Por Monseñor de Segur (1868)
25. NO QUIERO A MI CURA. NUNCA ME CONFESARÉ CON ESTE HOMBRE
Pues bien; ¡ve a buscar otro! Por fortuna no faltan en todas partes sacerdotes y buenos sacerdotes. La Iglesia te deja en esto la más completa libertad; y tu cura también.
¡Qué importa que nos confesemos con Pedro o con Pablo con tal que nos confesemos! Lávate con agua del río, con agua del pozo, con agua de la fuente y hasta de lluvia si te acomoda, lo que importa es que te laves. Sé limpio; es lo único que piden Dios y tu cura.
Y luego poniéndote la mano en el pecho, ¿es tu cura el que te impide que te confieses? Si el señor obispo le reemplazase mañana con otro, ¿irías a confesarte con su sucesor? De las veinte veces, las diecinueve no son más que pretextos las quejas de este género; excusas de mal pagador.
Vamos, amigo mío; obremos de buena fe, seamos sinceros y no echemos sobre las espaldas del cura, que ya no puede con su carga, el peso de nuestra mala voluntad.
Continúa...
No hay comentarios:
Publicar un comentario