15 de Septiembre: Santa Catalina de Génova, viuda
(✞ 1510)
La heroica enfermera y consoladora de los pobres, Santa Catalina de Génova, fue natural de la ciudad que lleva su nombre, y de la nobilísima casa de los Fieschi.
Deseaba en gran manera imitar el ejemplo de una hermana suya llamada Limbonia, que servía al Señor en un monasterio de monjas agustinianas; más estorbáronselo sus padres, los cuales a todo trance quisieron casarla con un mancebo muy noble y rico de Génova.
Este caballero se llamaba Julián Adorno, y aunque antes de tomar a Catalina por esposa parecía de loables costumbres, se desenfrenó después, de manera que los diez años que vivió en compañía de la santa, fueron para ella diez años de cruel martirio.
Lo ponían fuera de sí la ambición de honrar mundanas, la ficción al juego, y a los deleites sensuales; y aunque la santa con muchas lágrimas pedía al Señor la conversión de su marido, no abrió éste los ojos hasta que el juego y con los vicios, hubo perdido su salud y toda su hacienda y la de su esposa.
Entonces por las oraciones de la santa se convirtió a Dios y entró en la Tercera Orden de San Francisco, y al poco tiempo pasó de esta vida con señales de verdadera contrición y arrepentimiento.
Desde aquel día determinó la santa viuda comenzar a servir a Dios y a los pobres de Jesucristo en el hospital Mayor de Génova, donde por muchos años fue como el ángel consolador de los enfermos.
Era tan grande la Caridad que ardía en su pecho que se extendía a todos los enfermos de la ciudad; de día y de noche los visitaba en sus casas, los animaba y les regalaba cuanto podía, llevando lo que les era menester para remediar sus necesidades.
La ciudad de Génova bendice todavía con singular reconocimiento el nombre de la santa por los portentos de Caridad que obró en los años 1497 y 1501 cuando la pestilencia desolaba la población.
Todos huían por escapar del terrible azote, pero no huyó la santa, antes se quedó como enfermera de los heridos de la peste, acudía a su socorro, y a unos daba la salud del cuerpo, y a otros, disponía a bien morir y alcanzar la eterna salvación del alma.
No se pueden decir ni imaginar las proezas de Caridad que llevó a cabo esta gran Santa. Más si no fueron menos asombrosas sus austeridades y ayunos, porque pasó veintitrés cuaresmas y otros tantos advientos sólo con el pan eucarístico y bebiendo un poco de agua mezclada con sal y vinagre.
Escribió un hermoso diálogo sobre el purgatorio que basta para desengañar a los herejes protestantes que niegan este dogma.
Finalmente, a la edad de setenta y siete años, sabiendo que llegaba su dichosa muerte, recibió el santo viático diciendo:
- Ven, oh querido Esposo de mi alma.
Y llena de méritos y virtudes voló a la gloria del cielo.
Reflexión:
No es maravilla que todos los buenos genoveses alaben y glorifiquen a esta santa heroína de la Caridad y la invoquen con gran fe en las públicas calamidades. En ella se manifiesta el verdadero amor del prójimo, propio de la Caridad cristiana, que en semejantes ocasiones suele llegar hasta el heroísmo, y se distingue del falso amor al prójimo que huye de todo peligro de muerte, faltando a veces aún a las obligaciones y oficios más necesarios de la Caridad y careciendo hasta de palabras de consuelo y esperanza para reanimar los corazones de los enfermos y moribundos.
Oración:
Dígnate, oh Señor, Autor de nuestra salud, escuchar nuestras humildes súplicas, para que así como nos alegramos en la festividad de la bienaventurada Catalina, así imitemos su piedad y afectuosa devoción. Por Jesucristo, Nuestro Señor. Amén.
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