han absuelto en nombre del Señor.
Sin embargo, no lo olvides nunca, eres completamente libre de confesarte con quien gustes.
Es muy ridículo, no obstante, cambiar de confesor a cada paso y por capricho; muy perjudicial a la salvación el huir cobardemente de la dirección de un recto y sabio sacerdote, para buscar otro a quien se juzga más cómodo e indulgente, y hasta es contrario al espíritu de la Iglesia el confesarse con determinada preferencia con este o con aquel sacerdote.
El sacerdote es para los fieles, y no los fieles para el sacerdote; lo mismo que Jesús, el sacerdote católico ha sido enviado “no para ser servido sino para servir”. Por el amor de Jesús nosotros somos los servidores de las almas, ellas deben disponer libremente de nosotros y de nuestro ministerio.
Si estás en verdad incomodado o reñido con tu confesor, no dudes en dirigirte a otro, sea momentánea o habitualmente. Tu confesor que ama entrañablemente tu alma, será el primero en regocijarse por ello.
Continúa...
Si estás en verdad incomodado o reñido con tu confesor, no dudes en dirigirte a otro, sea momentánea o habitualmente. Tu confesor que ama entrañablemente tu alma, será el primero en regocijarse por ello.
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