6 de Septiembre: Santa Rosalía de Palermo, virgen
(✞ 1160)
Santa Rosalía, virgen protectora de Nápoles y Sicilia, fue natural de Palermo e hija de un noble caballero llamado Sinibaldo, descendiente de la real familia de Carlomagno.
Había sido criada desde niña en la verdadera Fe y en santas costumbres y tocada por Dios, dio libelo de repudio a todas las vanidades del siglo para comenzar desde su infancia una vida enteramente consagrada a su Esposo Jesucristo.
Y como sus parientes, ya con ruegos y promesas, ya con crueles amenazas procurasen disuadirla de su santo propósito, la santa niña, temiendo al violencia que podrían hacerle, huyó secretamente de la casa de su deudos y fue a esconderse en una cueva que halló en el monte llamado del Peregrino, donde solo era conocida de una pastorcilla que le traía para su sustento un poco de pan y leche.
Dios era quien la había llamado a aquella soledad y así la regalaba con sus consuelos y visitaciones celestiales.
Temiendo ser hallada, subía a veces a la cumbre de aquel monte y desde allí miraba la ciudad de Palermo, oía el sonido de las campanas y el rumor confuso de las gentes: y al pensar que tantos pecadores andaban por el camino de la perdición, dolíase mucho de su tan gran ceguedad y desventura, y con muchas lágrimas y sollozos hacía oración por su patria y por sus conciudadanos.
Tenía escritas en la pared de las rocas de su cueva: “Yo, Rosalía, por amor a mi Esposo Jesús y por no faltar a la fidelidad que le he prometido, he escogido esta gruta como mi perpetua morada”.
En ella perseveró la santa muchos años llevando una vida muy austera y como un ángel en carne humana hasta que su Esposo Divino la llamó para sí a su retiro celestial.
La noche que murió se vio resplandecer con gran claridad todo aquel monte, de manera que toda la ciudad de Palermo quedó asombrada por aquella extraordinaria luz, y como nadie sabía la causa, aquella pastora que servía a Rosalía la descubrió, diciendo que no podía ser sino un milagro que en aquel lugar hacía Dios por la santa.
Acudió entonces a aquel monte el clero y el pueblo en devota procesión, y hallando el sagrado cadáver de Rosalía, lo trasladaron a la catedral, donde lo sepultaron honoríficamente; y desde aquel día comenzó el Señor a glorificar a la santa virgen con muchos prodigios, entre los cuales es digno de singular mención el que aconteció en el año 1625 en que estando la ciudad de Palermo y toda Sicilia muy afligida de peste, sacaron en procesión de penitencia el sagrado cuerpo de santa Rosalía, y luego se vieron libres de aquel terrible azote.
Reflexión:
No podemos dudar por los efectos, de haber sido Dios el autor de la soledad y aspereza de vida que escogió para sí esta santa virgen para huir de los lazos y peligros del mundo; y esto no se debe imitar si no cuando el mismo Señor con particular revelación lo mandare. Mas lo que debemos sacar de este ejemplo es el cuidado y diligencia grande con que debemos evitar todas las ofensas a Dios, entendiendo que a pesar de los malos ejemplos que vemos en la gente del mundo arrastrada por la fuerza de las malas pasiones y rendida a los enemigos mortales del alma, no nos falta la gracia suficiente para vencer todas las tentaciones y perseverar hasta el fin en el divino servicio, porque como dice el Apóstol: “Fiel es Dios y no permitirá que seamos tentados sobre nuestras fuerzas”.
Oración:
Oh Dios, autor de nuestra salud, dígnate oír nuestras súplicas; para que así como nos alegramos en la fiesta de tu bienaventurada virgen Rosalía, así crezcamos en verdadera piedad y devoción. Por Jesucristo Nuestro Señor. Amén.
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